viernes, 9 de marzo de 2018

Mentiras rápidas


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme avanza el tiempo se va consolidando el fenómeno de las "fake news" como parte de las estrategias de desestabilización  e influencia en la situación de los países, ya sea político, económico o de cualquier otra índole sensible. Tanto el diario El País como El Mundo se hacen eco en sus ediciones del artículo publicado en la revista Science y firmado por más de una docena de especialistas en diversos campos. Es la segunda publicación sobre esta cuestión en una revista considerada de prestigio en el campo de las diversas ciencias que da consistencia al fenómeno, que ya no puede ser ignorado y cuyas consecuencias  se sienten cada día como una amenaza a la estabilidad y la "soberanía informativa", concepto que habrá que empezar considerar en un ámbito global, ya que algunos países lo están estableciendo mediante el cierre de sus fronteras a la información que llega de fuera.
De hecho, el fenómeno de las "fake news" es parte de un problema más amplio: la globalización informativa, es decir, el libre flujo de las informaciones por el mundo. La información, por sí misma, ya es una forma de influencia en los otros. La información busca establecer un determinado estado de la opinión pública. Se informa para que otros sepan algo respecto a un tercero. Ese conocimiento suministrado y adquirido produce dos cosas: un cambio individual en quien lo recibe y, en segundo lugar, se produce un doble fenómeno de separación y de unión grupales. La información provoca efectos polarizados en unos y otros en función de los enfoques, presentaciones, sesgos, objeto de la noticia, etc. En función de todo ello, se producen fenómenos de adhesión o rechazo, configurando estos movimientos el estado dinámico de la opinión.
Los receptores, además, están expuestos a múltiples fuentes de información, aumentando la complejidad del sistema informativo, integrado por los medios, los agentes sociales, el público, los partidos, etc. La información modifica los estados de todos ellos y aumenta la interacción, ya sea como acuerdo o como conflicto.
Previo al concepto de noticias "falsas" o "engañosas" frente a noticias "fidedignas" o "auténticas" (he eludido la idea de "verdad" deliberadamente), está el del "espacio" de información, que comentaremos a continuación.
El diario El Mundo señala sobre la información de Science:

En un segundo artículo publicado en Science y firmado por una quincena de expertos, los científicos advierten sobre el potencial disruptivo de las fake news y reclaman un impulso a la investigación a gran escala. En él citan estudios preliminares en los que se apuntan los efectos perjudiciales de este fenómeno en la sociedad, que van desde el aumento del cinismo y la apatía entre los ciudadanos hasta el fomento de la radicalización. "Lo que más queremos transmitir es que las fake news son un problema real, un problema difícil de abordar y un problema que requiere una investigación seria", explica Menczer, coautor del texto. "Los que difunden noticias falsas están usando métodos cada vez más sofisticados", añade. "Si no tenemos suficiente información sobre el problema, nunca podremos diseñar intervenciones que funcionen".
Una de las dificultades radica en el hecho de que es un problema multidisciplinar, con implicaciones que van desde lo psicológico hasta lo tecnológico. El artículo subraya este aspecto psicológico que sirve como uno de los motores de la difusión de informaciones falsas, ya que las personas prefieren información que es familiar y que apoya las opiniones preexistentes. "El desafío es que hay tantas vulnerabilidades que aún no entendemos y tantas piezas diferentes que pueden romperse o ser manipuladas en lo relativo de noticias falsas", señala Menczer. "Es un problema tan complejo que debe ser atacado desde todos los ángulos".*


Cuando en el texto se habla de "sociedad" se elude a qué sociedad se refiere. ¿Se trata de la "sociedad" en un sentido "local" o "mundial"? Entiendo que se trata de un sentido limitado localmente, ya que se trata de un agente exterior intentando manipular a una opinión pública de un espacio determinado sobre un aspecto más o menos específico que les afecta. La naturaleza de la noticia manipulada nos muestra cuál es su objeto. Los casos que se han mostrado más claros son los que afectan a elecciones, una situación que tiene límites espaciales (USA, Cataluña, Italia, Francia...)  y unos tiempos (corto, medio, largo plazo), que se suelen concentrar en las campañas electorales y las precampañas.
Los países que han tomado medidas ante las elecciones así lo han entendido. Ha planteado sus casos metafóricamente como una "invasión informativa", una especie de agresión mediante bombardeo de mentiras con el deseo de alterar los resultados apoyando candidatos, atacando a otros o creando climas sensibles que favorezcan a grupos, como la cuestión detectada en Italia sobre la sensibilidad ante los efectos de la inmigración.
Las noticias falsas vienen de un punto identificado o no —el agresor—; tienen un beneficiado y un perjudicado; un momento específico —una precampaña o campaña—; un mensaje específico —una acusación— o genérico —incide en un tema sensible—; y tiene unos efectos buscados, la desestabilización, además de los colaterales.
La preocupación es la debilidad de las democracias de enfrentarse a este tipo de campañas de intoxicación política. Esto ocurre por dos motivos: a) la libertad de expresión siempre actúa inicialmente en favor de quien propaga las noticias; y b) se ha creado un sistema abierto y global de las telecomunicaciones.
La primera cuestión es estrictamente política y se refiere al nivel de tolerancia. Los regímenes autoritarios son los que primero están creando barreras para no verse afectados en su espacio informativo, que es el equivalente al territorio en un sentido físico. Han creado "fronteras" informativas al espacio físico y político.


El caso que mejor conocen los lectores de estas páginas es el de Egipto, en lucha permanente por las noticias que llegan desde el exterior y entran en conflicto con las que se producen en el interior, donde el control de la censura, bloqueos o compra de medios, etc. está al servicio del régimen. Desde el punto de vista del gobierno, todo lo que llega de fuera es "falso" y tiene como objeto la destrucción del régimen a manos de los "poderes del mal", que llegan desde el extranjero, cuando no dicen mucho, y de Qatar, vía Al-Jazeera. En este caso el ejemplo es "negativo" (u sistema autoritario que tiende a cerrarse sobre sí mismo), ya que son todos los medios mundiales los que discrepan con la versión egipcia, tal como lo hacen instituciones como Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Parlamento Europeo, etc.
Los regímenes autoritarios están invirtiendo en  formas de bloqueos informativos y en vigilancia de accesos para detectar a los disidentes o críticos en cada caso. Aquí el problema es cómo bloquear el acceso a la información para poder.
También lo están haciendo los regímenes democráticos que temen que sus espacios de opinión se vean afectados por las fake news. Muchos países están desarrollando sistemas de vigilancia de diverso tipo para tratar de evitar el impacto de las noticias destinadas a la desinformación. Sin embargo, las medidas tomadas se tienen que encuadrar en el sistema de libertades de cada país. Así se da la paradoja de que aquellos que más tratan de evitar que les entre información, son los que más información exportan. Es lo que detectan las investigaciones cuando buscan el origen de este tipo de campañas. El mayor desestabilizador es, sin duda, Rusia. Es su respuesta a las sanciones por Ucrania y su intento de recuperar influencia.


La creación de la Sociedad de la Información estaba pensada para la globalización, no para la Guerra Fría en la que hemos entrado. Estaba pensada para la libre circulación y no para la intoxicación masiva. Al crear una red mundial, el control se hace prácticamente imposible, máxime teniendo en cuenta que son compañías norteamericanas las que controlan la mayoría del tráfico de información en el mundo. Por las "superautopistas de la información", de las que hablaba Al Gore en su momento, circulan todo tipo de "vehículos" con intenciones muy diversas.
Señala el diario El Mundo:

Los expertos recomiendan comenzar con intervenciones de dos tipos: unas centradas en mejorar la capacidad de los individuos para reconocer las noticias falsas y otras que incluyan cambios estructurales destinados a prevenir su publicación. "Los algoritmos de clasificación, como la atención humana, pueden ser engañados a través de bots que crean la apariencia de que muchas personas hablan sobre un tema o apoyan a una persona", explica Menczer. En este sentido, los autores apelan a las plataformas de medios sociales como Google, Facebook y Twitter a asumir una "responsabilidad ética y social que trascienda las fuerzas del mercado" y para que contribuyan a la investigación científica sobre las noticias falsas.*

Desgraciadamente, la primera vía recomendada por los expertos —que la gente sea más prudente y no se deje engañar— es demasiado lenta. Deja fuera un elemento: el que quiere ser engañado. El gran problema que tenemos es el lamentable estado de nuestras opiniones públicas, con enormes sectores que recelan de aquellos que les ofrecen informaciones fidedignas, contrastadas, etc. mientras que aceptan las mentiras que mejor satisfacen sus deseos. Creemos lo que queremos creer.
Por eso las campañas "puntuales" se cimentan sobre otras más amplias, de mayor calado social, que son las que desestructuran y reestructuran a aquellos sujetos a los que buscan manipular posteriormente. Las teorías de la conspiración han crecido. Las tonterías que la gente puede llegar a creer son sorprendentes. Nos indica que el sistema educativo falla estrepitosamente en muchos países al no formar personas con capacidad crítica, con sólidos fundamentos históricos e intelectuales. La idea de lo "alternativo" se siente como necesidad cuando se ha enseñado a recelar de las versiones instituidas, sospechosas por definición en sistemas en los que se cree a ciencia cierta que los gobiernos conspiran contra sus ciudadanos. Las teorías de la conspiración no son bromas y no deben ser tomadas como tal.
La "apelación" a las plataformas sociales por parte de los autores del artículo para que filtren las informaciones no tiene mucho arreglo. Las mentiras tienden a parecerse mucho a las verdades; en caso contrario, no funcionan.
El País nos habla sobre esto desde el estudio publicado por Science:

El pasado martes, dos hombres fueron arrestados por amenazas terroristas tras aparecer en una iglesia de Texas en la que habían matado a tiros a 26 personas el pasado noviembre. Los detenidos aseguraban que el tiroteo fue un invento del Gobierno y acusaron al pastor de que su hija, asesinada en aquel incidente, nunca había existido. Esa matanza es la quinta más sangrienta de la historia de EE UU, pero gracias a la imparable capacidad viralizadora de plataformas como YouTube, Facebook y Twitter, mucha gente se ha creído teorías conspirativas que aseguran que son invenciones propagandísticas. Y el problema es que estas mentiras, sobre todo si son políticas, se extienden de manera formidable por las redes.
Los bulos de internet terminan teniendo graves consecuencias en la vida real, como también sucedió con el atentado del maratón de Boston, lo que motivó a un equipo de investigadores del MIT a interesarse por su propagación. Según su trabajo, que publica la revista Science, las informaciones falsas se difunden “significativamente más lejos, más rápido, más profunda y ampliamente” que las verdaderas “en todas las categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para noticias políticas falsas”. Más que en otros ámbitos también impactantes o controvertidos como el terrorismo, los desastres naturales, la ciencia, las leyendas urbanas o la información financiera. Se trata de las conclusiones del que quizá sea el estudio más importante sobre la difusión online de falsedades, que firma el propio jefe científico de Twitter, Deb Roy, con datos y financiación proporcionados por esta red social. Los expertos ya avisan de que dará mucho que hablar.
De media, las informaciones falsas reciben un 70% más retuits que las veraces, es decir, que los usuarios las comparten mucho más entre sus seguidores, ayudando a multiplicar su difusión. Del análisis pormenorizado de 126.000 afirmaciones difundidas en Twitter entre 2006 y 2017 los investigadores han descubierto que las mentiras, además, triunfan porque suelen provocar respuestas de temor, indignación y sorpresa.**


La dimensión psico-social de la mentira es más relevante que la tecnológica. Son los "crédulos" los que aceleran el paso de las mentiras por las redes. La explicación es sencilla: la mayor sensibilidad a algo aumenta la receptividad y se traduce en energía que lleva a compartir difundiendo los mensajes. Hay personas que reenvían todo lo que reciben de forma casi automática; otros en cambio, apenas prestan atención a lo que recibe o lo desechan inmediatamente después de verlo. Como las neuronas de un gran cerebro mundial, las hay excitadoras —pasan la señal a la siguiente— y las hay inhibidoras.
La cuestión de las "fake news" irá a más porque es imparable. La recomendación de tratar de formar a los usuarios llega un poco tarde y no saldrá de la propia red, sino de su exterior, del sistema educativo, de la familia. Pero no lo hace hasta el momento. Y los filtros y bloqueos que se apliquen desde las propias empresas de las redes. Pero tampoco servirán de mucho porque por cada filtro se creará una forma  de evitarlo.
Lo que sí se puede desarrollar es la sensibilidad a los efectos de la mentira, dejar al descubierto las estrategias que hay detrás para evitar que los crédulos sigan creciendo y la inestabilidad —el objetivo de la manipulación— siga aumentando.


La manipulación comunicativa no es un invento nuevo. Siempre ha existido bajo el digno nombre de Retórica. Los discursos convincentes pueden ser verdaderos o no, que es una segunda cuestión. Los que imponen el orden autoritariamente en sus países buscan lo caótico, lo ingobernable, en otros. Cierran sus países y crean cadenas de televisión en diversos idiomas para influir sobre otros ámbitos. Usan las redes para aprovechar las vías establecidas por afinidades para propagar sus bulos o crear corrientes de opinión basadas en falsedades o interpretaciones malintencionadas.
Habrá que vivir con ello y estar atentos. Lo malo es el efecto colateral de las mentiras abundantes: cuesta reconocer las verdades o puedes ser calificadas como mentiras. Es el desconcierto, el caos, lo que se busca. La propia información que los medios ofrecen, las más de las veces descontextualizadas son difíciles de diferenciar de las mentiras verosímiles o no. La buena mentira es como un collar falso; es mejor cuanto más tarda en ser descubierta.
Después está el problema de los que no hay forma que se muevan de sus amadas mentiras. Pero eso tiene poco arreglo.



* "La ciencia que hay detrás del éxito de las 'fake news'" El Mundo 8/03/2018 http://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2018/03/08/5aa17b4f468aeb01768b465d.html
** "La información falsa llega más lejos, más rápido y a más gente que la verdadera" El País 8/03/2018 https://elpais.com/elpais/2018/03/08/ciencia/1520470465_910496.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.