domingo, 11 de marzo de 2018

Cuestión de supervivencia


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es triste que las decisiones políticas no se puedan tomar de forma política sino pensando en la supervivencia. Es la diferencia entre poder elegir democráticamente y solo tener una idea posible: sobrevivir en un entorno hostil. En Egipto, el voto de muchos se basará en la posibilidad de seguir vivos o la esperanza en no ser perseguidos. Es el caso de los coptos y también de las cofradías sufíes, las víctimas de los ataques terroristas y también de los mayores ataques en el "año Morsi", el año en que ejerció la presidencia.
Es comprensible que ambos grupos apoyen, al menos institucionalmente, a un estado —es igual quien esté al mando— que les pueda proteger de sus enemigos "naturales", aquellos que los consideran "herejes", en el caso de los sufíes, o "conspiradores", en el caso de los coptos.
Desgraciadamente, esto no son teorías, sino que han sido sangrientamente comprobado en la realidad tras los grandes atentados sufridos por los coptos a los largo del período que va de navidad a la celebración de la semana santa —con múltiples ataques individuales, persecución en los pueblos, etc.— y por la matanza de más de trescientos sufíes no hace mucho tiempo, convirtiendo su mezquita en un infierno del que les ametrallaban al salir.
Los islamistas y el Estado Islámico no han tenido ningún tipo de consideraciones con ellos y parte de su enganche social es convencer a la gente de que son peligros y desvíos religiosos a los que hay que rechazar, expulsar o asesinar. Los sufíes, por su parte, siempre se han distanciado claramente del extremismo de los hermanos musulmanes y de los salafistas, que los han tenido en el punto de mira.


No tiene nada de particular que, en estas circunstancias, ambos grupos religiosos pidan el voto para al-Sisi y lo manifiesten en cuanto tales para hacerlo visible. The Arab Weekly publica hoy un artículo de Amr Emam sobre el apoyo sufí a la candidatura de al-Sisi:

Sufis organised a public rally in the southern city of Luxor to declare their support for the re-election of Egyptian President
Abdel Fattah al-Sisi as part of their nationwide mobilisation to get out the vote for the March 26-28 polls.
“We have a plan to organise different events to back the president,” said Abdel Hadi al-Qasabi, leader of the Supreme Council for Sufi Orders, the government body responsible for regulating Sufi orders in Egypt. “Sisi is a man who has a wonderful track record in the presidency.”
With more than 15 million adherents, Egypt’s more than 75 Sufi orders have strongly backed Sisi since he became president in June 2014.
A second presidential term would give Sisi time to try to eradicate terrorism, a major concern for Egypt’s Sufis after an Islamic State (ISIS) attack on the Sufi’s al-Rawda mosque in the Sinai Peninsula resulted in the death of more than 300 people.*


La presencia en las calles es importante para hacer visible ese apoyo. La lucha en Egipto tiene muchas vertientes. Una es la perceptible a través de los atentados y crímenes que se producen y de los que la prensa da cuenta. Otra lucha, por el contrario, es silenciosa y sin embargo muy presente en el día a día.
De Egipto se han ido los dirigentes de la Hermandad, refugiados en diferentes países, de Turquía a Qatar. Pero la masa de votantes que dio el triunfo a Morsi y la Hermandad sigue donde estaba. No todos los votos para la Hermandad Musulmana eran votantes islamistas; muchos les votaron —me consta— porque les creyeron y porque no estaban dispuestos, tras la caída de Mubarak, a votar a un candidato que se presentaba a sí mismo como la persona continuista del régimen anterior y los militares. A muchas personas les costó mucho votarles pero creyeron en sus promesas de gobernar para todos.
Pronto se dieron cuenta de que esto no sería así. Se produjo un asalto al estado en sus instituciones y unas primeras leyes que no dejaban lugar a dudas de cuál era su idea de estado. Tampoco ayudaba nada la política internacional que seguían, especialmente su posición en Siria y el alineamiento con Turquía, con el gobierno de Erdogan, valedor de la Hermandad y cuyos resultados vemos ahora. La Turquía intransigente, intolerante, autoritaria de Erdogan se asemeja bastante al modelo de Morsi para Egipto. Pero Erdogan se aseguró con diez años de estancia en el gobierno y Morsi lo quiso hacer en menos de un año. Tremendo error que es lo que aceleró la situación.


Abdel Fattah al-Sisi tenía el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas egipcias para convocar nuevas elecciones, que es lo que se le pedía. También la comunidad internacional había llamado la atención a Morsi, recriminándole el trato a las minorías religiosas y a las mujeres. Pero su violenta gestión del conflicto le dejó aislado, dentro y fuera, dependiente de las políticas de imagen (la sisimanía) y de la gestión del miedo (terrorismo, disolución del país, conspiraciones extranjeras, etc.) y de convertir Egipto en un silencioso cuartel al que han regresado los viejos amigos del antiguo régimen de Mubarak.
Coptos y sufíes se han quejado de la poca vigilancia y atención que han tenido. Muchos coptos han estallado y las autoridades de la iglesia han tenido que "advertir" de lo contraproducente de la protesta, que puede dejarlos expuestos a los ataques. Han sido especialmente activos los coptos residentes en Estados Unidos, menos fáciles de controlar por las autoridades y más sensibles, a través de los vínculos familiares, con los padecimientos.
Los islamistas fueron más allá y se dedicaron a responsabilizar a los coptos del golpe de al-Sisi, del "no-coup". Esto les valió las iras de los islamistas, que son capaces siempre de reestructurar sus discursos para convencer a sus acólitos que los cristianos quieren acabar con el islam. Como es lo que quieren creer, lo creen.


Sufíes y cristianos coptos son una demostración de las distorsiones políticas de Egipto. No hay ninguna posibilidad de escoger un derrotero político que se salga de la línea militar. Se vota al régimen sin otra opción. La llamada al boicot a las elecciones como señal de que existe vida democrática más allá del gobierno que ha tenido a Egipto desde su moderna constitución.
La ausencia de una vía democrática es lo más que hay que reprochar a al-Sisi y su estrategia pensada para hacer desaparecer cualquier atisbo de política que no implique la presencia militar en el poder. Tras el negativo experimento de los islamistas, el panorama egipcio se oscureció. Nadie asume que hay que respetar las reglas del juego, empezando por los islamistas, cuyo fundamento es totalitario por su propia doctrina, que solo ve la democracia como un camino hacia el poder, desmantelándola después (pensemos en Erdogan).
El mayor error de al-Sisi (y son muchos) es pensar que se puede mantener a Egipto eternamente así y que puede aislarlos para que no reclamen libertades. Lejos de profundizar en la democracia y haber consolidado los partidos que pudieran hacer frente a los islamistas, al-Sisi y optado por la peor vía: desmantelar la vida política, destruir a la oposición democrática debilitándola y ejercer el poder pisoteando los derechos humanos, implantando un régimen de censura permanente y recuperando a lo peor del viejo régimen, entre otras cosas.
Podría haber hecho lo contrario. Apoyarse —las tuvo a todos a su lado— en las fuerzas políticas y sociales, buscar respaldo internacional y haber desarrollado las posibilidades de la constitución reformada, que eran muchas y que ahora es papel mojado. Podría haber hecho un parlamento sólido y no uno títere, creado para afirmar su poder tras una más que polémica ley electoral, hecha para debilitar los partidos.

Por el contrario, lo que al-Sisi ha conseguido es un estado autoritario y policial, que necesitará de constantes enemigos para seguir en pie. No tendrá problema: ya todos son enemigos, dentro y fuera, en una paranoia sin precedentes que se ha vuelto contra cantantes, escritores, homosexuales, bailarinas, ateos, actores, políticos, profesores, etc. considerando que todos son peligros contra la seguridad nacional.
Un régimen así solo puede mantenerse con una crisis mayor a su alrededor, como ahora tiene. Si la crisis de Siria se resuelve —por el bien de todos—, el régimen egipcio necesitará algo más allá del terrorismo para continuar. ¿Hasta qué punto es posible un régimen egipcio que no tenga el miedo como referencia? La destrucción sistemática de la oposición democrática hace ver que solo el miedo es el parámetro que los egipcios podrán tener en cuenta en mucho tiempo. La ley, en trámite, que impide criticar a Ejército y Policía es un paso más. Son los héroes y no quieren dejar de serlo.
Votar por miedo, vivir con miedo. Votar para vivir dentro de un gigantesco cuartel, cada día con menos libertades, más aislados; votar con menos sueños, solo pesadillas. En el miedo está el futuro. 



* Amr Emam "Fearful for their future, Egypt’s Sufis back Sisi’s re-election bid" The Arab Weekly 11/03/2018 https://thearabweekly.com/fearful-their-future-egypts-sufis-back-sisis-re-election-bid




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