sábado, 30 de noviembre de 2013

La termita trivial

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La trivialidad es como una termita en el mundo de la información. Empiezas oyendo ruiditos y cuando te quieres dar cuenta te han hecho serrín la realidad. El problema reside en que las termitas, animales sociales, son capaces de hacer ruiditos melodiosos, pequeñas sinfonías simpáticas que el que las escucha es capaz de seguir con un ligero movimiento de pies, un tamborileo de dedos y hasta un animado tarareo. Lo trivial mola.
Si decía aquel rey absolutista que "el estado soy yo", la trivialidad, en cambio, como la poesía de Bécquer, "eres tú", una acusación permanente, un reproche razonado y demostrable con minutado. La trivialidad nos come, denuncian, y especialmente los fines de semana, hechos para descansar en un país en el que muchos les gustaría cansarse.
El diario El País acoge entre sus páginas de hoy, sábado, fin de semana, la queja del Consejo de Informativos sobre el avance termitero de la trivialidad en RTVE:

Los periodistas de Televisión Española han elaborado un informe sobre los contenidos de los principales informativos desde el comienzo de la temporada, el pasado septiembre, en el que critican la trivialización y banalización de los espacios de noticias. Una tendencia que han percibido, especialmente, en los telediarios del fin de semana. Afirman que con este tipo de prácticas la oferta de la televisión pública corre el riesgo de dejar de ser “la mejor opción” para seguir la actualidad.
Como ejemplo de esta tendencia citan el TD2 del 13 de octubre. En esa edición se daba cuenta de la asamblea de 2.000 alcaldes en Madrid contra la reforma de la ley de Administración Local sin explicar “el contenido de la polémica reforma”, según expone el Consejo de Informativos de TVE (CdI), órgano de representación de los profesionales. Ese mismo día se incluían temas de “indudable menor trascendencia” como el cambio de armario o el estrés de los bebés. Noticias que “aunque pueden tener cabida, nunca deben ser excusa para dejar de ofrecer el tiempo y el tratamiento adecuado a los problemas y cuestiones que afectan y preocupan a la sociedad española”.*


Es esa lucha entre lo que "pueda tener cabida" y lo que "debería estar sin falta" lo que define el problema informativo en toda su dimensión selectiva, primera etapa del proceso. Las discusiones en los medios públicos son siempre las mismas —los privados se limitan a ser triviales y a recoger las disputas de los medios públicos— y afectan primero a la selección y después a la otra batalla, la del tratamiento informativo.
Habrá refinados del análisis cultural que digan que la "trivialidad" es en sí una ideología o la extensión anestésica de una ideología. La trivialidad —en mi modesta opinión— es más bien una consecuencia del poder moderno, una tentación totalitaria amable, el descubrimiento de que no es necesario cambiar el pensamiento, sino simplemente dejar de alimentarlo. La trivialidad es la diabetes del pensamiento, un exceso de azúcar en la realidad, que se nos muestra acaramelada.

Hay una trivialidad selectiva como hay una trivialidad interpretativa. Cuando los hechos seleccionados para su presentación son triviales se disfrazan, para compensar, de trascendencia y con añadir el toque de un experto y un par de palabras mágicas —de esas que te dan cierto refinamiento— suele ser suficiente. Por lo general, basta con recoger las palabras de alguien que pasaba por allí en ese momento.
Para cultivar la trivialidad interpretativa basta con invitar a un indocumentado a que exponga sus razones u opiniones. Como de estos suele haber bastantes y si no los fabricamos, no suele haber problema. A veces sorprende la poca capacidad de los opinantes para opinar o su ligereza. Es otra forma de introducir la trivialidad, que es lo que se suele esconder tras esos intensos debates en los que se oculta tras las aparentes pasiones de los gritos.
Hace unos días se ha juzgado en España el "caso del falso experto", un listo que durante mucho tiempo se paseó por los platós televisivos como opinión cualificada, algo que no era. Lo más divertido del caso es que era experto en muchas cosas, según los que le necesitaban demandaran.
Pero nada supera la expansión de la termita trivial como el caso murciano destapado en 2009, el de la invención institucional del falso experto:

Murcia, 16 feb (EFE).- El consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, reconoció hoy que Vladimir Karabatic, presentado en Fitur como "experto internacional en la identificación de estereotipos turísticos", es "un personaje" que "se contrató" con el objetivo de hacer una campaña de difusión del turismo de la Región.
El pasado 30 de enero, Cruz presentó en el expositor de Murcia en Fitur a Karabatic como el autor del eslogan "Typical Spanish", y dijo de él que había logrado introducir en Japón la moda del flamenco, y la paella como seña de identidad de Valencia.
El consejero justificó la contratación de este supuesto experto en la necesidad de buscar un "estereotipo", una "identificación" que se asociara con la Región. Además anunció la apertura de una página web para recibir las sugerencias de la sociedad en paralelo a la "investigación del experto", que a pesar de estar retirado iba a colaborar de forma "altruista".
La creación de Karabatic se completó con la introducción en la enciclopedia web Wikipedia de una ficticia biografía, un listado de trabajos y publicaciones, así como supuestas estancias en la España de los 60 cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo.**


Sobran las palabras, sobran las lágrimas. ¡"Información" y "Turismo, qué gran tándem! ¡Por él no pasa el tiempo!
España está condenada a la trivialidad. Se ha autocondenado. Aunque nos cueste reconocerlo, todos nuestros esfuerzos van en ese sentido, porque la trivialidad es rentable. Convertidos en país espectáculo, tenemos que publicitarnos ante los demás y ante nosotros mismos como escenarios idílicos para broncearse, degustar tapas y platos, sentarse en zonas peatonales a disfrutar de aquello por lo que pedimos identificarnos ante los demás. 
España ha regresado gozosa a la "españolada": el sol, la paella, el flamenco y el fútbol. Es normal que los medios oficiales dediquen pues sus programas a hablar del "tiempo" —qué bueno hace hoy en Almería, cuánta nieve hay en el Pirineo—, de la "gastronomía" —numero de estrellas Michelin, el cocinero como héroe nacional—, los "espectáculos" —de una visita papal a la Fórmula 1, de la petición de Juegos Olímpicos a la Madrid Fashion Week— y el "deporte" —el nuevo español universal, los Nadal, Alonso, Márquez, Gasol, Pedrosa... y un ilustre largo etcétera que se han ganado el reconocimiento internacional sobre campos y circuitos—. Por eso la huelga de basuras en Madrid ha sido un ejemplo de combate en el tratamiento político informativo, algo digno de estudio comparado. Era, como dicen los cursis, un "tema sensible", pues afectaba a la "imagen" —a la "marca Madrid", a la "marca España"—, que pasa a ser el eje de la actuación política. Toda España es ya "Terra Mítica", para bien y para mal. Son las luces que se ven desde el espacio, las de estadios y saraos, las de estrenos y clausuras. La España de las luces.



Trivialidad es dedicar diez minutos al problema de los abductores de un deportista o a de quién está embarazada la hija de la tonadillera, a en qué se gastó la herencia el hijo díscolo del torero o cómo se lleva con su suegra una monada inapetente. Pero de la trivialidad —no seamos hipócritas— también se vive y algunos bien. Detrás de ella, de la neblina de la tontería, un amorfo país desperdiciado, lleno de frustraciones, pasando de mano en mano mediocres y aprovechadas, que son incapaces de establecer un rumbo de ilusión más allá de lo expuesto.
En otro rincón del periódico, Jorge M. Reverte nos da su interpretación del destino final de RTVV, la televisión cerrada con poca protesta ajena. Reverte lamenta la pérdida de puestos de trabajo y los despidos, pero como aquel que dijo que como buen cristiano no podía sino lamentar la muerte de Stalin. Tras el cierre, su epitafio no puede ser más descarnado:

En realidad, la historia de estos medios públicos se muestra en todo su patetismo porque ha contado con la complicidad de muchos ciudadanos y la pasividad complaciente de una gran parte de sus plantillas, que han tolerado durante años que un medio de titularidad pública se convirtiera en un gran burdel. Cuando alguien protestó (hubo casos, por fortuna) no encontró la solidaridad de los compañeros. Y qué decir de la fábrica de basura en la que se convirtió esa televisión, a la vanguardia de la producción de programas como Tómbola. ¿Hicieron alguna huelga contra eso sus trabajadores?***


Un "burdel", como ya sabía Jean Genet, es sobre todo una fábrica de fantasías, un espacio de carencias disfrazadas, la transmutación perversa del teatro calderoniano. No nos engañemos: la termita de la trivialidad no está solo en los medios públicos, no es solo una cuestión política o, mejor, de partidos. Es el signo de los tiempos; el bostezo final con el que T.S. Eliot pensaba que se acabaría el mundo. No existe la nada, existe la carta de ajuste. Es el círculo vicioso del adicto a la tontería, a la simplicidad, a lo llamativo, a lo estridente, al pensamiento bajo en calorías. La televisión solo es la punta del iceberg y bien harían algunos en ver la viga en el ojo propio. Hay muchas formas de ser triviales, algunas bien camufladas.


Es lógico que los profesionales de la información se quejen unas veces por las selecciones informativas y otras por las interpretaciones de lo seleccionado. Esto de la información no es algo exacto y siempre será cuestión de criterio, pero no sirve de nada la queja mientras se mantenga la raíz del problema: la profunda división de la profesión informativa, alentada por aquellos que la necesitan y pagan bien cuando les interesa transmitir la trivialidad que les encubre o les enriquece.
El debate sobre la trivialidad nos interesa a todos porque, desgraciadamente, se nos amontona ya el serrín bajo los pies. Empezamos a ser sanchos que ven molinos promocionales —hace tiempo que dejamos de ser quijotes.



* "La virgen del Pilar, el frío y las setas" El País 29/11/2013 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/29/television/1385757734_860549.html
** "El consejero de Turismo reconoce que se inventó el personaje de Vladimir Karabatic para la promoción turística" murcia.com 16/02/2009 http://www.murcia.com/region/noticias/2009/02-16-consejero-turismo-reconoce-invento-personaje.asp

*** "La televisión pública que nunca fue" El País 29/11/2013 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/29/actualidad/1385755866_599447.html 






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