martes, 31 de marzo de 2015

El silencio y el ruido o sobre la estigmatización de las enfermedades mentales

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El cambio de foco del interés informativo hacia el copiloto del avión de Germanwings hacía presagiar nuevos problemas. Ya lo advertimos aquí, que se corría el riesgo de poner las enfermedades mentales en el punto de mira. El artículo que hoy nos trae The New York Times es un aviso de lo que está ocurriendo:

An intense focus on the role of the co-pilot’s mental illness in the Germanwings jetliner crash has raised concerns that it risks unfairly stigmatizing millions of people with mental disorders and making it less likely they will seek treatment. That, in turn, could make it even harder to identify people working in high-risk professions who pose a threat to public safety.*


Un incidente de estas características en lógico que genere miedos e inseguridades. El efecto de la avalancha de informaciones sobre el piloto tiene ese efecto. Cuando subimos a un avión, tren, barco, coche o autobús, cualquier medio de transporte, damos por descontado que la persona que está al frente está en las condiciones necesarias para realizar su labor. Vemos técnicos y hangares en los que suponemos que esos aviones se revisan antes de que las personas que los pilotarán asuman el control. Desde ese momento contamos con su pericia. Forma parte del contrato mental de confianza que establecemos. Esa persona que está allí está cualificada y en perfectas condiciones. Lo mismo presumimos del taxista que no lleva o del juez que da una sentencia.
Después de cada accidente aéreo se suelen producir toda una serie de informaciones mediante las cuales se nos muestran las medidas que se toman y cómo ese conocimiento obtenido redundará en nuestra seguridad futura. Pero el caso del copiloto alemán tiene una serie de elementos novedosos que siembran el desconcierto. El recelo, como se nos dice en The New York Times, no afecta solo a los pilotos de aviones o conductores, sino que va más allá:

After the Newtown massacre in 2012, several states, including New York and Connecticut, changed their laws, broadening the circumstances under which mental health professionals can report a potentially violent patient without fear of legal repercussions. Under the New York law, they are required to report to local health officials those who are “likely to engage in conduct that would result in serious harm to themselves or others.”
But those laws remain controversial. And many mental health experts say that the tendency to link mass violence and mental disorders has a negative effect, discouraging people from seeking treatment.
“These kind of stories reinforce the anxiety, the doubts, the concerns that people have that ‘I have to keep my symptoms concealed at all costs,’ and that doesn’t benefit anyone,” said Ron Honberg, director of policy and legal affairs at the National Alliance on Mental Illness.*


Hasta el momento se ha hablado de la "depresión" como algo que mantiene a uno en su casa, tumbado en un sofá o en la cama, con un riesgo de suicidio en los casos más graves. Pero no con esta brutal manifestación del asesinato en masa. Cuando digo "visto" me refiero al estereotipo social de la enfermedad. Hasta el momento lo más frecuente era preguntarnos cómo no habíamos sido capaces de detectar una depresión que acababa en suicidio. Nos sentíamos responsables, nos llamábamos ciegos o insensibles. Pero la cuestión varía cuando el suicida se convierte en asesino y acaba con la vida de ciento cincuenta personas más. Entonces parece que el caso cambia de la ayuda a la prevención.

El argumento dado en  The New York Times expresa el miedo a que se retraigan las personas que padecen enfermedades mentales. No es una mera especulación y es de lo que están avisando los especialistas. Es el riesgo a que lo hecho en conseguir que la gente que siente los síntomas de la depresión acuda a buscar ayuda se pierda y vuelva otra vez al silencio y la ocultación con resultados desastrosos.
La forma en que tratamos las enfermedades dice mucho de nosotros como sociedad. La forma en la que tratamos a los enfermos es parte de esa respuesta. No me refiero a los tratamientos de los profesionales, sino a las actitudes sociales, muchas veces de una inmensa hipocresía.
The Huffington Post publicó en octubre pasado un impresionante relato por parte de una joven que había estado cinco veces tentada con la idea del suicidio, según escribía ella misma en las primeras líneas del artículo, titulado "On Living With Depression, and the Dangers of Our Culture of Silence". La joven Udoka Okafor había llegado a Canadá desde su hogar en Nigeria. Su artículo hace una descripción de la llegada al nuevo país y del estado en que pronto se encontró:

My mind and my thoughts were fragmented. They were divided between a desire to cope and a desire to escape it all, with such finality, as it seemed only suicide could provide. Depression is a black hole that sucks you in, faster and further, as the moments go by, until it seems as though your only means of escape, and ironically, your only means on self-preservation, at least on a mental level, is suicide. I started to cope with my depression the only way that the fifteen year old me knew how, through psychological self-abuse, cutting, and painkillers. I figured that if I make myself feel worthless to the point where my 'self' ceases to exist in a substantial way, I could finally find the courage to end my life.
My composure quickly deescalated, and my high school at the time, caught wind of this, and in retrospect, I think that they were quite overwhelmed and did not know how to respond. I was sent for a psychiatric evaluation, and I was foolish enough to trust them, to the point where I let one of my school mentors at the time sit through the evaluation with me. I was quickly sent for more psychiatric evaluations, where I was ultimately diagnosed with depression, and pegged as a danger to myself. I was sent to a psychiatric ward, where I spent the next two to three weeks.**


La experiencia no fue demasiado alentadora y tuvo el agravante de dejarla expuesta a las miradas de los demás como una "enferma". Ya no la veían a ella, sino a "su" enfermedad. Estamos haciendo una sociedad en la que nadie asume demasiadas responsabilidades y establecemos líneas para prevenir demandas antes que para ofrecer ayudas. Cada uno con su responsabilidad, cada uno con su seguro. Udoka Okafor pronto fue una incomodidad peligrosa para la escuela. Evidentemente, la persona afectada por la depresión vive todo esto como un incremento de sus pensamientos deprimidos.
La estancia en el hospital no le sirvió de mucho. Pero sí sirvió a la escuela para estigmatizarla aún más. Ya era una persona "que había sido ingresada"; ya estaba etiquetada.

After my time in the psychiatric ward, I returned to the overwhelming environment that is school, my depression still intact. I was finding it harder and harder to cope with everything, and my resolve was wearing very thin. The school was keeping a close, watchful eye on me, and to everyone, I became a spectacle, I was reduced to this 'thing' that could explode at any moment. I still remember the day I was called into the office of one of the teachers at the school, and I still remember everything, from how the office looked, to the condescending look in her eyes, to the harsh and unsympathetic tone in her voice, when the words exploded from her mouth, "you have become a liability, and the school is thinking about sending you back home."
Take a moment to think about those words for a moment. Think about what it means to tell a sixteen-year-old kid, who is frustratingly and profoundly depressed, that they are a liability, and that they are not worth fighting for. My sense of my own self-worth, which was not very high at the time, dissipated further. I truly did believe that I was a liability to everyone around me, that I was worthless. And, even till this day, when I look in the mirror, the reflection that stares back at me looks broken, fragmented, and worthless. Those words, that idea, it is not something that you ever truly get over. There would always be a creeping whisper at the back of your mind that is ready to pounce at you at any moment, and remind you that you are, and would always be a liability to everyone around you, and to yourself.**


El camino elegido por ella para intentar salir se estaba convirtiendo en el camino contrario. La estaban hundiendo más. Declararla como persona "pasiva" era la forma de quitarse de encima esa "responsabilidad" que nadie quería allí: ¡qué problema se nos abre si se nos suicida un alumno! ¡Y más si lo hace en la escuela!
La reflexión de Udoka Okafor es clara y contundente y va más allá de su caso personal:

When Robin Williams committed suicide, a whole discussion exploded about the issue of mental illness, and the dangers of a normalized silence on the issue, in society. However, it is not simply the case that society does not want to talk about mental illness. Rather, it is the case that, it goes further to, in some circumstances, criminalize mental illness. By labeling me a liability because of the erratic nature of my depression and wanting to send me back home, my school at the time successfully ostracized me from myself, imposed a broken image on me, made me believe that the broken image was who I was, and then went on to criminalize that image. But, this cannot be our response to mental illness, the actions of my high school cannot be a microcosm of how society responds to the issues of mental illness, and yet, it is.**


Creo que el proceso está descrito con la precisión del que sabe de lo que habla porque lo ha vivido. Hay suficientes elementos para reflexión en ese párrafo sobre la forma de abordar la cuestión y lo deficiente de nuestras respuestas sociales. El papel de los medios vuelve a ser esencial y hay que apelar al sentido de la responsabilidad y no en la atracción morbosa, como suele ser habitual en estos casos. Hay o debe haber un equilibrio entre el silencio y el grito, entre la información y el morbo sobre las enfermedades. Y más en en caso de las enfermedades mentales en las que se producen procesos de retroalimentación con las respuestas del exterior.
No sabemos cómo están viviendo millones de personas las informaciones sobre la depresión del copiloto del avión estrellado contra la ladera de los Alpes. Pero indudablemente les estará afectando. La depresión no es la mejor consejera, pero puede ser la única que tenga el deprimido. Aunque se diga que no se deben "estigmatizar" las enfermedades, el cambio de foco se ha centrado en ellas. Nuestra capacidad para construir generalizaciones hace el resto.


Habrá personas que se encierren y tengan miedo de comunicar sus depresiones por temor a ser consideradas potenciales criminales y que les ocurra, como a Udoka Okafor, que acaben interiorizando la imagen exterior que se tiene de ellos. Habrá para los que el caso sea un motivo más de depresión y de rechazo de sí mismos. Y habrá otros que tengan miedo de acabar haciendo cosas parecidas y busquen la ayuda que esperemos que sea mejor que la recibida por la joven nigeriana.
¿Cómo "salió" ella de la depresión? No salió; sigue luchando, pero luchar es lo importante. Como suele suceder en algunos casos: recibió el apoyo desinteresado de uno de sus profesores que no la vio como una responsabilidad del colegio sino como una persona necesitada de ayuda, de una persona que " not trivialize my pain, through silence, ostracism, and criminalization."** Hizo que encontrara cosas en las que creer y con las que disfrutar, la hizo confiar en ella misma y en todo su potencial, del que el artículo es una buena muestra. El artículo está dedicado a su profesor:

This article is dedicated to my English teacher, role model, mentor, and the most amazing friend that I have ever had, Mark. Thank you for seeing and cultivating the potential in me, when others around me thought that all I was, was a liability. I am forever in your debts, for literally, saving my life, whether you know it or not.**


La reducción de lo que somos a nuestro trabajo parece que conlleva las responsabilidades en la vida solo llegan hasta lo que dicen nuestros contratos. Hay mucha hipocresía en nuestra forma de entender la vida y en las formas de relacionarnos. Al final Udoka Okafor encontró una ayuda en quien consideraba que era una persona y no un "problema".
Criminalizar las enfermedades, las mentales o las físicas, no es el camino; lo hemos visto con nuestros casos de ébola y los miedos desatados. Puede ser otro efecto colateral del caso del avión. Puede que las víctimas de avión no sean las únicas y que se esté contribuyendo a agravar las depresiones de muchos.


* "Role of Illness in Germanwings Crash Raises Worry About Stigma" The New York Times 30/03/2015 http://www.nytimes.com/2015/03/31/world/europe/role-of-illness-in-germanwings-jet-crash-spurs-debate.html

** Udoka Okafor "On Living With Depression, and the Dangers of Our Culture of Silence" Huff Post The Blog  16/10/2014 http://www.huffingtonpost.com/udoka-okafor/on-living-with-depression_b_5980680.html







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