sábado, 16 de diciembre de 2017

Somaya, historia de una infamia continuada

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay historias que comienzan y terminan. En otras, en cambio, lo que se inició parece no tener fin. Los acontecimientos ocurren, muchos de ellos de forma aislada, con su propia consistencia. Pero otros constituyen series que muestran algo. La historia de Somaya Tarek Ebeid es realmente una "historia" con un principio definido, que se produjo el día en que un hombre la acosaba  en un centro comercial y acabó abofeteándola sin que le importara a la gente. Desde aquel día, la vida de Somaya Tarek Ebeid tuvo un nuevo comienzo y pasó a ser llamada "la chica del Centro Comercial de Heliópolis" (Heliopolis Mall Girl).
Todo comenzó en octubre de 2015. Lo recogimos aquí y hoy volvemos a contar la nueva emergencia de los acontecimientos de aquella vida que cambió. Egypt Independent nos cuenta los últimos acontecimientos:

Somaya Tarek Ebeid, known in the media as the ‘Heliopolis mall girl’, broadcast her attempted suicide in a Facebook live video on Friday morning that she dubbed “the last minutes,” two months after she was stabbed in the face by a man seeking ‘revenge’ against her after he was imprisoned for assaulting and sexually harassing her.
In a haunting video monologue, she said, “I thought I should catch the last minutes and try to say anything because I won’t have time. I’m dying now, my nerves are so loose, my body feels too heavy and I can’t breathe.”
“I wanted an easy death because I’m tired of the scene of blood. That doctor who prescribed a sleeping pill for me is a very great doctor […] Nobody can reach me [through my mobile]. I feel that my heart makes boom boom,” she went on.*


Lo que comenzó con un acto de acoso continúa dos años después con un intento de suicidio que refleja la impotencia de la mujer ante lo que lleva padeciendo. ¿Que cambió un acto de acoso como el que se producen por millares cada día en el país cuya capital acaba de ser declarada como "la peor megaciudad para las mujeres" ante la irritación de las autoridades? Una bofetada. Todo fue diferente porque Somaya Tarek Ebeid tuvo el valor de enfrentarse a su acosador, recibiendo públicamente una bofetada por el orgulloso macho despreciado.
Aquella bofetada cobarde y altanera refleja mucho, como lo refleja lo que ocurrió después, cada uno de los episodios de la vida interrumpida de Somaya. Un hecho traumático, como fue la agresión pública y la humillación ante la indiferencia, destruye la vida de la persona, que deja todo para pedir justicia. Pero no es eso lo que encuentra.
La agresión fue solo el comienzo de la pesadilla personal de Somaya. Egypt Independent recuerda lo que ocurrió:

Ebeid was sexually harassed by a man at the mall but defended herself against him, only to be slapped by the man in retaliation for standing up for herself.
She then reported the incident to police, but after they did not offer to conduct any action, she took resorted to doing so herself by publishing a Facebook post which circulated widely, in which she explained the incident, and attached CCTV footage of the slap, recorded by the mall’s surveillance cameras.
The video showed a man talking to Ebeid and then slapping her, before security personnel intervened.*

La indiferencia de la Policía ante la denuncia muestra porqué no hay reducción del acoso. A lo traumático del acoso se suma la humillación de tener que pasar por una Policía para la que estos casos no le merecen la pena moverse de la silla. Con las cifras de acoso sexual existentes, ¿para qué molestarse? Recientemente, las cifras de acoso sexual que pasan del 90% de las mujeres, han sido reducidas por decreto al 9%. Según la persona puesta al frente del Consejo Nacional de las mujeres, Maya Morsy, es "imposible" la cifra que todos aportan porque las mujeres no podrían salir a la calle o trabajar. Ese razonamiento le ha permitido quitarle el cero al noventa y dejarlo en un nueve. Sin más. Todo por la imagen de Egipto.


Pero la realidad es más consistente que un lavado de cifras. La historia de Somaya Tarek Ebeid no había hecho más que empezar, dejando en evidencia a todas las instituciones que debían ampararla. La primera que había fallado fue la Policía. Pese a la indiferencia, puso su denuncia.
Ante la falta de investigación, Somaya consiguió hacerse con las imágenes del circuito cerrado de televisión del centro comercial, por lo que pudo difundir la escena del diálogo sin sonido que concluía con la bofetada del hombre. Usó las redes sociales, lo que atrajo a los medios. Aquí comenzó un nuevo calvario, que recogimos en su momento. Las dos fuentes actuales egipcias no recogen esta por algún extraño olvido, pero es una parte esenciales de la historia. La recordamos a través de la CNN, que titulaba "Sexually harassed Egyptian woman wins via social media" y tras contar el incidente del centro comercial, señalaba: "The young woman made a rare and even dangerous choice in Egypt: She choose to speak up and demand justice."** ¡Cuánta razón! Pedir justicia en Egipto es siempre un ejercicio arriesgado, como pudo comprobar pronto. Nos contó la CNN entonces, en octubre de 2015:

Tarek agreed to an interview on a popular talk show with host Reham Saeed. Rather than find empathy, the victim found an aggressive and accusatory presenter.
"I see you were wearing a tank top and tight jeans," Saeed says of the CCTV footage of the assault. "Don't you think that this clothes was inappropriate?"
"There is no justification," Tarek responds. "Women in hijab and niqabs all get harassed. There was nothing inappropriate."
After the taped interview was aired on private network Al-Nahar, Saeed addressed the camera in a nearly 12-minute monologue in which she raised doubts about Tarek's story before showing pictures of the victim in a private setting to accuse her of lewd behavior.
In one image she is seen holding a bottle of Bailey's; another photo shows her being carried by a man, playfully, on the beach; another picture that is blurred claims to be Tarek wearing a bikini in what appears to be a bedroom.
"If I am the type of woman who accepts being carried by a man while I am in my bathing suit then I must be the type of woman who would accept sexual harassment," Saeed says to the camera. "Just as there are harassers in the streets, some girls have really gone beyond the limits. You won't like this, but this is the truth. Keep your girls in check and nothing will happen to them."
The public shaming sent Tarek into a spiral. She called into program after program, crying and claiming that Reham Saeed's production staff had stolen the private photographs off her phone when she left it unattended.
"Now I think I wish I would have gotten hit and, so what, just accepted I was slapped." Tarek said afterward through tears to another Egyptian network. "I wish I hadn't filed a police report. I could have taken two, three, even four slaps and who was going to see it? Maybe 50 people in the mall? Now all of Egypt is staring at me."
Tarek had been harassed by one man. Now she felt the collective sexual gaze of a nation of more than 80 million.**


Recordamos quién es Reham Saeed, a la que aquí llamamos la "presentadora patriótica". De este vergonzoso incidente dimos cuenta en su momento (ver "La presentadora patriótica ataca de nuevo" 30/10/2015). Reham Saeed fue la presentadora que mostraba las miserias de los desesperados refugiados sirios lanzándoles paquetes de comida y diciéndole a los egipcios lo agradecidos que debían estar al gobierno por evitar que estuvieran como Libia o Siria. Los egipcios debían dar todos los días gracias por el presidente al-Sisi, responsable de las maravillas egipcias. Ella se envolvía en la bandera del país para ejemplo de todos.
Esta vez "la presentadora patriótica", como nos contaba la CNN, fue contra la víctima del acoso. Mientras hablaba en el plató ante las cámaras, se introdujeron en el camerino en donde había dejado su bolso, le sacaron el teléfono móvil y le robaron las fotos personales que tenía. Reham Saeed las usó contra ella. Finalmente, Saeed fue denunciada y sentenciada por el robo de las fotos.


Como ya ha sido estudiado por algunos analistas, la táctica del estado egipcio para cubrir su ineficacia es siempre responsabilizar a los ciudadanos, que son culpables de lo que ocurre, sea lo que sea. El nadador que es mordido por un tiburón es acusado de atentar contra turismo. La presentadora, como en tantos otros discursos, lanza sobre la víctima la acusación de la indecencia provocadora. El acoso no se debe al descontrol del varón egipcio sino a la provocación de las mujeres que les tientan en su maldad congénita.
La infame Reham Saeed convirtió la comparecencia de Somaya Tarek Ebeid en su programa en un juicio sin defensa, en una humillación constante que condenaba a la mujer. La víctima se lo merecía. Es lo mismo que hemos escuchado por boca del abogado que recientemente consideró que era un "deber nacional" violar a las mujeres que salieran a la calle con pantalones vaqueros rasgados. Es el mismo principio. La mujer que viste así, se lo merece. ¡Padres, vigilad a vuestras hijas!, claman las pancartas desplegadas en las calles de Egipto.


Curiosamente es el mismo principio que las diputadas electas del partido de Mohamed Morsi, las islamistas, daban cuando se les planteaban estos casos. La mujer se lo merece. Nunca hay una condena del hombre. Puede llegar a deber patriótico, a un sacrificio por patria y religión, que apunta a la necesidad del "castigo correctivo" por parte de piadosos y orgullosos ciudadanos. El mundo se escandaliza, sí, pero es que no les entienden. Si Reham Saeed pudo convertir su programa televisivo en un tribunal contra la víctima es porque hay millones de personas que respaldan estos planteamientos. Otros muchos condenaron las prácticas llevadas a cabo y la actitud, pero el fondo social sigue siendo patriarcal: la mujer es culpable.
A la indiferencia de la Policía, que tuvo posteriormente que aceptar la denuncia ante las evidencias del vídeo de seguridad, se suma la agresión mediática. Los medios elevaron la culpabilidad de Somaya a un hecho público. Las fotos robadas de su teléfono fueron una segunda bofetada, un escalón más en las agresiones que esta mujer valiente debía afrontar.
El vídeo sirvió para que al hombre se le acusara de agresión por la bofetada, pero se desestimara el caso de acoso sexual, algo absurdo porque es descontextualizar el motivo de la agresión, el rechazo. Recibía Somaya otra nueva forma de agresión, la indiferencia de los jueces ante el acoso.
Pero todavía quedaba la peor agresión, la del hombre denunciado que en octubre la acuchilló en la cara. Egypt Independent lo contó así:

In an interview with Al-Masry Al-Youm (AMAY) in October, Ebeid expressed dissatisfaction at the weak punishment given to her harasser, who was sentenced to two weeks in prison after he was acquitted of the sexual harassment charges.
Ebeid recounted the incident to AMAY saying it was, “3 PM [on Sunday], as I was entering a pharmacy. I was surprised by someone calling my name. When I looked back, I found the person who (previously) harassed me in the mall. I entered the pharmacy quickly, bought medicine, and then tried to run to my car before he caught me. But he ran after me and stabbed me with a knife. He was tracking me after he left prison in preparation for the attack.”
“The defendant caused a 20 cm-long facial wound that required 50 stitches,” she said, adding, “I underwent a LE 60,000 surgery with the financial help of some friends.” She explained that her face will require at least six cosmetic surgeries over the span of a year to return to normal.
“I never thought he would keep track of me for two years and try to slay me in broad daylight with such perseverance,” she continued.
She demanded that the judiciary be more deterrent in sexual harassment incidents.
In October, Cairo was reported as the most dangerous megacity for women, according to an international poll carried out by Reuters.***


La venganza se cumple. Denunciar el acoso, pedir justicia, tiene su peligro en Egipto, como ya señalaba la CNN en su día. Somaya había elegido el camino más duro, el más agotador. Lo contrario del silencio que es el que viven la gran mayoría de las mujeres egipcias, pese a lo que diga la señora Maya Morsy para pulir la imagen del país.
Lo primero que hizo el presidente al-Sisi cuando llegó al poder fue ir a visitar a una mujer víctima de la violencia. Le llevó flores, un bonito detalle. Pero nada se ha hecho desde entonces y las olas de conservadurismo patriarcal que sacuden Egipto desde hace tiempo, muchas de ellas lanzadas en el propio parlamento para vergüenza de sus diputados. Y no se hace por la indiferencia de muchos, cuyo argumento es siempre el mismo: la mujer atacada se lo merece. Eso se conecta con la justificación de la mutilación genital femenina, cuyas cifras en Egipto son igualmente escandalosas y muestran una violencia institucional contra las mujeres de enorme calibre y significación.
La ablación parte del principio de la sexualidad inagotable de la mujer, que debe ser reducida por el bien de las familias y la sociedad. Mediante la mutilación, convertida en ritual se acepta, la búsqueda incontrolada de placer de la mujer. El varón acosa porque es provocado, tentado por las mujeres que le rodean, que deberían estar sujetas, vigiladas, encerradas en sus casas para no comprometer con su lascivia el honor de las familias. "¡Sed celosos de vuestras mujeres!", advertía la campaña piadosa. El responsable no es el hombre que viola, sino el que no vigila. Quien no lo haga, no entrará en el paraíso.


Es el mismo principio existente tras los infames exámenes de virginidad practicados por el Ejército egipcio a las mujeres que iban a protestar en la plaza de Tahrir en 2011. Decían estar cumpliendo con el deber de informar a los padres de qué hijas habían perdido su virginidad en las protestas. Se trataba de convertir las protestas sociales en una especie de orgía, descalificándolas. Allí no se iba a protestar, a denunciar la infamia del poder, sino a fornicar como animales. Eso el Ejército, siempre solícito por el bien de Egipto.


Es el mismo principio que los que pedían en el parlamento no hace mucho exámenes de virginidad para entrar en las universidades egipcias. Hay que evitar que se conviertan también en centros de fornicación.
Somaya Tarek Ebeid ha sido víctima de todos estos principios subyacentes en una sociedad que aumenta en su conservadurismo de género y por ello en su violencia. Egipto puede rechazar las cifras que son espejo de lo que hay, pero no se barre debajo de la alfombra por mucho tiempo.
La historia de Somaya deja en evidencia a la Policía, a los jueces y a los medios de comunicación. Es la historia de una mujer que se va quedando sola mientras pide, exige justicia para lo que es más que evidente y la sociedad no quiere ver.
La triste noticia, tras más de dos años, es el intento de suicidio de Somaya. Al hacerlo a través de Facebook quería, como lo hizo dos años antes con la publicación en Facebook de las imágenes de su agresión en el centro comercial de Heliópolis, que todos fueran conscientes de lo que ha vivido y de lo que viven una gran cantidad de mujeres.


Hoy se elevan denuncias por todo el mundo denunciando el acoso. Somaya Tarek Ebeid entra en un reducido grupo de jóvenes egipcias que eligieron el camino más difícil: la denuncia ante una sociedad que tiene una imagen virtuosa de sí misma, tras la que se esconden profundos mares de hipocresía.
La imagen de Somaya, con sus cincuenta puntos en su cara rajada, reventada por los golpes, es el rostro de la dignidad y del valor. Es lo que la sociedad no quiere ver. Somaya habría sufrido muchas otras agresiones, con toda probabilidad. Pero fue la bofetada del hombre, ese gesto de superioridad infame, de prepotencia lo que hizo saltar todos los mecanismos de defensa ante lo que había cambiado de estado: aquel hombre no solo se creía con el derecho de acosarla sino con el de castigarla y humillarla ante su negativa. Y no ocurrió en un pueblo perdido, en el campo, entre analfabetos, sino en un lujoso centro comercial de Heliópolis.
Un artículo firmado por la feminista egipcia Mariam Kirollos, con el título  "Las hijas de Egipto son una línea roja", un canto en Tahrir en 2011 cuando las mujeres eran el objetivo de los militares, comienza con un tuit de 2013:

Cuando camino sola por la calle y a mi derecha hay unos chicos frente a un quiosco y a mi izquierda unos perros [callejeros], decido caminar por el lado donde están los perros porque es más seguro, esto significa que este país es una basura.

Estas palabras fueron publicadas por una joven egipcia en Twitter en Marzo de 2013. El acoso sexual representa en términos generales el tipo de violencia sexual al que se enfrentan con mayor frecuencia las mujeres de Egipto. Limita la libertad de las mujeres, su movilidad y las “desalienta a aparecer solas en los espacios públicos.” En abril de 2013, ONU Mujeres publicó un estudio que indicó que el 99,3% de las mujeres encuestadas había sufrido acoso sexual en Egipto y un 91,5% experimentado contacto físico no deseado. Estas cifran no son ninguna sorpresa considerando que el acoso sexual ha tenido, mayoritariamente, la condición de comportamiento normativo en la sociedad, y solo fue considerado explícitamente un crimen por la ley egipcia en 2014.****


Los avisos del crecimiento de violaciones son ya constantes en la prensa egipcia en 2009. Son muchos los que denuncian la situación de indefensión a la que se ha llegado. El cine había dado también sus avisos (Cairo 678, por ejemplo) dejando claro que la situación era insostenible. La revolución de 2011 permitió ver cómo las instituciones del Estado cubrían todo ello y lo practicaban en cuanto había ocasión. La violencia sexual no era solo una cuestión callejera sino un instrumento de violencia institucional, como han denunciado en múltiples ocasiones.
Hemos ido contando la historia de Somaya en estos dos años. No es solo una historia de una mujer en Egipto; es la historia misma de la actitud de Egipto: de su Policía, de sus jueces, de sus medios, de sus políticos. En todas las etapas por las que ha pasado Somaya la actitud ha sido la misma y cada una ha ejercido su forma particular de violencia, desde la indiferencia hasta el ataque.
La historia de Somaya tiene una vertiente pública y a ella le gustaría que lo que ocurre en su vida sea ya privado, terminar esta pesadilla kafkiana, llena de infamias y de obstáculos en la que una mujer inocente tiene que demostrarlo a cada paso. Su vida debería volver a ser suya. Tiene derecho.
Todo nuestro apoyo y cariño, nuestra solidaridad con ella. Somaya es el futuro de Egipto. Tiene fuerza y coraje, valentía, no se rinde en la defensa de sus derechos y mantiene su dignidad por encima de todos lo que la pierden en cada acto de esta historia.
Su futuro, su vida, nos importa.


* "‘Heliopolis mall girl’ attempts suicide in live video" Egypt Independent 15/12/2017 http://www.egyptindependent.com/heliopolis-mall-girl-attempts-suicide-live-video/
** "Sexually harassed Egyptian woman wins via social media" CNN 30/10/2015 http://edition.cnn.com/2015/10/30/us/egypt-sexual-harassment-somaya-tarek-reham-saeed/index.html

*** "‘Mall girl’ sexual harasser who revenged victim referred to trial" Egypt Independent 10/11/2017 http://www.egyptindependent.com/mall-girl-sexual-harasser-who-revenged-victim-referred-to-trial/
*** Matiam Kirollos "Las hijas de Egipto son una línea roja" Sur Revista Internacional de Derechos Humanos nº 24 / 2016. Trad . Maite Llanos http://sur.conectas.org/es/las-hijas-de-egipto-son-una-linea-roja/



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.