lunes, 19 de diciembre de 2016

Voto popular vs colegio electoral o el populista sin pueblo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Donald Trump tiene —entre otros— el dudoso honor de esta en la tercera posición empezando por la cola de los presidentes norteamericanos en diferencia de votos respecto a sus rivales. El próximo presidente tiene una diferencia negativa, según muestra el estudio de The New York Times, de un -2'1% respecto a su rival. Quiere esto decir que sacó casi tres millones de votos menos que Hillary Clinton, pero que el peculiar sistema americano del colegio electoral, un "vestigio" —como lo acaba de calificar el presidente Obama—,  le permitirá acceder a la Casa Blanca si así lo estiman los delegados.
Lo que esto supone en el conjunto de los votos lo recoge el diario:

Reflecting Mr. Trump’s loss in the popular vote, only 29 percent of Americans say that Mr. Trump has a mandate for the agenda he offered during his campaign, according to a Washington Post-Schar School of Policy and Government poll.*

Pese a los analistas restar importancia al voto popular —lo importante son los votos en el colegio electoral, tienden a decir—, lo que está ocurriendo en estos momentos es justo lo contrario. La situación, como anticipábamos, ha hecho aumentar su importancia. Los estados eligen sus delegados, pero puede darse la paradoja de que resulte elegido quien menos votos han obtenido en las elecciones, pero lo han hecho en estados menos poblados, que son los que hacen más rentables sus votos. La democracia, que siempre es compleja, lo es mucho más cuando se buscan criterios que tratan de garantizar representatividad a los territorios. Si solo fueran los votos, Hillary Clinton estaría ahora preparando sus maletas para ir a la Casa Blanca.
Pero la función del colegio electoral es recogida por The New York Times:

The primary purpose of the Electoral College, however, was nothing so high-minded. It was to facilitate political compromise and shore up the power of slaveholding states by allowing them to count three-fifths of their slaves toward their allotment of votes. That sorry history does not clarify or constrain how a member of the college should behave today.**


El voto popular pasa a ser esencial en esta legislatura porque, aunque no consigan impedir que llegue a la Casa Blanca, si podrán armar moralmente una defensa frente a las tropelías que se avecinan.
La idea es sencilla: para un populista como Trump, los argumentos se le dan la vuelta cuando gana por una argucia del denostado "sistema" contra el que ha clamado.  La candidata del "pueblo" pasa a ser Hillary Clinton. Ella es la más votada. La presión sobre las futuras cámaras es mayor y, especialmente, dará alas a los estados en donde ganó Clinton, que harán lo que esté en su mano para resistirse.
Como toda persona acostumbrada a que no se le resistan, Trump sabe que tiene por delante mucha oposición y que su mandato, sin haber comenzado todavía, será el más polémico de la historia de los Estados Unidos. El argumento del voto, como se está viendo, será importante porque los votantes están escribiendo a los miembros del colegio para decirles que van a votar en contra del "pueblo", que no voten a Trump y que elijan otro republicano.


A esto se añaden las insólitas agravantes de la participación rusa en la campaña, avalada ahora por las dos agencias de inteligencia, la CIA y el FBI, a las que el todavía presidente Obama ha encargado un informe antes de salir de la Casa Blanca. Cuando Trump llegue, ya se ha advertido, las descabezará.
Ser el candidato de Putin, como está demostrando además con los nombramientos realizados, varios de ellos vinculados por negocios con Rusia, proclives a rebajar sanciones, tampoco está ayudando demasiado a los delegados, cuya presión aumenta. Puede que Trump haya perdido el voto popular, pero quienes le llevarán a la presidencia serán los republicanos, cuya responsabilidad histórica no había alcanzado niveles de presión tales. Llevar a Trump a la Casa Blanca es un riesgo para ellos: el de destruir al partido republicano como estalle un escándalo —un riesgo posible— de proporciones grandes.
Las piezas que junta Trump son cada vez más peligrosas: las provocaciones a China han sido las primeras, porque lo de Nigel Farage era más un insulto a Europa; la cuestión del traslado de la capital de Israel de Tel Aviv a Jerusalén es otra cuestión incendiaria. Eso sin tener en cuenta lo que puede hacer con Siria.


Hay algo que se desprende de lo ocurrido y que es importante entender. Los partidos políticos —incluidos los republicanos— han quedado desbordados ante una nueva situación que no tiene parangón. Trump es el primer presidente norteamericano que ha logrado salir adelante con el manejo real de las redes sociales. Obama hizo un uso comunicativo de las redes; con Trump se ha avanzado un grado más: se han pegado los fragmentos de opinión para lograr un voto unido.
La sociedad de la Información es doble: atomiza y aglutina, en un movimiento fulgurante. Trump ha ganado por lo mismo que nadie para al Estado Islámico: tiene la capacidad de mantener unidas las partes que tienden a la dispersión. Igual que los yihadistas han encontrado la forma de amplificar sus poderes para lograr eso que llamamos "radicalización" de las personas, Trump ha hecho lo mismo con sus votantes: los ha ido radicalizando y absorbiendo.


Trump se ha puesto en manos de unos grupos radicales que dominan los medios "alternativos", término que habrá que empezar a emplear con la prensa o la televisión convencionales. Ellos saben manejarlos y el mundo paranoico acepta esas versiones conspirativas mientras ignora las verdaderas trampas que se preparan ante sus ojos.
Las cifras de Trump son de las peores de la democracia norteamericana. Pero ha sido suficiente. Muchos, una mayoría, son conscientes de lo que Trump representa y puede suponer para USA. ¿Pueden hacer algo? Lo hicieron cuando votaron, pero no ha servido de mucho. El viejo sistema desconfiaba del pueblo y daba el privilegio final al colegio electoral. Casi siempre ha funcionado, pero esta vez el margen entre el voto popular y el colegio son casi tres millones de votos.
La reciente queja editorial de The New York Times por la necesidad del periodismo de calidad para asegurarse una opinión pública bien informada y sensata es un canto del cisne de la información y puede que del tipo de democracia que se sostenía en ella. El futuro es la mentira convincente, el bulo, la difamación aparecida en los caracteres de un tuit repetido millones de veces. El futuro es del luchador mediático que provoca desde las cuerdas del cuadrilátero al público, del que prende el fuego y llega después con el extintor.


* "Trump’s Electoral College Victory Ranks 46th in 58 Elections" The New York Times 18/12/2016 http://www.nytimes.com/interactive/2016/12/18/us/elections/donald-trump-electoral-college-popular-vote.html

** "Why G.O.P. Electoral College Members Can Vote Against Trump" The New York Times 15/12/2016 http://www.nytimes.com/2016/12/15/opinion/why-gop-electoral-college-members-can-vote-against-trump.html?mabReward=A6&recp=2&moduleDetail=recommendations-2&action=click&contentCollection=Politics&region=Footer&module=WhatsNext&version=WhatsNext&contentID=WhatsNext&src=recg&pgtype=article








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