miércoles, 19 de noviembre de 2014

La pasión imperfecta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País publica un artículo del filósofo iraní y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto, Ramin Jahanbegloo. El título del texto es "La pasión por la democracia" y critica precisamente la falta de la misma. El ilustrador del artículo, a modo de resumen gráfico, nos muestra a un individuo roncando ante una urna con un sobre de votaciones en la mano. No sabemos si el votante dormido lo está por agotamiento, aburrimiento o las dos cosas. Dice el autor: « El individuo demócrata ya no es un animal caracterizado por la pasión política. Parece que en los sistemas democráticos actuales ya no hay lugar para el debate político.»*
Tras unos párrafos iniciales en los que Jahanbegloo nos indica que desde que el muro se cayó o lo tiraron (la cuestión no es trivial), el mundo ha dejado de preocuparse por esto de la democracia. La apatía que muestran los ciudadanos del mundo, nos dice, solo se ve contrarrestada por el entusiasmo de los ciudadanos de Hong-Kong quienes, por cierto, acaban de asaltar el parlamento, según nos cuentan esta misma mañana. Si para el autor la consagración de la democracia se produjo con la caída del muro, desde entonces parece que los ciudadanos del mundo no han encontrado muchas oportunidades, ya que se ha impuesto un espectáculo de crueldad y violencia que lleva al autor a hablar de "nuevo desorden mundial".
Decía antes que no era una cuestión trivial si el muro se cayó o lo tiraron porque no es lo mismo que triunfe un modelo a que fracase otro, de la misma forma que no es lo mismo que se caiga por la fuerza de los que empujan de un lado o los del otro. Muchos intelectuales que ahora celebran la "caída" del muro, entonces se burlaron de los que lo saltaban. Decían que iban a los supermercados, convirtiendo así a los que habían sido invadidos para salvarlos del nazismo en interesados consumistas que no estaban interesados en la verdadera democracia —que la Unión Soviética les impuso por su bien— y sí, en cambio, en hacer colas ante las cajas registradoras. Según aquellos intelectuales, los que huían del Este eran consumistas atraídos por los cantos de sirenas occidentales.

Entre las nuevas generaciones, sin recuerdo ya de la Guerra Fría, la democracia despierta una apatía cada vez mayor. Por otra parte, la máxima de John Dewey, según la cual la política es la sombra que arrojan las grandes empresas sobre nuestra sociedad, continúa cerniéndose sobre nuestras democracias liberales, erosionándolas. Ante esos problemas y los múltiples indicios de que no todo parece estar bien en la democracia, nos preguntamos: ¿qué queda de la democracia como discurso y como institución? Con todo, la experiencia nos demuestra que es muy difícil encasillarla en un único significado, ya que significa cosas diversas para distintas personas en diferentes contextos. Esto es lo que explica que no se consiga “extender”, por no hablar de “exportar”, la democracia de una cultura o sociedad a otra. La razón es sencilla: el fomento de la democracia no puede funcionar en ausencia de una cultura democrática y organizar elecciones es sólo el punto de partida de la vida democrática de un país.*


Creo que Jahanbegloo tiene a su disposición muchos más ejemplos de entusiasmo que los de Hong-Kong. El foco puesto sobre China se corresponde por la atención sobre una potencia de la que se espera que sobre pase a los Estados Unidos este año como potencia económica. Es un caso, por tanto, que se mira con lupa por los efectos que pueda llegar a tener sobre el resto del mundo.
La idea de que no puede haber democracia en ausencia de cultura democrática es de una circularidad aplastante y conlleva la condena al autoritarismo a las sociedades que no han tenido la suerte de caer en zonas culturalmente democráticas, algo que no sé muy bien de donde sale. Parece que a la tópica pregunta de si la democracia "nace o se hace", hubiera que responder en línea genética que solo crece allí donde ya la hay. Eso deja poco camino al progreso. No sé qué sentido tiene preguntarse esas cosas porque nos llevan a una mezcla extraña de psicología de las masas, determinismo cultural y demás aparato justificador de porqué en unos sitios la hay y en otros no.
Un ejemplo claro lo tenemos en muchos países en los que, bajo regímenes autoritarios, se da un deseo de libertades y derechos. ¿Existe una "cultura democrática"? ¿Existe, por el contrario, una "cultura autoritaria"? Evidentemente existen "culturas" autoritarias y dogmáticas. Pero ¿tiene el mismo sentido la palabra "cultura" cuando se refiere a democracia o a autoritarismo? Creo que no. Todas las culturas democráticas han salido del autoritarismo previo. Y han dejado de serlo porque se ha opuesto resistencia a las distintas formas de dominación. No, no existe la democracia congénita. Tiene que existir —estamos de acuerdo con Jahanbegloo— una pasión, un deseo democrático.


No sé si todos nacemos con el deseo de ser libres; probablemente, sí. El deseo de ser libres no se debe confundir con la pasión democrática. Podemos querer tener nuestra libertad, pero importarnos poco la de los demás. Eso no es democrático. Es egoísmo. Y hay mucha confusión entre ambos términos, incluso ahora que les ha dado a los biólogos y genetista por meterse a filósofos y nos dicen que no somos libres, sino egoístas. La democracia no solo es un deseo de libertad, sino una pasión por los derechos. Eso significa los de todos, incluso los de los contrarios.
En los procesos iniciados en los países árabes y conocidos como "primaveras" podemos ver muy bien las paradojas entre libertad, autoritarismo, derechos y democracia. Los que apuestan por un sistema de libertades que lo sea de derechos y estos sean de todos son muy pocos. ¿Qué significa esa "cultura democrática" que no se puede "extender" o "exportar"? ¿Qué significa, en concreto, cuando por otro tipo de intereses se transige con el autoritarismo? Una pregunta directa: ¿es "demócrata" o "posee una cultura democrática" en que solo considera sus propias libertades y juega con las de los demás?


Los verdaderos demócratas en los países árabes esperan todavía ese respaldo que no llega porque han quedado en tierra de nadie, entre dos fuegos, entre los que quieren mantener un poder autoritario laico o religioso. En el exterior están los demócratas que consideran que no tienen la "cultura" necesaria para serlo como ellos. No sé si la "pasión democrática" se diluye en las fronteras. La pasión, en estos casos, queda dentro, incluso dentro de las cárceles a las que son enviados ante la indiferencia internacional, en la que cada uno vela por lo suyo. La cultura democrática no acaba de llegar porque no hay el apoyo exterior suficiente, que prefiere jugar la baza de su propia seguridad.

Curiosamente el argumento del "consumismo" como muerte de la pasión democrática por apatía, se escucha de otra manera en algunos países en los que se sacrifican las libertades —que traen inestabilidad, dicen— frente a la economía, que atrae riqueza. Es la fórmula que tanto "éxito" ha dado a algunos países asiáticos. La mezcla de autoritarismo político y libertad de mercado parece ser una fórmula que seduce a algunos, pero que está causando su propio desorden. Suele tener bendiciones internacionales porque supone beneficios para la inversión. La época de Reagan sacralizó este principio, el de que la libertad comienza con la libertad de mercado. La libertad de mercado está muy bien, pero lo que está claro es que no lleva la democracia allí donde no la hay. Es una parte, pero solo una. La prueba la tenemos en países autoritarios en los que existe libertad de mercado pero las cárceles están llenas.
La pregunta que se hacen desde el lado de los ciudadanos y no desde los inversores de los mercados, a los que solo les interesa su beneficio y reducir la incertidumbre, es si es posible establecer unos sistemas en los que se pueda mantener un equilibrio que garantice la estabilidad y el progreso social, la convivencia y los derechos.
Ramin Jahanbegloo termina con el siguiente párrafo su artículo:

Por sí sola, la democracia nunca será suficiente; no puede instaurarse celebrando elecciones y aprobando una Constitución. Se necesita algo más: un énfasis en la democracia en tanto que práctica de pensamiento y de juicio moral. Dicho de otro modo, nunca podremos construir ni mantener instituciones democráticas si estas no comportan el objetivo de ofrecernos la experiencia socrática de la política en tanto que autoexploración e intercambio dialógico. Después de todo, la democracia la hacen los seres humanos y su suerte va ligada a la condición humana. Como tal, la línea que divide la acción democrática y el mal político atraviesa la elección moral de cualquier ciudadano demócrata.*


Es cierto. Otros sistemas se consideran de origen o voluntad divina, tratan de imponer un orden a la sociedad salido de las páginas de libros perfectos e incontestables. La democracia, en cambio, es imperfectamente humana, es decir, requiere de esfuerzo, voluntad y, como dice, Jahanbegloo, "autoexploración e intercambio dialógico".
No sé si las pasiones por la democracia solo se desatan ya en los países con regímenes autoritarios. Tampoco sé si nuestras apatías e irritaciones alternas se producen por las crisis económicas, lo que avalaría la tesis consumista o económica. Pero creo que sí podemos compartir la idea de la democracia como imperfección y sobre todo como espacio de instituciones. Entender la democracia como reflejo de la imperfección humana es considerarla dinámicamente, capaz de acoger nuestras visiones cambiantes en la historia conforme a nuestras necesidades y aspiraciones.
La apatía, que denuncia Jahangebloo, es el sopor al que nos inducen por la falta de diálogo y el estancamiento. El peor enemigo de la democracia es la soberbia, que es la base del autoritarismo. La democracia, por el contrario, debe ser modesta, sincera y dialogante. Solo desde esos tres principios es posible avanzar en la reducción de los propios defectos y problemas y debatirlos con lealtad y buena voluntad. Un sistema arrogante, mentiroso y excluyente no es democrático por más que atraiga a los inversores o tenga los estantes llenos. 


* Ramin Jahanbegloo "La pasión por la democracia" El País 18/11/2014 http://elpais.com/elpais/2014/10/09/opinion/1412869566_881284.html


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