miércoles, 26 de noviembre de 2014

Besugos sin diálogo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer, dentro de una de esas conversaciones con retoques didácticos, me traté de explicar lo que los españoles entendemos como "diálogo de besugos" o "diálogos para besugos". Creo que se entiende algo si un mira a un besugo de frente, con esos ojos grandes y la boca abierta, que suele ser el estado en que uno se lo encuentra en las pescaderías. Hay "cara de besugo", como hay cara de "carnero degollado". "¡Vaya cara de besugo!", se decía antes o "¡no pongas esa cara de besugo!". Y en el menú imaginario de los cómics, antes tebeos, las raspas del besugo no podían faltar sobre la mesa como signo de una comida opípara, palabra caída en desuso desde que la dietética, el aeróbic y los alimentos bajos en calorías se fueron adueñando de nuestras vidas. Ahora hay una iniciativa, dicho sea de paso, para que en los menús se indique, además del precio, el número de calorías. Un intento más de amargarnos la vida sin necesidad de echarle vinagre o limón. Habrá que pedir una cuenta al principio y otra al final.
Buscando el origen de la expresión sobre los besugos, me encontré con el texto de Armando Matías Guiu, uno de sus creadores, vinculado a la editorial Bruguera (entro otras muchas cosas), en donde surgieron los "diálogos" en la revista "El DDT". Guiu explica que aquellos famosos diálogos tuvieron varios padres, como nuestra Constitución, que no se firmaban porque era norma de la editorial que solo lo hicieran los dibujantes. Aunque él se presentara como "dibujante de ideas, cuenta, no le dejaron estampar su nombre en aquellos diálogos.


En la web denominada "13 Rue Bruguera", realizada por amantes de aquellos tiempos gráficos y de sus personajes, hay un apartado dedicado a los "diálogos" y al creador de muchos de aquellos textos, que el propio autor indica que fueron copiados hasta la saciedad por humoristas poco imaginativos pero con sentido de la oportunidad. Aquel "—buenos días —buenas tardes" con el que comenzaban todos los textos se hizo famoso y me llegan ecos de algún compañero del colegio que los usaba como gracia.
En la página se recoge el prólogo que Armando Matías Guiu realizó en 1989 para la edición de sus "Diálogos para besugos", publicado por la editorial Hogar del Libro, bonita matización a la conocida "Casa del Libro". Así comienza el prólogo: «La política es, a veces, como un “diálogo para besugos”. Nadie dice lo que piensa; Algunos, no piensan lo que dicen; aquellos, piensan y no dicen; éstos, nadie sabe lo que piensan; de los de más allá una piensa que piensan, pero ellos no piensan que uno piensa.» Y uno piensa que lo de pensar en política ha quedado como antes quedaba el "valor" en tiempos de paz tras finalizar el servicio militar, en un generoso "se le supone". Nos hemos quedado con besugos, pero sin diálogo.
En lo que ha llovido políticamente desde 1989, lo que sobra ya en política es el verbo pensar, que se ha convertido en un mucho suponer, a la vista de lo que nos toca tragar cada día. Y es que este país ya no nos lo pueden explicar ni los humoristas, que generalmente han sido los más certeros en sus definiciones y análisis. Antes los humoristas iban de dos en dos, pero ahora ya ni eso. Se les llama monologuistas, que es como el autoempleo del humor. Ellos se lo guisan y, la mayor parte de las veces, se lo comen, pero con patas, otra expresión que tiene su miga. En la política ocurre algo parecido, también se nos ha llenado de monologuistas, con amigos que se desternillan con sus gracias pero que a los demás nos dejan indiferentes. Hoy el público se divide entre los que aplauden a rabiar a su monologuista favorito, los que se quedan impertérritos preguntándose dónde está la gracia y, finalmente, los realmente cabreados, que después de lanzar lo que tienen a mano al escenario, pasan por taquilla a que les devuelvan las entradas.

La fórmula "diálogo para besugos" quedó acuñada como una feliz expresión del idioma como referencia a aquellos escritos en "El DDT". Pero los que usan la lengua se quedan con la expresión y se olvidan de sus orígenes, quedando las palabras como con vértigo de no tener los pies en el suelo. No podemos saber el origen de todo lo que usamos, pero un poco de curiosidad no está mal.
Una de las grandes ventajas de tener alumnos o amigos extranjeros (o ambas cosas a la vez) es el saludable esfuerzo de memoria que supone rebuscar de dónde ha salido lo que sale de nuestra boca cada día. Además de la preocupante falta de sentido de lo que decimos, lo es también la falta de sentido histórico del porqué lo decimos. Puede que haya gente a la que le parezca normal que los besugos dialoguen, pero debería entonces extrañarnos que lo hagan con tan poco tino.
Explorar el sentido de lo que decimos, qué son esos ladrillos con los que construimos nuestros discursos, es siempre interesante y se lleva uno muchas sorpresas y disfrutes rebuscando. Muchas de las barbaridades que escuchamos y leemos vienen de esa falta de interés por las palabras y lo que hay tras ellas. No me refiero a los discursos eruditos sobre la etimología, sino al rico fondo de la cultura —en su sentido más amplio— que cada época plasma en expresiones afortunadas que siguen navegando hasta otras generaciones. "Diálogo para besugos" es una de ellas.

Creían nuestros filósofos hermeneutas que el verdadero acto creativo del hombre estaba en la lengua, en el momento en que a una experiencia nueva le tenemos que poner nombre. Les parecía que en ese acto de creación se plasmaba la poeticidad del lenguaje, que convierte a la especie humana en creadora y creativa. Cuando algunos filósofos descubrieron eso, se dedicaron, como Heidegger, a estudiar a poetas como Hölderlin, tratando de encontrar la magia de lo humano en la magia de sus palabras fundacionales del orden del mundo y de la mente, pues eso hace el lenguaje, ligar ambos. Por eso Nietzsche hablaba de la energía creativa y del poder de las ilusiones devenidas en ficciones y metáforas, formas de superar nuestro imposible conocimiento del mundo tal como es.
No creo que los besugos sean animales más estúpidos que los demás pero, en nuestra clasificación injusta, consideramos que lo absurdo de los humanos les imita. Si los besugos hablaran realmente y dialogaran entre ellos, escribirían con gran éxito sus "diálogos para humanos", en los que se resaltaría la incapacidad de entenderse.
¡Y luego dicen que el besugo es caro!



* "Diálogo para besugos" Web "13 Rue Bruguera" http://seronoser.free.fr/bruguera/dialogosparabesugos.htm




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