jueves, 5 de octubre de 2017

De Moisés a Hamelín

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como ya señalamos hace un par de días, el afán por llamar la atención sobre el caso secesionista por parte de la Generalidad catalana se ha vuelto contra ella. Cuando se pasa de la atención al detalle, el caso se vuelve más oscuro y grotesco. Lo que el señor Puigdemont llamó reveladoramente "respeto", se ha vuelto contra él y los partidarios de la estrategia de la "pena universal". Cataluña tiene el respeto de todos sin necesidad de incidentes, pero él no es Cataluña mal que le pese.
Conforme se van conociendo más detalles del fantasmal referéndum, este se va perfilando como una auténtica cencerrada destinada a desatar la violencia mediante la inacción de los Mozos de Escuadra convertidos en convidados de piedra para obtener las fotos que causaran la pena ante el mundo. Se consiguió así atraer la atención, pero se nos escapan entre los dedos las razones; por lo impactante que pudieran ser no hace ganar un ápice de razón jurídica o histórica.
Al llegar hasta las instituciones europeas el caso, el señor Puigdemont ha tenido que escuchar muchas cosas que ya no entran en sus pobres cálculos. Ahora ya se lo han dicho públicamente: no vale el "referéndum" ni la declaración unilateral de nada. Se le han acabado las palmaditas en la espalda, porque una cosa es tirar de las orejas a España por la respuesta del día 1 y otra darle la razón en algo.


Prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que no se hizo bien el día 1, que la violencia se debía haber evitado. Que la violencia no es buena entra en los principios de las personas honestas. Pero, como en otras situaciones, habrá que preguntarse quién fue el principal beneficiado por ella, algo de lo que creo que tampoco hay mucha duda. Sabiendo que el reconocimiento del referéndum era una batalla perdida, el señor Puigdemont cometió el mayor error estratégico y político al salir a hablar del "respeto" que Cataluña había "ganado" ante Europa por los acontecimientos del día 1. Quedaba demasiado en evidencia que esa violencia, que a nadie gustó, había sido buscada como una forma de atracción de la atención hacia Cataluña y de abrir una brecha entre la sociedad catalana y el resto de España. La maquinaria mediática estaba preparada para eso.


Pero las cosas que van saliendo —de las noticias falsas y trucadas, a las declaraciones de cómo fueron los Mozos apartados para dejar el conflicto en "violencia imperialista"— dejan cada vez en peor lugar al gobierno catalán, que sigue empeñado en un camino sin retorno, quemando unas naves en las que va mucha gente dentro.
La respuesta europea no puede gustar a Puigdemont, pero forma parte del delirio secesionista creerse sus fantasías. Los grupos de la Eurocámara han dejado claro que la aventura no gusta a nadie. Recoge el diario El País:

La retórica de la excepcionalidad y de la urgencia en la que están instaladas Cataluña y España ha tenido este miércoles un contrapunto cargado de sentido común en el Parlamento Europeo. La Eurocámara ha sido un clamor contra la vía unilateral del Govern y en defensa del Estado de derecho. Los partidos europeos consideran que el referéndum catalán es ilegal. Y creen que el Gobierno autonómico se lleva por delante una de las grandes herencias del proyecto europeo: el imperio de la ley. Le han llovido palos a Carles Puigdemont en Estrasburgo, aunque también ha habido alguno para Mariano Rajoy por parte de los grupos minoritarios. La Comisión Europea ha dicho que en ocasiones imponer la supremacía de la ley exige “un uso proporcionado de la fuerza". El debate sobre la crisis de Estado en Cataluña y España, que es ya una crisis europea, ha pivotado sobre un solo concepto: la Eurocámara pidió a Puigdemont que no haga nada irreversible –una declaración unilateral de independencia— y ha instado a las partes a sentarse de una vez y hablar. “No hay duda de que el referéndum no respeta el Estado de derecho, como tampoco hay duda de que el único camino es el diálogo”, ha espetado el holandés Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea.
En la tradición europea es habitual, desde tiempos inmemoriales, la alabanza acrítica del porvenir y, una vez llega la inevitable crisis, el llanto sobre las ruinas: pero la barbarie no sobreviene. La Eurocámara, con diversos matices y gradaciones, ha puesto este miércoles la carga de la prueba en el Gobierno catalán para evitar que la escalada vaya aún más lejos. “Si alguien piensa que la pasión basta para permitirse ignorar las leyes está en un grave error. El nacionalismo se equivoca si piensa que la democracia es un arma que se puede usar contra el Estado de derecho”, ha dicho un brillante Timmermans. “El referéndum no ha respetado el Estado de derecho. Pero aun así no hay un solo impedimento para iniciar inmediatamente el diálogo. Lo único que hace falta es voluntad política”, ha añadido.*


Pero no es fácil debatir con un visionario que, además, se ha pasado por el forro la legalidad existencia, que según sus teorías no van con él, que niega la mayor y que le dice al Rey de España lo que debería decir. Es este último hecho el que nos muestra lo alejado que está el señor Puigdemont de una realidad con la que se empeña en chocar a cabezazos. Nos revela que Puigdemont no es un político, sino un rebelde juvenil. Piensa Puigdemont que ha sido llamado para hacer cumplir la Historia y guiar como Moisés a su pueblo —Go down, Moses... Let my people go!—, cuando en realidad es el primer ratón tras el flautista, que, astuto, le ha dejado creer que es él quien lidera el proceso.
Lo dicho por la Eurocámara invalida cualquier forma unilateral de "proceso". Comienza ahora la estrategia de la mediación, otro absurdo —ya intentado por ETA en su momento— consistente en una "equiparación entre estados" que recurren a un tercero, como si fuera una disputa por fronteras o aguas jurisdiccionales. La estrategia es tan vieja y absurda que no merece más que recordarle la realidad que olvida: que España es un estado y que Cataluña es una Autonomía que forma parte de ese Estado. Con tanta soflama independentista, al señor Puigdemont se le ha olvidado que esa es la realidad, por dura que le parezca o no le guste.
El Barcelona podré ser "más que un club", pero el gobierno catalán no es más que un gobierno autonómico cuyos deberes y origen constitucional ha olvidado. En cuanto que despierten, lo entenderán.
¿Pasará la estrategia de nuevo por el conflicto y la pena? Puede que la del señor Puigdemont no, pero habrá que ver cuál es la estrategia que van a desarrollar los partidarios más callejeros. Evidentemente, esto no se va a frenar en seco.
La presentación en la Eurocámara ha tenido otra virtud reveladora: mostrar quiénes son los partidarios de una España y Europa rotas. La tristísima realidad a la que se tiene que enfrentar el gobierno catalán es que quienes se han alineado con sus tesis y se han visto profundamente afectados por la "pena" son los eurófobos, los ultraderechistas, ultranacionalistas, xenófobos, racistas, etc. del a Cámara Europea. Se han aprovechado de lo ocurrido el día 1 para criticar a Europa en su beneficio. Así de dura es la vida. La lista de los amigos de la secesión es realmente pavorosa en términos de compañeros de viaje. El diario El País** recoge la lista de amigos de la causa y enemigos de la europea: "Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), una formación islamófoba con 20 diputados en el parlamento holandés", "Nigel Farrage, exlíder del eurófobo UKIP", "Una excorreligionaria de Farage, la eurodiputada Janice Atkinson, que fue expulsada de UKIP y ahora forma parte como independiente de las filas del Grupo Europa de las Naciones y de las Libertades, el mismo grupo de Marine Le Pen", "el líder del ultraderechista FPÖ austriaco, Heinz-Christian Strache", "su homólogo en Alemania, el partido AfD, ha retuiteado desde su cuenta oficial un mensaje de su representante en Hamburgo, Jens Eckleben, por otro lado titubeante en sus comentarios", "una compañera de partido, la eurodiputada Beatrix von Storch", "Bart Laeremans, diputado del partido racista, xenófobo y homófobo Vlaams Belang"**.


No es mucho y quizá hasta debería ser menos. Debería hacer reflexionar a los que tratan de convertir lo ocurrido en una especie de retroceso en el tiempo. Toda la estrategia catalanista de secesión parte de un falso principio: España no es una democracia y Cataluña quiere serlo pero no le dejan.
El falso principio necesita hacer creer que la España de hoy es la del franquismo y que una Cataluña oprimida llama a las puertas de una salvadora Europa. Es un puro delirio. Fue la totalidad de España la que, con sus deberes constitucionales y democráticos ya hechos, llamó a Europa como una unidad, como un país. El catalanismo sigue sin comprender que no es más que una ficha en un juego de ruptura de la Europa actual en beneficio de una extraña figura de Europa plagada de nacionalismos, que es precisamente de la que se huye, como causante de muchos de sus problemas.
Entre los viejos imperios y los viejos nacionalismos, están los estados modernos y democráticos en los que se vive una ciudadanía de derechos creando unidades mayores que eviten los conflictos que nos han destrozado en el pasado. En la España de las Autonomías todos tienen voz, como se tiene en Europa. Lo que no caben ya son nuevas aventuras que destruyan la convivencia. La falacia del señor Puigdemont y los suyos es una segunda gran mentira: el pueblo no solo tiene una lengua, sino una voz. La voz es la de los propios nacionalistas, que consideran la discrepancia como traición y por lo tanto no eres un catalán distinto, sino un infame traidor, un "españolista", invasor, cuando opinas de otra manera. Ese es el anacronismo del nacionalismo: convierte la lengua en "voz", como nos enseña la historia del nazismo al Estado Islámico, cuyos fundamentos, raza y religión, excluyen  cualquier diferencia aniquilándola. Por eso el discurso nacionalista es de odio, fundamentalista, necesita de enemigos porque no puede existir un "buen catalán" que no quiera salirse de España. Sin embargo, las cifras dicen otra cosa. Por eso era necesaria la farsa del referéndum unánime.


Con más proximidad, mirando más de cerca, Europa se ha dado cuenta de lo que implica el secesionismo catalán. Pide cordura porque es lo suyo, pero sabe diferenciar entre un estado democrático y una aventura que arrastra, les guste o no, a una sociedad hacia el desastre.
En estos días, en las redes sociales —lo veo cada día— aparecen personas que va recuperando sin miedo su propia voz. Comienzan a hablar de lo que hasta ahora, y por no complicarse, la vida se callaba. Se están sacudiendo de encima la presión mediática y callejera. Son padres que denuncian el maltrato a sus hijos en los colegios, en donde el maestro o maestra decide quiénes son los buenos y quiénes los malos; son personas que son increpadas en sus negocios o se ven rechazos por sus vecinos de escalera, etc. Son catalanes y españoles. Son catalanes a los que no se deja ser catalanes porque se sienten también españoles, lo que para un nacionalista es incompatible y condenable. Durante décadas se ha mantenido ese principio amparado desde el poder autonómico y desde la presión callejera.


Hay otros lenguajes que otros entienden mejor. La bolsa de ayer contemplaba el desplome de los bancos catalanes. El ministro de Economía de todos, el señor de Guindos, ha salido en su defensa. En cambio la empresa farmacéutica que ha decidido cambiar su sede de Barcelona a Madrid ha subido un 14% en un mal día para el IBEX. También estas cosas forman parte de la crisis secesionista y es el lenguaje en el que se manifiestan los que no lo hacen de otra.
Pedirle reflexión a un gobierno catalán que sigue viviendo en una fantástica burbuja quizá sea pecar de optimismo. Con tan poca inteligencia, solo cabe pedirla a los poderes que nos representan a todos, incluidos los catalanes, que traten de extremar la suya, que no caigan en errores que se va a tratar de provocar.


La Ley es la Ley y defiende y ampara a todos. Pero hay que cumplirlas. Europa quiere una España unida en su seno. Más allá de la Ley hay otras muchas consideraciones que se pueden hacer, críticas que se pueden realizar, ideas que se pueden debatir. Pero la legalidad se respeta, que es lo que ha dicho Europa al ver el detalle de lo que ocurre.
La aventura es dolorosa para todas las instituciones democráticas que ven cómo son llevadas a su extremo en un desafío que está rompiendo Cataluña, España y Europa. Hasta Putin, ironías de la vida, lo lamenta; no estaba bien informado.

* "Los principales grupos de la Eurocámara atacan al Govern catalán por saltarse las leyes" El País 4/010/2017 https://politica.elpais.com/politica/2017/10/04/actualidad/1507135827_764000.html

** "¿Quiénes en Europa apoyan en realidad a los independentistas catalanes?" El País 4/10/2017 https://politica.elpais.com/politica/2017/10/03/actualidad/1507042853_327009.html



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