sábado, 19 de diciembre de 2015

Lo que se dice en USA no se queda en USA o ¡Trump, cierra la boca!

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La campaña electoral norteamericana está teniendo muchos aspectos interesantes en la medida en que es una época de especial sensibilidad, de extrema reacción a cualquiera de las cuestiones que se plantean o producen durante su desarrollo. Esto es así en cualquier campaña electoral, ya que las preguntas que se producen ante situaciones nuevas e imprevistas pueden desbaratar los planes y estrategias. En este sentido, los asesinatos terroristas de San Bernardino han producido una especie de "efecto mariposa". La campaña ha quedado rota en este punto y la necesidad  de reacciones inmediatas han puesto a prueba su capacidad de improvisar. La política no es solo definir estrategias, sino la capacidad de reaccionar ante cuestiones sobrevenidas.
Las reacciones ante la matanza terrorista en San Bernardino han sido estruendosas por parte de candidatos como Trump, cuya respuesta ha obligado a algunos al silencio para no verse arrastrados, mientras que otros han tenido, por el contrario la capacidad de buscar su sitio por encima de la campaña demostrando sensatez.


Aunque muchos se preguntan si la "sensatez" tiene su lugar en una campaña marcada por los excesos de Trump, lo cierto es que el hecho de que en los Estados Unidos vaya por delante en las encuestas a las primarias un personaje como el magnate y presentador de programas concurso es bastante intranquilizador. Esto ha hecho que aumente la exposición a la campaña en países que no van a participar en la campaña pero que —como todos— padeceremos sus resultados. Lo que ocurre en USA no se queda en USA.
La periodista ganadora de un Pulitzer Kathleen Parker publicó ayer en The Washington Post un artículo titulado "Americans must take a stand against our own extremists". Trataba de traer sentido común ante las consecuencias que la campaña está teniendo y podría tener a largo plazo entre todos aquellos que están empezando a sentirse realmente ofendidos por las manifestaciones que los candidatos realizan y que son secundadas por sus seguidores. Escribía Parker:

When President Obama addressed the nation after the terrorist attacks in San Bernardino, Calif., he reiterated the call to resist animus toward Muslims.
This was a familiar message — the same we had heard from President George W. Bush after the 9/11 attacks. We aren’t at war with Islam, both presidents have said, but with an ideology built on distortions (or medieval-minded interpretations) of the Islamic religion.
Even so, many Americans still need to be reminded that Muslims, rather than our enemies, are our friends, neighbors, colleagues, scholars, leaders, doctors, mechanics. They’re our fellow Americans. Even so, we continue to struggle even with the terminology we use to distinguish between everyday Muslims and radicalized terrorists.
This is particularly distressing given that language and communication are so crucial to winning what is in the long term an ideological war. None too soon, we’re beginning to hear reasonable voices rise above the din of nationalistic jargon from some of our lesser, if glaring, lights.
One such voice belongs to Sen. Lindsey Graham (R-S.C.). In his finest debate hour, Graham issued a passionate apology to Muslims for Donald Trump, who has said among other things that we need a ban on Muslims entering the United States.
“Donald Trump has done the one single thing you cannot do — declare war on Islam itself,” said Graham. “To all of our Muslim friends throughout the world, like the king of Jordan and the president of Egypt, I am sorry. He does not represent us.”
Graham then thanked Muslim Americans for their military service to our country. Bravo.*


No medir las consecuencias de lo que se dice en las campañas tiene sus peligros. Los Estados Unidos tienen demasiada confianza en las relaciones entre gobiernos y menos conocimiento y práctica en las relaciones entre "pueblos". La falta de sensibilidad para esto es bastante frecuente. Creen que establecer lazos cordiales es estrechar las manos de políticos y gobernantes. Los insultos y desprecios primero contra los hispanos y posteriormente contra los musulmanes son utilizados por aquellos que desean abrir la brecha cultural y religiosa.
Lo que Kathleen Parker llama "to winning what is in the long term an ideological war" debe ser el objetivo y eso es difícilmente conseguible si se siguen abriendo brechas. Lo que han hecho Donald Trump y sus seguidores, coreándole los exabruptos, es hacer retroceder la política norteamericana en la zona en una medida que no es fácil de establecer.


Cuando el rechazo contra la política norteamericana alcanzó su máximo punto en Egipto por lo que consideraban un apoyo expreso del presidente Obama a la Hermandad Musulmana, recuerdo una pancarta que venía a decir "Amamos al pueblo americano, pero estamos en contra del presidente Obama". Me llamó la atención porque era un ejercicio de sutileza en lo que viene a ser las manifestaciones poco frecuente.
Las descalificaciones contra millones de personas por causa de lo que hacen unos pocos se acaba pagando. Lo hemos señalado muchas veces aquí: los mayores beneficiarios de la islamofobia son los islamistas radicales. Muchos demócratas y laicos de los países árabes, los que representan los auténticos deseos de libertad frente a los autoritarismos religioso y militar, no se acercan a Occidente por temor a ser considerados traidores, al volverse más vulnerables frente a los enemigos que los consideran vendidos o apóstatas.


Este sentimiento de rechazo viene refrendado por las actitudes como las de Trump y los que le imitan en distintos países, incluidos los europeos. Con actitudes así, se despierta el rechazo acumulado durante años por políticas de desprecio a los pueblos y favores a los políticos, los más de ellos corruptos y opresores de sus pueblos. Es fácil construir una imagen negativa de los Estados Unidos cuando sus presidentes han estado estrechando las manos y compartiendo mesa con los que te encerraban y torturaban, con los que te oprimían. En esto la política norteamericana sigue siendo mala y lo que ahora se alienta en la campaña electoral, algo realmente nefasto para el futuro de las relaciones, como bien señala Parker.
La irresponsabilidad de Trump, atacando a hispanos y musulmanes, despreciándolos sin motivo porque no son responsables de lo que unos puedan hacer, no llega a compensarse por intervenciones sensatas como la del senador Lindsay Graham, si bien dicen mucho a su favor. Pero el que insulta siempre tiene más atención que el que se disculpa.


El resto del artículo de Parker es un recuento de diversas manifestaciones en el mismo sentido de lo dicho por el senador Graham: pidiendo disculpas por lo que dice Trump, que no es lo que piensan los demás. La periodista cita hasta los titulares de un periódico gay que ha cubierto su portada con un “To All Muslims: Trump Does Not Speak For Us.”*
Este sentimiento de vergüenza ajena que muchos norteamericanos están empezando a sentir con Trump, sus seguidores y el tono de la campaña republicana, marcado por el primero con sus shows, mueve a muchos a la disculpa. Parker termina su artículo señalando:

These approaches may seem like tiny pebbles tossed into a sea of distrust and fear, but they’ve proved effective often enough that they’re worth a try. Even pebbles cause ripples, and words have a way of spreading.*

En este sentido, también desde aquí —como hemos hecho muchas veces— queremos separar lo que muchos no tienen reparo en juntar para meter dentro del saco el miedo, el odio y el desprecio. Nos interesa hacerlo, además, en los dos sentidos: hacer ver —como se señala en el artículo— que no todos los norteamericanos se identifican con las ideas (o falta de ellas) de Trump y, a la vez, que no todos los musulmanes son los extremistas del estado islámico y otros grupos.


Cuantas más voces sensatas se escuchen frente a los extremistas, mejor para todos. La estrategia de Trump de llamar la atención con declaraciones contra todos aquellos que le puedan producir rentabilidad electoral tiene sus consecuencias en la opinión pública, crea enfrentamientos y promueve la violencia, como ya ha habido casos.
Se pueden decir tantas barbaridades en nombre de Dios como en nombre de los pueblos. Hay que evitar que la violencia verbal se acabe traduciendo en violencia física, en división y enemistad, algo que suele inevitablemente ocurrir.




* "Americans must take a stand against our own extremists" The washington Post 18/12/2015 https://www.washingtonpost.com/opinions/americans-must-take-a-stand-against-our-own-extremists/2015/12/18/6e264cde-a5c2-11e5-9c4e-be37f66848bb_story.html?hpid=hp_no-name_opinion-card-f%3Ahomepage%2Fstory


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