viernes, 14 de noviembre de 2014

El buen preso

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Siempre hay que ser compasivo con los males ajenos, pero no tanto con los que se labran su desgracia a golpe de libre albedrío, con los que su talón de Aquiles coincide con el talón bancario. La gente está, además, poco sensible a estas generosidades con los que ya han sido generosos con ellos mismos, abusadores de la credibilidad y malversadores de la confianza. Ni la proximidad comercial de la Navidad ablanda el corazón de algunos, encallecido por tanto sobresalto y taquicardia. Harán comprendido ya que me refiero al caso de Jaume Matas, ese ser caído, como el ángel, a la dureza de la tierra, la soledad de la celda, y que, como el coronel, ya no tiene quien le escriba, no cartas sino discursos. Sí, el ciudadano de a pie Matas.
Se ha armado un gran revuelo con su salida del trullo segoviano antes del tiempo y es que aquí las penas completas son llegar a final de mes, que las otras se quedan en nada, casi nada. ¡Se tarda tanto en entrar y tan poco en salir! Ya está Matas fuera en contra del criterio de quienes les tocaba decidirlo en primera instancia, que no lograron acuerdo, y con el beneplácito de los que les tocaba después, más sensibles a los derechos. El responsable ha tenido que ir al Parlamento a explicar porqué dijo que sí cuando los otros dijeron que no. El País nos lo cuenta así:

En una larga intervención, Yuste justificó su decisión de desoír a la junta de tratamiento de la prisión de Segovia, órgano que (por cinco votos a tres) había recomendado mantener al recluso en segundo grado. La junta había señalado que “Matas es un buen preso pero un mal ciudadano” y que era conveniente que siguiera entre rejas para obtener conciencia de su conducta.
Instituciones Penitenciarias, sin embargo, concedió al exministro la semilibertad. Yuste recordó ayer que, cuando no hay unanimidad en la junta de tratamiento, compete a su departamento decidir. Y argumentó que si optó por asumir la decisión de la minoría de la junta fue porque, en su opinión, los cinco técnicos partidarios de mantener en la cárcel a Matas “incumplieron las previsiones constitucionales sobre las penas privativas de libertad y las condiciones del reglamento penitenciario”. Les culpó directamente de “limitarse a propugnar el castigo como único mecanismo de intervención, afirmación que contradice el sentido común”.*


Vi el otro día con mis alumnos en nuestro cinefórum una película sobre la Revolución Cultural en China y los sistemas de "reeducación" de los ciudadanos peligrosos para las ideas del momento y esto me parece muy suave. A los dos jóvenes estudiantes de "Balzac y la joven costurera china" (que es la estupenda película, dirigida por el propio autor de la exitosa novela, Dai Sijie), los mandan a lo alto de una montaña en la que habían visto por primera vez un occidental, se nos decía, en 1940, que no sabían lo que era un despertador hasta que lo vieron, no sabían si el violín era un rayador y se enteraban de las películas coreanas que les ponían porque enviaban a gente al pueblo a verlas y luego se las contaban a todos. Allí trabajaban en minas angostas, subían cada día cientos de escalones escarpados y transportaban con poca pericia los restos fecales en grandes cestos a sus espaldas para abonar los cultivos. Y todo eso por ser estudiantes hijos de algunos que se habían favorecido. Tengo un poco distorsionado —lo reconozco— el sentido de la proporcionalidad de los castigos, pero me sigue pareciendo la Junta obró con cierto sentido común.
Me encanta la expresión "Matas es un buen preso pero un mal ciudadano”, la considero digna de estudio y de reflexión moral. Está a la altura algunas de Concepción Arenal, que suelen ser repetidas en ciertas circunstancias. Yo creo que, si se acepta, la gente debería dedicarse a lo que mejor se le da. Si Matas es un "buen preso", ¿por qué lanzarlo de nuevo al riego de la delincuencia en la calle?


La cuestión que en realidad se plantea aquí es la de los derechos de todos los ciudadanos y la ley del embudo. Los delincuentes suelen pasarse por el forro los derechos de los demás pero se apuntan al "grupo" cuando se les aplican las penas. Entonces sienten una solidaridad inmensa con el resto de la humanidad y se convierte al "bien público", el que pisotearon y al que hicieron cortes de manga y sacados de lengua tras cerrar la ventana del palacio presidencial o el que tocara. Es decir, los delincuentes son como los demás cuando los trincan. La base de todo esto es que el sentido de la justicia no es la venganza, sino la "reinserción", es decir, devolver al mal ciudadano a la senda que nunca debería haber abandonado. Se le manda cuando se considera que ya no es buen ciudadano. Lo interesante del argumento —políticamente incorrecto— es que se invierte la retórica habitual: ser un buen preso (la buena conducta) significa que "ya" se puede ser "buen ciudadano". Y la Junta ha dicho no: Matas es buen preso pero no buen ciudadano. Deberían analizar esto en las clase de Filosofía del Derecho, incluso en las de Filosofía a secas, debatiendo sobre el ser y el parecer.


En este mundo, el primero que se aprovechó del parecer era el señor Matas, que llegó hasta donde llegó a fuerza de parecer honesto, como tantos otros que pasean por los juzgados. El "parecer" para ellos era su modus operandi, como para otros es el robo con escalo, o poner la navaja en la yugular. El arma de Matas en la garganta de todos era su sonrisa, su verbo fácil, sus ideas inteligentes que otros le escribían, y el largo etcétera que hace que una persona llegue hasta lo alto y allí consiga lo que quiere. ¿Significa ser buen preso lo mismo para Matas que un descuartizador violento? Pues, seguramente, no. La pregunta es: ¿puede reinsertarse un político? Pues seguramente tampoco.
Todo esto es pura especulación filosófica, claro. Porque la ley es la ley y está hecha para Matas y demás. Igual que decimos que nadie está por encima de la Ley, nadie está por debajo, por decirlo así. Las explicaciones dadas para justificar su salida de la cárcel tienen también su puntito:

El director general enumeró una lista de argumentos para conceder a Matas la semilibertad: la “reinserción social” del expresidente balear, su “buena relación con el entorno familiar”, la baja condena (nueve meses y un día), el trabajo que ha encontrado —como autónomo— y “su imposibilidad de reincidir, dado que ya no ocupa un cargo público”. E insistió en que incluso los técnicos que defendieron mantener al exministro en prisión aludieron a su reinserción: “No es razonable decir que un enfermo curado no puede salir. Puedo admitir que la junta de tratamiento diga que no está reinsertado, [pero] no puede decir que está plenamente reinsertado si quiere mantener el segundo grado”.*


Aquí se percibe con claridad ese argumento russoniano de la enfermedad del delito que, la verdad sea dicha, suena un poco a risa, por no decir otra cosa. Uno no espera que se pelee con la familia o que no pueda autoemplearse como "autónomo" y sobre todo lo de la reincidencia porque ha sido inhabilitado para cargos públicos. Nos muestra lo inadecuado de las fórmulas en los casos de corrupción política en donde, además de los delitos cometidos, está el de abuso de confianza pública o, si se prefiere, falta de ejemplaridad. El político, además de ser honesto, está obligado a ser ejemplar porque nos representan a todos, que para eso les damos nuestros votos. Uno que roba coches o asalta bancos no representa a nadie; pero Matas sí. No es la cuantía de lo que roban, gastan o reparten; es el daño moral que hacen a instituciones, ciudadanos y al país en su conjunto. Ahora que se habla tanto de la "marca España" y se cifra su valor, quizá alguien debería cuantificar el daño que hace al país un escándalo de este tipo, cuánto nos cuestan en B.
Las razones dadas para que el buen preso pero mal ciudadano se reúna con los ciudadanos han causado sentimientos que van de la indignación a la rechifla, pasando —lógicamente— por el análisis comparado del PP, que busca antecedentes en la "Era Zapatero":

La oposición en bloque cargó contra el representante de Interior y acusó al Gobierno de premiar a uno de los suyos. Los distintos partidos dibujaron a Matas como un recluso que pasaba el día en la enfermería de la cárcel mientras jugaba al frontenis, y repitieron chanzas sobre el espíritu emprendedor de Matas y su olfato como consultor. El diputado del PSOE Pablo Martín subrayó que el entorno social que permite a Matas reinsertarse está formado por dirigentes del PP. Emilio Olabarría (PNV) aseguró que el trato a Matas tira por tierra el discurso de la regeneración democrática del Gobierno.
La oposición cree que el caso tira por tierra las promesas de regeneración del PP
Desde Izquierda Plural, Sixto Iglesias parafraseó al presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes: “No solo la ley está hecha para el robagallinas, sino que los delincuentes de cuello blanco entran a la cárcel por una puerta y salen por otra”, dijo. Por el PP, la diputada Ana Belén Vázquez miró hacia atrás y acusó al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de llevar la contraria “unas 400 veces al año” a las juntas de tratamiento de las prisiones.*


Al final, bien está lo que bien se discute. Todos salen igual de enfadados que entraron y al resto del país se nos queda cara de pasmados viendo salir de la cárcel a Matas fresco como una lechuga, incluso con mejor cara, más relajado.
Los juristas seguirán debatiendo sobre si la ley castiga y las penas reinsertan; los genetistas si era libre o fueron los genes de la familia que ahora le acoge para darle esa seguridad que necesita para crecer como persona y dejar de ser mal ciudadano, etc. El sistema funciona a la perfección.



* "El Gobierno sostiene que Matas sigue cumpliendo su pena sin “privilegios”" El País 13/11/2014 http://politica.elpais.com/politica/2014/11/13/actualidad/1415898238_952758.html





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