sábado, 11 de julio de 2015

Grecia, de pregunta en pregunta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Llevo tiempo preguntándome sobre Grecia. Preguntas tontas, sí, como "¿qué celebran tan animadamente los griegos cuando van al desastre?", "¿por qué se ponen tan contentos cuando sale el no?", "¿por qué Tsipras presenta como una victoria lo mismo que antes era una derrota?", ¿por qué nos llamó "terroristas" Varufakis?", "¿por qué Grecia se considera la madre sin hijos de la democracia, pero luego desean seguir en Europa?", ¿por qué después de haber ganado el 'no' todo es 'sí'?", "¿por qué los diputados del gobierno votan 'no' y la oposición 'sí' a los acuerdos?"... y un sinfín de preguntas que requieren ponerse a pensar en Grecia casi en exclusiva.

Probablemente Grecia sea una muestra de la discordancia existente entre lo que se dice y lo que se puede hacer. No digo y lo que se hace porque eso implica tener capacidad, algo que es lo único que Grecia no tiene. Cualquier gobierno griego hubiera tenido que aceptar lo que se está aceptando porque sencillamente no tienen otra cosa qué hacer. Nadie les ha "robado" nada, más bien al contrario, como se han hartado de decirle los socios europeos: "¿qué ganamos nosotros con vuestro desastre?" Llevamos viviendo con el "problema" de la crisis griega desde hace ya cinco años y Grecia empeora pese a las ayudas que se le han concedido del bolsillo de los denostados europeos. Algunos se han tenido que endeudar para prestarles un dinero que no tenían, como han tenido que recordarles.

Poner las penurias del pueblo por delante es una de las mayores bellaquerías que puede hacer una clase política que ha recibido ayudas periódicamente y que no ha sabido recuperar su economía porque no ha querido tocar a los privilegiados, que son los más beneficiados por las crisis, por definición. "Termine con los privilegios en su país, con los privilegios de los armadores, termine con los privilegios de los militares, termine con los privilegios de la iglesia ortodoxa" (Guy Verhofstad), le han dicho a Tsipras en el Parlamento Europeo, tal como lo muestran las imágenes de Euronews en su resumen semanal sobre la crisis griega. Pero acabar con los privilegios en sectores favorecidos, como son los tres señalados con diferentes niveles de poder (económico, militar y religioso), no es fácil en un país que se ha caracterizado precisamente porque nadie se ha atrevido a tocarles. Una cosa son los problemas de la economía y otra los problemas del Estado para recaudar allí donde antes no se recaudaba nada y se podían hacer grandes negocios.


Comentábamos el otro día el problema que se planteaba con el gasto militar, muy superior, por ejemplo, al español, teniendo en cuenta las diferencias entre ambos países. La preocupación de Estados Unidos es porque Grecia, un miembro de la OTAN en una zona especialmente importante se pueda decantar —un nuevo chantaje— hacia las ayudas de Moscú o de China. El solo hecho de que se juegue con estas cosas no dicen nada bueno del talante de Tsipras y su forma de entender Europa o la política. El ministro alemán de Economía se lo ha tomado medio en broma y ha ofrecido intercambiar Puerto Rico por Grecia; que Estados Unidos pase Grecia al dólar y nosotros nos quedamos con isla, ahora en bancarrota, en la zona euro.
Creo que hay que diferenciar los problemas del estilo al tratarlos. Creo que los miembros de las instituciones europeas han aguantado casi de todo, que se les insulte, considere terroristas, golpistas y todo lo que la demagogia de Tsipras y del fugaz Varufakis ha puesto en sus bocas. Un cambio de ministro en medio de una negociación de este calibre es poco serio, aunque el ministro vaya en moto y sin corbata. Parece uno de esos cambios que hacen los entrenadores para perder tiempo cuando el resultado es incierto.


Hasta las filtraciones de las escuchas le han venido bien a Tsipras al revelar la preocupación real por la salida de Grecia, algo que nadie ha desmentido porque era evidente desde el principio. Los europeos no han deseado nunca la salida de Grecia, tan solo que Grecia no abusara de ello. Y creo que lo ha hecho en algunos momentos.
No creo que Tsipras ni Varufakis sean héroes de nada, porque la situación de Grecia solo puede tener héroes y villanos en clave interior, entre aquellos que gozan de privilegios a los sacrificios que otras han de hacer para mantenérselos. El héroe será el que meta en vereda a los defraudadores y privilegiados. Lo que Europa ha dicho es que no se puede seguir dando el dinero de todos porque Grecia no se atreve a acabar con sus poderosos privilegiados. Lo demás son cortinas de humo, maniobras de distracción que Europa no ha aceptado después de años de aceptarlas.

Los griegos han tratado de encontrar entre su clase política a aquellos que pudieran hacer creíbles su sacrificios a los ojos de los que les prestan el dinero para su supervivencia. Pero han sido cinco años en los que la inútil clase dirigente ha sido desplazada por corrientes como Syriza o el ascenso de los neonazis de Amanecer Dorado, con la cúpula en la cárcel, acusados de crímenes y organizando persecuciones de inmigrantes a los que también consideraban responsables de su ruina.
Hace falta una cierta pasta para pedir un tercer rescate después del número del referéndum y para presentar medidas después de haberle propuesto a los griegos el "no" (¿a qué realmente?). Varufakis no es tonto y ha salido antes de que el globo del referéndum se desinfle. Tsipras se enfrenta a la rebelión en sus filas, aunque cuente con el apoyo de la oposición, algo que no deja de ser triste después de la división a la que se ha sometido al país, azotado por la angustia. El corralito se mantiene, que es una buena forma de que la gente acepte lo que el gobierno le proponga finalmente.
Los griegos han empezado a salir a la calle con banderas europeas y eso es bueno. Para ellos y para Europa. Vuelve otra vez el debate sobre si los mecanismos económicos pueden ser suficientes para mantener cierta armonía en el conjunto de los países o si la libertad de cada uno no se acaba volviendo contra todos, que es el quid de la cuestión europea. Otros en cambio, apostaban por la salida de Europa o por una reconquista saliendo de Atenas y llegando a Londres y vuelta. Es lógico que estos últimos se sientan defraudados con Tsipras. Le habían creído.


Europa es sobre todo una idea para todos. Pero siguen existiendo como realidades los países y sus gobiernos que hacen poco o mucho. Cuando los países van bien, Europa va bien. Pero si los países van mal, Europa no puede ir bien. Si hay acuerdos en las ayudas y se confía en los países, se pueden superar los problemas, pero si no hay buena voluntad es difícil que no se produzcan casos a la griega.
Si se soluciona medianamente, la crisis griega puede haber fortalecido a Europa en más de un aspecto. Pero hay que aprender sobre todo a no jugar frívolamente con la idea de Europa porque hay algunos países que pueden estar tentados a jugar estas bazas en el futuro. Y no necesariamente por cuestiones económicas. Europa es un proyecto histórico por encima de circunstancias coyunturales o de los conflictos internos. Sin embargo, cuanto más se cargue contra Europa, más tentados estarán algunos de meterla en su agenda de agravios en cada elección para dirigir contra ella las miradas y ocultar lo errores propios.


El caso griego nos permite comprender que Europa no es un caso cerrado, sino que necesita de apoyo, defensa, imaginación y eficacia para poder desarrollarse de forma satisfactoria para todos, un ideal que no es fácil de cumplir. Lo que hay que saber es si finalmente la idea de Europa puede sobreponerse a los nacionalismos, a los separatismos y a las insolidaridades que solo ven en ella un mercado.

Las complicadas preguntas sobre Grecia se contestan también respondiendo a las sencillas preguntas sobre la Europa que queremos. Necesitamos un tiempo de calma después de las crisis para recobrar ánimo e ilusión o al menos tranquilidad.


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