jueves, 23 de enero de 2014

Charlas caninas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el sugerente título "No digas guau, di hola", el diario El País nos informa de la existencia, financiada mediante el sistema denominado "crowfunding", de un aparatejo en fase inicial de desarrollo para traducir al lenguaje comprensible por los humanos los estados de ánimo de los perros. Con esta manía de la "doble titulación" digital, el artículo se llama en la portada 'Los perros también "hablan'" mientras que en el interior, el titular es el señalado anteriormente, mucho más imaginativo puestos a ser ingeniosos.
Evidentemente, los perros no "hablan" aunque tuvieran mucho que decir. Aquí no hay acelerón evolutivo, salto de millones de años, manipulación genética, trasplante de cerebro u otras fantasía caras a la Ciencia-Ficción, sino un mecanismo simple que detecta patrones de actividad cerebral y les asigna unas frases específica. Es decir, que si el aparato detecta ondas en las que se muestra el estado de ansiedad, las interpreta asignándoles la frase "¡quiero salir!". Si la ansiedad crece, el aparato puede decir "¡que me saques!" y si sigue aumentando nos amenazará con un"¡tú lo has querido!".
El diario nos cuenta:

Aunque de momento los perros solo pueden expresarse con un único tipo de voz, los investigadores están trabajando para que haya un abanico de timbres y sonidos que se adapten a la raza y personalidad de cada can. Además, pretenden ofrecer el producto no solo en inglés, sino también en francés, español y chino.*


Me imagino que los amantes de los perros serán escépticos ante un invento que les quita uno de los grandes alicientes de tener un perro: interpretar sus deseos a través de un amplio repertorio de gestos. El aparatejo, además de incómodo para el animal, resultará al poco tiempo insoportable para sus amos, que se hartarán de escuchar con una voz artificial los mismos mensajes de su perro.
Ante los gestos de los animales, los amos desarrollan toda su aptitud interpretativa llegando a captar todo tipo de matices, muchos imaginarios, sobre lo que el animal quiere decirnos. La interacción con las mascotas no consisten en que el perro u otro animal "hable", sino en que nosotros les hagamos hablar con nuestras percepciones. Usted —como yo— se habrá quedado asombrado al contemplar a algún amigo dialogando con su perro. El amigo se transforma ante nuestros ojos y se convierte en un intérprete de señales caninas, dándonos todo tipo de precisiones sobre lo que el animal quiere decir.


Todo eso lo elimina la máquina al convertir sus ondas cerebrales en voz tangible que llevará al hartazgo y a darle al botón de apagado a la tercera vez que escuchemos que "quiere salir".
Uno no se imagina las famosas "Charlas con Troylo" de Antonio Gala, con su exquisita sensibilidad, con esta interfaz parlanchina, mediadora robótica, que ,lejos de personalizar a cada perro como pretenden, les quita su gracia convirtiéndolos en monótonos acompañantes, como las muñeca que tirándoles de una cuerda soltaban aquello de "¡te quiero mucho!", anticipo de muchos desengaños posteriores en la vida.
Recupero de la web el emotivo artículo en el que Gala se despedía de su Troylo:

Pero durante once años y medio anduviste enredado a mis piernas; arrebujaste tu lealtad a mi vera; me seguiste a dos pasos por este mundo que, sin ti, no es el mismo. Continuarán los pájaros y los amaneceres, el chorro de la fuente ascenderá en el aire, como la vida, sólo para caer.
Pero no estarás tú, Troylo, compañero irrepetible mío.
Nunca más, nunca más.
Ya no habrá que sacarte a la calle tres veces cada día, ni tampoco habrá que sacarte las muelas de noviembre, ni acercarás resoplando el hocico a los respiraderos de los coches, ni te asomaras encantado por las ventanillas, ni me recibirás —enloquecido el rabo, ladrando y manoteando— a la puerta de la casa.
Ya no habrá que secarte cuando llueva, ni cepillarte por la mañana al salir de la ducha, ni reñirte porque pides comida: ya no sabré qué hacer con el trocito último del filete...
Nunca más.
Y no me hago a la idea.

Este artículo no se hubiera escrito nunca de no haber sido Troylo un compañero ese compañero mudo pero comunicativo, que dejara el español, inglés o chino en manos de su dueño y se hubiera limitado a sus universales ladridos y meneos de rabo, a sus comprensibles saltitos... Ese "trocito último de filete" hace mucho que habría pasado por la sartén, sin dejar a este Gala descompuesto por el dolor en la duda de qué hacer con él.
Si Troylo hubiera hablado, dicho dos palabras siquiera, las famosas "charlas" se habrían acabado a las primeras de cambio, en cuanto hubieran resonado en la casa los primeros ecos de un "¡hola, Antonio!" al llegar o un "¡cepíllame!" en mal momento.


Pero no todos son Antonio Gala y no disfrutan charlando imaginativamente con sus animales, escuchándoles con el creativo oído interior espoleado por una mirada, un meneo de cola o un ladrido. En estos tiempos prosaicos hay hueco en el mercado para todo, aunque no lo haya en los corazones.
Los inventores de esta ampliación lingüística de la naturaleza son gente desengañada de sus trabajos anteriores y que ahora se dedican a estas cosas. Señala El País:

La Sociedad Nórdica para la Invención y el Descubrimiento es un pequeño laboratorio fundado por un grupo de comunicadores de profesión que descubrieron que “crear productos interesantes es mucho más divertido que hacer publicidad o relaciones públicas”. Además del No More Woof, se empeñan en desarrollar otros aparatos igualmente inusitados, como la alfombra que vuela por medio de imanes, la escopeta que dispara semillas de flores en vez de balas o el sillón hamaca que recarga tu tableta.


Estos comunicadores frustrados se adentran ahora en el camino de hacer realidad los sueños —hacer hablar a tu mascota, volar en una alfombra mágica, disparar flores— sin comprender que los sueños tienen su encanto y, sobre todo, que cuando se hacen realidad provocan desengaño porque dejan de ser sueños. Interpretando los deseos de nuestra mascota damos libertad a una imaginación que nos la hace cada vez más compleja y fascinante. Escuchando las cuatro frases del repertorio grabado, en cambio, nos aburriremos soberanamente a la cuarta vez que lo escuchemos y lo veremos como un ser limitado y monótono.


Dice uno de los responsables del invento que “escuchar lo que está pensando un animal es un concepto fascinante, y poder comunicarse con ellos es un sueño para muchas personas”. Pasamos del sueño a la somnolencia. No es lo mismo "escuchar" lo que el perro piensa que "comunicarse" con él, algo que ya hacemos habitualmente.. Quitarle al perro sus ladridos, como promete el nombre del invento (No more Woof), no es un futuro prometedor. No creo que den para once años de charlas, como a Antonio Gala.



* "No digas guau, di hola" El País 22/01/2014 http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2014/01/22/actualidad/1390383053_367250.html






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