jueves, 28 de julio de 2016

El aspirante bocazas o ... y ellos se juntan

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El personaje que faltaba por salir a la luz en las primarias norteamericanas era Vladimir Putin. Digo "por salir a la luz" porque, en realidad, ha estado presente en gran parte de ellas como un referente para Donald Trump, que lo ha presentado como la cara triunfante de un perdedor en la arena internacional, Barack Obama. A este grado de degeneración ha llegado Trump y el partido republicano en su odio hacia Obama, un odio que se ha ido manifestando y acrecentándose en el intento de hundir cualquiera de sus decisiones o proyectos hasta llegar a convertir las cámaras  políticas en maquinarias de bloqueos permanentes.
Muchos analistas de la política norteamericana se preguntan hoy cómo ha sido posible llegar a tener a un Donald Trump como candidato a la presidencia de los Estados Unidos y si realmente han pensado lo que sería su mandato para el país y para el mundo.
Las imágenes que ayer nos ofrecían los medios de un Trump dirigiéndose a Rusia para que saquen a la luz los borrados correos electrónicos de Hillary Clinton merecerían ser una escena de una sátira de Stanley Kubrick con el candidato republicano como protagonista. 


Trump está reinterpretando las relaciones con Rusia como una especie de absurdo a la carta. Ha cambiado la "guerra fría" por el "granizado", una especie de frivolidad veraniega, dando pie a la entrada de Putin y Rusia por alusión en la campaña.
La intervención podría quedar como un chiste de mal gusto (otro más) de Trump de no ser porque ha indicios de que el "hackeo" de los servidores demócratas sí ha sido real, con los rusos tratando de envenenarle la convención a Clinton. Es decir, de nuevo una especie de "Watergate" frívolo, pero con rusos y en digital.
The New York Times titula "Donald Trump Calls on Russia to Find Hillary Clinton’s Missing Emails" y centra el caso:

Donald J. Trump said on Wednesday that he hoped Russian intelligence services had successfully hacked Hillary Clinton’s email, and encouraged them to publish whatever they may have stolen, essentially urging a foreign adversary to conduct cyberespionage against a former secretary of state.
“Russia, if you’re listening, I hope you’re able to find the 30,000 emails that are missing,” Mr. Trump said during a news conference here in an apparent reference to Mrs. Clinton’s deleted emails. “I think you will probably be rewarded mightily by our press.”
Mr. Trump’s call was another bizarre moment in the mystery of whether Vladimir V. Putin’s government has been seeking to influence the United States’ presidential race.
His comments came amid questions about the hacking of the Democratic National Committee’s computer servers, which American intelligence agencies have told the White House they have “high confidence” was the work of the Russian government.*


Cualquier acusación mantenida contra Hillary Clinton por la cuestión de la seguridad por el uso de servidores privados queda como naif al lado de la irresponsabilidad de Trump. Pero la cuestión es cómo se percibe esto por los fascinados seguidores de Trump, guiados por ese odio redirigido hacia Clinton. La cuestión no es baladí, sino una muestra más del clima irracional que se vive en la política.
Las dos breves frases dichas por Trump deberían ser suficientes para invalidarle como candidato ante el electorado norteamericano. Sin embargo no será eso lo que ocurra, de la misma manera que disculpado el obvio plagio del discurso de Michelle Obama por la señora Trump. El corta y pega es un mal muy extendido.


Los periódicos importantes resaltan la gravedad del hecho en términos muy similares. The Washington Post titula "Trump invites Russia to meddle in the U.S. presidential race with Clinton’s emails"** y nos trae las reacciones del presidente Obama:

President Obama, who was scheduled to address the convention on Wednesday night, told NBC News in an interview on Tuesday that Russia could be working to influence the election.
“What we do know is that the Russians hack our systems, not just government systems but private systems,” Obama said. “What the motives were in terms of the leaks, all that — I can’t say directly. What I do know is that Donald Trump has repeatedly expressed admiration for Vladimir Putin.”
Clinton campaign manager Robby Mook responded to Trump’s Wednesday comments with a tone of disbelief, telling reporters that the apparent hacking was “a national security issue.”
“It appears the Russians did steal these emails from the DNC,” Mook said at a lunch sponsored by the Wall Street Journal. “It appears as if they were active in releasing them for the purpose of hurting the campaign.”**


Las republicanos niegan que haya evidencias de que los rusos hayan "hackeado" los servidores demócratas y liberado los correos que mostraban las discrepancias con Bernie Sanders y el apoyo a Clinton. Esos correos han levantado la ira de los seguidores de Sanders contra el Partido Demócrata t contra Hillary Clinton.
Pero con independencia de la capacidad probatoria del hecho por los servicios secretos norteamericanos, lo cierto es que el escándalo es doble y nadie puede librar a Trump de la parte que le corresponde al pedir a Rusia que lo haga, tanto si lo ha hecho como si no.
Hay otros indicadores del despropósito político que representa Trump. Donald Trump —como recordaba Barack Obama— se ha proclamado repetidas veces como admirador de Putin, lo que debe encantar a este, con el fino humor que le caracteriza.
Pero la cuestión de la elección de Trump no se queda solo en USA. Euronews nos contaba ayer el encuentro entre las autoridades de Austria y Hungría:

El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, se coló en el encuentro que han mantenido los jefes de Gobierno de Hungría y Austria.
El húngaro, Viktor Orbán, ha mostrado su apoyo a Trump y ha asegurado que su política exterior y de inmigración es buena para la Unión Europea. Algo que no comparte su homólogo austríaco, Christian Kern:
“Puede que haya cuestión en la que no estamos de acuerdo Orbán y yo, en Donald Trump. Estoy seguro de que solo hay una cosa que podemos aprender de él: un hombre nunca debería teñirse el pelo”.
Orbán no pudo evitar esbozar una sonrisa. El primer ministro húngaro ha sido el primer líder europeo que ha dado su apoyo públicamente a Donald Trump:
“La política exterior de los demócratas es mala para Europa y fatal para Hungría. Por otro lado, la política anunciada por Trump y los republicanos, en materia de inmigración y política exterior, es buena para Europa y para Hungría significa la vida”.***


La línea representada por Putin, Orbán o Trump y algunos colegas más empiezan a constituir una seria preocupación. El atractivo de este tipo de personalidades parece ser el desafío que el siglo XXI tiene para los sistemas de libertades.
Son múltiples los estudios y ensayos que teorizan sobre el desgaste de la democracia liberal, un modelo que consideran decimonónico y no acorde con los nuevos tiempos. Lo malo es que las alternativas que se ofrecen no son precisamente del siglo XXI sino de un caduco proteccionismo populista y nacionalista que busca liderazgos carismáticos en las figuras de "hombres fuertes" que son capaces de maniobrar con astucia en los campos internacionales y nacionales transformando la sociedad y sus instituciones en instrumentos al servicio de la conservación del poder. 


Es un modelo autoritario y populista, emocional y tradicionalista, que considera los derechos humanos como una utopía débil. El modelo se asienta con figuras como las señaladas de Putin, Trump y Orbán, pero podría extenderse a otros como Erdogan, que está dando ejemplo estos días de lo que es su idea de estado y de funcionamiento del poder bajo su mano.


En Policy Review se preguntaban directamente "Is Hungary’s Viktor Orban a miniature Vladimir Putin?" en julio de 2014 tras escucharle en una gloriosa definición de lo que se estaba creando en Hungría:

“The new state that we are building in Hungary today is not a liberal state. It doesn’t deny liberalism’s basic values such as freedom but doesn’t make it a core element. It uses a particular, nationalist approach.” Last Saturday’s (26 July) grandiose speech was intended by the Hungarian Prime Minister Viktor Orban to mark a clear turning point from the liberal democratic model to a more nationalistic authoritarian one which he intends to be highly corporatist in nature, writes Tim McNamara, our chief political correspondent.
Interestingly, Orban, in a nod to pan-nationalism, chose to make his speech to a gathering of ethnic Hungarian leaders in the Romanian town of Baile Tusnad, (Tusnádfürdő in Hungarian). Most of the attendees, if not all, would have been Romanian residents in possession of Hungarian passports. Like Putin with expatriate Russians, Orban sees the value of drawing closer ethnic Hungarians in the ‘near-abroad’.
The creation of a siege mentality in Hungarian political life, based on populist nationalism, is a deliberate strategy employed by Orban and his cohorts. Citing the ‘exceptionalism’ of the Hungarian people, he paints Brussels and Washington as conspiracists against his nation. He uses the threat of the ‘other’ both externally and internally, brooking no opposition from his political opponents. Even with 66% of the votes in Parliament (based on a mere 44% of the popular vote), he still wants to grind his political opponents into the dust.
Like Putin, he has systematically changed the media landscape to squeeze out unfriendly media outlets. Through a process of intimidation, buy-outs and selective taxation changes the Hungarian media is now a pliant and overwhelmingly sympathetic to Orban’s party Fidesz. In a remarkably similar move to what has happened in Russia, a recent OSCE report revealed that there was a “significant bias” towards the ruling party and that an increasing number of media outlets are owned by people associated with Fidesz.****


La visita del presidente El-Sisi a Hungría fue el único recuerdo agradable que se pudo traer de Europa. Allí encontró en Viktor Orbán la admiración por el papel de los militares al frente del país y las ventajas del autoritarismo. Orbán recordó sus tiempos militares y su añoranza de los uniformes.
La descripción del modelo de Estado al que aspiran no puede ser más clara: las libertades no son algo prioritario. Ellos deciden, por supuesto, lo que son libertades y quién debe tenerlas en cada momento.
Esto no es el futuro; es el pasado y se llama "fascismo". Es el desmantelamiento progresivo de cualquier crítica o contestación, ir fabricando un terreno de juego en el que no haya vuelta atrás, en el que el poder se perpetúe en la persona o en el partido. Es lo que está haciendo Orbán en Hungría y está rematando violentamente Erdogan en Turquía.


La Rusia de Putin ya lo ha hecho: allí mueren los opositores, por polonio o por un tiro junto al Kremlin; son encarcelados por jueces temerosos de oponerse al poderoso aparato. La Turquía de Erdogan lo ha hecho de forma acelerada, acabando con los medios independientes, los profesores universitarios, los jueces, etc. La excusa se la han puesto en bandeja, pero el proceso no es nuevo.
El admirador de Putin, Donald Trump, pide su intervención en la campaña norteamericana. Putin se divierte con ello. También se ha divertido con sus otros admiradores europeos, como Nigel Farage, Marine LePen o Geert Wilders entre otros que tienen a Putin como modelo de referencia.
Orbán desmantela los medios de información como lo hacen Erdogan y Putin. Se hacen con los medios oficiales y los amigos le compran los privados. Solo queda su figura fuerte en el panorama. Cualquiera que se les oponga será acusado de servir a intereses extranjeros y declarado "enemigo del pueblo".


La proliferación de este modelo en el panorama internacional es un peligro cada vez mayor y requiere de una crítica consistente. Un Trump en la presidencia de los Estados Unidos es una perspectiva impensable no hace demasiado tiempo y que nos muestra cómo se está produciendo un deterioro del modelo democrático, que se podrá criticar lo que se quiera  —una de sus virtudes— y del modelo de liderazgo. Pero no se ven alternativas en los populismos que fraccionan a las sociedades sin resolver problemas, debilitan los medios que pueden criticarlos y destruyen la oposición. No son buenos sistemas; solo sistemas en los que no se puede decir que van mal. Es distinto.
La petición de Donald Trump de que Rusia espíe al Partido Demócrata y a la candidata rival debería poner sobre aviso a los electores norteamericanos de lo que puede ocurrir en el futuro. En el mejor de los casos, tener un bocazas por presidente; en el peor..., mejor no pensar.


* "Donald Trump Calls on Russia to Find Hillary Clinton’s Missing Emails" The New York Times 27/07/2016 http://www.nytimes.com/2016/07/28/us/politics/donald-trump-russia-clinton-emails.html
** "Trump invites Russia to meddle in the U.S. presidential race with Clinton’s emails" The Washington Post 27/07/2016 https://www.washingtonpost.com/politics/trump-invites-russia-to-meddle-in-the-us-presidential-race-with-clintons-emails/2016/07/27/a85d799e-5414-11e6-b7de-dfe509430c39_story.html
*** "HEMOS APRENDIDO ALGO DE TRUMP: UN HOMBRE NO DEBERÍA TEÑIRSE EL PELO" Euronews 27/07/2016 http://es.euronews.com/2016/07/27/hemos-aprendido-algo-de-trump-un-hombre-no-deberia-tenirse-el-pelo

**** "Is Hungary’s Viktor Orban a miniature Vladimir Putin?" Policy Review julio/2014 http://www.policyreview.eu/is-hungarys-viktor-orban-a-miniature-vladimir-putin/







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