lunes, 20 de enero de 2014

Pelillos a la mar o para qué sirven los espías si no espían

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando estos días se han visto las imágenes del presidente Obama entrevistado por la cadena alemana de televisión, la ZDF, prometiendo que "mientras él sea presidente de los Estados Unidos no se espiará a la canciller Merkel" me vino a la mente la expresión española "pelillos a la mar". Tiene que ser muy raro para un presidente de los Estados Unidos decir cosas como estas ante el mundo. La idea de que el mundo de los derechos se divide en dos, los derechos de los norteamericanos y lo que nos quede a los demás, si es que queda algo, es demasiado poderosa en la mente colectiva americana y los políticos juegan con ello con demasiada facilidad. El mismo Obama utilizó esa estrategia al comienzo del escándalo asegurando que los derechos de los americanos no se habían violado, solo los de fuera, que son un peligro potencial. Esta idea de que todo está justificado para mantener su seguridad, incluso que los demás renuncien a la suya, es contraria a la dignidad y la autoestima de los que se ven afectados por las imposiciones que esto suele suponer.


No es de extrañar que lejos de pararse este escándalo con unas simples palabras de semidisculpa del presidente, en Alemania se hayan tomado muy en serio y consideren que espiar a su canciller es un delito, según establecen sus leyes, que no pueden ignorar por un par de sonrisas de colega.
La información de la prensa de que la Fiscalía alemana ha abierto una investigación no debería sorprendernos. Alemania hace lo que debe hacer desde su propia legalidad, que debe ser respetada. Y en esto le da igual, que sea Estados Unidos o cualquier otro país. En el diario El Mundo se recogen las pretensiones lógicas alemanas:

El ministro de Justicia, Haiko Maas, declaraba este sábado en las páginas de 'Bild' que las palabras de Obama no son suficientes. Alemania exige la firma bilateral de un Tratado de no Espionaje, un documento vinculante de derecho internacional que garantice la seguridad de los datos de ahora en adelante y sea quien sea el presidente de EEUU. "Sólo cuando hayamos firmado un acuerdo legal que proteja los datos de todos los ciudadanos podremos recuperar la confianza", advertía, dejando de nuevo entrever la tensión en las relaciones entre los dos países.*


La confianza de Obama en que los demás se deben sentir casi unos privilegiados por ser espiados por los Estados Unidos resulta infantil y es una muestra de esa incomprensión que en muchas ocasiones muestran hacia los demás. La afirmación de que ellos no van a dejar de hacer "lo que pueden hacer" y que además "hacen mejor que los demás" es casi de patio de colegio. Si te quejas, te quitan el bocadillo.
Algunos ven en esta actitud de sinceridad "honestidad" y piden que hagan lo mismo Rusia y China, que debemos suponer que nos espían o al menos lo intentan. No sé si a alguien le sirve de consuelo la calidad del espionaje que padece, pero no creo que esa estrategia defensiva sirva de mucho. Al menos no con Alemania, en donde siempre habrá ciudadanos que presenten denuncias contra los Estados Unidos y su presidente por espionaje, poniendo en un aprieto al gobierno Merkel si no lo hace. Los Estados Unidos no son los únicos con derecho a la dignidad y autoestima nacional.


Obama no solo debe convencer a los socios de que espiarles es bueno para ambos, también debe hacerlo con su propio pueblo. No sé si las teorías conspiratorias globales son suficientes para convertir a Alemania o cualquier otro país aliado en peligro potencial que debe ser espiado hasta el nivel de los jefes de estado o los presidentes de gobierno. Pero cuanto más intente justificar ante sus propios ciudadanos lo que hace fuera, más se irritarán los espiados por los mismos motivos. Si la amenaza es la justificación los presuntos amenazadores se enfadan con razón. Y el ridículo comienza a rondar.
La "sinceridad" de Obama, sus explicaciones para arreglar lo que no tiene arreglo más que en los términos que pide Alemania, exigir el cese de toda actividad en ese sentido respecto a sus ciudadanos, del más humilde alemán a las más altas instancias de la nación, rozan el esperpento político. El Mundo recoge sus insólitas explicaciones:

«No quiero dañar las relaciones entre EEUU y Alemania", defendía Obama en el programa 'Heute Journal', "pero ¿para qué sirven unos servicios secretos que sólo saben lo que publica 'Der Spiegel' o 'New York times'?". El Ministerio de Exteriores alemán prepara a toda prisa una visita de Merkel a Washington que sirva de parche a este boquete diplomático, pero el Gobierno de Berlín se muestra muy resuelto a exigir más que palabras, y su portavoz repite en cada ocasión que se le pregunta por el asunto que "en suelo alemán debe cumplirse la ley alemana".*



El argumento de Obama se puede extender a "¿para qué no sirve fabricar bombas si no podemos tirarlas o el ejército si no te invado?",  "¿para qué me sirve tener una pistola si no te doy un tiro?" o cualquier otro de razonamiento similar. Se echan de menos los humildes "sin comentarios" ante estos argumentos.
Creo que llamar "boquete diplomático" a esto es quedarse corto. En circunstancias normales, este tipo de situaciones se suele resolver con la expulsión de diplomáticos implicados, llamadas a consultas o ruptura de relaciones. Eso suele ocurrir porque lo normal es que te espíen los "enemigos" y no los "amigos", categorías que pasan a ser difusas en esta situación.
Ante los ojos alemanes, esto no se arregla con una "visita" y una "foto" —con un "pelillos a la mar"— y sus exigencias son claras: un acuerdo bilateral, un compromiso firmado que llegue más allá de Obama. Que el presidente diga que mientras él esté en la Casa Blanca no se espiará al gobierno alemán es un exceso de ego, pero nada más. No tranquiliza a nadie; al contrario, inquieta esa personalización del compromiso.
Lo absurdo sería que quien pagara las consecuencias del espionaje norteamericano a su aliados fuera Angela Merkel. Y esto puede ocurrir si además de indignarse no hace nada al respecto, pues compromete a Alemania al aceptar esta situación. Es difícil que los alemanes pasen por el aro. Por eso la oposición alemana —algo complicado tras la Gran Coalición, pues ante el acuerdo de los grandes a los pequeños solo les queda gritar más alto— pide que Snowden vaya a declarar al Parlamento alemán y ante la Fiscalía. Si no lo hace, Merkel se habrá metido ella sola en una ratonera y quedará como encubridora de su propia condición de víctima y traidora ante la opinión pública alemana. Si no te quejas de que espíen tu propio móvil, ¿quién lo va hacer?

* "La Fiscalía alemana se plantea abrir un proceso contra EEUU por espiar a Merkel" El Mundo 19/01/2014 http://www.elmundo.es/internacional/2014/01/19/52dbb262268e3e96408b456c.html?a=21688bf33e02472dcaacc9d998c5230d&t=1390196623






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