jueves, 7 de julio de 2016

Información, medios y violencia de género

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El día de ayer lo pasé en El Escorial asistiendo al curso de verano de la UCM, organizado por mi compañera de Facultad y amiga Isabel Tajahuerce con el título «La intervención en violencia de género desde distintas profesiones». Le tocaba ayer al Periodismo —medios y profesionales— dar cuenta de lo que hace o deja de hacer respecto a esta lacra. Participaba también otra amiga, la periodista egipcia Sahar Talaat, que habló sobre la cuestión en Egipto y en los países musulmanes de la zona; el periodista Javier Juárez, hoy profesor de Comunicación en Medellín (Colombia) y especialista en la representación mediática de la violencia de género —en cuya tesis doctoral sobre los feminicidios de Ciudad Juárez tuve el honor de formar parte del tribunal—; finalmente, la sesión de la tarde nos trajo a otra compañera de Facultad, Carlota Coronado, quien trató de las ficciones televisivas y la creación de estereotipos, ponderando el papel de los profesionales a través de los cambios en los discursos de ficción, sacando de viejos estereotipos y ofreciendo nuevas posibilidades a la imaginación.
En los dos debates que se produjeron hubo intervenciones interesantes sobre el papel de los medios y los profesionales enfrentados a una realidad: la violencia de género y cómo informar sobre ella. Desgraciadamente, pocas veces se siguen las recomendaciones sobre cómo abordar este tipo de hechos y se busca.
Entre las múltiples cuestiones que se plantearon en los debates, me gustaría desarrollar aquí algunas de las cuestiones que plantee allí y que siempre quedan a medias por tiempo y respeto  a los demás participantes.


La primera cuestión que se planteó y que comparto plenamente es la formación de los comunicadores para el adecuado tratamiento de las noticias relacionadas con la violencia de género. Esta es una labor fundamental que nos compete a la parte responsable de la formación de los profesionales. La formación no es solo un protocolo, una recomendaciones sobre cómo desarrollar una noticia, qué términos emplear, etc. Eso es demasiado superficial y rutinario, que es lo contrario de lo que se busca en la información. Hace falta ir más allá y ahondar en las causas, para producir una mejor comprensión.
Sin una comprensión de los fenómenos, difícilmente se puede informar correctamente de nada. Existe la creencia generalizada de que se puede contar sin entender y se hace, de hecho, pero se cuenta mal y contar mal en estos casos tiene unas consecuencias profundas.




La violencia de género no es un hecho puntual, sino que forma parte de una violencia institucional, una violencia que tiene múltiples grados. Es una violencia que se realiza con la mirada, con las palabras, con un desprecio, con un golpe o con un asesinato. Los medios pueden informar de estos últimos, pero si no se entiende la unión que hay en todos esos elementos, puede que el mismo hecho de informar se convierta en una forma más de agresión, como sucede en múltiples ocasiones. La víctima, además de la agresión, sufre la agresión mediática. Por eso es bueno que los profesionales de la información comprendan que no están hablando de algo concreto sino de otra manifestación de una forma de violencia cuyo origen está en la creencia de la superioridad del hombre sobre las mujeres, una violencia que se puede ejercer de forma natural o divina, según las justificaciones de unos y otros.
Todo lo que se haga en formación de los profesionales será poco. Muchas veces es despertar la conciencia de lo que ocurre y desautomatizar las rutinas informativas para que entiendan que todos somos parte de una sociedad cuyas raíces son injustas y violentas, que están profundamente arraigadas y las absorbemos de continuo a través de múltiples fuentes en la vida diaria, desde las construcciones del lenguaje —depósito de machismo de siglos— hasta los modelos de comportamiento social y los roles asignados por el sexismo.



En segundo lugar, la labor de los medios no se puede circunscribir a las noticias sobre violencia de género. Muchas veces tenemos la condena de la violencia en una página y en el resto del periódico o programa se practican todo tipo formas de violencia contra la mujer a través de los medios. Los medios, insistimos, informan de la violencia, pero son también generadores de violencia. La vigilancia de esto debe ir más allá de la mera redacción de los artículos puntuales y debe extenderse a la totalidad del medio. Igual que hay un "defensor de los lectores" en la mayoría de los medios, estos deberían tener personal o asesores que revisaran y realizaran informes periódicos sobre el tratamiento de género para corregirlo. No es fácil, pero esto debe empezar como responsabilidad de las empresas e instituciones informativas.

Se planteo en el debate la cuestión ética del profesional y el rechazo que algunos manifiestan a lo que llaman convertirse en "activista". La respuesta dada por Javier Suárez, desde mi perspectiva, fue correcta. Añadir la perspectiva de género a la información no es hacer activismo, es corregir un desvío, una distorsión, una ceguera. No se trata de hacer discursos, sino de salirse del discurso central para poder hacer una sociedad más justa e igualitaria. Si son esos los ideales del profesional y su medio, informar desde una perspectiva de género no es hacer activismo (que para algunos sería erróneamente lo contrario a la objetividad informativa), sino, como decía, corregir un sesgo que tiende a justificar, distorsionar u ocultar la violencia subyacente y a veces la manifiesta. La alternativa, pues, no es "objetividad" versus "activismo", sino "discurso patriarcal interiorizado" versus "discurso crítico consciente".
La labor de los medios es relativa si no se intensifica la percepción de la violencia del sistema al conjunto de la sociedad. Debe hacerse, además, desde las escuelas, que es donde comienza nuestra vida social y donde se transmiten muchos de los roles que decidirán nuestra visión del mundo y lo que consideremos como comportamiento aceptable. Sin la escuela, sin la educación, se pierden muchas batallas y no acabará nunca la guerra. Cuando digo "escuela" me refiero a la totalidad del sistema educativo, profundizando en cada fase en aquellos aspectos que vayan haciéndonos conscientes de los fundamentos de la sociedad en que vivimos y en las diferencias entre lo que dicen las leyes y el papel de las costumbres y hábitos culturales, que pueden estar en franca contradicción.


Si se consigue introducir esa conciencia y se somete a crítica en las instituciones sociales, es posible mejorar. De otro modo, el papel de los medios es muy pobre porque por cada noticia correctamente enfocada tendremos miles que siguen ahondando en el sexismo. La sociedad es un sistema y los medios son parte de él, como todas las otras instituciones (familia, educación...) que transmiten informaciones con las que nos forjamos. La sociedad solo se transforma si se despierta en ella el deseo de cambio desde la conciencia de su imperfección. Es la crítica la que nos sacude y nos impulsa a abandonar nuestros defectos. En esto, el papel de las ficciones (o cualquier otro tipo de discurso, como la Publicidad) es también importante en la medida en que son los que nos permiten a través de ellas entender el mundo. Todos los discursos son reelaboraciones diversas de un discurso cultural central del que se impregnan. Ese discurso es el fundacional, el que implícitamente establece el origen de las relaciones sociales y las primeras son las de la pareja y después la familia. Sobre ese modelo patriarcal se construye la sociedad. La democratización de las sociedades representa el paso de una sociedad desigual a una igualitaria. Es un proceso lento y conflictivo.
El tercer aspecto que me interesa resaltar es el papel del ciberespacio. En el debate expresé el problema que supone equiparar los medios tradicionales con los medios que se desarrollan a través de las redes. Creo que se comete un  error cuando se equiparan los medios tradicionales y su función con la realidad que ha surgido, profundamente diferente, a través de las redes. Hace muchos años escribí algo que considero que sigue siendo cierto: El ciberespacio no es un medio, sino un universo, un espacio social de convivencia. Que en ese espacio hayan surgido sus propios "medios" no implica que sean lo mismo.
En las nuevas generaciones (los llamados nativos digitales), los medios tradicionales han perdido influencia y muchos ya no se exponen a ellos en ninguno de sus formatos tradicionales (televisiones generalistas, periódicos, emisoras de radio...). Son consumidores de información en un universo sin reglas (o donde cada uno decide las suyas). La violencia de género, el racismo y la xenofobia, etc. puede circular con menos cortapisas. Basta con pensar las complicaciones legales que tienen las compañías que dan soporte a las redes para eliminar las páginas, vídeos, podcast, etc. que vayan contra las reglas generales de convivencia. Piensen en la dificultad de borrar los mensajes de los grupos terroristas como para pensar en la eliminación de millones de textos, vídeos, etc. de índole sexista. He visto muy pocas veces el "este vídeo ha sido borrado por incitación al odio".


Las consecuencias de la exposición a este espacio de tan bajo nivel de control y autocontrol hace que muchos de los comportamientos rechazados en los medios convencionales (sometidos a las leyes, a los códigos deontológicos y hasta a los libros de estilo) se refugien en ella. Allí encuentran refuerzo y desahogo los que se sienten incómodos o afectados por las críticas al sexismo (o al racismo y la xenofobia, por poner dos ejemplos claros y actuales). Se puede uno plantear corregir la actitud de los medios convencionales, pero es una labor imposible tratar de corregir lo que se publica en el ciberespacio porque se enfrenta uno a millones y millones de discursos de los que se desconoce casi todo si así se desea.
La forma de combatirlo es considerar que las personas que difunden esos mensajes, como todos los demás, pasan por instituciones —la educación, como señalamos anteriormente— sobre la que debe recaer la fuerza de la transformación. Si la educación no funciona al tratar de reducir el sexismo y la violencia de género, difícilmente se tendrán profesionales o receptores sensibles al problema y capaz de plantearlo. El sistema educativo es el más grande medio de comunicación jamás inventado, por eso es el que hay que cuidar para evitar que luego haya que corregir demasiado. Las sociedades más avanzadas desde la perspectiva del género disponen de los buenos  y eficaces sistemas educativos. No se trata de trasmitir solo conocimientos, sino también de formar ciudadanos para la sociedad, que debe tener aspiraciones de mejora.
La última preocupación que manifesté fue sobre la globalización y la percepción diferente de los mensajes en sociedades distinta. Lo que puede parecernos un mensaje progresista puede ser percibido de forma muy diferente en otras sociedades.


La perspectiva introducida por la periodista, investigadora y activista Sahar Talaat sobre los países musulmanes fue en este sentido muy interesante porque permitió comprender a los asistentes la diversidad de los problemas en diferentes niveles. La cuestión del género presenta unas perspectivas diferentes a otras culturas y los grados y cifras de violencia, incluso las formas que adopta, son diferentes. Es muy importante que los medios y los profesionales informen correctamente y no a través de estereotipos de la cuestión cultural de género. Una de las tareas o compromisos de este blog es precisamente con esa cuestión. La universalidad de la violencia adquiere formas específicas junto a otras comunes. El diálogo intercultural es también importante en las cuestiones de género, por lo que la información no debe acumular malentendidos sino tratar de explicar las circunstancias de algo que ejerce la violencia del estereotipo exótico sobre las personas. Padecen la violencia en sus espacios y el malentendido en los otros. Para ello, son esenciales profesionales bien formados en las culturas de las que informan.
La complejidad de la información sobre la violencia de género es grande. Por eso, días como el de ayer en el que se reflexiona sobre ello son importantes. Debates como los celebrados ayer son muy necesarios.
Gracias a Javier, Sahar y Carlota y a la organizadora, Isabel.





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