viernes, 22 de mayo de 2015

El desconcierto ante la guerra sin fin

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La foto del diario El País de un Obama cabizbajo, como réplica de una difusa imagen del busto de Lincoln al fondo, sirve para ilustrar un titular: "El avance yihadista desconcierta a Estados Unidos". "Desconcierto" quizá no sea la palabra más adecuada o quizá aunque podría decirse también lo mismo de las otras. Quizá tampoco "avance" o "yihadista" ayudan a comprender lo que está ocurriendo allí y en el resto de la zona.
El diario señala en el inicio de la noticia:

Desconcertada por los avances recientes del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, la Administración Obama reexamina la estrategia. Los cambios, de momento, son mínimos. El Pentágono ha enviado cohetes antitanques y estudia ampliar el entrenamiento de las tropas locales.
El problema es que los estadounidenses se resisten a implicarse más en la guerra, pero constatan que las fuerzas iraquíes, por sí solas, son incapaces de derrotar a los yihadistas. Irak, 12 años después de la invasión, ocupa de nuevo el centro de la pelea política.
Irak es, para Estados Unidos, la guerra sin fin. Cuando parece que ha terminado, regresa. La toma, en menos de una semana, de Palmira (Siria) y Ramadi (Irak), por el EI es un contratiempo para Washington. Casi un año después del inicio de una intervención para frenar a los terroristas yihadistas suníes, los resultados son magros.
Casi un año después del inicio de una intervención para frenar a los terroristas yihadistas suníes, los resultados son magros
En Irak, la estrategia de la Administración Obama consiste en apoyar con bombardeos aéreos y asesores militares sobre el terreno a las fuerzas iraquíes que combaten contra el EI. Ahora hay unos 3.000 asesores. En Siria, es más complicado. EE UU, que allí participa en la guerra con ataques aéreos, es enemigo del régimen de Bachar el Asad y del EI, que son enemigos entre sí.*


El problema real de los Estados Unidos es que cuando comienza una guerra está convencido de que la va a ganar. Y eso no siempre ocurre, sobre todo en un mundo que desconoce,  en donde la palabra "guerra" significa otra cosa. Decir que los resultados son "magros" es quedarse muy corto ante lo que ha sido y es un auténtico despropósito estratégico y conceptual.
"La guerra sin fin" es una buena descripción de la guerra que "no se gana". Y eso en un país determinado por la opinión pública, convencida siempre de que las guerras se hacen para ganarlas.
El "desconcierto" es un estado complicado que confirma que Barack Obama es un hombre mal asesorado o si se prefiere un hombre que se escucha demasiado a sí mismo. La historia de Obama es un rosario de desconciertos. Y sus aliados tradicionales probablemente le teman más que a peligros más evidentes.


La meta del Estado Islámico es un "estado islámico". Esto, que es una obviedad, debería dar pistas sobre el fondo del problema. Nos dicen ahora, gracias a la desclasificación de los documento de Osama Bin Laden, que la meta de este no era un "estado islámico" sino hacer todo el daño posible, en lo económico y en cualquier otro terreno, a los Estados Unidos y a Occidente. Gracias a este último favor de Bin Laden para ayudarnos a entender las diferencias, deberíamos percibir que no se puede combatir a unos como al otro.
A muchos países islámicos no les gusta que se hable de "estado islámico" porque es lo que ellos quieren o ya tienen. Eso hace también cuestionarse las políticas de alianzas mantenidas por los Estados Unidos con determinados países y con las financiaciones de los grupos que han ido creciendo a la sombra de terceros. Algunos están convirtiéndose en "conservadores" y "tradicionalistas" para evitar ser acusados ante sus propios ciudadanos de "impíos". No solo avanzan los ejércitos. Cuando los yihadistas llegan, unos huyen en desbandada, otros se quedan a vitorearlos.

Las reacciones ante el Estado Islámico son dobles: frenarlos militarmente y aumentar su "virtud islámica". Eso explica porque deciden cortar el acceso a Internet o perseguir homosexuales. A estos últimos, los del Estado Islámico los lanzan desde las torres de las plazas mientras que en los "moderados" solo los meten en la cárcel.
El fracaso del "islamismo político", la apuesta norteamericana para garantizarse la seguridad nacional tras el 11 de septiembre, que ha servido para apuntalar gobiernos como el de Turquía, una pieza clave en la zona, cuya pasividad ha sido escandalosa, llegando las huestes del Estado Islámico hasta un tiro de piedra de sus fronteras, con los kurdos retenidos impidiéndoseles defender sus poblaciones.
Se sigue pensando esta guerra que se extiende como un problema de "naciones" o de "estados". No se trata de un movimiento que reivindique un espacio para alojar una nación, no es un problema como el de Palestina o similares. Por definición el "Estado islámico" no tiene límites y debería cubrir la totalidad del globo porque el "Estado Islámico" es el "reino de Dios", una metáfora de la conversión a fuego y espada del único "estado" posible sobre la Tierra. El establecimiento de fases para alcanzarlo no es más que una estrategia que surge de un principio de garantía divina del triunfo final.


"Why fight for the Iraqis if they are not going to fight for themselves?", se preguntaba ayer el comentarista Eugene Robinson desde las columnas de The Washington Post. La pregunta del titular de su artículo es una buena pregunta. De hecho, su artículo está lleno de buenas preguntas, que no implica necesariamente acertadas respuestas. Señala Robinson en el comienzo de su artículo:

If Iraqis won’t fight for their nation’s survival, why on earth should we?
This is the question posed by the fall of Ramadi, which revealed the emptiness at the core of U.S. policy. President Obama’s critics are missing the point: Ultimately, it doesn’t matter how many troops he sends back to Iraq or whether their footwear happens to touch the ground. The simple truth is that if Iraqis will not join together to fight for a united and peaceful country, there will be continuing conflict and chaos that potentially threaten American interests.**


La pregunta inicial muestra un desconcierto, como se desconcierta Robinson ante las imágenes del ejército iraquí huyendo a la carrera dejando atrás el moderno material militar dado por los Estados Unidos. No es la primera vez que vemos esto. Solo aquellos que tienen un fuerte apego emocional con sus territorios los defienden. Es lo que señala Robinson en el artículo. Los kurdos defendían y plantaban cara. Los que se consideran peones de gobiernos dictatoriales no tienen demasiadas ganas de dejarse la piel por ellos. Entran en los ejércitos porque se vive mejor que fuera de ellos, hasta que toca ir a luchar. El yihadista, que se da por muerto, tiene una motivación de la que ellos carecen. Los que huyen no se entregan porque saben que no hacen prisioneros, que es la forma de sembrar el pánico en los que tienes enfrente. 


Eugene Robinson baraja varias hipótesis, pero cuestiona la de que es posible frenar solo desde el aire un avance de este tipo. Se queja, además, de que se dejan atrás el material militar dado por los Estados Unidos, por lo que considera que están armando al enemigo.
Robinson llama la "simple verdad" a esa constatación de la falta de unidad y voluntad para frenar el avance y la instauración del Estado Islámico allí donde lleguen. Pero la verdad, aunque simple por un lado, no deja de ser compleja si no se entiende y sirve para extraer conclusiones útiles.

Hemos pasado de preocuparnos por el regreso de los "yihadistas" y los posibles atentado a intentar reconocer las dimensiones del problema que esto tiene para la zona y la inestabilidad de décadas que esto producirá. No es un problema bélico, de ganar o no unas batallas. Es algo mayor que se ha dejado crecer alimentándolo con favores y errores pensando que sería controlable. Pero no es así. Conforme avance el Estado Islámico o demuestre su poder, se producirán desestabilizaciones en diferentes lugares de la zona. Serán avisos de que son las próximas zonas en ser convertidas, "evangelizadas". Eso hará intensificar el radicalismo en la zona y, lo que es peor, el aumento de la ortodoxia para evitar, como señalamos, ser convertidos en objeto de las campañas acusadoras de traicionar al islam. Esa ortodoxia creciente hará que huyan de allí, como huyen ahora de las zonas en conflicto, aquellos a los que se persiga, acose, señale como enemigos por sus rechazos al radicalismo. Eso tendrá un efecto facilitador del avance de los virtuosos, que verán el frente libre ante la huida.
Durante años se ha apoyado a los que garantizaban tener controladas a las poblaciones mediante dictaduras. Ahora vemos el resultado: la debilidad intelectual para hacerles frente y la falta de compromiso en la defensa de los espacios, que son conquistado con facilidad pasmosa.


Eugene Robinson no ve ninguna salida clara, ni tan siquiera con la aplicación de la doctrina de la "fuerza abrumadora" de Colin Powell. Y ninguna lo es si no se gana otro tipo de batallas antes. La cuestión ahora es si ya no es demasiado tarde.
La "guerra sin fin" es una fórmula de otro tipo de guerra o, si se prefiere, de otro tipo de motivación para la guerra. Frente al desconcierto norteamericano, a sus dudas constantes, la férrea voluntad del fanático que no tiene nada que perder y al que se la ha prometido gloria en esta vida y en la otra. Ya no es una guerra de ejércitos convencionales. Y sobre todo no es una guerra que se pueda plantear como una cuestión exclusiva de los "intereses norteamericanos", como señala Eugene Robinson, sino en términos más amplios que afectan a la propia Europa que está en las puertas.
Seguimos hablando de "grupo armado", "grupo terrorista", "yihadistas internacionales", etc., pensando en una dimensiones y claves que la realidad ya no tiene. Hemos pasado de la preocupación por unas quinceañeras londinenses o parisinas que se van románticamente a "hacer la yihad" a un problema mucho más amplio e imprevisible en su desarrollo y consecuencias colaterales. Esto está aquí para quedarse mucho tiempo.
La guerra sin fin es desconcertante porque implica a aquellos que no quieren estar implicados. No es una guerra para conseguir algo; es una guerra cuyo objetivo final es conseguirte a ti, estés donde estés. Ese es al menos su sueño. Los sueños de unos son las pesadillas de otros.


* "El avance yihadista desconcierta a Estados Unidos" El País 22/05/2015 http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/21/actualidad/1432238635_908645.html
** Eugene Robinson "Why fight for the Iraqis if they are not going to fight for themselves?" The Washington Post 21/05/2015 http://www.washingtonpost.com/opinions/why-fight-for-the-iraqis-if-they-are-not-going-to-fight-for-themselves/2015/05/21/8daab246-ffd9-11e4-805c-c3f407e5a9e9_story.html?hpid=z3

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