miércoles, 5 de octubre de 2016

La fábula del angelito digital

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay coches que no necesitan conductor y pronto los habrá que no necesiten pasajero, que se vayan ellos solo a darse una vuelta sin contar con sus dueños. ¿No es aquel mi coche?, dirán algunos al verlo pasar tan campante por avenidas y rotondas. Pues sí, es el suyo. Milagros tecnológicos.
Estamos seducidos por la tecnología. El secreto de esta seducción inmersiva es habernos dado las herramientas para que jugáramos y nos creyéramos dioses. El debate se suscitó ya en los 90 cuando las empresas descubrieron que no había que fabricar todo siempre, que a veces era mejor dejar que la gente se fabricara sus juguetes dándoles las herramientas y los espacios para hacerlos.
Se rompieron los monopolios de la fabricación abriendo las apetencias de la gente y con ella, sus sueños creativos y de éxito. Se podía intentar venderles noticias, por ejemplo, a la manera clásica, pero podía ser más rentable darles las herramientas para que fabricaran sus propios sitios de noticias. Y la gente empezó a fabricar de todo: sus propios periódicos, sus canales de televisión, sus videojuegos, aplicaciones, etc. Para bien y para mal, cada persona disponía de todo un arsenal tecnológico cuyo uso puede estar en manos responsables, en hackers rusos o en yihadistas dispuestos a la promoción de su crueldad a través de las redes sociales.


Las redes y sus herramientas se usan para informar, para jugar, para aprender, para acosar, para difamar... para todo lo que se nos pueda ocurrir a los seres humanos hacer aunque no estemos preparados para ello. Da igual, lo virtual tiene algo de sueño.
Una de las grandes tonterías promocionales es la idea de los "nativos digitales", pues nos da impresión de que los niños y niñas vienen al mundo con un microprocesador debajo del brazo. Nadie viene al mundo sabiendo y es un tremendo error solo pensarlo porque hace descuidar los mecanismos de defensa y prevención. Analfabetos digitales, en cambio, hay muchos, que son los que se emocionan en demasía con lo que no entienden. Ya no se filtra la estupidez como antes.


En estos días, los periódicos españoles se están dedicando a airear el caso del niño levantino que generó un gasto —sin saberlo— de 100.000 euros con Google. La historia —no nos interesa el plano personal del asunto, sino lo que tiene de fábula— habrá hecho ponerse lo pelos de punta a todos los que digitalizan a sus hijos a edades tempranas o les dan herramientas sin control ni aviso.
Cualquier dispositivo con el que nos podamos conectar a algún sitio es una herramienta de destrucción masiva, de gasto masivo, etc. si no se sabe lo que se hace. Pero nos empujan desde la escuela misma a usar sin saber, que es lo peor. Muchos, sin pensarlo, están dando katanas digitales a sus hijos con las que cortar cabezas. Ahora, un escalofrío habrá recorrido sus espinas dorsales al ver la deuda con la que se pueden encontrar mientras piensan que sus hijos hacen los deberes. No se enseña lo que supone este mundo digital tan maravilloso como peligroso si no se tiene cuidado, pero así ha sido desde el principio.


La historia no servirá de nada, pero tiene ese aire de fábula que le da tono de aviso. El diario El Mundo nos contaba el gesto generoso de Google —pagad con creces como buena imagen pública de la empresa— al perdonar el gasto ocasionado por un equívoco en la comprensión de lo que hacían:

Google ha anunciado que va a proceder a cancelar el saldo pendiente de AdWords -el servicio que ofrece Google para promocionar y posicional los contenidos web- del niño de 12 años que se gastó cerca de 100.000 euros porque quería convertirse en 'youtuber'. "Hemos analizado este caso y no hemos recibido dinero por parte de este usuario", han explicado este martes 4 de octubre desde la compañía, en alusión al menor que, junto a un amigo de 15 años, que abrió una cuenta en AdWords y empezó a gastar dinero hasta alcanzar casi 100.000 euros. Fuentes de la compañía han explicado a Europa Press que "juntos cometieron el error" ya que querían cobrar por los anuncios que aparecían asociados a sus videos de YouTube. "Creían que estaban cobrando, pero eran órdenes de inserción de publicidad en estos vídeos que les estaba costando dinero ya que lo hacían a través de AdWords", han relatado. Según la versión del menor, su intención era conseguir dinero para comprar instrumentos para su banda de música 'Los salerosos de 'Torrevieja', Alicante.*


La verdad es que no me interesa nada la cuestión digital, sino la concepción genérica de un niño que, como millones en todo el mundo, ya no sueña con ser biólogo —¡qué asco!—, sino en ser "youtuber". Hemos metido mucha presión a los niños, cada vez menores, para que se conviertan en autosuficientes a través de los negocios digitales. Las redes sociales son el universo que hay que conquistar y allí se sienten más sueltos, disponiendo de todas las herramientas para dar ese salto a la fama, ese golpe definitivo al destino que les saque del observar al ser observado, distinción que ha pasado ser crucial y que ya no tiene nada que ver con la filosofía sino con algo tan práctico como buscar legiones de seguidores. Hasta los sociópatas criminales de películas como Scream 4, del maestro Wes Craven, proclama que ya no necesitan "friends" sino "fans".
Ser Youtuber no necesita de estudio o profundizar en algo, sino por el contrario ser pura superficialidad en un sentido epidérmico del término: lo que ves es lo que hay. Y cuantos más lo vean mejor.


La historia tiene algo, como decía, de fábula, de cuento de la lechera: querían ganar dinero para comprarse los instrumentos musicales para dar el salto a la fama (el gran salto) y arrasar el mundo, la galaxia, las redes sociales con ese grupo Los salerosos de Torrevieja que probablemente sean contratados de teloneros para el Festival de Habaneras de este año dada su notoriedad. Esa es la grandeza de las redes, que un gran fracaso o metedura de pata también produce legiones de seguidores.
El diario El País nos da más información sobre esos sueños de preadolescente levantinos:

Tanto él como otro amigo que le acompañaba en esta aventura online pensaban que habían contratado otro producto y que iban a percibir dinero por la publicidad que generaran sus vídeos. Él toca en una banda de música de Torrevieja llamada Los Salerosos y solía colgar grabaciones de sus actuaciones en Youtube. "Pensaba que estaba ganando dinero y no al revés", relata su madre "y quería comprar instrumentos para la banda y cosas así, aunque a su amigo también le dijo que si se hacían ricos tendría una mansión".
J**** J**** facilitó un número de cuenta propio que su familia le había abierto para ahorrar y que se pagara en el futuro, entre otras cosas, "el carné de conducir".**


Demasiado futuro al alcance de la mano, demasiado american dream... ¿Una mansión? ¿Y por qué no? ¡Como las Kardashian! ¿Por qué aspirar a menos? Muchos niños miran impacientes el calendario contando los días, meses, años que les faltan para presentarse a un Gandía Shore o similar. Hasta que llegue ese momento dorado, se prueba con los que sea y nos enseñan que está en nuestras mano: youtuber, videogamer... Todos son la conversión del placer cotidiano en dinero, lujo y futuro en tus manos.
Dice la familia en El País:
"Mi hijo no sabía lo que hacía. Ahora se ha hecho el más famoso del instituto y su madre sale en televisión. Yo le digo si sabe las consecuencias que puede acarrear lo que ha hecho, pero parece que no se da cuenta, cree que no va a pasar nada. Nosotros somos más realistas", apunta Quesada. Los padres del niño habían puesto el caso en manos de un abogado, aunque la reacción de Google indica que no será necesario.**

La fama llega por los caminos más inescrutables. Dios escribe sus programas con renglones torcidos. He omitido el nombre del niño transformándolo en J**** J**** (que no son feas palabras, como alguno habrá pensado) porque creo que ya tiene bastante gloria para su edad. 
Por lo que dice la familia, parece que puede haber entendido la moraleja del cuento al revés. Esperemos que ellos, al menos, si lo hayan entendido.


* "Google cancela la cuenta de 100.000 euros del niño de 12 años que quería ser 'youtuber'" El Mundo 4/10/2016 http://www.elmundo.es/f5/2016/10/04/57f3cdddca4741c32e8b45ec.html
** "El niño de 12 años que se gastó 100.000 euros en YouTube" El País 4/10/2016 http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/10/04/actualidad/1475578401_460930.html



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