sábado, 21 de junio de 2014

Ciencia y tiempo para pensar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No quería dejar de recoger —en una semana tan cargada de acontecimientos— algunas de las ideas que nos han dejado los científicos ganadores de los Premios Fronteras del Conocimiento, concedidos por la Fundación BBVA. Esta vez, nos han dejado observaciones que todos pueden entender más allá del campo en que son cada uno especialistas. En esta ocasión han dejado constancia no solo de su mérito investigador, sino de los problemas que aquejan a la Investigación. Y quizá a todos nosotros.
Los galardonados han sido especialmente críticos con la situación de la Ciencia o, para ser más precisos, con aquellos elementos de los que depende para su desarrollo dentro del modelo actual.

El bioquímico Adrian Bird, galardonado en Biomedicina, subrayó la necesidad de mantener un compromiso permanente con la cultura y la ciencia, que comparó con una planta que hay que regar para que no muera: «La ciencia es un juego a largo plazo. Cinco años es una eternidad para un político, pero un científico necesita décadas. Trabajan en escalas temporales distintas», señaló.*


La afirmación de Bird es cierta. Las escalas temporales, como él las llama, son muy distintas y no se suele entender el tiempo empleado pidiendo resultados inmediatos a las inversiones. Eso produce efectos perversos, entre ellos el aumento del fraude o del error por la necesidad de presentar resultados La Ciencia es una inversión a largo plazo, efectivamente, y tiene su propio ritmo en cada campo. La presión para acelerarlo no es buena y tiene efectos negativos.
En el mismo sentido se manifestó otro de los premiados:

La presión por conseguir resultados rápidos está pervirtiendo el sistema de investigación, según denunció Harald Rose (Ciencias Básicas): «Crear algo nuevo lleva tiempo, aunque los políticos creen que sólo hace falta dinero. Y hoy en día tenemos un problema de falta de tiempo. Lo veo en mis estudiantes. A veces no tienen tiempo para pensar porque tienen que publicar [artículos científicos]. Y si no publican, pierden los fondos».*


Rose añade otros dos elementos que en realidad son facetas de lo mismo: la presión sobre la investigación. La presión se puede realizar acortando plazos, recortando presupuestos o exigiendo a los investigadores niveles mayores de publicación. O todo a la vez, claro. Todas son variantes de la misma forma de presión. La ironía de que no hay tiempo para pensar porque hay que publicar, es decir, presentar resultados es poner el carro delante de los bueyes. Con esto lo que se resiente es el conjunto de la investigación, que aumenta en volumen, pero se empobrece en avances reales.

«Necesitamos volver al sistema de investigación de los años 60 y 70, donde podías tener un proyecto que durara de cinco a 10 años y no de tres a seis meses como ahora por la falta de fondos estables», reclamó Marvin Minsky, considerado el padre de la Inteligencia Artificial. «Falta sabiduría económica».*


Con la supeditación de la investigación a la política y esta a la industria, los plazos se han acortado como forma de repartir recursos y sobre todo como forma de presión sobre los grupos, a los que se pretende hacer competir entre ellos con esta presión añadida. La estabilidad de los proyectos en el tiempo es importante porque tiene, además, factores anímicos que ayudan al desarrollo de la investigación. La prisa no suele ser buena para casi nada y menos en trabajos que requieren de precisión y están abiertos a ciertos grados de incertidumbre en su desarrollo, como es propio de cualquier campo de investigación. Pero los fondos se acaban y puede que no lleguen los resultados en el tiempo estimado. La angustia y el estrés crecen y no suelen ser buenos aliados para la claridad del pensamiento. Pero no es eso lo que opina el "modelo galera" de la Ciencia; el ritmo de remada se incrementa con unos cuantos latigazos más y amenaza de reducción de la ración de agua. No debemos olvidar que los que expresan sus quejas son científicos de éxito; pensamos en otros miles que trabajan en condiciones mucho peores y que serán tratados con muchos menos miramientos.


En el documento de la Fundación, las declaraciones de Minsky inciden de nuevo en la necesidad de dotar de otro ritmo a la investigación científica regresando a modelos anteriores de trabajo en los que era posible "pensar":

Feliz al recibir la noticia del premio, Minsky afirma seguir convencido de que se llegará a crear máquinas al menos tan inteligentes como los humanos. Sin embargo, no es muy optimista respecto al plazo en el que podría lograrse: “Depende de cuánta gente trabaje en los problemas adecuados. Ahora mismo no hay ni recursos ni investigadores suficientes”. Y fiel a su reputación de científico iconoclasta, añade una crítica: “Los grandes avances en Inteligencia Artificial se dieron entre los 60 y los 80 del pasado siglo. En los últimos años no he visto nada que me sorprenda, porque ahora la financiación se enfoca más en aplicaciones de corto plazo que en ciencia básica”.**


Sin avanzar en investigación básica, lo que se busca es más el ingenio aplicado en un intento de amortizar al máximo lo que la básica ha conseguido. Pero no es ir más allá, sino una forma de transferir a la industria más rápidamente lo alcanzado. Políticamente tendrá sus resultados, pero —como bien señala Minsky— en su campo no se ha avanzado mucho desde los ochenta.

En el fondo este sistema no busca tanto el conocimiento como mantener funcionando los equipos suficientes para tener en marcha el proceso industrial que requiere el poder económico. Por eso esa mezcla de políticos e industriales que les administran los recursos e inversiones y les marcan los tiempos no suelen estar demasiado bien vistos porque carecen de los aspectos que también están asociados como valores importantes de la Ciencia: la imaginación y la creatividad. Lo que se ha creado es una maquinaria que hacer trabajar a los demás como máquinas.
Todas estas quejas de científicos consagrados son pequeñas compensaciones ante lo que es un clima general de derrota del pensamiento creativo en nombre de una burocratización del sistema, del que los científicos han pasado a ser una fase. Los condicionamientos y perversiones de la investigación desde esta presión son muchos. Falta esa "sabiduría económica" que reclama Minsky. "Sabiduría" es una palabra bien elegida, una palabra de otro tiempo. Pero hoy nadie quiere ser "sabio", todo lo más "experto". No se busca la "sabiduría", sino la "eficiencia".
En realidad, lo que están reivindicando todos ellos es lo mismo: tiempo. Reclaman un tiempo para pensar y un tiempo para desarrollar sus investigaciones conforme a sus criterios. Los tiempos, en cambio, les son impuestos por la impaciencia de los que esperan resultados, la industria, y los que no quieren gastar más, los estados. Puede que todos tengan sus razones, pero también tiene sus consecuencias.
Vivimos en un mundo acelerado, sin duda. El tiempo se ha convertido en un bien escaso en casi todos los campos. La reclamación sobre el tiempo necesario es una revolución pendiente que la prisa nos hace ignorar. Esta bien que los científicos reclamen tiempo. Deberíamos hacerlo todos. Solo los que no tienen sobre qué pensar desean que el tiempo pase rápido.


* "Ciencia para evitar la 'autodestrucción' del ser humano" El MUndo 18/06/2014 http://www.elmundo.es/ciencia/2014/06/18/53a08374ca47416b528b459c.html?a=78a1dca253a7deb8f16377aa8a3cb8f9&t=1403075290
** Premios Fundación BBVA http://www.fbbva.es/TLFU/tlfu/esp/microsites/premios/fronteras/galardonados/2013/informacion.jsp





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