domingo, 22 de mayo de 2016

Esquirlas de tiempo o sobre el Fotoperiodismo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La sección de Cultura del diario El País trae una entrevista con el ganador del Premio Princesa de Asturias 2016, el norteamericano James Nachtwey por su trabajo en un campo que hoy llamamos "fotoperiodismo".
Como actividad informativa el Fotoperiodismo es equidistante del periodista y del fotógrafo de prensa, a la vez que los sintetiza en sus funciones. La separación anterior entre el que contaba y el que mostraba, entre el periodista y el fotógrafo que ilustraba lo dicho se ha desvanecido por distintas circunstancias de diferente orden. Unas son tecnológicas, otras de orden cultural y finalmente semióticas.
Entre las primeras, sin duda, el gran progreso de las tecnologías de las comunicaciones y los avances en el campo digital han extendido el uso de la fotografía por su mayor inclusión por abaratamiento de la impresión en las ediciones digitales de los medios.


Las culturales tienen que ver con esta expansión de la imagen en nuestro mundo actual, mucho más presente en todos los campos. Se ha hablado del "pictorical-turn" precisamente como un "giro" hacia una nueva forma de imagen, tanto en su construcción, como en su intencionalidad y formas de interpretación. En su artículo titulado "From the Linguistic Turn to the Pictorial Turn — Hermeneutics Facing the ‘Third Copernican Revolution’" (2013)*, Alberto Martinengo, de la Universidad de Turín, plantea algunos problemas de este cambio de la imagen hacia nuevas formas, en lo que siguiendo al filósofo W.J.T. Mitchell llama "imagetext" (“composite, synthetic works (concepts) that combine image and text”, cit. Martinengo 303). En su trabajo, que realiza desde el marco teórico de la hermenéutica de Paul Ricoeur, Martinengo cita a Mitchell en su descripción de ese nuevo giro hacia la imagen:

Whatever the pictorial turn is, then, it should be clear that it is not a return to naive mimesis, copy or correspondence theories of representation, or a renewed metaphysics of pictorial ‘presence’: it is rather a postlinguistic, postsemiotic rediscovery of a picture as a complex interplay between visuality, apparatus, institutions, discourse, bodies, and figurality (Mitchell, 1994, p. 16, my emphasis). (cit. Martinengo 309)**

Si bien la imagen ha cumplido diversas funciones simbólicas a lo largo de la Historia, asignadas en el interior del sistema de representación de cada cultura, la aparición de la fotografía marca un punto específico entre la mirada, la realidad y el texto resultante debido a la mediación tecnológica. La fotografía pasa a cumplir funciones memorialistas y documentales y se inserta en el naciente sistema cultural de medios incorporándose a la prensa, que había vivido sin ella o con la incorporación de grabados. Los avances tecnológicos en la captación de imágenes, el desarrollo de nuevas formas de impresión, etc. favorecen la aparición de nuevas funciones comunicativas.
El "imagetext" es resultado textual del nuevo equilibrio entre palabra e imagen. Requiere planteamientos diferentes a los de una imagen distante de la palabra-narración y nuevas formas de lectura en un universo de expansión de la imagen a través de los medios que ahora se nos muestran interconectados, convirtiéndose en estructuras de soporte de las imágenes.
Los cambios semióticos afectan a la forma de la representación —los elementos significantes— y a la forma de su lectura, que requiere de otro tipo de competencias. La hibridación de los medios conlleva formas de lectura acumulativas: unos medios nos enseñan a leer los textos de otros. Aprendemos lenguajes que pasan de unos soportes a otros.

Eso afecta a la captación de las propias imágenes que se ajustan automáticamente a los lenguajes y estilos comunicativos que pueden ser comprendidos. La imagen no es objetiva sino el resultado de las operaciones de la mirada, que está guidad selectivamente por los filtros de la propia cultura, incluyendo en ella la simple captación de un motivo. No hay mirada distante más que en el doble movimiento de alejamiento hacia un segundo lenguaje que exprese recodificado al primero. Pero sin lenguaje no hay texto, solo caos o azar. Incluso en el azar imponemos un lenguaje a través del fenómeno hermenéutico, como le imponemos formas a las constelaciones para ver en ella centauros y cabras.
A la imagen, que posee un alto valor de impacto emocional, se le añade otro valor en alza: la narratividad, fenómeno estudiado desde diferentes campos y que han concluido en esa fórmula llamada "storytelling", que no es más que la articulación de los discursos abstractos en formas narrativas. También se habla en las últimas décadas de "giro narrativo".
Que la fotografía se pueda convertir en una forma de discurso periodístico no tiene nada de extraño. Lo periodístico no es lo verbal, sino la "información". Hoy en día se entiende perfectamente que la primacía de lo verbal obedecía también a su propio origen y desarrollo, condicionado por el medio impreso. Tan es así que al mundo periodístico lo llamamos en un bonito juego retórico "prensa", en referencia a aquella máquina construida por Gutenberg y que anteriormente servía para presionar las uvas y sacarles el jugo.


La prensa ha informado verbalmente cuando la tecnología solo permitía la palabra. La incorporación de grabados se hizo de la misma manera que se habían incorporado los grabados a los libros. Lo que antes se hacía a mano en los manuscritos, escribir y dibujar, se hizo después mecánicamente. Cuando se pudo incorporar la fotografía al texto, está pasó a cumplir las funciones que cumplían los grabados ampliando el mundo gráfico a todo aquello que podía ser captado por la cámara. Hoy mezclamos información gráfica: fotos, infografía, dibujo, animaciones gráficas,... hasta vídeo, saltando los géneros de discurso.
Durante muchos años las fotografías han "ilustrado" los artículos. Lo han hecho de forma complementaria. La existencia de miles de millones de cámara por todo el mundo ha cambiado el sentido de la palabra información. Hoy vemos el mundo desde donde no lo habíamos visto nunca (véase el post de ayer). Las cámaras se han multiplicado y adaptado a otros dispositivos, lo que nos convierte en captadores y potenciales informadores.
Si el periodista era el que iba allí —donde la noticia ocurría— hoy estamos allí. La abundancia de cámaras ha cambiado el sentido de lo gráfico y de lo gráfico informativo, estableciendo nuevas categorías de imágenes en su relación con aquello que captan y su posible valor.


El fotoperiodista es una reacción a la trivialidad masiva de la imagen. El fotoperiodista estaba allí, consciente de que hay un mundo que narrar. Está allí para todos, pero su mente compone, es decir, capta formas en las que puede ser comprendido a partir de la contemplación de la imagen. Todo el mundo puede estar en el lugar donde ocurre algo, pero la imagen —que puede ser muy poderosa— necesita de algo más que el testimonio mecánico, reactivo al acontecimiento. Necesita de la escritura, concepto muy francés, del estilo, de la mente ordenadora de quien se enfrenta a lo exterior y lo devuelve convertido en esa "imagetext" que es la fotografía.
Habrá fotoperiodistas que se enfrente a mundos más en calma en los que su mirada puede ser más analística: habrá otros, en cambio, en los que el fotoperiodista se enfrente a la inmediatez del acontecimiento, al hecho que ha de atrapar en la forma.
Me gusta la respuesta que da el fotoperiodista James Nachtwey y que cierra la entrevista en El País:

P. ¿Cuándo comprende mejor lo que ocurre en un sitio, cuando dispara con su cámara o cuando procesa las imágenes con más tranquilidad?
R.- Se ha dicho que los periodistas escriben el primer borrador de la historia. Los fotógrafos experimentan las cosas desde el terreno, antes de que nada se haya escrito, y no sabemos lo que va a suceder de un momento para otro. Pero a diferencia de los escritores, nosotros no podemos hacer el segundo borrador. En el caos y la imposibilidad de predecir, solo tenemos un disparo para un determinado momento, antes que este desaparezca para siempre. Es imposible saber lo que significa cada cosa que vemos, debemos improvisar y seguir nuestra intuición, usar nuestros instintos y experimentar y hacer lo mejor posible para conseguir la historia. Pero nunca podemos contarla toda. Solo podemos ofrecer fragmentos y confiar en que esas esquirlas de tiempos contengan algún significado y den algo de luz sobre acontecimientos que, de otro modo, sucederían en la oscuridad.***


"Comprender" es un verbo muy complejo. Es una acción doble, el resultado de la organización de lo que percibimos. Percibir es ya un acto dirigido, aunque sea de forma automática; comprender es el reconocimiento de esa forma que hemos buscado intuitivamente. El fotógrafo es el cerebro tras el objetivo, como el cerebro está tras el ojo. Lo controla y lo enfoca en esa intuición, como señala, Nachtwey, que es conocimiento automatizado.
En efecto, el fotógrafo se lo juega todo en un solo intento. No tiene la posibilidad de una ampliación o rectificación del texto escrito. Eso convierte el fotoperiodismo en arte, no en un arte plástico —también tiene esos valores— sino en un arte informativo, aquel que logra captar el "instante" —como en el Fausto, de Goethe— haciendo que se detenga en un punto en el que se conjugan el hecho y su sentido, el instante y la historia que ha llevado hasta ella, el hecho y sus consecuencias.
Hoy se habla mucho de Fotoperiodismo y muchos periódicos del mundo dedican amplios espacios y secciones diarias o semanales a la narración fotoperiodística. Como todo campo necesita de la reflexión constante para dilucidar cuáles son sus límites y sus esencias. Un mundo de imágenes es un mundo más empático, para bien y para mal. Ya señaló McLuhan los valores racionales de la palabra escrita, también los emocionales de la imagen.


Hoy el mundo se nos cuenta con imágenes. La labor del buen fotoperiodista no es hacer hermosas fotografías, sino explicar lo mejor posible lo que ocurre en el mundo. Ninguna de sus propuestas teóricas puede olvidar ese aspecto que proviene de la función de la propia del Periodismo. El fotoperiodismo necesita de ese ojo intuitivo, de esa rapidez del disparo cuando se ha comprendido en el visor de la cámara lo que puede haber en la imagen. Puede que esa velocidad del disparo fotográfico —el instinto fotoperiodístico— requiera de un análisis posterior que comprenda racionalmente el sentido.
Nachtwey señala el carácter fragmentario de las imágenes, —esas esquirlas de tiempo, como las llama bellamente Nachtwey— y el deseo de que algunas de ellas contengan la esencia del sentido del momento. Serán esas las que después lleguen a los lectores, que las percibirá como "imagetext", como un conjunto articulado.


El Fotoperiodismo está ahí educando nuestra vista, enseñándola a captar los matices que nos permiten la construcción de un significado. El ojo entrenado del fotoperiodista es como el oído educado del escritor, abierto a los discursos mundanos.
Cada profesional, como ocurre con otros campos, elegirá su propio género. No todo son guerras. Hay una vida cotidiana que busca sus contadores en imágenes. La sorpresa causada por la recuperación del legado de fotógrafos ocultos, perdidos u olvidados es que nos abren puertas al mundo del pasado con una vitalidad asombrosa. No se trata de fotografiar grandes acontecimientos, sino de convertir en acontecimiento aquello que a cada instante el tiempo devora para no volver nunca más. 
¡Detente! es el grito que inaugura la era fáustica, la era de la velocidad. Hoy ese grito es el click de una cámara.



* Alberto Martinengo (2013): "From the Linguistic Turn to the Pictorial Turn — Hermeneutics Facing the ‘Third Copernican Revolution’" Proceedings of the European Society for Aesthetics, vol. 5, 2013, pp 302-312.
** WJT Mitchell (1994): Picture Theory: Essays on Verbal and Visual Representation, Chicago: The University of Chicago Press. 
**** "James Nachtwey: “Nunca contaremos toda la historia, solo fragmentos”" El País 20/05/2016 http://cultura.elpais.com/cultura/2016/05/20/actualidad/1463754300_257250.html

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