jueves, 13 de abril de 2017

Castillos en el aire o Lewis Mumford y la utopía

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de las personalidades mal conocidas en España es Lewis Mumford cuya obra, más allá del urbanismo, está siendo recuperada gracias a la editorial riojana Pepitas de Calabaza. Nos felicitamos todos y especialmente a ellos, porque Mumford es una lectura viva, sugerente, enriquecedora y de gran actualidad. Después de muchos años de sequía, fue una agradable sorpresa encontrar en una Feria del Libro, hace unos años, las nuevas ediciones disponibles en nuestra lengua. Son ediciones que reflejan todas ellas cariño por el autor, algo que es ya poco frecuente y muy necesario. Mumford lo merece.
Lewis Mumford es uno de esos intelectuales que dio el siglo XX, inclasificables por su capacidad enciclopédica en un mundo en el que los especialistas se hacían con la voz y los filósofos derivaban al espectáculo.
Es extraña la progresiva tendencia a dejar de pensar que se ha ido haciendo con el mundo, que lo considera como una virtud y encumbra al icono del no pensamiento a la presidencia de los Estados Unidos, por citar un ejemplo cercano. El mundo no se recuperará de este trauma durante siglos. El encumbramiento del hombre resolutivo, del gestor, del ejecutivo, con la riqueza como atributo, ha supuesto el golpe de gracia al pensamiento, a la figura del intelectual. Trump y sus tuits febriles sustituyen al ensayo, al tratado erudito, a la oratoria clara. Es el signo de la confusión y de los tiempos confusos, de las personas confundidas y embrutecidas, de la seducción de lo trivial y la vulgar exhibición de la riqueza.


Por eso, poder refugiarse en los libros de Mumford —el arte, el pensamiento, la literatura auténtica son el único refugio seguro en estos tiempos de precariedad de la inteligencia y exceso de zafiedad— es un auténtico placer que disfrutable en momentos en los que podemos usar el interruptor que nos desconecta.
Sobre su destino en España, escribía José Ignacio Homobono Martínez en un artículo dedicado a dar cuenta de su bibliografía:

Si bien es cierto que las ediciones argentinas, con un Mumford en el cenit de su actividad y prestigio intelectual, comprenden el grueso de la obra de nuestro autor; las españolas coinciden con el periodo crepuscular y póstumo de éste y, salvo las sucesivas de Técnica y civilización, se limitan a extractos en antologías de urbanismo y otros temas, o bien a artículos de enciclopedia o en publicaciones periódicas. Aunque hay que reconocer a este corto elenco la virtualidad de actuar como una presentación panorámica de su pensamiento e invitación a una  lectura  directa  del  corpus  nuclear  de  su  obra.  Convertido  ya  en  referente inexcusable en la España del tardofranquismo y de la transición, apenas por dos títulos –el ya citado y La ciudad en la historia–, el pensamiento polifacético de Lewis Mumford permanece en buena medida inédito y constituye un inagotable filón para quien lo descubra o reinterprete a la luz de nuestras actuales preocupaciones.*

En 2013 se recuperó aquí su Historia de las Utopías, un libro temprano —aparecido en 1922, pero elaborado en la década anterior. Surgido alrededor de la I Guerra Mundial, no es casual que Mumford le dedicara tiempo a la revisión del pensamiento humano imaginando espacios inexistentes que reflejaran los anhelos y deseos, también las carencias, como son las "utopías".


En un mundo en conflicto, con una guerra desolando Europa y el fin de una época, con los grandes imperios deshaciéndose, es necesario pensar la utopía, al menos dar cuenta de ellas. Ahora el sueño se ha desplazado a la realidad. Los "órdenes nuevos" soñados por los políticos se convertirán en espacios macabros en el tiempo de entreguerras llevando al desastre de la II Guerra Mundial.
Lewis  Mumford escribió en el inicio de la obra:

Si el mundo en el que viven los hombres fuese el mundo que describen los geógrafos físicos, la vida sería no sería demasiado complicada. Podríamos seguir el consejo de Whitman y vivir como los animales, y dejar definitivamente de lamentarnos por nuestros pecados e imperfecciones.
Lo que convierte la historia humana en un relato tan incierto y fascinante es que el hombre vive en dos mundos —el mundo de dentro y el de fuera—, y que el mundo mental de los hombres ha experimentado transformaciones que han desintegrado las cosas materiales con el poder y la rapidez del radio. Me tomaré la libertad de llamar a ese mundo interior nuestro idolum o mundo de las ideas. La palabra «ideas» no se emplea aquí exactamente en su sentido ordinario. La utilizo más bien para significar lo que los filósofos llamarían el mundo subjetivo y lo que los teólogos llamarían tal vez el mundo espiritual. Me propongo, pues, incluir en ella todas las filosofías, fantasías, racionalizaciones, proyecciones, imágenes y opiniones conforme a las cuales la gente modela su comportamiento. Dicho mundo de las ideas en ocasiones guarda un parecido aproximado con lo que la gente llama el mundo —como es el caso de las verdades científicas—, pero es importante señalar que posee unos contornos propios que son perfectamente independientes del entorno material. (25-26)**


En esta percepción de los dos mundos, Mumford introdujo la noción de modelado, una noción fecunda pues somos efectivamente el resultado de todas esas ideas que configuran nuestra visión del mundo y nos impulsan a la acción en él. La relación entre el mundo (físico) y el de las ideas es una interacción constante. La propia Ciencia ha asumido que su visión del mundo no está al margen de sus ideas sobre el "mundo". En la medida en que es pensado, es ya modelado, entrevisto a través del "bosque de símbolos" y teorías que nos caracterizan culturalmente. Mumford se anticipó en este sentido a Lotman y la Semiótica de la Cultura, de la Escuela de Tartu. Vivimos inmersos en una "semiosfera", espacio dinámico de la cultura.
Hoy hablamos de "culturas", entendidas como ese mundo que definía Mumford. Vivimos inmersos en ellas y nuestro cerebro recibe la información que procesa de su entorno, que a su vez es mediado socialmente. Conocemos y creamos las estructuras del conocimiento conforme a las posibilidades que se nos ofrecen para modelar la experiencia.
Mumford todavía pertenecía a un mundo en el que apenas había barreras para el pensamiento; todavía era posible pensar dejándose llevar por las ideas. El nuestro ha sido limitado por las especializaciones y sobre todo por la creación de una sociedad de consumo que presenta las ideas también como objetos desechables, algo que ha sido trasladado después a los propios individuos. Consumir y ser consumido.


Una de las experiencias más traumáticas que se viven hoy en la enseñanza es la pérdida de ilusión por conocer, el desprecio hacia la reflexión, la falta de necesidad de amueblar el espacio interior. El mundo que comenzó en los ochenta desplazó el pensamiento a la periferia, centrado la acción. Desplazó todo aquello que no pudiera ser consumido, es decir, agotado en el mismo proceso de apropiación.
El aumento del dogmatismo en todo el mundo, la admiración por la violencia —de palabra y obra—, la simpleza, etc. son un síntoma del deterioro de ese mundo interior.
Escribe Lewis Mumford hacia el final de su Historia de las Utopías:

En el fondo, todo se reduce a esto: nuestros planes para un nuevo orden social se han revelado más insustanciales que un pan sin sal, en primer lugar, por ser abstractos y toscos y no tener en cuenta la inmensa diversidad y complejidad del entorno humano; y en segundo lugar, por no haber creado ningún patrón vigoroso que impulsara a los hombres a hacer grandes cosas. (278)

Casi cien años después el diagnóstico no deja de ser parecido a este. Hemos construido un mundo auto referencial, desligado de pasado y futuro. El dogmatismo creciente es el del nadador que ha llegado al final de su calle y regresa al punto de partida. Las utopías se han convertido en "edades de oro" imaginarias. ¿Qué otra cosa es el salafismo y el Estados Islámico, los fundamentalismos en general, sino un regreso a un pasado imaginario y perfecto que se quiere traer de nuevo a la tierra? ¿No es la negación del progreso, de la Ciencia, a lo que se ha llegado con el creacionismo o con negar, como se hace hoy, el cambio climático?
El fracaso del progreso para salir de su mentalidad fabril y su contrapartida, el consumo, presiden el movimiento de "revival" que ha abierto las puertas a los viejos dogmas a los que las personas se aferran como alternativa a la oscuridad que tienen por delante. No solo no aprendemos, sino que olvidamos, desaprendemos el conocimiento que hemos adquirido. Solo así son explicables algunos fenómenos políticos y sociales que se manifiestan hoy en día.
El párrafo final de la obra de Mumford es muy claro:

En este momento, nuestra principal tarea es construir castillos en el aire. No debemos temer, como nos recuerda Thoreau, que se pierda el trabajo. Si nuestras eutopías surgen de las realidades de nuestro entorno, será bastante fácil asentarlas sobre cimientos firmes. Sin un designio común, sin un gran designio, tanto da que nuestros pequeños ladrillos para la reconstrucción se queden en la fábrica; pues la discordia entre los hombres presagia, al final, el rápido deterioro de todo lo que pudiera haberse construido. Pongamos el punto final aconsejando la perfección. Cuando lo perfecto llegue, lo imperfecto se desvanecerá. (288)

La utopía surge de la imperfección del presente, pero este solo se transforma por efecto de esos sueños, de esas ideas, que luchan por salir adelante y nos involucran a todos. Puede que no leguemos a encontrar esa perfección, pero no debemos dejar de soñar. El mayor peligros es detenerse, la complacencia.


Necesitamos ideas, superar la imperfección del presente auto satisfecho. Si no se producen utopías, una mirada hacia adelante; se producen "edades de oro", mitificaciones del pasado hacia el que se pretende volver arrastrando a las personas,  arrancándolas del presente en oscuro viaje. La negación de la ciencia, la destrucción del arte, etc. que vemos hoy no son exclusivos de unos bárbaros violentos. La estamos viendo en los países más avanzados. También se niega el conocimiento y se olvida lo mejor que hemos hecho en nuestra carrera por la Historia.
No hay edades de oro a las que regresar, solo mitificaciones que se imponen por la violencia o la seducción. Hay que volver a la lucidez de la razón, humanizarla. Los dogmas regresan con el atractivo de la seguridad en mundos de incertidumbre extrema. Y eso solo es posible cuando ignoramos nuestra propia naturaleza abierta al mundo y a nosotros mismos, cuando ignoramos el poder de construir castillos en el aire. Las ideas transforman el mundo. Como señalaba Mumford, crean nuestro mundo interior a través del que vemos a los otros y a nosotros mismos, a nuestro entorno.



* Homobono Martínez, José Ignacio: Guía bibliográfica del pensamiento de Lewis Mumford. Zainak. 23, 2003, 273-285

** Mumford, Lewis (2013). Historia de las utopías [1922]. 2ª ed. 2015. Trad. Diego Luis Sanromán. Pepitas de calabaza editorial, La Rioja. 

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