domingo, 12 de marzo de 2017

Ese Sisi

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Este mundo se ha hecho muy pequeño y eso deja pocas posibilidades a poder distanciarse por muy lejos que te vayas. La queja viene de Bassem Youssef, el humorista azote de los gobiernos egipcios. En estos tiempos de propaganda, se lleva mal el humor y Youssef ha sido perseguido e incordiado desde que saltó a la fama en la época de la Revolución del 25 de enero.
Su éxito fue enorme criticando al poder. Y ocurrió algo muy egipcio. Bassem Youssef había criticado a los militares y después criticó a los islamistas de Morsi, que le pusieron en su punto de mira. Youssef se convirtió entonces en el ídolo del humor en Egipto, todo eran buenas palabras.
Tras producirse el "no-coup" que supuso la caída de los islamistas, Youssef se puso tan contento como casi todos y volvió a retomar sus show crítico con el poder. La sisimanía pronto le pareció terreno abonado para el humor y la sátira política, que es su especialidad. Y entonces ocurrió. El que había sido el héroe del humor, el que había sido perseguido por todos los anteriores, que se veían vapuleados con las parodias acertadas que Youssef realizaba, empezaron a considerarlo como un "enemigo del pueblo". Pronto, el idolatrado humorista al que todos habían admirado y con el que todos habían reído empezaron a insultarle, a considerarle un agente extranjero, un traidor, etc., es decir, todo aquello que los egipcios dicen cuando su mito particular se ve tocado por el humor.
El pueblo que presume de tener un enorme sentido del humor, empezó a perseguirle hasta conseguir que su programa fuera cancelado y tener que irse de su país. Conocido como el "Jon Stewart egipcio", Bassem Youssef se fue a hacer las Américas acogido por el país que no entendía que todos los que llegaban al poder se enfrentaran a él y lo vieran como enemigo.

2013

Egyptian Streets se hace eco de un artículo publicado en The New Yorker. Lo hace con el título "Bassem Youssef Accuses Egyptian Government of Paying Hecklers in the US". En él se señala:

Bassem Youssef, once the most watched television personality in Egypt, has accused the Egyptian government of paying “conservative Egyptians” to heckle his performances in the United States.
In a Facebook Post, the doctor-turned-comedian shared an article by The New Yorker that covers an incident in which he was heckled.
“Funny that when I finally made it to be in a story in the New Yorker it would be about that time when hired hecklers by the regime tried to sabotage my show in New York. The New Yorker was there to witness the whole thing,” said Youssef, also known as the Jon Stewart of Egypt, on Facebook.
In the article, Youssef and his manager, Maha Nagy, discuss how there are often several ticket holders at his performances who are there to disrupt his performances.
“These people are paid hecklers,” explains Youssef, describing the hecklers as “older than the rest of the crowd” and “wearing baggy suits and not laughing.”
Nagy adds to this, adding that it happens at every show.*


La persecución a Youssef revela dos cosas. La primera es  el odio a Bassem Youssef, el ídolo caído. En la mentalidad actual, Youssef es un traidor, alguien que se dedica a difamar a Egipto en el exterior. En realidad es un testimonio de la intransigencia, uno de los peores males sociales que explican lo que ocurre en el país, la incapacidad de unos y otros de establecer un sistema de convivencia armonioso. En segundo lugar, es el recordatorio del fracaso en la convivencia.
Bassem Youssef les recordaba cada día que el sistema que aceptaban como "salvación" era el mismo del que huían y por el que se habían levantado. Pero la ceguera es tan grande que prefirieron renegar de la revolución acusando a los revolucionarios de agentes extranjeros pagados para destruir Egipto antes de reconocer el fracaso en la construcción de un sistema político democrático.

2014

Difícilmente alguien podrá acusar  a Bassem Youssef de "islamista" o de "terrorista". Es único egipcio que siempre ha dicho y hecho lo mismo. Incluso cuando le atacaron. El artículo, firmado por Andrew Marantz en The New Yorker, explica a sus lectores quién es Youssef y cuáles son las tribulaciones que le persiguen esté quien esté en el poder:

“Religious fundamentalists and military fundamentalists are basically the same,” he said. “They both want to ignore the truth and replace it with propaganda.” When Morsi was in power, Youssef was arrested for insulting the President, insulting Islam, and disturbing the peace. After six hours of questioning, he was let go with a warning. When Sisi took office, Youssef was forced to cancel his show, and decided to leave the country. He now lives in Los Angeles, with his wife and daughter. Last year, he hosted a show on Fusion, a Tocqueville-meets-“Borat” road trip across the U.S.; his memoir, “Revolution for Dummies,” and a documentary about him, “Tickling Giants,” come out this month. “In theory, I can go back to Egypt anytime,” he said. “The only question is whether they would let me leave.”**

La estancia de Youssef en los Estados Unidos es incómoda para el régimen de al-Sisi, que necesita una mejora de imagen. En sus términos, esto quiere decir el control de toda fuente de desprestigio o crítica. La guerra mediática del régimen implica doblegase a las directrices oficiales, abandonando la crítica, por un lado, y en segundo lugar convencer a todos de que su lucha es contra el terrorismo. En estos dos campos, el control mediático es importante, pero hay un obstáculo: la opinión pública mundial no considera que Egipto sea una democracia sino un régimen surgido de un golpe militar. Bassem Youssef es un recordatorio de que se persigue a los que hablan desde un escenario, a los que realizan el humor y la sátira.


El viejo régimen de Mubarak ha ido regresando poco a poco, instalándose de nuevo en el poder y hasta en el parlamento se le pide un homenaje, una vez que los tribunales le van sacando las espinas de los juicios anteriores. No creo que ningún país haya reconocido tantos "errores judiciales" en la misma persona. Y lo que se dice de Mubarak se dice también de los ministros de la época o de los hombres de negocios encarcelados por corrupción y enriquecimiento ilícito. De nuevo en la calle, dispuestos a seguir sacrificándose por el país.
Los shows de Bassem Youssef son molestos para el poder actual, incluso para la sociedad actual. Recuerdan que existe una versión diferente de la realidad a la que los egipcios han pactado entre ellos para evitar reconocer el fracaso de la convivencia, el fracaso de la revolución. Muchas revoluciones fracasan, pero pocas lo han hecho con el aplauso de los mismos que se levantaron en ella. La terrible verdad solo resuena ya en la boca de Youssef: “Religious fundamentalists and military fundamentalists are basically the same”. Los egipcios se limitan a elegir el tipo de dictadura que mejor les conviene.
Youssef cuenta al reportero de The New Yorker que asiste a su show que en cada puesta en escena, siempre aparecen los enviados pagados a reventarlo. Graban los incidentes con sus teléfonos móviles y luego los trucan para que parezca que el show levanta las iras de todos los asistentes.

“They are conservative Egyptians who live here, but they are hired by the Sisi regime to heckle,” Nagy said. “It happens at every show.”
“I can always spot them,” Youssef said. “They’re older than the rest of the crowd, and they all sit in one row wearing baggy suits and not laughing—”
“And then at some point one of them heckles, his friend films it with a cell phone, and they edit the video to make it seem that audiences are rejecting Bassem’s message,” Nagy said.
“Wow,” the manager said. “This is not the kind of thing we usually deal with.”**


Pues no. Esta es la especificidad egipcia para estas cosas. La presencia de reventadores muestra el peculiar sentido del deber que muchos tienen. Puede que no estén ni pagados, que sean voluntarios para hacer ver que son buenos egipcios y que se diferencias de los malos egipcios, de los traidores como Bassem Youssef. Ya se cobrarán el favor en otro momento.
Conozco la experiencia. Hace unos años, con motivo de la presentación de un número una revista de la que soy editor dedicado a la creación de las mujeres en la Primavera árabe, también tuvimos un par de egipcios sentados. "¡A ver qué vais a decir!", le dijeron en árabe a las editoras egipcias. Pues lo que había que decir, simplemente. No creo que les enviara nadie y es probable que aquella noche se sintieran especialmente bien habiendo cumplido con su deber intransigente.
Nos cuentan en The New Yorker:

Twenty minutes in, a chant went up: “Sisi! Sisi!” It came from a few people sitting in the same row. The women wore hijabs and the men wore baggy suits. “Guys, be quiet and pretend to enjoy the fucking show,” Youssef said, and the audience applauded.
One of the hecklers stood up, pointed a shaking finger at Youssef, and shouted, “Why don’t you show some respect!”
“There will be a Q. and A. at the end,” Youssef said. “Can you wait and curse at me then?”
The heckler kept shouting. A man next to her filmed the scene with his phone.
“O.K., we’ll do it now,” Youssef said. He grabbed a chair and sat down, looking exasperated. “Welcome to my life!” he said.
More interruptions followed. Two and a half hours later, Youssef received a standing ovation, left the stage, and collapsed on a couch in the greenroom. Mason stood nearby, eying the crowd as they filed out. “I don’t know who this Sisi is, but, man, those people were heated,” he said. “I deal with hecklers, too, as a comedian, but never anything like that.”**


El momento decisivo es cuando se preguntan por "ese Sisi", al que dicen desconocer, un auténtico bofetón para quienes lo han convertido en el centro, en el "salvador" alabado. La pregunta se la hacen muchas otras personas, millones, por todo el mundo ante el asombro de los egipcios a los que han convencido de que son el centro y todo es conspiración contra ellos. ¿Quién es ese Sisi? Para muchos egipcios, la envidia del mundo, el presidente al que no había que dejar salir al extranjero porque querrían quedarse con él. Nadie llega al poder en Egipto sin el visto bueno de Dios. Eso hace mucho. Pero para los egipcios, el hecho de que los titulares positivos se los lleve Bassem y no el presidente es una muestra más de la conspiración mundial contra ellos.


Una vez más, el efecto causado es negativo. Bassem Youssef sigue siendo el termómetro de las libertades egipcias y, especialmente, del principio de transigencia, que es la capacidad de asumir las críticas e ideas con las que no se está de acuerdo. Ir a reventar los espectáculos de una persona que ya ha tenido que dejar su país es una forma de obcecación muy ilustrativa. Muestra que la sintonía es grande entre la represión y aquellos que la aplauden.


Bassem es el enemigo del pueblo, aquel que les recuerda que no son capaces de escuchar sin rasgarse las vestiduras, sin gritar con voz impostada "¡vergüenza!". Nada gusta más que esta dignidad hipócrita en la que se experimenta el placer de ser juez de otros. Por supuesto, somos jueces porque Dios así lo quiere; no podemos renunciar. Con cada interrupción del show, hemos impedido que el mal se extienda por la faz de la tierra.
En realidad, lo que han confirmado es la falta de libertades, la intolerancia del régimen y la hipocresía que lo sustenta. Da igual que estén pagados o lo hagan gratis. No es más que un tecnicismo. Con cada interrupción le dan la razón a Bassem Youssef.



* "Bassem Youssef Accuses Egyptian Government of Paying Hecklers in the US" Egyptian Streets
11/03/2017 https://egyptianstreets.com/2017/03/11/bassem-youssef-accuses-egyptian-government-of-paying-hecklers-in-the-us/

** Andrew Marantz "HECKLING THE JON STEWART OF EGYPT" The New Yorker 13/03/2017 http://www.newyorker.com/magazine/2017/03/13/heckling-the-jon-stewart-of-egypt






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