lunes, 30 de mayo de 2016

Los amigos árabes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Duro editorial de The New York Times contra los hasta ahora, que sepamos, amigos de Estados Unidos: Arabia Saudí. Lo que señala el diario es uno de los secretos a voces peor guardados de la historia: la financiación del extremismo religioso y su expansión por el mundo islámico.
Esta vez el editorial señala el caso de Kosovo, lugar que ha mandado más yihadistas a combatir en términos relativos que cualquier otro lugar. Se queja el editorial de que lo conseguido por la política norteamericana se ha venido abajo por la contra influencia saudí. Los saudíes, por decirlo así, han aprovechado el paraguas norteamericano para hacer antioccidentalismo y promover su presencia ideológica y económica después en aquellos países que les interesa controlar.
Señala en su inicio el editorial del periódico norteamericano:

Saudi Arabia has frustrated American policy makers for years. Ostensibly a critical ally, sheltered from its enemies by American arms and aid, the kingdom has spent untold millions promoting Wahhabism, the radical form of Sunni Islam that inspired the 9/11 hijackers and that now inflames the Islamic State.
The latest chapter in this long, sorrowful history involves tiny Kosovo. With a population of only 1.8 million people, Kosovo has sent more of its young people per capita than any other country to fight and die in Iraq and Syria. Since 2012, some 314 Kosovars have joined the Islamic State, including two suicide bombers, 44 women and 28 children. Even Belgium, widely seen as a hotbed of extremism after the attacks on Paris and Brussels, lags behind it in the recruitment rankings.*


Más allá de las cifras y del propio Kosovo —al que está dedicado el editorial— están los hechos conocidos por todos los que quieren conocerlos: el Golfo, con Arabia Saudí en el centro, es el motor ideológico y financiero del terrorismo, el creador de la ideología reaccionaria que impide el desarrollo de un islam moderno que dé el salto más allá de las cadenas que lo mantienen en regresión continua.
Durante décadas, el Reino ha utilizado la protección de Occidente para actuar contra Occidente en una política de astucia característica que tiene en el otro lado la ceguera interesada de los que no lo han querido ver porque afectaba a sus intereses.
Convertido en un problema mundial, los hijos sembrados son difíciles de controlar dentro de una estructura tan abierta y peculiar como es el mundo islámico radical, siempre esperando la llegada de un líder que ayude a vencer las carencias de las promesas doctrinales incumplidas en la Historia. Siempre habrá personas dispuestas a recibir el mensaje de la ira que les explique porque el mundo no funciona como ha sido prescrito y es guiado por los infieles. Se trata de transmitir la idea de que es posible enderezar el mundo de su infame estado y llevarlo, a sangre y fuego, hacia el estado de perfección prometido.


Frente a los que les gusta responsabilizar a Occidente del desastre de Oriente Medio, creo que el estado actual es más fruto de los intentos de controlar lo incontrolable mediante el liderazgo ideológico basado en una mezcla de doctrina y dinero.
Pero donde se ha puesto la semilla, no es fácil erradicar las malas hierbas. Señala el editorial de The New York Times:

The 9/11 attacks quickly clarified the dangers. Several Saudi organizations in Kosovo were closed, and the Saudi government, which appears to have reduced its aid to Kosovo, now insists that it has imposed strict controls on charities, mosques and clerical teachings. Even so, Kuwait, Qatar and the United Arab Emirates have increased funding for Islamic hard-liners in Kosovo.
The Sunni Arab states still do not seem to understand the extent to which extreme versions of Islam imperil them as well. Although the Saudi royal family relies on the Wahhabi clerics for their political legitimacy, the Islamic State accuses the monarchy of corrupting the faith to preserve its power. Since 2014, there have been 20 terrorist attacks in the kingdom, many staged by ISIS.*

Son esas líneas finales las que marcan el ciclo en el que en una primera etapa se recibe ayuda, se alcanza desarrollo y poder en la segunda y finalmente se vuelven contra la mano que les alimentó. La carrera por la pureza doctrinal tiene siempre estas características. El conflicto entre los líderes religiosos y los políticos ha marcado el desarrollo histórico islámico en el que los que ocupan el poder son atacados por su falta de piedad. El gobierno saudí se ha blindado fomentando una ideología y manteniendo sus propios defensores. Ha hecho algo más: ha exportado ideología, su versión retrógrada del islam, a otros lugares. La pobreza de la mayoría de los países musulmanes ha hecho que los que tenían dinero pudieran invertirlo en financiar proyectos o grupos para conseguir la influencia que eleve su posición.
Hoy el ciclo se cumple y el Estado Islámico arremete contra quienes están en su origen. Les interesa actuar contra Occidente, pero saben que eso les servirá de muy poco si no tienen un objetivo doméstico que es la implantación de su propio espacio, que es lo que el estado Islámico ha incorporado como proyecto propio. La recuperación del Califato implica una política de dominó en la que la caída de una ficha será un impulso importante para la siguiente. Y el mensaje es fácil de entender: las fichas son todos los países que han traicionado al islam, empezando por Arabia Saudí, una monarquía corrupta y aliada de los enemigos. Atentar contra Occidente no hace avanzar hacia el objetivo, que es territorial. Y es ahí donde comienzan las preocupaciones de los estados que hasta el momento pensaban que no estarían en el punto de mira. Pero ahora lo están de forma prioritaria para la consecución del espacio, que hay que ir recuperando poco a poco y con gran esfuerzo.


Cualquier interpretación ideológica, económica, política, etc. que prescinda de este hecho estará falta de sentido y será incompleta. El horror de lo que la implantación de la doctrina conlleva en la realidad es suficiente como para comprender la situación desesperada de muchos de los que huyen de las zonas. Muchos de los que se quedan, en cambio, son hijos de la doctrina de vuelta a los orígenes que se ha estado financiando desde países que ahora se ven amenazados. El wahabismo es expansivo e intransigente con los desvíos o la apostasía, que merece la muerte. Es una vía muerta hacia el pasado; la negación de la libertad de conciencia o la convivencia con otros. Dar el salto a la violencia es solo un salto lógico, un paso más implícito en el programa. La intransigencia retrógrada que el Reino mantiene entre sus fronteras, se exporta en las mentes de quienes son instruidos en su doctrina. Hoy el monstruo que han creado se vuelve contra ellos.
La vuelta de Egipto hacia Arabia Saudí es problemática. En primer lugar por el orgullo egipcio, que ha sido pisoteado una y otra vez por el dinero y la prepotencia saudí. Que tras la revolución del 25 de enero de 2011 y el golpe de estado de El-Sisi en 2013, Egipto haya girado hacia las fuentes económicas saudíes es probablemente una consecuencia del contradictorio programa político. Que se justifique un golpe de estado para librarse de los islamistas para caer en manos del dinero saudí y su influencia parece un absurdo. Lo es, pero no significa que no tenga su propia lógica.
The Washington Post trae hoy mismo un artículo firmado por Jackson Diehl, editorialista del periódico, con un título claro: "America gives Egypt free armored vehicles. Egypt gives America a slap in the face". Podemos encuadrarlo dentro de la misma oleada de reacciones que el editorial de The New York Times que acabamos de comentar. Ambos artículos hablan del extraño comportamiento de los "amigos" musulmanes respecto a los Estados Unidos y sus políticas hasta el momento. Se señala en el artículo:

This month, the United States delivered the first batch of 762 Mine Resistant Ambush Protected (MRAP) vehicles to Egypt free of charge. That’s on top of the $1.3 billion in military aid the Obama administration has allocated to the regime of Abdel Fatah al-Sissi this year. The White House refuses to condition these gifts on an improvement in Egypt’s horrendous human rights record. So herewith a more modest proposal: Obama should ask Sissi to publicly explain how the MRAPs fit into the “fourth-generation war.”
Most people are unfamiliar with that esoteric term — unless they have been following the rhetoric of Egypt’s military leaders since the coup of 2013. Fourth-generation warfare, Sissi once explained to cadets at Egypt’s military academy, occurs when “modern communication channels, psychology and the media are . . . deployed to create divisions and harm Egypt from within,” according to the website Mada Masr.
Who is the enemy in this war? According to the Egyptian military, that would be the United States — the same country providing the army with those free armored vehicles and billions in aid. In March, the Defense Ministry’s Nasser Military Academy briefed the parliament about fourth-generation warfare. According to the outline, reported by Mada Masr, the subjects included “Egypt’s defense strategy and Western plans to divide the Middle East.”
Pro-regime propagandists are far more explicit. “Most civil society organizations” in Egypt “work to demolish the state through fourth generation warfare for a few dollars,” wrote Charl Fouad El Masry in Daily News Egypt in January. Amr Ammar, a frequent guest on state television, has written a tome explaining how Egypt’s 2011 popular revolution was actually a U.S. plot to destroy Egypt for Israel’s benefit. He calls it “the Hebrew Spring.”
Some might dismiss this anti-American ranting as harmless rhetoric for internal consumption. In fact, it is not. We know that because the military has been acting on its theories. Among other steps, it has launched an offensive against those allegedly dollar-supported nongovernmental organizations. In March, prosecutors reopened a 2011 court case against a number of human rights groups, banning their leaders from leaving the country and asking a judge to freeze their personal assets.**


Todos estos temas han sido desarrollados aquí desde hace mucho tiempo y sorprende que sea ahora cuando la administración norteamericana y la opinión pública empiezan a cuestionarse en qué consiste la amistad y porqué es asimétrica.
La razón es muy sencilla y de orden histórico y cultural: ningún gobierno de la zona va a decir una palabra en favor de Occidente mientras le sea contraproducente y le sea, en cambio, rentable decir lo contrario. Egipto hace lo que han hecho otros muchos antes que ellos: pone la mano (es el segundo receptor económico después de Israel) y después agita el puño desde el balcón para solaz de la multitud.
Lo ocurrido con Arabia Saudí, que se ve acusada de corrupción y de servir a Occidente por los puristas es lo que ocurre con todos los dirigentes árabes. Hasta los movimientos revolucionarios tienen que mostrar su antioccidentalismo. Tamarod (Rebelde), el movimiento juvenil revolucionario, que recogió más de 20 millones de firmas para pedir la salida de Morsi del gobierno y la convocatoria de nueva elecciones llevaba en esa misma carta que se firmó la propuesta de ruptura militar con los Estados Unidos. No se habla mucho de ello, pero así fue.


La embajadora de los Estados Unidos, Patterson, tuvo que ser retirada porque se la consideraba un agente islamista al servicio de los Hermanos Musulmanes en el poder entonces. La idea de que Barack Obama era un financiador del terrorismo islamista —por absurda que parezca— está en la mente de Oriente Medio como una verdad incuestionable. Su fotografía convertido en Bin Laden ha presidido cientos de manifestaciones.


Aquí hemos ironizado sobre la "esotérica" 4GW del presidente El-Sisi calificándola de "autoguerra psicológica" que el propio El-Sisi aplica a su pueblo para manipularlo. El resultado final es ese hipnótico "solo escúchenme a mí" con el que les dirige hacia el pensamiento único convirtiendo en conspiración cualquier crítica.
Ahora —¡ahora!— se dan cuenta que una cosa son los intereses norteamericanos y otra las libertades y los derechos humanos. Ahora se dan cuenta que haber estado apoyando a gobiernos —Egipto o Arabia Saudí— sin exigirles un compromiso con los derechos humanos era el más eficaz semillero de antiamericanismo creado por los Estados Unidos. Han conseguido que los que les odiaban le siga odiando porque son islamistas y han conseguido —y esto es lo peor— que nadie de los que defienden los derechos humanos y la democracia en el mundo árabe quiera saber nada de los Estados Unidos en particular y de Occidente en general. Ese es el brillante resultado de décadas de incomprensión de la realidad por la ceguera histórica.
Como segundo efecto, han provocado además el debilitamiento de los demócratas y reformistas que prefieren la soledad antes que ser considerados "pro occidentales". Esto lo han padecido y lo padecen, por ejemplo, las feministas a las que basta con acusarlas de ser agentes occidentales para descalificarlas por una supuesta conspiración para destruir a las familias árabes. Se lo han puesto muy fácil.
El artículo de The Washington Post incide en estas cuestiones —viejas cuestiones, demasiado tarde— sobre la política antiliberal desarrollada por el gobierno de El-Sisi, el que recibe ese material militar gratuito:

Observers of Egypt might wonder why Sissi, who claims to be fighting the Islamic State and other Muslim extremists, would devote himself to prosecuting secular human rights activists as well as journalists and left-wing politicians who despise jihadism. The answer is simple: It’s all part of fighting the fourth-generation war. The ultimate enemy in this war is not Sunni extremism but Western liberalism — headed by the United States.
As the Egyptian generals see it, they use the tanks and mine-resistant vehicles and F-16s supplied by Washington to fight the Islamic State on one front, in the Sinai Peninsula. Meanwhile, they direct their intelligence services and prosecutors to assault America’s subversive agents in Cairo. There is no contradiction, so long as the U.S. administration doesn’t object and the military aid isn’t endangered. And the Obama administration doesn’t object. In fact, it has asked Congress to remove all political and human rights conditions on military aid to Egypt in next year’s budget.
The problem with this is that U.S. support of the Egyptian military is serving to destroy U.S. relations with Egypt. Secular supporters of democracy and human rights, our natural allies, are being crushed. Meanwhile, Egyptians are being fed propaganda describing the United States as the sponsor of a massive plot to divide and destroy the country. From Washington’s point of view, it seems like a poor return on one of the largest aid packages in the world.**

En alguna ocasión hemos calificado al presidente Obama como "el presidente peor asesorado del mundo". Hemos comentado cómo pasó de ser recibido como un héroe en el salón de conferencias de la Universidad de El Cairo a ser convertido en un ¡símbolo del terrorismo islámico! e apenas tiempo. Si esto no es 4GW del bueno...


Hoy, desde los dos diarios más importantes e influyentes de los Estados Unidos,  los norteamericanos se preguntan con asombro sobre el comportamiento de sus "amigos árabes". No lo entienden y no lo entenderán. La diplomacia comercial ha sustituido a la de los "principios" e ideales. Han perdido la ocasión de mostrarse ante el mundo como lo que el mismo periódico les recrimina: siguen entregando material militar gratis a un país donde se expulsa, detiene y tortura a las personas comprometidas con las libertades que los americanos disfrutan. No se les pide nada a cambio ni se interesan por el destino de las personas encarceladas o desaparecidas. Silencian el hecho de que el propio gobierno extiende la idea de que el terrorismo es un invento norteamericano para dividir a Oriente Medio.
Cuando Obama se vio criticado por ambas partes, los islamistas de Morsi y los anti islamistas de El-Sisi, se encogió de hombros y debió pensar que "los árabes están locos. Sin embargo, ambos bandos sabían muy bien lo que hacían: buscaban poner a la opinión pública de su lado mostrando que eran derribados  por los americanos. Que los dos responsabilizaran a los Estados Unidos y Occidente no era casual. Ahora es un lugar común y hasta el Papa copto lo puede repetir en cualquier entrevista sin ninguna duda, "Occidente quiere destruir Oriente Medio, dividir a Egipto...", etc. Es un dogma de fe.


Hoy los gobiernos de Egipto y de Arabia Saudí se encuentran más próximos que nunca. También más alejados del amigo americano, al que usan como enemigo exterior para mantener sus políticas internas. Meten al Estado Islámico y a los Estados Unidos en un mismo escenario interpretando un número imposible que los espectadores deben imaginarse. Y muchos lo hacen sin duda. Todos los gobiernos tratan de aparentar la virtud que el Estado Islámico y demás grupos reclaman para ellos. Para ello hay que distanciarse del Satán occidental, al que se responsabiliza de todas las desgracias pasadas, presentes y futuras. El episodio de la entrega de las islas egipcias de Tiran y Sanafir ha levantado una ola anti saudí, pero —han dicho las autoridades religiosas— ya está previsto en el Corán, como el encuentro de higos y aceitunas. Curiosamente, la explicación de los que se oponen es que se hace para favorecer a Israel, con quien los saudíes, dicen, tienen una alianza, aunque los firmantes de los acuerdos de paz sean los egipcios. Y tras Israel, por supuesto, estarían los Estados Unidos. Todo regresa al mismo punto.


The New York Times se pregunta qué ha fallado con los saudíes, por qué fomentan el terrorismo que les ataca. The Washington Post se pregunta por qué el régimen de El-Sisi, el presidente mismo, les explica a los egipcios que Estados Unidos intenta destruirlos mientras recibe material militar y apoyo logístico sin problemas.
Las respuestas son sencillas, pero a veces los árboles no nos dejan ver el bosque.  Desde luego no ha sido el principio de una gran amistad; quizá haga falta un Graham Greene a la altura de los tiempos para explicarlo.


 * "The World Reaps What the Saudis Sow" The New York Times 27/05/2016 http://www.nytimes.com/2016/05/28/opinion/the-world-reaps-what-the-saudis-sow.html

** "America gives Egypt free armored vehicles. Egypt gives America a slap in the face" The Washington Post 29/05/2016 https://www.washingtonpost.com/opinions/america-gives-egypt-free-armored-vehicles-and-money-egypt-gives-america-a-slap-in-the-face/2016/05/29/b4f5376c-235b-11e6-8690-f14ca9de2972_story.html






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