sábado, 20 de agosto de 2016

Epifanía de sombras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Mada Masr trae un artículo interesante firmado por Mohamed Gamal. La ironía del artículo es patente: es la recomendación de cinco películas al presidente Abdel Fattah El-Sisi por parte de un "seguidor". Son cinco películas, nos dice el articulista, que debería ver para un mejor gobierno del país. La lista incluye "Matrix", "Doce hombres sin piedad", "Wag the Dog", "1984" y "El discurso del rey", películas muy diferentes en estilo y temática. 
Los motivos por los que estas películas son recomendadas al presidente son más obvios en algunos casos que en otros, pero todas manifiestan ironía sobre la forma en que se ejerce el poder hoy en Egipto. De las teorías de la conspiración (Matrix) a la forma de administrar justicia (Doce hombres sin piedad), cada una de ellas representa una crítica al Egipto actual mostrando una carencia, un déficit que debería ser corregido para que el país funcionara mejor.
Más allá del ejercicio de ingenio, me interesa la historia que la motiva y que le sirve a Mohamed Gamal como introducción:

In 1949, just three years before the blessed Free Officers Movement and one year after returning from the war in Palestine, a young Egyptian man called Gamal Abdel Nasser bought a ticket — according to news website Dot Masr — to see US film It’s a Wonderful Life. When the show ended, he bought a ticket to watch it again. The next day, he returned with his friend Abdel Hakim Amer to watch the film for a third time.
Immediately after the revolution, Nasser asked the production company for a copy of the film to screen it in the military camps. On March 4, 1953, he wrote an article in Akher Sa’a magazine titled “A Story That Has Influenced My Life,” describing the film as “one of the strongest moral influences on my life.” “If I could take each citizen with me to a cinema screening that film, I wouldn’t hesitate,” he added.*


La película de Capra "¡Qué bello es vivir!" es ya un clásico que, como suele ocurrir en estos tiempos, queda enterrado entre el desprecio por lo viejo y la arrogante adoración de la moda. Para Nasser, por supuesto, "It's a Wonderful Life!" no era un filme clásico, sino una novedosa producción de 1946, tres años antes de que él la viera y se asombrara ante este film que llegaba, cargado de esperanza, después de que el mundo quedara al borde de la destrucción total, un año después de acabar la II Guerra Mundial.
Nasser deseaba haber podido llevar a cada egipcio de la mano al cine y sentarse junto a ellos a ver aquella película, verlos emocionarse y salir cargados de esperanza, de vitalidad, pensando que, pese a todo, es bello vivir. Merece la pena cuando te dan la ocasión de ver lo que pierdes antes de arrojar la toalla.


Pero no tenemos un ángel que nos eche una mano en estas cosas. El ángel lo debemos llevar dentro para animarnos e imaginar futuros desastrosos junto a opciones mejores que deberemos construir. Esto está al alcance de pocos, pues el pesimismo suele ser más general que el optimismo. Por eso hacen falta soñadores con capacidad de persuasión que lleven a la esperanza de mundo mejores. Las dos capacidades son necesarias, soñar y seducir, que es lo que se suele llamar "carisma", una especie de ilusión contagiosa que hace confiar en quien dibuja ante nuestros ojos lo que está por llegar. Algunos ofrecen el apocalipsis, otros mundos mejores que deben ser construidos con el esfuerzo común.


No hay duda de que Nasser fue un personaje carismático, una conjunción de muchos factores. Lo que sintió en aquella sala viendo la película de Capra le sirvió de impulso para ver lo que quería y lo que quería hacer ver: lo que aquella historia le mostraba. Allí estaba simbólicamente la realidad que quería para su país y para sí mismo.
Mohamed Gamal explica lo que Nasser contó sobre su experiencia y lo que significó para él aquella "epifanía" de sombras que transcurría frente en la pantalla:

In his article, Nasser revealed the secret of his attachment to it: “the film is a genuine representation of my perception of the individual’s value, and my belief that one individual can change the history of a nation and perhaps even the history of the world.” This followed a complaint about the citizens’ lack of enthusiasm: “The most nerve-wrecking thing for me during the [free officers’] movement’s first days was feeling that many of my fellow countrymen stood by watching us, and their contribution to our efforts did not exceed cheering and applause.”**


El presidente El-Sisi dice que fue llamado a la presidencia mediante un sueño revelador. Nasser, en cambio, estaba despierto en la sala de un cine. Su experiencia epifánica, según se queja, no tuvo la respuesta que él quiso. Su deseo de proyectarla en todos los cuarteles y que los soldados la vieran, al igual que con los demás ciudadanos egipcios, era intentar contagiar la fe y el entusiasmo. Pero Nasser —esa es su queja— comprobó que muchos no estaban dispuestos a ir más allá de corear vítores y aplaudir.

La observación no viene de un revolucionario fracasado sino de un líder exitoso que comprueba que hay una gran distancia entre los aplausos y vítores y el deseo efectivo de trabajar para todos, llevar adelante esos sueños.
Los sueños se pueden tener mientras se duerme, pero para cumplirlos hay que despertar y trabajar duro. Algunos, en cambio, prefieren seguir soñando y quienes lo saben se dedican a alentarlos.
La visión del liderazgo que Nasser tenía —una persona puede cambiar el mundo— chocó pronto con la realidad de que el mundo no cambia si un número suficiente de personas no se ponen en ello. Su inocente deseo de que todos vieran aquella emotiva película chocó pronto con la realidad: es fácil llorar en el cine —Nasser definió a los egipcios como "sentimentales"— y no hacer nada después.


La queja de Nasser por la actitud de la gente no es nueva. Es fácil aplaudir y vitorear; es muy fácil estar en primera fila cuando pasa el desfile agitando banderas. Nasser sabía que Egipto necesitaba algo más que el narcisismo de sus dirigentes o llorar en la oscuridad de las salas. Conocía bien el defecto nacional de la adulación, buscar el premio para quien más aplaude y no para el que mejor trabaja. Hay anécdotas que le muestran tratando de prevenirse contra ella.
La adulación es lo contrario de la crítica. La crítica es necesaria para corregir los errores. La acusación constante de traición a los que ejercen la crítica, a los que señalan al poder sus errores, ha condenado a Egipto a tener en primera línea a los aduladores, ya sea en los medios o en el gobierno. Adulando se llega lejos; criticando, a la cárcel o al exilio.

La adulación es una forma de inversión. Quien la realiza está protegiendo su futuro pensando que será protegido porque sus halagos gustan. Nasser tuvo que dar la noticia de que un gran desastre se había producido, el Ejército egipcio había perdido en la llamada Guerra de los Seis Días. 
No se le perdonó a Nasser aquella derrota. La inversión en adulación se transformó en inversión en crítica, que pasó a ser más rentable.
Nasser tuvo muchas virtudes, algunas peligrosas, como la comprensión de las debilidades ajenas. Asumió como propia la derrota de Egipto y Egipto lo aceptó. Su sucesor, Anwar El-Sadat, firmó la paz con Israel y le mataron. Su sucesor, Hosni Mubarak, decidió aprender de lo que a ambos les había llevado al fracaso y a la muerte. Los egipcios contaban chistes sobre él pero gobernó treinta años sin demasiados problemas, contando con que repartiendo la corrupción nadie tendría mucho interés en que el régimen cayera. Hoy es de nuevo casi un héroe y falta poco para que se den públicas excusas por haberle derrocado. Se le percibe por muchos no como un autócrata corrupto, sino como un patriarca bienintencionado y malentendido, un padre para todos los egipcios que supo comprender que hacía falta estabilidad y cómo imponerla: mucha policía y poca explicación.


Hoy el estado egipcio paga toda esa ineficacia y corrupción estando al borde de la ruina, según los indicadores, porque ningún gobernante ha asumido jamás que el poder se conservara más que con una equilibrada mezcla de adulación y represión. Los subsidios han sido más fáciles que el esfuerzo por sacar adelante al país. Las personas que han podido aportar algo lo han dejado de hacer ante la preferencia por los aduladores y aplaudidores. Adular, como decimos, es una inversión.


El FBI consideraba que la película de Capra formaba parte de la infiltración comunista en Hollywood, cuya estrategia general era presentar negativamente a los banqueros. Así lo hizo constar en un informe. Después del crack del 29, no había muchas formas positivas de presentar a los banqueros, como tampoco la ha habido después de 2008.
Pero a Nasser lo que le gustaba era esa fuerza de lo individual y de su deseo de cambiar el mundo. Lo interesante de la historia es su deseo de que todos vieran aquella película y no solo que le escucharan a él contarla y aplaudieran después. Sabía que lo importante era que la gente se diera cuenta de ello, que eso era lo que sacaría adelante al país. A todo el mundo le gusta tener un líder salvador; gusta menos un líder que nos diga que la salvación está en nuestro esfuerzo. Eso implica el comienzo de la pérdida de la magia.


Tras la caída de Nasser, los que llegaron encerraron a los nasseristas en cárceles. Hoy los nasseristas le diputan el poder a los seguidores de El-Sisi, que a su vez se empeñan en unirlos en carteles creando una extraña fusión política. Nasser, al que la mayoría dio la espalda cuando fue derrotado, resulta estar hoy en todas partes y en ninguna. 
Hoy el poder es la película y se llora en las salas. También fuera, aunque por motivos bien distintos. Los tiempos de las lágrimas están llegando y lo hacen sin poder ser escondidas. Las fotos se besan, pero no se comen. No por tener más fotos se es mejor gobernante.
No sé si las cinco películas que le recomiendan a El-Sisi darán lugar a una epifanía como la experimentada por Nasser. Tengo mis dudas.




* Mohamed Gamal "5 movies a Sisi supporter recommends for his president" Mada Masr 17/08/2016 http://www.madamasr.com/sections/culture/5-movies-sisi-supporter-recommends-his-president




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