lunes, 9 de octubre de 2017

Cataluña, España, Europa o la alegría universal

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El mundo es cada día más complicado y no es tiempo ni de tibiezas ni de aventuras fantásticas. El aventurismo secesionista catalán ha recibido de la calle la contestación que le podían decir más claro que la instituciones. Es el tercer lenguaje con el mismo mensaje. Tras el político, el económico y ahora el popular, el empleado por el gobierno catalán. Pero frente al mensaje de la "pena universal" usado por los independentistas para intentar conmover al mundo haciéndoles creer que Cataluña era un "pueblo oprimido", que "Franco había resucitado" y hasta que la Guardia Civil era un grupo "paramilitar", la calle hoy ha usado la "alegría universal".
Hacía falta que tras las autoridades y las leyes, tras los banqueros y empresarios que han cambiado su sede sacándola de Cataluña, hablaran los que tienen que vérselas cada día con las amenazas y los desprecios. Hoy era el día de sentirse alegre, de reivindicar sin odios que son catalanes, españoles y europeos. Es el momento de que no les roben lo primero, no les insulten por los segundo y sigan siendo lo tercero. Todo ello está en riesgo porque sigue en manos de mitómanos políticos.
La gran manifestación —muy importante, como la de Madrid— es solo una pieza de lo que queda por venir. Pero el independentismo ha sido privado de sus armas preferidas: el victimismo, la propaganda y la calle.


La explicación secesionista es pobre, mentirosa y anacrónica, además de racista e imperialista, pues sueña con una "gran Cataluña" como Hitler soñaba con una "gran Alemania" que llegara hasta allí donde se hablara alemán. Las contundentes respuestas que le han dado desde sus vecinos/víctimas del sur, la Comunidad Valenciana, han sido claras, llamando, en afortunada expresión, "ectoplasma" a los fantasmales "países catalanes".
No le queda a Puigdemont y los suyos ni la esperanza del "reconocimiento indirecto" por uso de la mediación internacional. Todo el mundo sabe que inadmisible bajo cualquier aspecto político y legal, pues sería reconocerle lo que no es. Eso no lo va a conseguir.

La única baza que le queda es la insumisión sediciosa y la violencia en las calles. No lo va a tener tan fácil sin el factor sorpresa como la primera vez porque las instituciones internacionales han dejado claro a lo que una Cataluña independiente unilateralmente puede aspirar en el panorama internacional.  Quedan veinticuatro horas de tensa espera para saber si finalmente se va a lanzar a la arena y corre el riesgo de convertirse en un héroe y mártir sin estatua.
Junto a la proclamación de la voluntad y el derecho de los catalanes a vivir su especificidad dentro de España y Europa, solidariamente con los demás como los demás lo están siendo con ellos, como lo fueron cuando los atentados o en otras circunstancias, ha habido otros aspectos importantes.
El más relevante, en mi opinión, es acabar con el silencio. Me refiero a la actitud agresiva del nacionalismo catalán contra España y los catalanes que no se consideran colonizados. Hay que acabar con los discursos que han llenado de odio a dos generaciones convenciéndoles desde la escuela más temprana que eran un país invadido por un estado parásito, el español.
La mala fe del nacionalismo ha usado las transferencias autonómicas, especialmente la educación, para sembrar ese odio contra lo español que hoy se nos revela en sus efectos nocivos. El envenenamiento educativo ha ido más allá de los límites admisibles. Es la demostración más evidente de su mala fe a lo largo de décadas en las que ha controlado los discursos y ha impuesto su verdad. Ahora, muchos padres se han indignado cuando han visto regresar a casa a sus hijos repitiendo las consignas del nacionalismo secesionista. Me temo que esto ha llegado al límite.


No es fácil eliminar todo este odio condensado en libros, programas televisivos, periódicos, soflamas callejeras, etc. pero se ha comprobado que el adoctrinamiento venenoso contra el resto de España ha llegado a un punto insostenible. La gente ha perdido el miedo a los nacionalistas y así se lo han hecho saber.
Muchos artículos y editoriales señalan un "antes y un después" del 8 de octubre. Las personas inteligentes se han dado cuenta de que la situación ya no es la misma. La pregunta ahora es si se han dado cuenta Puigdemont y los suyos o si seguirán con la pantomima del referéndun bananero.
En los discursos de hoy, José Borrell ha recriminado a los que se van ahora de Cataluña que no hayan hecho nada antes y se haya llegado a esta situación límite. Tiene razón, pero la mayoría pensaba que nos se atreverían a tanto. Es peligroso jugar con fuego mucho tiempo.


El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa ha hecho el discurso de su vida, un canto a la convivencia que nos reproduce el diario ABC:

«Estamos aquí para parar los estragos del independentismo (...) y por eso hoy miles de catalanes han salido a la calle, son demócratas que no creen que sean traidores, catalanes que no consideran al adversario un enemigo, que creen en la democracia, en la libertad, en el estado de derecho, en la constitución», ha dicho el premio Nobel de literatura.
El escritor peruano ha añadido: «Aquí hay miles de hombres y mujeres venidos de todos los rincones de España, incluso del Perú, a decirles a los catalanes que no están solos, que estamos con ellos, que vamos a dar juntos la batalla por la libertad».
«La democracia española está aquí para quedarse y ninguna conjura independentista la destruirá», ha agregado Vargas Llosa, que ha comentado que «no queremos bancos y empresas se vayan de Cataluña, como si fuera una ciudad medieval acosada por la peste».
Vargas Llosa ha concluido: «Somos ciudadanos pacíficos que creemos en la coexistencia, en la libertad, vamos a demostrarles a esos independentistas minoritarios que España es ya un país moderno, que ha hecho suya la libertad y no va renunciar ante una conjura independentista que quiere convertirlo en país tercermundista. Viva la libertad, visca Cataluña y viva España».*


El miedo se ha perdido. Lo han llamado bautismo de las calles para el nuevo discurso, para la voz emergente de los catalanes que quieren a su tierra y no son incompatibles con nadie. Hasta el momento, el nacionalismo callejero presionaba con el nacionalismo oficial encerrando en sus casas y expulsando a los más críticos. Son muchos los ejemplos de estos años.
Las banderas que tocaba hoy sacar eran tres, entremezcladas, en clara fraternidad: catalanes, españolas y europeas, mostrando tres vocaciones compatibles. No son banderas de odio; son de afirmación y alegría. No son anacrónicas, sino de futuro y progreso.


* "Mario Vargas Llosa: «La democracia española está aquí para quedarse»" ABC 8/10/2017 http://www.abc.es/espana/abci-vargas-llosa-democracia-espanola-esta-aqui-para-quedarse-201710081540_noticia.html




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