viernes, 16 de enero de 2015

Lo chocante

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Leo estas reflexiones sobre "lo interesante" en la conferencia del psiquiatra Juan José López Ibor, "Análisis psicológico del hombre moderno", impartida en 1950 y recogida en su obra "El descubrimiento de la intimidad y otros ensayos" (1975):

Pero, ¿de dónde procede el valor estético de lo interesante? Lo interesante es lo que atrae y sacude. Solo el hastiado necesita ser atraído y sacudido. Lo interesante es la categoría estética creada por el aburrimiento. Cuando el aburrimiento subsiste, aumenta las exigencias de interés que deberán ofrecer las creaciones artísticas. Ester incremento impone una línea evolutiva del arte, que cada vez se ha de volver más sorprendente, más chocante. (82)

Antes de llegar a este punto, nos ha señalado: "Lo chocante es la última convulsión del gusto moribundo". Entrando en la senda de lo interesante, el arte se contagiaba de su rival, el periodismo, al que imitaba en el sensacionalismo de lo chocante. Para el gusto elitista del XVIII, el ascenso de la prensa era el del vulgo al que había que satisfacer en sus demandas de lo cotidiano. Los desprecios a la prensa se acumulan en la época. Si el arte clásico aspiraba a lo universal y el romántico a lo absoluto, la prensa no aspiraba más que a llenar sus páginas cada día con noticias y a venderlas de cualquier manera.


¿Estamos ante un mundo "hastiado" que "necesita ser atraído y sacudido" para salir del aburrimiento? Evidentemente, sí. Ningún mal es tan corrosivo como el hastío, el tedio, el ennui de los románticos y simbolistas. El mal del siglo lo llamaron entonces y se pensaba que era propio de poetas y demás seres sensibles, dominados por su temperamento melancólico, hundidos por la llegada del otoño. Hoy se vive en una especie de otoño climatizado, de aburrimiento crónico, que necesita ser compensado por sobredosis de entretenimiento, el gran negocio del siglo. En esta categoría empiezan ya a encuadrarse demasiadas cosas —el arte, la información, la política...—, que tienen que pasar por el aro de la espectacularización entretenida para sobrevivir en un mundo superficial y competitivo por la atención, un mundo que construimos a golpe de pantalla, página y escenario.
El aburrimiento ha dejado de ser un motivo de especulación filosófica o estética para convertirse en un punto  de partida para la organización social, por ejemplo, del consumo. Por eso es el entretenimiento el gran negocio, que es la forma de sacarnos del aburrimiento, de mantenernos interesados en algo. Las parejas se rompen porque se aburren; dejamos los trabajos porque nos aburrimos en ellos.


Los medios de comunicación parten ya de ese estado de aburrimiento crónico en el que se encuentran sus audiencias. El "pienso, luego existo" del racionalismo cartesiano ha sido sustituido por un concepto más visceral, más empático, en el que me siento vivo en la medida en que se me excita. Al placer refinado de la estimulación estética se superpone el estallido de la adrenalina inundando el cuerpo, propio de los estados de shock. Hay que acercarse a los medios a recibir nuestras dosis diarias de choque de estimulación creciente. El aburrimiento es una bajada informativa de azúcar.
La observación de López Ibor de que esto implica una escalada tiene sus consecuencias en la información, que queda reducida a una estimulación cuyas descargas deben ser aumentadas para que tengan efecto sobre quien la recibe. El cerebro acostumbrado a lo chocante, como al azúcar, la cafeína o la nicotina, regresa en busca de nuevas emociones. Y hay que dárselas. Lo interesante deja de tener un interés racional, un intento de comprender, y se convierte en búsqueda de estimulación para salir del estado de aburrimiento crónico. Las imágenes, los titulares, los hechos mismos, necesitan ser impactantes.

Las demandas de interés de los aburridos no son las mismas de lo que no lo están. Por eso el interés positivo del que desea estar bien informado se aleja de aquel que solo busca la estimulación chocante. El problema es la disminución de las personas que mantienen un interés organizado y buscan ampliarlo, que el de la atomización y dispersión de lo chocante. Es la distancia entre la información que hace comprender y la que busca hacer sentir, entre lo racional y lo emocional.
López Ibor tomaba su consideración de la presencia de lo interesante en el arte de Friedrich Schlegel y su observación que su predominio suponía "una crisis pasajera del gusto". Quizá considerarlo algo pasajero fue un exceso de optimismo por parte de Schlegel. Es dudoso que nuestra transformación en sociedades mediáticas lleve a una ralentización de la escalada de lo chocante. Por el contrario, la saturación lleva a la necesidad de llamar la atención con mayor efectividad para romper la monotonía que lo chocante crea por la sobre-estimulación. Al igual que los excesos en el uso de antibióticos se pagan con una menor eficacia, el abuso de lo chocante entierra lo que no lo es y abandona rápidamente aquello que hace unos instantes lo era. Todo deja de ser chocante tras la primera vez. Estamos en el reino de lo efímero. Nada dura, excepto el aburrimiento.
El peligro de la entrada de los medios en lo chocante es que conviertan en adictos a sus destinatarios. Es el peligro de que se valore en ellos su capacidad de sacudirnos y no de informarnos para comprender el mundo mejor, algo que no hacemos, evidentemente, cuando este se nos presenta como el reino de lo excéntrico, de lo inusual, del más difícil todavía.


López Ibor, Juan José (1975). El descubrimiento de la intimidad y otros ensayos. Madrid, Espasa Calpe.


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