domingo, 18 de junio de 2017

La ignorancia militante y su rendimiento

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Duro artículo de Javier Sampedro en el diario El País de hoy contra los que rechazan la Ciencia desde tres líneas de acción: las vacunas, los transgénicos y el cambio climático. Con el titular "Ofensiva contra la Ciencia", Sampedro denuncia es estado actual de beligerancia contra el conocimiento científico. Por supuesto, el resultado es una maraña de discusiones en la que se revela con claridad cuál es la causa del problema: la ignorancia bien fundamentada. Y es que hay dos tipos de ignorancia, la que surge de las carencias y que puede ser compensada con información veraz, y después está la ignorancia trabajada día a día, fruto del esfuerzo titánico por imponer unas creencias absurdas. Esta última es una ignorancia militante, capa exterior de otras formas profundas de ignorancia elevadas al grado de conocimiento resistente al tiempo. Es importante distinguir al que no sabe del que no quiere saber, que son muchos y muy activos.
Así comienza su artículo Javier Sampedro:

Desde el tribunal eclesiástico que juzgó a Galileo para hacerle desistir de sus conclusiones experimentales, la ciencia lleva más de cuatro siglos dándose de bofetadas con los señores del lado oscuro. Visto desde hoy, cuesta imaginar por qué las teorías de Copérnico, Kepler y el propio Galileo no fueron aceptadas de inmediato por su inmenso poder explicativo. Como decía el astrofísico Carl Sagan: “Me pregunto cómo es que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: ‘¡Esto es mejor que lo nuestro! ¡El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros profetas, más sutil y elegante!”.*


Creo que hay que distinguir entre Ciencia y conocimiento científico. La primera es una actitud hacia la vida y una  forma de pensar en el mundo. Parte del principio de que el universo puede ser "conocido" de alguna forma y trata de establecer métodos para poder hacerlo. Son métodos que intentan depurarse para ser más eficaces. Desde el inicio debemos aprender que somos los que conocemos, que nuestra Ciencia es humana y sujeta a las limitaciones de lo humano. Es una sistematización progresiva de nuestras cualidades naturales, de la curiosidad y la observación, de nuestra capacidad de proyectar lo pasado y presente hacia el futuro a través de la imaginación.
La Ciencia busca, observa e imagina. Son tres cualidades plenamente humanas que se deben oponer a otra que también es humana pero actúa en otra dirección: la seguridad de la creencia, la inmovilidad. Esta última se ve reforzada por la pertenencia a los grupos, un factor humano nada despreciable. Las creencias no son individuales sino que forman parte de sistemas sociales, es decir, son compartidas y sobre ellas se construye una parte muy importante de la cultura.
Una creencia no es solo una idea; es el ladrillo de un inmenso edificio cultural, una pieza de un sistema que se ha formado durante cientos o miles de años. Galileo no chocó solo con la Iglesia, sino con una concepción milenaria que hacía del mundo un espacio especial para acoger a un ser especial, el hombre, el centro del centro del universo.


Esos ladrillos forman un muro resistente a muchas pruebas porque la necesidad de mantenerlo en pie es esencial para muchos, personas e instituciones. Los sistemas de creencias han dibujado un mapa del poder social, de la Historia y su interpretación, de los roles en los grupos. Nos dicen de dónde venimos, adónde vamos y quiénes somos; cómo debemos actuar, qué está bien o mal, etc. No es solo una idea, sino un edificio que se tambalea cuando algunos de sus pilares básicos son tocados.
También la Ciencia tiene sus ladrillos básicos, sus ideas fundamentales desde las que se van derivando otras que parten de ellas. También ella es un edificio construido sobre pilares básicos que sostienen y orientan la construcción del edificio. La Ciencia produce un conocimiento que llamamos "científico" cuando hemos seguido ciertos procedimientos.
A diferencia del pensamiento dogmático, el pensamiento científico debe ser crítico y autocrítico, algo que sus enemigos consideran una debilidad. Acostumbrados a tratar con "verdades eternas", la humildad científica se basa en la constatación de que partimos hacia una progresiva mejora, hacia una depuración de ideas que son producidas en un momento histórico en el cual la posibilidad de conocer está determinada por sus propios medios. Vivimos hoy y disponemos de los medios actuales, que pueden ser insuficientes para un conocimiento. Por eso, cada nuevo avance nos permite avanzar un poco más pues amplía nuestras posibilidades hacia el futuro. Muchos de esos avances se producen por azar o intuiciones, que resultan ser válidas cuando se someten a las pruebas pertinentes. Otras se pierden por el ancho camino del error y se abandonan en busca de mejores alternativas.

2015
Javier Sampedro se centra en tres campos de resistencia: las vacunas, los alimentos transgénicos y el negacionismo climático. Las demostraciones científicas sobre los tres casos son más que suficientes, señala el autor, pero la resistencia de diferente orden se plantea por grupos amplios que lanzan sus campañas contra ellos y otros campos.

Pero en un plano profundo, estas negaciones conectan con las metáforas básicas que se desprenden de los sistemas de creencias. Hay resistencias religiosas, que ven en las vacunas la metáfora de la "contaminación" y el "pecado"; otros ven en la manipulación de los alimentos un desafío a la creación alterando los principios de la vida; finalmente, los intereses industriales tras el negacionismo climático —que han prendido en los Estados Unidos— se basan en un concepto muy protestante del trabajo como forma de redención y éxito.
La reflexión científica ha mostrado que estamos sujetos a este tipo de resistencias y a otras. Una mente crítica es difícil de sostener pues está obligada a cuestionarse sus propios postulados para poder seguir avanzando. Por el contrario, el pensamiento dogmático inmovilista presume de su duración en el tiempo, muestra de su "eternidad". En realidad, de lo único que es muestra es del desarrollo de poderes colaterales que han mantenido por la fuerza esas creencias estableciendo mecanismos de sanción para aquellos que planteaban críticas o inseguridad. El poder busca mantenerse y pone en su punto de mira la disidencia.
Lo más sorprendente es que el debilitamiento de ese poder no ha traído en muchos casos un mayor progreso del conocimiento, sino también una serie de "realidades alternativas", de fantasías pseudocientíficas que han llenado las mentes de aquellos que necesitan un cuerpo de creencias cerrado, capaz de contener respuestas para sus limitadas preguntas.


Hace unas semanas tuve una insólita experiencia. Durante los quince minutos del café escuche una sarta de teorías sobre fenómenos, reales o imaginarios, que me dejó perplejo. Por allí desfilaron teorías de la conspiración ("no nos cuentan"), extraños llegados de fuera ("están aquí"), poderes insospechados ("así construyeron las pirámides"), etc. Fue una antología concentrada del conocimiento "alternativo", en donde los "misterios de Egipto" se conectaban con los "procesos cuánticos del cerebro". No me atreví más que a escuchar. Todo se decía sin una pizca de duda; todo estaba bien asentado. Lo veo muchas veces, pero pocas veces tan cerca y con tanto convencimiento.
Indudablemente hay muchos y muy diferentes intereses en todas estas actitudes. Están los que satisfacen la necesidad de un mundo conspiratorio en el que ellos saben la verdad, pero también están los grupos que critican el conocimiento científico porque viven bajo dogmas incompatibles. Es la resistencia al cambio porque las explicaciones se dieron cuando había muy poca capacidad de explicación. Los mitos se robustecieron por el uso y el moldeado de la cultura. Incapaces de ir más allá, simplemente niegan y acusan a la Ciencia de ser diabólica.
De todos los argumentos, el más peligroso es que el que considera la Ciencia misma como destructora. Confunden así lo que es el conocimiento científico con sus aplicaciones para satisfacer los deseos, pasiones e intereses humanos. Mucho de ese conocimiento fue usado para destruir a los otros en nombre de la creencia. No es justo criticar a los que descubrieron la electricidad por la silla eléctrica ni el origen de la materia por la bomba atómica. Esos no actuaron en nombre de la Ciencia sino en nombre de las mismas pasiones que ya nos acompañaban en las cavernas y para las que las manos desnudas nos son suficientes a falta de cualquier otra tecnología.


Antes de las elecciones norteamericanas —lo comentamos en su momento— la revista Scientific American rompió su neutralidad política para mostrar en un editorial el peligro de que uno de los candidatos negara cuestiones como las vacunas o que dijera que el "cambio climático" era un engaño de China para frenar el poder de la industria norteamericana. Esta actitud anticientífica tuvo su papel en la campaña electoral y sirvieron sus argumentos para animar a los ya convencidos de que sus argumentos contra la Ciencia tenían cabida en lo alternativo de cada uno.
El mundo se lo ha recriminado y Estados Unidos se ha quedado aislado en la negación del cambio climático. La mayor potencia del mundo, la más poderosa, se encuentra hoy presidida por un ignorante peligroso. "Dios, el pueblo y él", en sus palabras, es la santa trilogía que rige su cuestionado mandato. En Estados Unidos conviven hoy la Ciencia más avanzada, la tecnología más desarrollada con la ignorancia más arrogante de su dirigente y la de muchos que le han votado precisamente por ello. Es una mezcla explosiva cuya responsabilidad no está en la Ciencia o en el conocimiento científico sino en la ignorancia profunda de quien tiene en sus manos la responsabilidad de gestionarlo todo.
A esto se ha llegado por una mala comprensión de la "libertad", que ha permitido sembrar la demagogia, los prejuicios y la ignorancia como un derecho. Lo estamos viendo en el otro extremo del mundo en los que quieren aplicar sus propios credos anulando cualquier otra posibilidad de conocimiento. La ignorancia es la ley. Los extremos se tocan.

2012
Falla estrepitosamente la educación. No se busca la formación en el pensamiento, en la manera de procesar las cosas críticamente, sino que solo se enseña para el trabajo, despreciando el trabajo intelectual como una forma de rebeldía luciferina. Si la ciencia no transforma primero la mente, críticamente, como actitud, puede controlar muchos aspectos del mundo, pero nunca dejará satisfechos a los que vean las fisuras del sistema, sus inconsistencias y contradicciones. Es lo que hizo Galileo; es lo que hizo Darwin.
El artículo de Javier Sampedro es un buen recordatorio de que la Ciencia y el conocimiento que produce es lo que nos ha hecho avanzar en muchos terrenos y combatir muchos aspectos de la naturaleza, de nosotros mismos que podrían habernos destruido. Las vacunas, los alimentos transgénicos, los ataques a las condiciones de vida del planeta no son cuestiones de programas electorales. Son compromisos de todos para con todos. Es fácil envolverlos en falacias sentimentales o intereses patrióticos para manipular a la gente. La única arma posible es una educación verdadera, no una repetición de conocimientos segregados que hacen que se reciban sin entender su alcance y su proyección. El concepto de persona culta ha desaparecido de nuestro panorama. En ese concepto debería entrar algo más que un repertorio elitista; debería incorporar una capacidad de comprensión del mundo en su conjunto, de qué es y cómo funciona el universo y la vida. Un saber provisional, dándole a esta palabra todo el valor y dignidad que tiene. La provisionalidad es un aliciente para seguir trabajando, es una forma de humildad y no de soberbia, como es el dogmatismo.
Muchos países atrasados ponen sus esperanzas en la Ciencia, en el desarrollo que les permita abandonar pobreza y enfermedad. Que en las naciones más avanzadas prospere la ignorancia militante y se convierta en un arma eficaz para conseguir el poder es muy preocupante. La ignorancia siempre fue un arma, pero hoy utiliza los beneficios de aquello que niega para expandirse. En muchos lugares ya han tomado cuerpo en las legislaciones, primero como derecho y después como deber.
La ignorancia militante sigue ganando terreno. No lo hace porque tenga razón, simplemente se expande creando un nuevo marco normalizado. La Ciencia, la crítica, lo provisional... deja paso a aquello que se presenta con el valor de lo inmóvil.


* Javier Sampedro "Ofensiva contra la ciencia" El País 18/06/2017 http://elpais.com/elpais/2017/06/16/ciencia/1497616571_649155.html

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