lunes, 3 de abril de 2017

El regreso del presidente

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La primera andanada fuerte para la recepción al presidente al-Sisi en los Estados Unidos no se ha hecho esperar. Ha llegado en un duro artículo en The Washington Post criticando la asimetría de las relaciones con Egipto, dar mucho y recibir poco a cambio. Los disparos han llegado firmados por Robert Kagan, de la Brookings Institution y colaborador del diario, y de Michele Dunne, asociada senior del Middle East Program of the Carnegie Endowment for International Peace. Ambos son "co-chairs of the bipartisan Working Group on Egypt". Este detalle último no es irrelevante.
El escrito del diario no incorpora muchos elementos nuevos respecto a la crítica general que se ha hecho habitualmente sobre el régimen de al-Sisi. Veamos la primera parte:

Egyptian President Abdel Fatah al-Sissi will be celebrated in Washington on Monday as a major ally in the fight against terrorism and radical Islamic extremism, as well as a supporter of U.S. efforts to bring peace and stability in the region. Unfortunately, he is neither.
Sissi’s brutal repression has made Egypt a mass-production facility for violent extremism. Terrorist incidents have increased dramatically, not decreased, since he took power in 2013. As for the region, Sissi supports the regime of Bashar al-Assad in Syria, and has offered unqualified endorsement of Russia’s increasing military presence throughout the Middle East.
And a friend of the United States? When it comes to taking American money, yes, Sissi is happy to receive the more than $1 billion that Congress reflexively votes Egypt each year. But meanwhile his state-manipulated media is filled with anti-Western diatribes, and Americans working in Egypt, and Egyptians who work with Western organizations, have faced trumped-up charges under increasingly harsh laws criminalizing not only funding but even contacts between Egyptians and foreigners.*


Las acusaciones se centran en los párrafos segundo y tercero, dedicándose el primero a negar las versiones oficiales con las que se pretende recibir al presidente. El segundo párrafo es una acusación directa a ser el causante, mediante la represión, del crecimiento del terrorismo. Los motivos del terrorismo se pueden expresar, pero no es fácil demostrar la correlación. Los números son los que son, pero su interpretación puede ser muy distinta.
Al régimen de al-Sisi le interesa mantener la versión del terrorismo activa porque ha sido su única arma retórica en estos años, una vez visto que la economía se hundía sin remedio. De hecho, es prácticamente el argumento que justifica las prácticas duras del régimen. Durante décadas Egipto ha jugado con la necesidad del aliado en la zona cubriéndole las espaldas a Israel, la paz que salió de Camp David. Pero la zona ha cambiado mucho y las necesidades son otras.

Egipto puede pagar ahora las veleidades rusas, justo en un momento muy delicado. La desastrosa diplomacia egipcia ha jugado demasiado pensando que iba a poder nadar entre dos aguas, manejando a los Estados Unidos y a Rusia, acercándose a unos y otros sin un coste. Las veleidades con Putin, las calles de El Cairo engalanadas con sus retratos —otro amigo que les sacaría de la crisis—, se pagarán en algún momento porque lo que administraba Mubarak no es lo que tiene al-Sisi entre las manos. Jugar simultáneamente con Putin y Trump, más en estos momentos, no es signo de fortaleza sino de debilidad extrema y, lo que es peor, de una fidelidad dudosa en un mundo en el que las alianzas se deben respetar. Al-Sisi, en cambio, ha querido jugar a todo sin tener buenas cartas.

El párrafo tercero deja en evidencia estos dobles juegos egipcios: poner la mano para recibir dinero americano y después escupirles en la cara. Llevan mucho tiempo con toda esta sinrazón conspiratoria auspiciada desde el poder y que sirve para mantener de fondo un antiamericanismo que también produce su terrorismo. Lo mismo que hemos dicho aquí de las palabras rabiosas de Recep Tayyip Erdogan responsabilizando a Occidente del terrorismo islamista, se puede decir de la batería de medios afectos al poder en Egipto. Aquí lo hemos comentado en muchas ocasiones y advertido de su peligroso efecto. Pero la diplomacia egipcia no da más de sí. Busca inversores occidentales, pero mantiene un clima antioccidental.


Es el mismo juego que el del terrorismo. A diferencia de lo que hace Erdogan, el régimen egipcio gusta de ofrecerse como filtro de contención de su propio pueblo, para lo que exige financiación. Crea un clima antiamericano para recibir dinero para su ejército. Sorprendentemente, el orgullo egipcio nunca se ha quejado (realmente) de que su ejército, esté pagado por los Estados Unidos, el "origen del mal". Las acusaciones contra el presidente Obama y Hillary Clinton de ser terroristas han estado en todas las pancartas callejeras, en todos los programas de televisión, en todas las páginas de los periódicos que han sido utilizados para este fin. Después llegaba el presidente con su sonrisa y la bolsa de recaudación.
Ahora, el régimen sabe que el dinero para el Ejército no es suficiente. Sus errores diplomáticos y sus excesos con los Derechos Humanos han hecho que no se convierta en un país atractivo, aunque el régimen prefiera echarle la culpa al terrorismo y al control que los Hermanos Musulmanes tienen de todos los gobiernos del mundo. La hipótesis de sus errores es más sencilla para la opinión pública italiana, por ejemplo, que espera explicaciones por la desaparición, tortura y muerte de Giulio Regeni. Los llamamientos de los coptos a que no se proteste en los Estados Unidos por la ola sectaria que viven ciertas zonas es pedir el silencio a los que sufren sin que nadie les defienda. La velocidad con la que el Ejército se encargó de reconstruir la catedral copta tras el atentado con 29 muertos no compensa el abandono en el que se encuentran en sus zonas, algunas de las cuales han tenido que abandonar.
Finalmente, se vuelve contra el régimen la persecución a los defensores de los derechos humanos o a las personas que desarrollan labores humanitarias. Los norteamericanos se preocupan por los de su nacionalidad, lógicamente. Los cortes de financiación a las ONG que tratan de realizar sus labores acusándoles de recibir fondos extranjeros es una forma de echar los testigos molestos. Es, además, una ironía teniendo en cuenta la financiación norteamericana del Ejército.


A lo dicho anteriormente le siguen unos párrafos dedicados a los encarcelamientos de las personas, tanto islamistas como demócratas, que se han opuesto al régimen. Tras hacer un recorrido sobre esta cuestión, los autores se centran en el aspecto que creen más débil:

Perhaps the greatest danger to Egypt’s stability is its disastrous economy. Here Sissi gets high marks in the United States for taking long-postponed moves such as floating the currency and reducing energy subsidies. But he has failed to take badly needed steps to train the burgeoning labor force and to encourage job creation in the private sector. According to official statistics, Egypt’s misery index in February was 45 percent: 33 percent core inflation plus 12 percent unemployment. Unemployment among Egyptians under 30 is much higher. Instead, Sissi has funneled billions into the vast business empire of the Egyptian military. Mega-construction projects such as the $8 billion Suez Canal expansion and the $45 billion new desert capital city keep the generals happy — and Sissi coup-proof.*

De nuevo sale a la luz la mayor debilidad egipcia: el entramado económico militar. El dinero que llega a Egipto —lo hemos visto en diversas crisis— se pierde a causa de las filtraciones del sistema. Las grandes construcciones realizadas por el gobierno son de utilidad reducida y están destinadas a entrar por los ojos a los egipcios mientras sus condiciones de vida empeoran rápidamente. Pero forma parte de la psicología de control del pueblo hacerles ver estas obras faraónicas, esta lujosa capital por la que nadie apuesta y que, de nuevo, solo servirá para que se enriquezcan las tramas corruptas. Los escándalos del azúcar o de la harina, incluso de las corruptas tarjetas anticorrupción, entre otros muchos casos, hacen confiar poco en una administración que no se ha depurado de la corrupción del régimen anterior. El sistema sigue controlando el país, nada ha cambiado. Con al-Sisi han retornado a la vida política y económica los que salieron con la revolución de 2011. Es lo que dicen las caras que se ven en sus escaños parlamentarios. Un policía de Mubarak está al frente de la comisión de Derechos Humanos en el parlamento.


El final del artículo es un aviso a la administración norteamericana. Se cierran los hechos y se pasa a las advertencias:

The United States has a long record of blindly supporting whoever happens to hold the reins of power in Cairo. In the past seven years alone, it has supported the regime of Hosni Mubarak, the military government that took over from him, the government of the Muslim Brotherhood’s Mohamed Morsi and now Sissi. It has ignored their failings and looked the other way while they drove Egypt further into an economic and political ditch. And all the while, the United States has provided the same massive levels of aid in the same form without demanding anything in return. It has provided heavy weaponry that has no use whatsoever to fight terrorists or to secure borders, simply to keep the Egyptian military happy. It has treated Egypt like a partner in peace even as Egypt’s leadership has become irrelevant to peace efforts in the region.
A new administration offers a chance for a new look at this old and increasingly dysfunctional relationship. It’s time to get off autopilot. Sissi is coming to Washington to ask for more: more money, more weapons, more respect. President Trump should ask some hard questions about what the United States has been getting for the $77 billion it has already spent. He might press Sissi to change his counterterrorism tactics to make them more effective and less repressive. He might insist that Sissi release arrested Americans and stop trashing the United States in the no-longer-free media. He might suggest that Egypt’s economic policies put more unemployed youth to work rather than feed military projects and companies. He might demand that Sissi back the United States on Syria and other regional issues.
Trump isn’t shy about asking even our closest allies what they have done for us lately. He might during this visit ask that question of Sissi.*

Más dinero, más armas, más respeto. Está expresado con bastante claridad. Los Estados Unidos han apoyado a Egipto no por ser Egipto, sino por el papel que debía jugar y que sus dirigentes asumieron para recibir. Cuando las necesidades son mayores, el compromiso, en cambio, desaparece. La exigencia, le dicen al presidente Trump, debe ser firme ante la falta de compromiso mostrada. Estados Unidos ha apoyado a todos los presidentes y siempre al mismo ejército, al que ha armado y financiado —le dicen—, pero este se ha desentendido.
Tiene especial interés la mención al papel de los medios de comunicación. El gobierno egipcio no puede seguir —o hacerlo bajo su riesgo— alentando el antiamericanismo desde los medios. Aquí lo hemos analizado y comentado en muchas ocasiones. Por otro lado, la prensa es también víctima de presiones.


La visita del presidente Al-Sisi, como suponíamos, se enmarca en las críticas al régimen. Al presidente Trump, en horas críticas con las polémicas abiertas, le puede venir bien la visita para hacer ver que su aislamiento no es absoluto. Sin embargo, la misma sintonía mostrada —la misma que mostró con Vladimir Putin— entre ambos presidentes hará que Egipto se convierta en la cabeza en la que se quiere golpear a Donald Trump.
¿Cómo encajar la política de Trump con el mantenimiento de lo que se niega o se piensa cobrar a otros? Eso es lo que nos desvelarán. No sé lo que recibirá Abdel Fattah al-Sisi en los Estados Unidos, pero por lo pronto son críticas a la gestión de la "hoja de ruta" que ha ido a la deriva en lo económico y a la reducción de libertades. No es la democracia lo que esperaba a los egipcios al final de la ruta, sino un  régimen bastante parecido a aquel del que salían.

No es mucho lo que ha generado la visita hasta el momento (otro artículo ayer en el mismo diario, "What Trump should ask a brutal dictator as he welcomes him to the White House", firmado por el editorialista Jackson Diehl). Todavía es pronto.
Los egipcios han vivido la elección de Trump —como veíamos ayer— como una especie de victoria. Lo que el mundo vive como un desastre, incluidos muchos norteamericanos, ellos lo han celebrado. Es un error que se suma a otros muchos y que muestran que el poco acierto tenido. Trump les exigirá que se sumen a sus políticas. La foto de Trump escuchando disciplinadamente, lo hemos dicho ya, no se va a repetir. Habrá apretones y sonrisas, pero al-Sisi va a escuchar muchas cosas antes de regresar con lo que —sea lo que sea— haya podido obtener. El presidente va a saber lo que vale la amistad de Trump, su precio.
Mientras tanto, Egypt Independent anuncia la celebración de una jornada en Italia, auspiciada por el presidente del Comité de Derechos Humanos del Senado, cuyo título es "The Death of Giulio Regeni - a State Kiling". Intervendrán, además del político señalado, la familia, los abogados y representantes de Amnistía Internacional. Los errores son como bolas de nieve rodando.


* "It’s time to take a hard look at the U.S. relationship with Egypt" The Washington Post 2/04/2017 https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/its-time-to-take-a-hard-look-at-the-us-relationship-with-egypt/2017/04/02/a1ceaf1a-154f-11e7-833c-503e1f6394c9_story.html




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