domingo, 3 de mayo de 2015

Mi cerebro y yo y la política emocional

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Te ponen unos electrodos en la cabeza, te van enseñando fotos de los líderes de los partidos y luego miden las reacciones de tus neuronas. Si la campaña electoral estaba confusa, debo confesar que esto me ha terminado de descolocar. El diario El Mundo lo ha titulado rimbombantemente "La primera 'neuroencuesta' política en España". No sé si realmente se puede llamar a esto una neuroencuesta porque preguntar a veinte personas y decir qué les parece es más "neuro" que "encuesta". Dicen en el diario que es "el primer estudio español que ha usado la electroencefalografía para analizar la reacción neuronal que provocan en los votantes los seis principales líderes políticos que competirán en las próximas elecciones generales"*, lo cual es un uso generoso del verbo "provocar".
Como ahora está de moda ponerle a todo el "neuro" delante, pues parece todo muy moderno, que es de lo que se trata. Pero, desde mi modesta opinión, utilizan estas cosas de forma inútil porque sirven para otras. Señalan:

Fueron diseñadas para diagnosticar enfermedades, pero su uso se ha extendido a los estudios de mercado. Tecnologías médicas como la electroencefalografía o la resonancia magnética nuclear permiten averiguar qué pasa por nuestro cerebro antes de que seamos capaces de ofrecer una respuesta verbal y racionalizada. Información muy valiosa para las empresas que desean conocer nuestra reacción ante distintos estímulos, ya sea procedentes de productos, personas o sabores.
Y es que es bien sabido que el componente no racional juega un papel destacado en cada decisión que tomamos a lo largo de nuestra vida. La política no es una excepción. A la hora de votar y de formarnos una opinión sobre los candidatos a unas elecciones, influyen muchos aspectos. Para averiguar qué piensan los ciudadanos de los políticos, las encuestas tradicionales formulan preguntas pero, y ¿si se pregunta directamente a su cerebro?*


No sé a quién pretenden preguntar, la verdad, si no es al cerebro. Da la impresión que te van a decir en cualquier momento "¡cállese, hombre, que estoy hablando con su cerebro!". Es esta distinción entre "usted" y su "cerebro" les ha llevado a preguntar un día a su cerebro de usted y pasados unos días hacerle a usted contestar un cuestionario. Esto hace que —¡vaya por dios!— las respuestas obtenidas difieran en algunos casos, mientras que en otros hay cierta constancia. La pregunta clave ahora es: "¿quién va a votar, usted o su cerebro?".

Supongo que como es el diario El Mundo el que ha encargado este experimento electoral, único en el mundo o al menos en España, los resultados se deben celebrar como un gran paso para la Humanidad. Pero la verdad es que es cuestionable en el fondo, la forma y el forro. Fueron diseñadas, como bien dicen, para "diagnosticar enfermedades" y la política lleva ese camino, pero todavía hay sutiles diferencias.
Podríamos tratar los votos como adicciones e ir a terapia o ponernos parches para el síndrome de abstinencia. Podríamos tomar antihistamínicos por si nos salen sarpullidos por votar a algunos. Podríamos...
Estas cosas se usan habitualmente en el terreno comercial para conocer la atracción que causan envases y productos nuevos, elegir colores y nombres, etc. Tratan de sortear las respuestas racionales para centrarse en respuestas más emocionales. Pero este no es el caso de los políticos, con los que somos bombardeados a través de los medios antes, durante y después de las campañas. La "neuropolítica" avanza, sin embargo, funcione o no en la realidad. Si puede convencer a alguien de que compre algo, ¿por qué no a votar a un candidato? Es un ejemplo más de huida hacia adelante en vez de afrontar los problemas de la política en la sociedades mediáticas. Pero es un buen negocio para los que te prometen el control de la mente de los demás.


Separar la elección "racional" (verbalizada) de la llamada "espontánea" no sé si tiene sentido porque voto no hay más que uno. Tampoco han preguntado sobre quién iban a "votar", sino sobre una serie de "atributos": capacidad, credibilidad, cercanía, honestidad y liderazgo. Cada uno de los sujetos del experimento ha contestado sobre esos cinco aspectos con electrodos en la cabeza y con un lápiz en su mano, en días diferentes. La cuestión es si su "lado espontáneo" entiende lo mismo que su "lado conceptual" ya que esos atributos y sus matices son bastante racionales.
Las limitaciones de esto las ofrece, con honestidad, la responsable del estudio:

«A día de hoy estos estudios no sustituyen a la encuesta, pero son un complemento muy atractivo en un momento en el que la política tiene un componente emocional muy elevado, como estamos detectando en las encuestas que hacemos», explica Rosa Díaz Fernández, directora general de Sigma Dos. «Antes, los ciudadanos tenían los conceptos más asentados y sus respuestas eran más rápidas. Ahora necesitan darte una explicación sobre su respuesta. Incluso, en ocasiones, te ofrecen antes la explicación que la contestación final a la pregunta», relata. «Muchas veces, ante un determinado estímulo, tenemos sensaciones que no somos capaces de verbalizar o racionalizar. La neurociencia nos sirve para analizar qué transmiten las imágenes de los candidatos», señala. Según Díaz, «el surgimiento de nuevas formaciones políticas tiene un componente emocional muy acusado y las informaciones de los medios de comunicación aluden mucho a ese factor».*


Probablemente lo que habría que instalar, en vez de cabinas de votación, fuera confesionarios o gabinetes psicológicos para los que van por lo civil. No creo que haya votante que no se sienta en estado pecaminoso respecto al voto, una sensación de extraña culpabilidad. Los pecados de los políticos pasan a sus votantes y eso desarrolla la sensación de culpa a la vieja usanza. Esa "necesidad de darte una explicación" es un mecanismo claramente culpable. Cuando las cosas estaban "claras" quieren decir cuando era joven e inexperto, cuando era un inocentón, etc.
El tirón de los partidos nuevos es porque al español, afortunadamente, también le hace sentirse culpable la abstención, quizá por nuestra propia historia, esa que nos vienen a explicar algunos que no la han vivido.
La política, por contra no se ha hecho más emocional. La han hecho emocional, que es distinto. Y la han hecho así los propios políticos asesorados por expertos en marketing, sociólogos, psicólogos y comunicadores. La han hecho así los que la han simplificado al máximo, reduciendo los debates a ruedas de prensa sin preguntas y los congresos a reuniones de aplaudidores para transmitir "unidad". La han hecho así los que han seleccionado candidatos a la carta según los estudios de mercado y les escriben los discursos mientras ellos están en el sastre. La han hecho así los que creen que el espacio natural del político son los medios y a estos hay que "cuidarlos". La han hecho así los que piensan que da igual lo que hagas porque lo importante es cómo lo cuentes. En resumen, la han hecho así los tecnólogos y expertos cursis de la política que ven a los votantes como a gente a la que hay que engatusar y a los que se pesca en un caladero.

La profesionalización de la política tiene una enorme desventaja: crea la separación entre clientes y vendedores, que es la percepción distorsionada que se comienza a tener. El traslado de la psicología y técnicas comerciales a la política pervierte la imagen que tienen los políticos de sí mismos y de su papel. También lo hace con la de los votantes y con el sentido del voto mismo. Solo así es posible entender este profundo desafecto que se ha ido creando en una democracia.
Quizá en vez de hacer electroencefalografías y análisis del movimiento de los ojos, deberían analizar las caras que se nos ponen cuando vemos las noticias que vemos respecto al comportamiento y las actitudes de algunos, medir la temperatura de nuestra piel. La política se ha convertido en un campo ajeno, no es la punta del iceberg de la ciudadanía. Es una faceta más del avance de los expertos, las tribus que se gestaron en el siglo XX y siguen tecnificándose en el XXI. La política es cosa de ellos y nosotros somos el botín al peso, una cifra sobre la que hay que actuar para mantenerla estable o creciente, como una cartera de bolsa.
A quien hay que estudiar no es a los votantes, sino a los políticos. Urgentemente. No se trata de saber qué nos gusta a nosotros para dárnoslo envuelto en celofán. Ninguno de esos cinco atributos estudiados resuelve un solo problema. Es un estudio diseñado para la "empresa" y saber cómo modificar la apariencia de lo mismo para que resulte más atractiva o para que sus compañeros no lo tiren por el balcón después de una tormentosa sesión de la ejecutiva. Estas cosas ya las hemos dado por buenas o al menos no le han extrañado a nadie. Eso es un mal síntoma. Que se hable tan alegremente de estas formas de estas cosas me parece que van detrimento de quienes centran en ellas sus esperanzas. La política debe ser racional porque la democracia debe ser diálogo y no manipulación. Es simple. El extremo de la manipulación emocional lo representa el Estado Islámico. Y no debería ser un referente, aunque ya haya algunos que admiran sus técnicas de comunicación y "fidelización". ¡Eso sí es política emocional!


Propongo invertir el experimento y que se someta a la electroencefalografía a los políticos mientras se les muestran los rostros de desahuciados, despedidos, temporales, imputados, encarcelados, defraudadores, usuarios de tarjetas opacas, etc. Los resultados serían mucho más aclaradores.
No nos digan que la política se ha vuelto emocional. Digan que la han convertido en un reality. Como votante torturado, trataré de navegar, atado al palo mayor, entre las olas emocionales que se me brindan y las pseudo racionales que se me ofrecen. Mi cerebro y yo, inteligencia emergente residual, trataremos de llegar a un acuerdo que no nos haga sentirnos culpables.



* "La primera 'neuroencuesta' política en España" El Mundo 03/05/2015 http://www.elmundo.es/ciencia/2015/05/03/55439281e2704e56458b4578.html



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