domingo, 25 de mayo de 2014

Elecciones

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hoy hay elecciones por medio mundo. Son elecciones muy diferentes, en las que los países se juegan cosas muy distintas. Votar es un acto mecánicamente sencillo, pero que puede tener muchos tipos de obstáculos. Estos van desde llegar a las urnas, como sucede en el este de Ucrania, donde las han destrozado los prorrusos, hecho desaparecer los censos y rondan hombres armados los colegios electorales —con lo que se demuestra su profunda vocación prorrusa manifestada en su referéndum—, hasta Colombia, en donde se juegan el proceso de paz emprendido en la conversaciones de La Habana y el modelo de relaciones con sus vecinos, especialmente con Venezuela.
Mañana y pasado votan en Egipto una elecciones presidenciales que todavía habrá que ver en qué sentido son trascendentales. Las promesas egipcias deben ser contrastadas con una realidad que tiende a discordar de los discursos en el tiempo. Se han escuchado demasiadas promesas en Egipto desde que Hosni Mubarak fuera forzado a abandonar el poder por la presión popular. 

Si los datos de los sondeos se acercan a la realidad, la elección de Al-Sisi sería abrumadora, aunque no se sabe cuáles serán sus consecuencias reales ni en los cambios que el país necesita ni en las relaciones entre las partes en conflicto. No ha habido demasiado debate de ideas. La personalización de la política es un mal del que Egipto no logra escapar y hace falta algo más que el respaldo popular. En Egipto está todo por hacer tres años después de la Revolución y lo realmente importante serán las elecciones legislativas, cuando lleguen. Deberán ponerse encima de la mesa las ideas para sacar al país de los problemas en que se encuentra.
Votar allí también es estar expuesto a acciones violentas. Veremos cómo han planteado las fuerzas islamistas las dos jornadas electorales.
Europa tiene hoy sus elecciones. El clima esta vez es muy diferente al de anteriores comicios. La "crisis del euro" y "con el euro" han hecho ver las fisuras de la política europea. Europa es un gran proyecto que carece en estos momentos de dos condiciones: de ilusión en los ciudadanos y de líderes con visión, personas capaces de luchar por el proyecto europeo anteponiéndolo a otras cuestiones. Europa necesita de europeístas en ambos campos, electores y políticos. La relación entre los votantes europeos y las personas capaces de liderar el futuro de Europa debe ser más estrecha, ilusionada y generosa. Ilusionada porque no se crea nada que valga la pena sin ilusión y generosa porque los países deben pensar más en el conjunto que habrá de hacerse realidad que en los intereses de las partes. Sin avanzar en la idea de identidad europea, en que somos europeos, lo único que se hará es diseñar un sistema de intereses conjuntos, mala base para la convivencia. Mientras "europeos" sea un término que aplicamos a los demás en la mayoría de las ocasiones, no se avanzará demasiado.


En estas elecciones, además, Europa se enfrenta a su propia gangrena, que es lo que ha surgido de las heridas de la crisis, la infección galopante del peor nacionalismo, del xenófobo y racista, que atenta contra la base misma de la Unión: la solidaridad entre sus miembros. Las declaraciones realizadas por esa banda fantasmal, los cuatro jinetes, en sus respectivos países y al conjunto —de la estrella robada de Wilders al Ebola como forma de acabar con la inmigración del papá de la candidata Marine Le Pen— hacen ver que Europa no puede bajar la guardia para protegerse de sí misma, de los cánceres que la inundan cuando se liberan sus demonios históricos. Si algo puede acabar con Europa son los nacionalismos y los secesionismos, versiones macro y micro de la misma moneda. Ambos debilitan la idea de integración pues se basan en el énfasis excluyente en las diferencias.
Las elecciones europeas serán utilizadas contra Europa. Esto es una intención manifiesta de los que pretenden reventarla desde dentro mediante la obstrucción que genere más problemas, en una dinámica de retroalimentación. Está por ver la fuerza que todos estos grupos pueden tener, pero lo importante es que están ahí. Muchos interpretan que sus votantes se dedican a castigar a los grandes partidos por su desidia y que de ahí obtienen sus papeletas. Da igual. Es una razón más para exigir eficacia y generosidad a los políticos europeos. No oculta el hecho de que no son solo enfermedades del continente, sino verdaderas enfermedades en sus propios países.


La pasividad europeísta se vuelve contra la propia Europa. Los populistas, en cambio, son tremendamente activos, tienen una retórica enérgica y dan a la gente lo que muchos quieren escuchar: que son víctimas, que han perdido su soberanía y que nadie va a cuidar de ellos mejor que ellos mismos. Sin embargo, ese discurso es solo una parte del guión, que incluye dosis de odio, xenofobia, homofobia, racismo, etc. en muchos de sus programas. La política es siempre un sistema de "platos combinados"; no solo hay que quedarse con todos sus componentes, te gusten o no, sino que además lo que te traen no se parece más que remotamente a la fotografía maravillosa que exhiben en el local.

Europa no se construirá sola, ni en lo técnico ni en lo identitario. Hasta el momento —y de eso también se la acusa— el diseño europeo ha quedado en manos de una burocracia y de políticos nacionales que se reúnen a decidir. No se ha avanzado nada, en cambio, en lo identitario. Y, lo repetimos, Europa no puede avanzar sin que nos sintamos europeos, no de forma ocasional y retórica, sino plena e ilusionadamente, que nos sintamos parte de algo más grande que nosotros mismos. No sé cuál es la vía, pero se necesita urgentemente mensajes de este tipo que nos digan que ser "europeos" es algo más que se debata sobre la "unión bancaria".
Las elecciones de hoy en Ucrania son un punto importante, pues legitimarán a las autoridades y avanzarán hacia un proceso en el que todo son obstáculos. No creo que se recuerden unas elecciones en circunstancias similares, con un país en el que diversas zonas han sido enajenadas, una de ella absorbida por una potencia vecina y otras autoproclamadas repúblicas independientes no reconocidas por nadie. Los ucranianos de Crimea, convertidos en rusos por decreto, buscan depositar su voto; los habitantes de las zonas en manos de prorrusos intentan llegar a algún lugar en el que puedan votar lejos de las amenazas de los milicianos armados. El resto de Ucrania tratará de votar para conseguir estabilidad y autoridad.


Hablamos de las elecciones como "la fiesta de la democracia", pero no es una fiesta en todas partes. Votar puede ser un acto arriesgado. Toda elección, en el fondo, lo es. Elegir no siempre es sinónimo de acertar. De hecho muchos votantes pueden mantener serias dudas sobre sus propios votos. En el voto concurren muchas fuerzas de todo tipo, racionales, pragmáticas y sentimentales. Es un acto complejo si no se hace por rutina. Lo peor es escuchar hablar sobre el hastío, el aburrimiento, etc., causado por la desidia de los políticos. Contrasta con todos aquellos lugares en los que votar es tomar realmente el destino en tus manos o hacerlo implica jugarte la vida. 
Creo que hay que repensar el papel de la política en nuestras vidas, el valor de las instituciones y el puesto y papel de las personas en las que delegamos nuestra representación. Para valorar la democracia y los derechos es esencial que no caigan en la rutina o el olvido. Elegir a quién votar puede ser una decisión difícil, pero es mucho peor dejar de hacerlo. En el caso de las elecciones europeas, no hacerlo será dar alas, nuevos bríos a los que no quieren una Europa unida. Aunque no votes, se apropiarán de tu silencio.





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