lunes, 2 de abril de 2018

El Juez Di y el Big Data


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En estos días que se habla del Big Data y de la intimidad, de cómo puede ser manipulada una persona desde el conocimiento que podamos tener de ella a través de elementos indirectos, me he encontrado con un curioso caso del procedimiento deductivo que nos permite pasar de lo exterior (lo perceptible y susceptible de ser tratado como dato) a lo exterior, la forma de ser que ha producido esos datos o huellas en el mundo.
Por supuesto, el Big data funciona de otra manera, pero en última instancia se trata de conectar lo exterior, el dato, con lo interior, que es sobre lo que se va a actuar. Con un modelo de comportamiento construido desde los datos, que son procesados, se puede llegar a establecer comportamientos futuros incluso estimularlos mediante estrategias adecuadas. La manipulación se basa en eso: en detectar las formas de reacción a determinados estímulos y después ponerlos en funcionamiento para obtener las reacciones adecuadas. Se trata, como siempre ha sido, de conocer las debilidades y resistencias, la forma de ser de las personas para poder manejarlas.
El ejemplo de cómo se pueden traducir los datos y convertirlos en información sobre los sujetos está recogido del interesante y entretenido libro del sinólogo y diplomático holandés, Robert Van Gulik, Tres cuentos chinos (The Chinese Gold Murder, 1957). Durante su estancia en el Tokyo de la posguerra, Van Gulik encontró en una librería de antiguo un ejemplar, datado en el siglo XVIII, de una novela popular china de detectives, Di Gong An, que tradujo y publicó en 1949 con el título Celebrated Cases of Judge Dee.

La novela estaba protagonizada por Di Renjie (c. 630–c. 700), un personaje real, un funcionario judicial de la dinastía Tang, convertido en investigador de misterios y crímenes. Posteriormente, durante la dinastía Ming (1368-1644), apareció el personaje como protagonista de esta novela popular. Un ejemplar del XVIII fue lo que llegó a manos de Van Gulik, quien se divirtió con la historia y la traducción de aquellos casos de un detective tan especial que le permitía juntar muchas de sus aficiones, de la traducción a la cultura china. Una primera edición limitada dio paso a otras posteriores, dado el éxito que tuvo.
Pero Robert Van Gulik fue más allá. Debió descubrir los placeres del relato policial y del éxito del personaje, una pieza clave en el género, donde no se pueden desperdiciar las capacidades de un buen detective, algo imperdonable. Decidió dar más vida al personaje del Juez Di, convirtiéndolo en protagonistas de otros relatos, salidos esta vez de su pluma, pero volcando en ellos su sabiduría de sinólogo.
Las historias del Juez Di son entretenidas e instructivas. Y muy populares en China. En 2004, CCTV emitió la primera temporada de la serie Amazing Detective Di Renjie. Le seguirían otras en 2006, 2008 y 2010, esta última titulada Mad Detective Di Renjie. El cine se ha ocupado también de las aventuras del "Detective Dee" con éxito. Detective Dee y el misterio de la llama fantasma (2010); El joven detective Dee: El poder del dragón marino (2013). En julio de este año, se espera el estreno de una nueva película, "Detective Dee: The Four Heavenly Kingdoms", dirigida como en algunas anteriores por Hark Tsui. Actores tan conocidos como Andy Lau lo han interpretado
Tres cuentos chinos fue publicada en 1957 y nos muestra al Juez en su nuevo destino, Fu-Lai,  al que se dirige en secreto después de haber sido asesinado el anterior ocupante del cargo de forma misteriosa.

No nos interesa tanto la trama cómo la forma de pensar del Juez Di, la forma de extraer conocimiento de lo que puede observar. El magistrado anterior murió envenenado en su biblioteca. Di inspeccionará los libros dedicando tiempo hasta poder crear un "perfil" de muerto:

—Bueno, Hung, ahora es cuando tengo una impresión bastante aproximada de la personalidad del juez fallecido. He dedicado atención muy especial a sus propias poesías. Sus versos se distinguen por un estilo muy refinado, sin que se pueda decir que calen muy hondo. La mayor parte son amatorias, las más de ellas dedicadas a bailarinas conocidas y mujeres de mala vida de la capital y de aquellas otras ciudades donde estuvo de gobernador.   
—Hablando yo hace un rato con Tang —observó Hung—, éste dejó traslucir que el juez Huang no tenía unos principios morales demasiado rigurosos. Es más, solía invitar a su casa a prostitutas, permitiendo que pasasen la noche allí.
El juez Di meneó la cabeza
—El álbum encuadernado en brocado que acabas de pasarme no contiene más que pinturas eróticas. Huang poseía también algunos libros de cocina y libros sobre varias clases de vino y enología. Pero, por otra parte, tenía también una primorosa colección de nuestros poetas clásicos, ejemplares muy manoseados, llenos de señales y anotados por él mismo. También su colección de autores místicos taoístas y budistas está, por lo visto, muy leída. Pero las ediciones que tenía de los libros clásicos confucionistas, en cambio, conservan la misma entereza virginal que tenían cuando las adquirió. Además de esto, me ha llamado la atención que las ciencias estén bien representadas en esta biblioteca. Tenía la mayoría de las obras fundamentales sobre medicina y botánica, así como sobre alquimia, y cierto número de obras antiguas muy raras sobre acertijos, anagramas y artilugios mecánicos. Los libros sobre ciencias políticas y sociales, derecho, historia y matemáticas brillan por su ausencia.
Retrepado en su sillón, continuó el juez Di:
—De todo esto saco la conclusión de que el juez Huang era un poeta delicado que tenía un vivo interés por la mística, pero al mismo tiempo una persona sensual, muy apegada a todos los placeres terrenales, combinación que se da más de una vez. Completamente privado de ambición, le gustaba el cargo de jefe de un distrito pequeño y tranquilo, donde campaba por sus respetos, capaz de organizar su vida como le daba la gana. Éste es el motivo por el cual no quería ascender; yo creo que Fu-lai era ya el noveno cargo que desempeñaba como jefe de distrito. Con todo, era un hombre inteligente a quien gustaba poner en claro las cosas, de ahí sus libros sobre acertijos. Y esta circunstancia, en combinación con una larga experiencia práctica, hizo que desempeñase el cargo en esta ciudad bastante bien, aunque no creo que fuese un funcionario sinceramente lleno de devoción. No puede decirse que se preocupara mucho por la vida familiar, razón por la cual no volvió a casarse después de fallecidas su primera y su segunda esposa, contentándose con aventuras pasajeras con bailarinas y mujeres de mala vida. Él mismo no dejó de resumir con cierto deje humorístico su personalidad en el nombre que puso a su biblioteca. Mira.
El juez señaló con el abanico la tablilla de madera suspendida sobre la puerta. Hung no pudo por menos de sonreír al leer el letrero grabado en ella: Ermita de la mala hierba errante.


Todo lo humano puede convertirse en dato que puede ser procesado. Hablan de "datificación" como el proceso mediante el cual algo puede acabar de una forma que pueda ser procesada mediante algún tipo de algoritmo, que pueda ser introducida en un sistema y nos dé una salida en función de lo que necesitamos saber o hacer.

El Juez Di ha obtenido datos de la realidad, unos tipos de libros presentes frente a otros ausentes, unos más usados que otros, unos temas en sus escritos, ha añadido datos sobre su vida, traslados, matrimonios, etc., y ha obtenido con ellos un retrato del asesinado. Hay datos que vienen de lo que tiene delante; otros provienen de informantes que le han ofrecido su visión.
Con todo ello, el Juez ha traducido los datos y los ha convertido en "información" sobre su predecesor. Todos esos datos nos muestran acciones, decisiones, deseos, etc. del investigado. Todo se traduce porque todo lo humano tiene significación dentro de la conducta de los sujetos. Lo que hacemos voluntariamente habla de nuestra voluntad. Para Freud, por ejemplo, son todavía más reveladores los errores (lapsus linguae, equivocaciones, etc.), formas que evitan los mecanismos de censura de la conciencia. Pero no es el caso. Todo lo que ha visto casa coherentemente. El juez Di tiene ahora un retrato interno del asesinado que le servirá como punto de partida para desentrañar el misterio de su muerte.
Traslademos al Juez Di al presente. Probablemente no iría a su biblioteca sino a su ordenador. Consultaría su historial de búsquedas en Google, el historial de visitas; entraría en Facebook y comprobaría los "me gusta" y los "no me gusta", vería que es aquello que ha publicado en su muro en un tiempo determinado y quiénes son sus amigos. Miraría a quién seguía en otras redes sociales y quiénes le seguían, a qué tipo de juegos le gustaba dedicar su tiempo, etc.
Con todos esos datos, el Juez Di podría hacerse un buen retrato interior y exterior del dueño del ordenador. Podría comprobar procesando todos esos datos las diferencias entre sus perfiles y la realidad con otros datos de su vida no virtual.
Me he resistido a llamar "vida real" a la que se produce fuera de las redes porque extiende un interesado estereotipo: la no realidad de lo virtual. Esto es un tremendo error: nuestra vida virtual es real, tan real como la otra. Incluso se podría decir que esta creencia en su no realidad hace salir de nosotros aspectos auténticamente reales de la personalidad, que pierden el miedo. Es lo que nos resulta tan sorprendente sobre lo que las personas hacen en la red y fuera de ella. Personas que conocemos pueden cambiar radicalmente en cuanto que se ponen un "nick" o dejan de mostrarse. Esas personalidades que se fabrican son reales, aunque reprimidas por el miedo a la censura social o al castigo.


La red da un anonimato que nos acerca al viejo problema que planteaba Balzac en su Goriot. El debate surge entre Blanchon y Rastignac en el Jardín de Luxemburgo. Las pérfidas doctrinas de Vautrin han sembrado la duda sobre los valores que mueven el mundo. Rastignac le plantea a su compañero una idea que ya había anticipado Rousseau: «—¿Te acuerdas de esa parte en que le pregunta al lector qué haría en el caso de que pudiera hacerse rico matando en China sólo con la voluntad a un mandarín viejo, sin moverse de París» (cap. II). La pregunta es pertinente en estos tiempos en los que se puede "matar" a distancia a través de las redes sociales, del ciberacoso a la difamación, de las fake news a las fotos y vídeos de las ex parejas.
Si el Juez Di pudo descubrir la tendencia mujeriega leyendo las poesías o su poco amor por el trabajo a través de los que la biblioteca le ofrecía, combinándolo con otras fuentes, hoy pueden construirse los perfiles y reconstruir nuestras motivaciones, nuestras debilidades ocultas, nuestras acciones más negativas a través de las huellas digitales que dejamos con nuestra personalidad real o con los nicks y avatares usados por las redes.
Lo ocurrido con el Brexit o las elecciones norteamericanas no ha llegado al chantaje, pero sí a la construcción de una estrategia con la que abordar la cuestión motivacional en ambos casos. Los datos, al igual que el Juez Di, les han permitido establecer hipótesis sobre el comportamiento colectivo perfilándolo y llegando con mucha más precisión a los votantes que estaban dudosos.
El diario El País escribía sobre las técnicas usadas por Cambridge Analytica:

El objetivo de Mercer era emplear en la liza electoral las asombrosas técnicas psicográficas anunciadas por la empresa. Un método casi orwelliano sobre cuya verdadera eficacia hay dudas, pero que pronto obnubiló al entorno de Trump.
La pequeña firma, liderada por el elegante y peligroso Alexander Nix, está especializada en recoger datos online y crear con ellos perfiles de los votantes. Fichas que sirven de diana a la publicidad electoral. “Si conoces la personalidad del elector, puedes ajustar mucho más tus mensajes y multiplicar el impacto”, ha señalado Nix. La prioridad, bajo esta premisa, no radica ya en la edad, sexo o raza del votante, sino en las tendencias emocionales. Conociéndolas, se puede influir en ellas. Esa es la mercancía que vende Cambridge Analytica.
El modelo, como ha analizado el portal Vox, fue desarrollado por el investigador de la Universidad de Cambridge Michael Kosinski y, a grandes rasgos, surge de conectar los likes de un usuario en Facebook con un test de personalidad (OCEAN) que mide si un individuo es abierto a la experiencia, meticulosa, extrovertida, amable u obsesiva. Este retrato, unido a la información de acceso libre que flota en el universo digital sobre el usuario (compras, hábitos, viajes…), sirve para configurar el llamado perfil psicográfico. Un instrumento pretendidamente revolucionario que, a juicio de sus autores, permite prever la tendencia de voto.*


El fondo de escepticismo que se nota en el artículo prescinde de un elemento: ganaron el Brexit y ganaron las elecciones norteamericanas. Es más una táctica del avestruz negar las evidencias electorales. Mientras se nos dice que se mueven grandes cantidades de datos de los que emergen "patrones" o "modelos" colectivos, se evita centrarse en que el valor real es poder personalizar la publicidad que se recibe en función de los gustos diferenciados.
Cruzando una serie de datos no es nada difícil poder crear una ficha específica de cada votante, especialmente en aquellas zonas en las que pueda haber dudosos. El uso de Facebook permite determinar quiénes son esas personas y quiénes sus contactos, con lo que es posible crear una red dentro de la propia red. Esa red es motivacionalmente muy intensa en unas elecciones. Supongamos que han detectado que es usted especialmente sensible a los problemas derivados de la inmigración. Puede ser usted bombardeado con informaciones en este sentido, muchas de ellas fake news. Esto es lo que se detectó en las recientes elecciones italianas, también ganadas por los populistas antieuropeos, como la Liga Norte.


El Juez Di tenía un solo sujeto y unos datos a su alcance. Pensemos en que su inteligencia se vea multiplicada por nuestro moderno poder de procesamiento de millones y millones y millones de datos que permiten detectar nuestros perfiles con una precisión derivada de la capacidad de análisis y filtrado de nuestros datos.
Producimos datos sin cesar; dejamos huellas por todas partes porque nuestra vida virtual ha absorbido la mayoría de las acciones que realizamos. Los supermercados saben lo que nos llevamos cada día, qué cantidades, marcas, productos. Los bancos saben en dónde, en qué y cuándo gastamos nuestro dinero gracias a los pagos de tarjeta, datos que posee la compañía de crédito. Facebook tiene miles de datos nuestros explicando qué nos gusta y disgusta, quiénes son nuestros contactos, qué compartimos y nos etiqueta en cada mensaje, foto o vídeo; saben quiénes son nuestros mejores amigos y qué personas podrían serlo. Google sabe lo que buscamos y quienes nos buscan. Etc., etc.
Cuando dicen que estas compañías saben más de nosotros que nosotros mismos, tienen razón. Tienen más y mejor memoria que nosotros. Podemos pensar que esto es cosa de los otros. Pero por todas partes, incluida España, está saliendo los nombres de las muchas Cambridge Analytica repartidas por todo el mundo.



— Robert Van Gulik (2000): Tres cuentos chinos. Los primeros casos del juez Di (1957). Trad. David León.
  Honoré de Balzac (2011). El pobre Goriot (1835). Trad de Mª Teresa Gallego.
*  "La compañía que burló la intimidad de 50 millones de estadounidenses" El País 21/03/2018 https://elpais.com/internacional/2018/03/20/estados_unidos/1521574139_109464.html






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