sábado, 30 de noviembre de 2013

La termita trivial

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La trivialidad es como una termita en el mundo de la información. Empiezas oyendo ruiditos y cuando te quieres dar cuenta te han hecho serrín la realidad. El problema reside en que las termitas, animales sociales, son capaces de hacer ruiditos melodiosos, pequeñas sinfonías simpáticas que el que las escucha es capaz de seguir con un ligero movimiento de pies, un tamborileo de dedos y hasta un animado tarareo. Lo trivial mola.
Si decía aquel rey absolutista que "el estado soy yo", la trivialidad, en cambio, como la poesía de Bécquer, "eres tú", una acusación permanente, un reproche razonado y demostrable con minutado. La trivialidad nos come, denuncian, y especialmente los fines de semana, hechos para descansar en un país en el que muchos les gustaría cansarse.
El diario El País acoge entre sus páginas de hoy, sábado, fin de semana, la queja del Consejo de Informativos sobre el avance termitero de la trivialidad en RTVE:

Los periodistas de Televisión Española han elaborado un informe sobre los contenidos de los principales informativos desde el comienzo de la temporada, el pasado septiembre, en el que critican la trivialización y banalización de los espacios de noticias. Una tendencia que han percibido, especialmente, en los telediarios del fin de semana. Afirman que con este tipo de prácticas la oferta de la televisión pública corre el riesgo de dejar de ser “la mejor opción” para seguir la actualidad.
Como ejemplo de esta tendencia citan el TD2 del 13 de octubre. En esa edición se daba cuenta de la asamblea de 2.000 alcaldes en Madrid contra la reforma de la ley de Administración Local sin explicar “el contenido de la polémica reforma”, según expone el Consejo de Informativos de TVE (CdI), órgano de representación de los profesionales. Ese mismo día se incluían temas de “indudable menor trascendencia” como el cambio de armario o el estrés de los bebés. Noticias que “aunque pueden tener cabida, nunca deben ser excusa para dejar de ofrecer el tiempo y el tratamiento adecuado a los problemas y cuestiones que afectan y preocupan a la sociedad española”.*


Es esa lucha entre lo que "pueda tener cabida" y lo que "debería estar sin falta" lo que define el problema informativo en toda su dimensión selectiva, primera etapa del proceso. Las discusiones en los medios públicos son siempre las mismas —los privados se limitan a ser triviales y a recoger las disputas de los medios públicos— y afectan primero a la selección y después a la otra batalla, la del tratamiento informativo.
Habrá refinados del análisis cultural que digan que la "trivialidad" es en sí una ideología o la extensión anestésica de una ideología. La trivialidad —en mi modesta opinión— es más bien una consecuencia del poder moderno, una tentación totalitaria amable, el descubrimiento de que no es necesario cambiar el pensamiento, sino simplemente dejar de alimentarlo. La trivialidad es la diabetes del pensamiento, un exceso de azúcar en la realidad, que se nos muestra acaramelada.

Hay una trivialidad selectiva como hay una trivialidad interpretativa. Cuando los hechos seleccionados para su presentación son triviales se disfrazan, para compensar, de trascendencia y con añadir el toque de un experto y un par de palabras mágicas —de esas que te dan cierto refinamiento— suele ser suficiente. Por lo general, basta con recoger las palabras de alguien que pasaba por allí en ese momento.
Para cultivar la trivialidad interpretativa basta con invitar a un indocumentado a que exponga sus razones u opiniones. Como de estos suele haber bastantes y si no los fabricamos, no suele haber problema. A veces sorprende la poca capacidad de los opinantes para opinar o su ligereza. Es otra forma de introducir la trivialidad, que es lo que se suele esconder tras esos intensos debates en los que se oculta tras las aparentes pasiones de los gritos.
Hace unos días se ha juzgado en España el "caso del falso experto", un listo que durante mucho tiempo se paseó por los platós televisivos como opinión cualificada, algo que no era. Lo más divertido del caso es que era experto en muchas cosas, según los que le necesitaban demandaran.
Pero nada supera la expansión de la termita trivial como el caso murciano destapado en 2009, el de la invención institucional del falso experto:

Murcia, 16 feb (EFE).- El consejero de Cultura de Murcia, Pedro Alberto Cruz, reconoció hoy que Vladimir Karabatic, presentado en Fitur como "experto internacional en la identificación de estereotipos turísticos", es "un personaje" que "se contrató" con el objetivo de hacer una campaña de difusión del turismo de la Región.
El pasado 30 de enero, Cruz presentó en el expositor de Murcia en Fitur a Karabatic como el autor del eslogan "Typical Spanish", y dijo de él que había logrado introducir en Japón la moda del flamenco, y la paella como seña de identidad de Valencia.
El consejero justificó la contratación de este supuesto experto en la necesidad de buscar un "estereotipo", una "identificación" que se asociara con la Región. Además anunció la apertura de una página web para recibir las sugerencias de la sociedad en paralelo a la "investigación del experto", que a pesar de estar retirado iba a colaborar de forma "altruista".
La creación de Karabatic se completó con la introducción en la enciclopedia web Wikipedia de una ficticia biografía, un listado de trabajos y publicaciones, así como supuestas estancias en la España de los 60 cuando Manuel Fraga era ministro de Información y Turismo.**


Sobran las palabras, sobran las lágrimas. ¡"Información" y "Turismo, qué gran tándem! ¡Por él no pasa el tiempo!
España está condenada a la trivialidad. Se ha autocondenado. Aunque nos cueste reconocerlo, todos nuestros esfuerzos van en ese sentido, porque la trivialidad es rentable. Convertidos en país espectáculo, tenemos que publicitarnos ante los demás y ante nosotros mismos como escenarios idílicos para broncearse, degustar tapas y platos, sentarse en zonas peatonales a disfrutar de aquello por lo que pedimos identificarnos ante los demás. 
España ha regresado gozosa a la "españolada": el sol, la paella, el flamenco y el fútbol. Es normal que los medios oficiales dediquen pues sus programas a hablar del "tiempo" —qué bueno hace hoy en Almería, cuánta nieve hay en el Pirineo—, de la "gastronomía" —numero de estrellas Michelin, el cocinero como héroe nacional—, los "espectáculos" —de una visita papal a la Fórmula 1, de la petición de Juegos Olímpicos a la Madrid Fashion Week— y el "deporte" —el nuevo español universal, los Nadal, Alonso, Márquez, Gasol, Pedrosa... y un ilustre largo etcétera que se han ganado el reconocimiento internacional sobre campos y circuitos—. Por eso la huelga de basuras en Madrid ha sido un ejemplo de combate en el tratamiento político informativo, algo digno de estudio comparado. Era, como dicen los cursis, un "tema sensible", pues afectaba a la "imagen" —a la "marca Madrid", a la "marca España"—, que pasa a ser el eje de la actuación política. Toda España es ya "Terra Mítica", para bien y para mal. Son las luces que se ven desde el espacio, las de estadios y saraos, las de estrenos y clausuras. La España de las luces.



Trivialidad es dedicar diez minutos al problema de los abductores de un deportista o a de quién está embarazada la hija de la tonadillera, a en qué se gastó la herencia el hijo díscolo del torero o cómo se lleva con su suegra una monada inapetente. Pero de la trivialidad —no seamos hipócritas— también se vive y algunos bien. Detrás de ella, de la neblina de la tontería, un amorfo país desperdiciado, lleno de frustraciones, pasando de mano en mano mediocres y aprovechadas, que son incapaces de establecer un rumbo de ilusión más allá de lo expuesto.
En otro rincón del periódico, Jorge M. Reverte nos da su interpretación del destino final de RTVV, la televisión cerrada con poca protesta ajena. Reverte lamenta la pérdida de puestos de trabajo y los despidos, pero como aquel que dijo que como buen cristiano no podía sino lamentar la muerte de Stalin. Tras el cierre, su epitafio no puede ser más descarnado:

En realidad, la historia de estos medios públicos se muestra en todo su patetismo porque ha contado con la complicidad de muchos ciudadanos y la pasividad complaciente de una gran parte de sus plantillas, que han tolerado durante años que un medio de titularidad pública se convirtiera en un gran burdel. Cuando alguien protestó (hubo casos, por fortuna) no encontró la solidaridad de los compañeros. Y qué decir de la fábrica de basura en la que se convirtió esa televisión, a la vanguardia de la producción de programas como Tómbola. ¿Hicieron alguna huelga contra eso sus trabajadores?***


Un "burdel", como ya sabía Jean Genet, es sobre todo una fábrica de fantasías, un espacio de carencias disfrazadas, la transmutación perversa del teatro calderoniano. No nos engañemos: la termita de la trivialidad no está solo en los medios públicos, no es solo una cuestión política o, mejor, de partidos. Es el signo de los tiempos; el bostezo final con el que T.S. Eliot pensaba que se acabaría el mundo. No existe la nada, existe la carta de ajuste. Es el círculo vicioso del adicto a la tontería, a la simplicidad, a lo llamativo, a lo estridente, al pensamiento bajo en calorías. La televisión solo es la punta del iceberg y bien harían algunos en ver la viga en el ojo propio. Hay muchas formas de ser triviales, algunas bien camufladas.


Es lógico que los profesionales de la información se quejen unas veces por las selecciones informativas y otras por las interpretaciones de lo seleccionado. Esto de la información no es algo exacto y siempre será cuestión de criterio, pero no sirve de nada la queja mientras se mantenga la raíz del problema: la profunda división de la profesión informativa, alentada por aquellos que la necesitan y pagan bien cuando les interesa transmitir la trivialidad que les encubre o les enriquece.
El debate sobre la trivialidad nos interesa a todos porque, desgraciadamente, se nos amontona ya el serrín bajo los pies. Empezamos a ser sanchos que ven molinos promocionales —hace tiempo que dejamos de ser quijotes.



* "La virgen del Pilar, el frío y las setas" El País 29/11/2013 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/29/television/1385757734_860549.html
** "El consejero de Turismo reconoce que se inventó el personaje de Vladimir Karabatic para la promoción turística" murcia.com 16/02/2009 http://www.murcia.com/region/noticias/2009/02-16-consejero-turismo-reconoce-invento-personaje.asp

*** "La televisión pública que nunca fue" El País 29/11/2013 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/29/actualidad/1385755866_599447.html 






viernes, 29 de noviembre de 2013

Conocimiento visceral

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A veces los experimentos sirven para confirmar algo que ya sabemos todos. Corrijo: que antes intuíamos, porque se trata precisamente de distinguir entre conocimiento e intuición. Esto ocurre especialmente en el campo de las ciencias del comportamiento, como la Psicología, que de vez en cuando nos traen descubrimientos que no nos sorprenden demasiado.  Otra de las teorías de este campo precisamente insiste en que para llegar al grado de sociabilidad que hemos alcanzado y que nos permite grandes avances evolutivos, como hacer colas para subir a un autobús o pagar en la caja del supermercado que se diferencian profundamente de las filas, por ejemplo, de las hormigas. La teoría viene a decir que para sobrevivir hemos tenido que desarrollar una serie de habilidades sociales que nos permitan estar juntos. Tenemos que ser psicólogos prácticos para poder sobrevivir al efecto de estar juntos. Aprendemos en la escuela de la vida mirando, padeciendo y escarmentando.
El diario El País recoge en un artículo de ayer el resultado de uno de esos experimentos de Psicología que nos confirman algunas cosas pero que nos despistan en otras, porque una cosa que sea ya sabido y otra cosa cómo lo interpreta y expresa el conocimiento popular a través de sus metáforas culturales. Ya desde su título se aplica la retórica popular que es —creo yo— la que habría que corregir pues no se trata tanto cuando se hace divulgación de repetir los tópicos, sino precisamente de lo contrario, de depurarlos de fantasías y acercarlos a las explicaciones actuales. Divulgar no es lo mismo que vulgarizar.

Para comenzar nos da en su titular un consejo metafóricamente extraño: "¿Será tu media naranja? Escucha a tus vísceras". Verdaderamente es difícil encerrar tanto tópico y metáfora en tan poco espacio, pero quizá debamos acostumbrarnos —a mí me cuesta, debo confesarloa que no haya muchas diferencias en la forma de presentar las informaciones entre una sección del corazón y otra de cardiología. Dicen los teóricos —los únicos que cuentan ya, los del marketing de los medios— que la comunicación tiene que ser eficaz de esta manera y los demás los siguen por la cuenta competitiva que les trae a todos los que tienen que practicar el doble arte de informar y seducir en el mismo espacio.
Dispuesto a escuchar lo que mis vísceras tengan que decirme sobre hipotéticas medias naranjas del futuro o alguna aclaración —que nunca viene mal— sobre las del pasado, me adentro en el artículo. Y me cuentan lo que sigue sobre el experimento realizado por James McNulty, de la Universidad de Florida, publicado en Science:

Una tradición de la psicología social ha sostenido durante décadas que los procesos automáticos de la mente producen efectos sociales, pero la teoría carecía hasta ahora de soporte empírico y había empezado a ser cuestionada. El experimento de McNulty y sus colegas aporta exactamente esa clase de evidencia que se echaba de menos.
Los psicólogos han estudiado a 135 parejas heterosexuales desde que estaban recién casadas hasta cuatro años después, haciéndoles un examen cada seis meses durante ese periodo. Cada vez les han preguntado —por supuesto, a cada miembro de la pareja por separado— sus sentimientos explícitos sobre el cónyuge. Pero también han medido, con los trucos enrevesados típicos de la psicología experimental, sus sensaciones viscerales sobre su pareja, la clase de sentimiento que no se revela filtrada ni metabolizada por la razón, sino que surge virgen y brutal de las capas más oscuras de nuestro cerebro profundo o reptiliano.*


Me quedo perplejo. En primer lugar me sorprende que alguien haya dudado que lo que se produce en la mente, por muy automático que pueda ser, no tenga "consecuencias sociales". Como diría Julio Anguita en alguna entrevista que le hicieran sobre esto "defíname 'consecuencias sociales'". Un simple dolor de cabeza puede cambiar nuestro comportamiento, por ejemplo, con lo cual ya podría tener consecuencias sociales —en nuestras relaciones con los demás— en algún sentido. Consecuencias sociales tiene la subida del IVA en los cines y la decisión puede ser consecuencia de haberle sentado mal la cena a alguien, por más que el afectado se niegue a creerlo.

Descubrimos que lo de las vísceras era un forma metafórica de referirse a nuestro cerebro, tal como se recoge en la fórmula, por ejemplo, "reacciones viscerales", en el sentido de una distinción entre lo racional, que se identificaría como lo "consciente" o "meditado", aquello sobre lo que un sujeto puede preguntarse y ser preguntado y dar cuenta. Aquello que no se manifiesta ante la mente consciente, los automatismos —algo que el cerebro no necesita volver a pensar por la vías lentas porque ya sabe cómo hacerlo tras el aprendizaje— ha sido previamente conscientes, puesto que hemos debido aprenderlos. Todos tenemos la experiencia de este tipo de acciones que realizamos automáticamente mientras podemos pensar en otras cosas. El cerebro, que ya ha aprendido cómo hacerlas, nos libera de tener que "pensarlas" y pone una especie de piloto automático. Pura economía. Hay otro tipo de reacciones automáticas, primitivas, de esas capas de nuestro cerebro antes de que se desarrollara nuestra inteligencia superior, decimos.
Que existan discordancias entre las distintas formas de pensamientos y reacciones es natural. Nuestra unidad como sujetos es más filosófica que otra cosa; no somos "entes". Basta —por acercarse con doble aprovechamiento— con leer El lobo estepario, de Hermann Hesse, y su distinción dual del "lobo hombre" como separación de la "racionalidad" y la "animalidad" de su protagonista, Harry Haller, para comprender que somos un campo conflictivo de disputas en el que tenemos el rostro de todos los guerreros.

El experimento no nos descubre nada —solo "se echaba de menos la evidencia", como dice Javier Sampedro en el texto—, pero sigue siendo, desde mi punto de vista, conflictivo por la forma elegida de presentar los resultados y sus consecuencias. El titular del estudio publicado en Science es el siguiente: "Though They May Be Unaware, Newlyweds Implicitly Know Whether Their Marriage Will Be Satisfying“ (Aunque lo desconozcan, los recién casados conocen de forma implícita si su matrimonio será grato).
Esta manía de titular todo como si se tratara de revistas del corazón convierte además de tópico en debilidades lo que pudiera ser valioso en otro sentido. El tener que buscar a todo trance y por cualquier medio un "titular eficaz", en el sentido antes expresado, acaba volviéndose frente a ti.
Una cosa es que los estudios experimentales detecten que existe una divergencia entre lo que decimos conscientemente y los temores o atracciones emocionales que podamos mantener respecto a nuestras parejas respectivas y otra muy distinta está en convertir, como hacían los antiguos magos y adivinos, las vísceras en fuente informativa. Las "vísceras", a pesar de lo que dice el artículo, no nos dicen nada, como no se lo decían a reyes ni emperadores. La "hieroscopia" era precisamente el arte de la interpretación de las vísceras de los animales. De la misma forma, todo aquello que no estaba controlado conscientemente —un simple estornudo— era convertido en "revelador" del futuro.


El titulo del estudio publicado en Science convierte a los psicólogos —porque ellos lo quieren— en intérpretes de vísceras, dando más importancia a la información no consciente (Implicitly Know) que a lo que puedan decir conscientemente (información explícita). Ya sea por atribuírselo a la intervenciones de los dioses o de las vísceras, en el fondo se trata de lo mismo, nos vienen a decir, las vísceras tiene razón. O no, podríamos añadir.

En primer lugar, la pareja es cosa de dos, obviedad que se suele soslayar con terribles efectos sociales, aunque sea en esas sociedad de dos. Es decir: mis vísceras pueden estar muy satisfechas —sentirme uno con mis vísceras— mientras que las de mi pareja pueden estar de lo más negativo implícito, incluso de lo más borde explícito. Esto no tiene nada que ver con las vísceras ni la consciencia, sino con la esencial asimetría del amor, algo que no se comprende hasta que se padece.
En segundo, no todo el mundo tiene el mismo sentimiento de felicidad en la pareja, el mismo grado de satisfacción. En este caso se puede leer Madame Bovary como alternativa al artículo de Science también con buen provecho.
En realidad de lo que habla el artículo no es de la capacidad adivinatoria de la vísceras en la elección de pareja, como se sugiere. En al abstract del artículo en Science se señala:

At baseline of our longitudinal study, 135 newlywed couples (270 individuals) completed an explicit measure of their conscious attitudes toward their relationship and an implicit measure of their automatic attitudes toward their partner. They then reported their marital satisfaction every 6 months for the next 4 years. We found no correlation between spouses’ automatic and conscious attitudes, which suggests that spouses were unaware of their automatic attitudes. Further, spouses’ automatic attitudes, not their conscious ones, predicted changes in their marital satisfaction, such that spouses with more positive automatic attitudes were less likely to experience declines in marital satisfaction over time.


Lo que quiere decir realmente es que conforme avanza la vida de la pareja, se va produciendo un proceso de autoengaño en el que se ocultan los elementos negativos, se niegan, algo que las "vísceras" no hacen. Una esposa maltratada puede pensar y decir racionalmente que no tiene miedo a su marido, pero su cuerpo reaccionará con síntomas de miedo cuando lo oiga llegar a casa. Sentirá que el estómago se le encoge, sequedad en la boca y una presión en sus sienes, por ejemplo. Aunque ella se empreñe en negarlo, el miedo existe y se manifiesta en determinadas reacciones. Es algo que un buen observador o quien lo haya experimentado —no solo en la pareja, sino el acoso en el trabajo o en la escuela— sabe. Lo que han determinado los psicólogos no es un método de adivinación, sino detectar las bases de un conflicto que podemos negar racionalmente. No podemos reprimir nuestros miedos, aunque si negarlos y aprender a oculatrlos a los otros y a nosotros mismos. Así somos.
Si en el artículo se habla de "los trucos enrevesados típicos de la psicología experimental", estos son juegos de niños en comparación con los "trucos enrevesados" que nuestro cerebro realiza para ocultar a nuestra mente muchos de esos elementos, las cegueras que provoca para conseguir mantener un equilibrio inestable, como es el cada relación de pareja.


De artículo se desprende la idea —es lo que se vende hoy— de que es posible conocer —nuestro cerebro reptiliano es muy listo— el destino de nuestra vida en pareja. Esto es un barbaridad y seguro que son más eficaces los test de compatibilidad "consciente" que realizan las empresas de emparejamiento que han proliferado en las últimas décadas. Pero estas no trabajan con las vísceras sino con el conocimiento social acumulado, con los resultados de las grandes cifras y con unas hipótesis de salida: las personas que tienen mucho en común, comparten más. Como en toda pretensión de alcanzar sinceridad en nuestras respuestas, siempre se choca —de ahí los trucos— con nuestra tendencia natural a malentendernos, a construirnos discursivamente como una serie de capas protectoras idealizadas. Nunca mentimos más que cuando decimos que somos sinceros sobre nosotros mismos. Por eso se trata de burlas esas defensas y mitos con que nos construimos, pero la cuestión final es: ¿somos nuestras vísceras o somos nuestros mitos? ¿Somos lo que decimos ser o lo que no manifestamos pero puede estar manifestándose indirectamente?

En realidad las "vísceras" no saben nada per se. En esto, son todo aprendizaje. Sus respuestas son la acumulación de las respuestas básicas a situaciones anteriores, información para la supervivencia, avisadoras de peligros. Son las duraderas náuseas ante el marisco cuando hemos sufrido una intoxicación. No significa que todas las gambas, langostinos y langostas que nos presenten en el futuro se encuentren en mal estado, pero por si acaso, el cuerpo se aleja de ellas...
La felicidad no se consigue siguiendo los consejos de las vísceras sino tratando de evitar el autoengaño que nos hace sumergirnos en procesos destructivos. A veces, en sentido contrario, los miedos nos hacen perder ocasiones de felicidad. No hay garantías porque no sencillamente no las hay; porque eso con lo que nos parece que hemos nacido con derecho —la felicidad— no pertenece al campo de lo natural sino al de las cosas que nos gustaría que existieran y que debemos construir con esfuerzo y dedicación, utilizando todas las partes de nuestro cerebro y el resto del cuerpo, por si acaso. Además de vigilar nuestras vísceras, hay que vigilar las de la otra parte y, de paso, la del mundo que nos rodea, pues también contribuye a ello. Por muy egoísta que se haya vuelto el mundo, el amor sigue siendo cosa de —al menos— dos. Y amor y felicidad siguen siendo dos palabras que cada uno rellena según le va en la vida, con lo que tiene y con aquello de lo que carece. El amor no es algo, sino una historia.
Ya sea por error o porque se lo dictaron las vísceras, el diario El País ha incluido este artículo en la sección de "Sociedad" y no en la de "Ciencia". Está presidido por un "visceral" beso de un "príncipe azul" en mitad de una boda colectiva. Su pie de foto dice: «"Los recién casados conocen de forma implícita si su matrimonio será grato", dice el responsable del estudio». ¡Y ellos sin saberlo!




* "¿Será tu media naranja? Escucha a tus vísceras" El País 28/11/2013 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/28/actualidad/1385661511_733809.html





jueves, 28 de noviembre de 2013

Libertad asimétrica

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cada cierto tiempo, los medios de comunicación suelen presentan algún caso que escandaliza a la opinión pública en el que algún docente —de la universidad que toque en cada momento— manifiesta su derecho a la "libertad de cátedra" para defender opiniones controvertidas o, sencillamente, impresentables. Son momentos en los que hay que tener cuidado por temor, como ocurre en otros ámbitos, a que sea peor el remedio que la enfermedad, aunque haya enfermedades que no tengan remedio.
Algunos entienden la "libertad de cátedra" como "impunidad de cátedra", como un derecho ilimitado e incontestable que se convierte, precisamente, en aquello que se trataba de evitar: el dogmatismo.
La Ciencia moderna se configura en las Universidades con el conflicto con el "conocimiento" religioso, derivado de revelaciones e impuesto como límite más allá del cual no solo se encuentra el "error" sino la "herejía", que tienden a coincidir. La Libertad de Cátedra es una garantía frente al dogma, que rechaza las evidencias del conocimiento y proclama como valor límite lo indemostrable. La Ciencia es un extraño artefacto lógico que busca su propia revisión constante para evitar quedar fosilizada en un pensamiento dogmático, que tiende a considerarse inmutable. La Ciencia, por el contrario, es transformación, dinamismo, prueba y superación, modestia y humildad, hambre para hoy y dieta para mañana.


La separación compleja y dificultosa en el ámbito de las Ciencias Sociales de "conocimiento" y "valores", tal como señaló Max Weber, dentro de las revisiones teóricas y metodológicas que marcaron el final del siglo XIX y siguieron en el XX, como un problema que aunque no pudiéramos resolver no debíamos ignorar, establece un segundo nivel en la cuestión. No es fácil distinguir, en ciertos campos, entre el conocimiento "objetivo" y los "valores" ya que la simple definición de los objetos que han de ser conocidos, por ejemplo, supone en muchos casos ya una construcción desde unos principios. Tales casos son, como señaló Weber, la Economía o el Derecho, cuya "objetividad" parte de unas posiciones previas sobre las que luego será posible ejercer su propia lógica y aplicar sus métodos propios. Los filósofos de la Ciencia han ido más allá de las Ciencias Sociales y la Humanidades y se ha adentrado en los demás campos de investigación señalando que siempre estamos marcados por elementos previos, culturales e individuales, que definen nuestros intereses y limitaciones. Contra todo ello se lucha previo reconocimiento de que son limitaciones naturales.

Pero la Libertad de Cátedra que se invoca en muchas ocasiones como argumento plantea un segundo nivel problemático: el derecho de los alumnos, que se ve conculcado por la propia asimetría que supone la enseñanza en sí. Evidentemente, la información sobre los conocimientos pasa del que sabe al que no sabe, pues para eso va uno al aula, reconocimiento explícito de que uno acepta la "autoridad" del que imparte los conocimientos. Pero una cosa es la "autoridad" que se le reconoce formalmente y otra el "autoritarismo" que puede suponer cuando, amparándose en  la "libertad de cátedra", se imponen conocimientos aprovechándose de la situación asimétrica que implica la enseñanza misma. La pregunta es: ¿en qué medida afecta la Libertad de Cátedra a los alumnos? ¿Es algo que solo afecta a los derechos del profesor?
La autoridad del profesor no es solo la que se deriva de su "conocimiento". Es también una autoridad "real", que afecta a la evaluación que el alumno recibirá. En los últimas décadas, se ha avanzado mucho en el reconocimiento de los derechos de los alumnos, especialmente en el de ser juzgados con garantías y no enfrentarse a un juez absolutista o delirante, que tiene la sartén por el mango, y ante el que no queda más remedio que plegarse si se quiere salir airoso. Como ocurre en otros ámbitos, son los más dogmáticos los que reivindican su derecho a serlo desde una libertad que rechazan pero usan para minarla desde dentro..
La "Libertad de Cátedra" no es solo la libertad del "catedrático". Es mucho más: es la extensión de esa libertad al contexto de aprendizaje. Es su conversión en un espacio de libre acceso a fuentes y datos y revisión del conocimiento, incluido el del propio titular de la cátedra, que está obligado a exponer su razonamiento y no solo a imponerlo.


Da, en ocasiones, vergüenza ajena ver a qué llaman algunos "conocimiento". Quizá hubiera que recuperar la práctica de las Universidades medievales de las "disputas" y que se le pidiera al catedrático en cuestión que diera cuenta pública de sus opiniones, que pudieran ser discutidas y rebatidas, en su caso, por la comunidad científica en aquellos casos en los que la libertad de cátedra se convierte en esa impunidad de la que hablamos.
Lo que ha trascendido del último caso no tiene nada que ver ni con la "ciencia" ni con el "conocimiento objetivo". Son pura arrogancia de valores impuestos a otros aprovechando una mal entendida libertad propia y pisoteando la ajena. Las manifestaciones del denunciado por sus alumnos manifiestan algo más: la falta de talante disfrazado de "rigor" académico, más bien "rigor mortis" de las ideas expuestas.
Señala el diario El País que el expediente que la Universidad ha abierto al docente busca «dilucidar si su comportamiento está o no amparado por la libertad de cátedra que, según los estatutos de la Universidad compostelana, “se manifiesta en el ejercicio del derecho de su profesorado a expresar libremente, en su actividad docente, sus ideas, opiniones y convicciones científicas y artísticas”.»*  Esa libertad es un derecho del docente, sí, pero está al servicio del alumnado y debe partir del reconocimiento de que ellos también tienen ciertos derechos.


Nos empeñamos siempre en ir por las vías administrativas y a lo mejor no son las más adecuadas. Una de las características esenciales que definen al conocimiento científico es la disputa, el debate público —publicaciones, congresos, seminarios...— sobre los conocimientos. La Ciencia es un equilibrio entre aceptación y revisión; nada se acepta sin revisarse y todo se revisa permanentemente con cada nuevo descubrimiento. Las vías administrativas hablan de derechos y no de contenidos. La libertad de cátedra, insistimos, no es la libertad de expresión, un derecho político; es el derecho a tratar de convencer, a tener la posibilidad de argumentar. Si se convierte en dogmático, el conocimiento deja de ser científico. Es característico del pensamiento científico moderno el ser autocrítico, estar en permanente revisión de sus propios resultados, siempre provisionales. La libertad crítica no convierte cualquier pensamiento en válido, sino por el contrario sirve para depurar el error, propio y ajeno. No convierte las ideas en intocables, sino todo lo contrario. La Ciencia no es la Política; el derecho a decir se nivela con la obligación de demostrar.
Quizá si en vez de dejarlo en manos de "inspectores", sus colegas publicaran sus críticas al respecto, desmontando una por una las estupideces del que aprovecha su autoridad para que otros le hagan de eco, algunos tratarían de ser menos osados en sus afirmaciones. No debe haber libertad más modesta que la de cátedra, pues no está al servicio del lucimiento del que la ejerce sino para garantía del que la recibe. Si los que reciben sus resultados los rechazan plenamente, es que algo falla en lo que se transmite y en cómo se hace, en el fondo y en la forma.

Si se llega a la conclusión de que es más importante la libertad de decir que el decirle que su uso es nefasto, se debe salvaguardar a la otra parte de la cátedra, al alumnado, cuyas obligaciones no deben ser nunca escuchar cosas que además del rechazo académico lo tienen social.
Aquí no se está debatiendo "evolucionismo" en un contexto social "creacionista", pongamos por caso. Aquí se están transmitiendo e imponiendo conocimientos susceptibles de ser debatidos y refutados en su caso, porque el debate mismo es lo que nos define como sociedad abierta y debe caracterizar a la comunidad científica y académica.
En 2006, el profesor cuestionado publicó un obra que, en sus propias palabras, definía como un «libro formativo, ético, reflexivo, estético moral y crítico, que pretende orientar a la sociedad cara al mundo actual»*, algo que nos revela su forma de ver la vida y la de los demás. En la misma entrevista para promocionar su obra señalaba:

Primero un libro me tiene que satisfacer a mí para publicarlo. Empecé con frases sueltas de cosas que me parecían interesantes para orientar la vida de la gente, y la mía por supuesto. Somos una red social de comunicación que unos sin los otros no somos nada. Lo hice pensando sobre todo en los demás, en qué necesita este mundo, y con las problemáticas que yo conocía fui haciendo problemáticas estándar, y de aquí inquietudes también estándar que quise responder con este libro. Quise publicarlo para que la gente no esté tan perdida y tenga un rumbo a seguir en diferentes campos del conocimiento. Es un libro que tiene su filosofía. -¿La sociedad actual está perdida realmente, con menos valores éticos? -Está engañada. Y no se engaña sólo a través de los medios, se engaña a través de las propias instituciones educativas. Hoy el profesor es poco reflexivo y los padres también; entonces, lo que escucharon ayer tienden a repetírselo a los hijos, a los estudiantes. Está saliendo una sociedad bastante clonada, con pocas posibilidades de supervivencia. Hoy no hay capacidad para tomar decisiones, ya que la gente no tiene los sistemas cognitivos suficientes para decidir en cada momento lo que es conveniente. -¿Por qué es tan difícil que la sociedad desarrolle un espíritu crítico? -Eso se puede ver desde varios ángulos. Los gobiernos actuales, sin referirse a su ideología porque en todos es más o menos lo mismo, entran en unas contradicciones con las que difícilmente se puede convivir. Los planes educativos del mundo globalizado en vías de desarrollo y desarrollado son prácticamente los mismos. Las compañías multinacionales fijan estos programas que no sirven para pensar y reflexionar. Además, a la gente le cuesta mucho hurgar en temas que están manidos por los medios de comunicación. -¿Por qué inicia estas reflexiones a partir del año 1993? -Porque los medios han ocultado cosas. Ya en la década de los ochenta había comenzado a darme cuenta por dónde iba el mundo posmoderno, eso del todo vale, que por supuesto no tiene sentido. -¿A qué público está dirigido? -Puede llegar a cualquier persona de una edad mínima de 14 a 15 años en adelante, que tenga un pensamiento formal y paciencia para hurgar en ciertas cuestiones. Es un libro bueno a toda hora, la diferencia va a estar en sus usos según quién lo coja.**


Se entiende todo ahora perfectamente y el autorretrato hace justicia.
Cuando me despierto en mitad de la noche angustiado pensando en qué necesita este mundo, me tomo un vaso de leche caliente con una aspirina y me vuelvo a acostar. Debe ser muy duro para las personas que consideran que todos los demás están equivocados, que el mundo va por donde no debe y que todos acabaremos mal, levantarse cada mañana sin hacer algo para corregirlo. Lo entiendo.
Hay países que le acogerían con gusto en aulas que se aprovechan como escuelas parroquiales o madrasas. Podrá así iniciar, desde el corazón de las montañas afganas, la reconquista de este mundo imperfecto y vicioso.


* "La Universidad expedienta al profesor que vincula homosexualidad y “vicio”" El País 27/11/2013 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/11/27/galicia/1385571479_679983.html

** Entrevista a Domingo Neira García «Empecé con frases sueltas y acabé escribiendo un libro» La Voz de Galicia 28/06/2006 http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2006/06/28/4901345.shtml"




miércoles, 27 de noviembre de 2013

El talento y el entusiasmo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No desperdicies nunca las lecciones que te da la vida con generosidad. El jurado del concurso Arabs got talent, que se emite desde Beirut, compuesto por conocidos músicos e intérpretes del mundo árabe, como la libanesa Najwa Karam, y con ellos millones de personas espectadores, han tenido ocasión de aprender varias interesantes lecciones, que son de provecho para todos.
El 28 de septiembre se presentó ante el jurado y el público del concurso una joven rubia, norteamericana. Salió armada con un oud, el laúd tradicional árabe y se dirigió hacia el micrófono situado en el centro del escenario dispuesta a intervenir. Uno de los miembros de jurado se le habló en árabe. «Sorry?», respondió ella. No hablaba árabe, lo que hizo que los miembros del jurado comenzaran a esbozar sonrisas y a gastar bromas abiertamente. Le preguntan en inglés y ella contesta: se llama Jennifer Grout y tiene veintitrés años. Y, evidentemente, no habla una palabra de árabe. Los tres hombres del jurado, con sorna, comienzan a reírse abiertamente de ella, divertidos por la situación. ¿No habla árabe? Preguntan entre ellos cómo se pueden dirigir a la muchacha, en francés para preguntarle cómo se llama. Solo Najwa Karam mantiene cierta solidaridad de género, podríamos decir, y evita burlarse de ella. Finalmente, le hacen gestos exagerados para que ocupe su asiento y actúe. El público se ríe siguiéndoles la gracia. La muchacha, para un mayor riesgo de ridículo, ha elegido una canción de Umm Kalthoum, la cantante mítica de todo el mundo árabe, la más querida.


La muchacha, sin perder la sonrisa, se dirige a su asiento y se pone en posición para tocar. Las primeras notas de la canción, salidas de las cuerdas del oud, resuenan por el estudio. La sonrisa sigue en los labios del jurado. No lo hace mal, vaya. La música va creciendo en intensidad y el silencio se va haciendo más denso en el estudio. Jennifer arranca a cantar. La muchacha norteamericana, que no habla árabe, está cantando a la perfección, con una bellísima voz, con plenitud de sentimiento, viviéndola y haciéndola vivir a todos, la canción con la que Umm Kalthoum ha educado el gusto y el oído de millones de árabes. Jennifer Grout la está sintiendo plenamente, sale de su corazón a la vez que de su boca.


El tiempo concedido entre bromas se prolonga sin que nadie se atreva a cortarlo. Hubiera sido imperdonable. Si hay algo que emociona a los árabes es la música, si hay algo que les conmueve hasta el delirio emocional es la poesía convertida en canción, por eso Umm Kalthoum, Fairouz o Halim Hafez son ídolos que han trascendido las generaciones y siguen conmoviendo a los que les escuchan, levantando pasiones. Son los grandes.
Público y jurado se rinden a la muchacha que les ha asombrado, a su arte increíble. Las palabras de Najwa Karam a la concursante son claras y sentidas:

“You don’t speak a word of Arabic, yet you sing better than some Arab singers! ” exclaimed Najwa Karam, a famous Lebanese singer and judge of the panel, after her 28 September performance. “We have for so long imitated the West, and this the first time that a person who has no link whatsoever to the Arab world, an American girl who does not speak Arabic, sings Arabic songs!”*


Najwa le ha dirigido esas palabras en árabe. Jennifer mira confusa hacia los lados del escenario. No entiende. Los asistentes, desde los laterales, le sonríen y le levantan los pulgares en señal de que todo ha ido bien, que lo que le están diciendo son halagos.
Las sonrisas irónicas se han borrado y solo queda el asombro y el agradecimiento por lo que han podido escuchar. Karam no es la única conmovida:

Another judge, Ali Jaber, journalist and director of the channel MBC, the channel that broadcasts “Arabs Got Talent,” was also wowed by Grout’s performance. “You've just done an excellent performance… You have a very beautiful voice and you transmit strong emotions... I predict a promising future for you, ” he said.*

No creo que eso le preocupe mucho a ella: ¿será la cantante norteamericana de música árabe con más éxito en USA? ¿O será, al contrario, una cantante norteamericana de éxito entre los cantantes árabes? Ella es una anomalía, una rareza, y debe saberlo ya porque se lo habrán repetido miles de veces. Pero, ¿no es el arte una anomalía? Si buscara el éxito, habría elegido otro camino menos complicado. Ella está allí por otra cosa.
Yo no hablo, explica; yo canto. Es una gran diferencia, una distinción que hubiera encantado a algunos teóricos románticos —al sentimental Rousseau mismo—, que hubiera separado el discurso emocional del racional, la palabra del sonido. Jennifer no habla, hace música. Y la siente y la hace sentir transmitiendo esas "strong emotions", como le ha dicho Alí Jaber tras su actuación.
En la siguiente ronda, celebrada el 9 de noviembre, Jennifer Grout da otra sorpresa. Esta vez prescinde del oud y se enfunda en un aparatoso traje azul que simula un pájaro y se atreve con "Ya Toyour", de otra cantante mítica, la siria Asmahan, una pieza que contiene complicados arabescos vocales belcantistas, como si fuera una especie de "Reina de la Noche" en La Flauta Mágica, de Mozart. ¿Un suicidio interpretativo después de haber sobrevivido a la primera interpretación?

 

Esta vez no hay burlas, sino respeto y curiosidad. Nadie le gasta bromas y la joven interpreta su canción brillantemente, subida en una especie de pedestal y rodeada por un cuerpo de baile. Parece como si hubiera estado allí toda la vida, como si nunca hubiera dejado de cantarla, como si hubiera sido el pájaro inspirador y ahora recuperara su canto.
El público se rinde. El jurado es ya es otro. Algunos tienen lágrimas contenidas en sus ojos mientras escuchan aquella difícil canción cantada impecablemente por aquella rubia concursante, una inverosímil norteamericana que hay que escuchar para creer que es ella la que canta. Otros no pueden evitar cantar con ella, mover los labios siguiendo sus palabras. Son unas palabras que ellos sienten profundamente, que ella les hace sentir con toda intensidad, pero que escapan a su propia comprensión. Ella se lo toma a risa cuando le preguntan cómo es posible que no comprenda las palabras pero sea capaz de sentirlas: “I only understand because I look up the translation online or I have one of my Arab friends do a translation for me.”*


Jennifer se enfrenta a la final en el mes de diciembre. ¿Podrá ganar el Arabs Got Talent? No es esa la cuestión, aunque para muchos sea lo principal, preocupados porque una rubia norteamericana, una bostoniana, pueda ganar un concurso de música en los países árabe. Quizá algunos prefieran que lo haga una rapera egipcia velada que también ha llegado a la final, como señalan irónicamente. Jennifer ha ganado muchas cosas ya y ha demostrado que el talento es algo más que cantar bien. Su talento es de otro tipo, más valioso y profundo. Ha conseguido emocionar y algo más: cambiar a los demás, hacer que se olviden de muchas cosas que desaparecieron a los pocos segundos de empezar a salir notas de su oud y su garganta.

Nos ha enseñado muchas cosas, aunque no todos queramos aprenderlas. De todas las lecciones que nos da me quedo con la del valor, algo que hay que tener para presentarse a un concurso en un mundo muy diferente al tuyo, pero que ella ha hecho suyo a través de la música. Jennifer ha sido valiente. Me quedo también con la de la confianza, algo que nadie ha conseguido arrebatarle, por más que lo intentaran, hasta que se rindieron a la inocencia de la que hace gala en todo momento. También es muy valiosa la de que es posible vencer los prejuicios, tanto los que ella pudo tener como los que fueron perdiendo los que se burlaban de ella. Esa lección nos da esperanzas a todos; nos hace ver que es posible ser norteamericana y ser aplaudida con sinceridad en otra parte del mundo, con una cultura muy diferente, que el público y el jurado decidieron no ser ni sordos ni dogmáticos, dos peligros reales. Najwa Karam se lo dijo de otra forma: nuestros cantantes imitan la forma occidental, pero es la primera vez que vemos a una norteamericana cantar como una árabe. Y, finalmente, me quedo con la más importante lección de todas, con la posibilidad del amor como motor de la vida.
Jennifer Grout ha contado que:
[...] she first started playing the oud three years ago. “I heard Arabic music on the internet and I just absolutely fell in love with it,” she told MBC.
 Since then, Grout says she’s been listening to Arabic music and practicing all the time. “It's just what my heart told me to do,” she said.*

En este mundo prosaico que hacemos entre todos, de los ministros para abajo, en los que se habla tanto de la "cultura del esfuerzo" confundiendo las cosas, Jennifer Grout ha demostrado que ese esfuerzo titánico que ella ha realizado nace de un impulso amoroso, de ese flechazo que sintió cuando escuchó por primera vez la música árabe. No nace de estudios de mercado, oportunidades, emprendimientos y demás fruslerías sin vocación. Podía haber cambiado de canal y haber torcido el gesto —¡música árabe, que horror!—, pero como ella dice, "siguió lo que su corazón le dijo".
En el Ión platónico, el que se considera como primero de sus "diálogos", se plantea el misterio de cómo el intérprete puede hacer sentir a otros lo que nace de las palabras del poeta —un ser, por cierto, poco sabio, que solo domina el juego con las palabras y no el mundo que describen— y transmitir sentimientos que no son suyos. ¿Cómo puedo emocionarme y hacer emocionarse a otros declamando un poema? Algo divino hay, nos dice Platón, en lo que el poeta siente primero, que pasará a través del poema al intérprete y de este al público que finalmente sentirá intensamente el resultado de esa cadena emocional. El "alma anegada de entusiasmo" es la expresión que Sócrates utiliza para describir el estado de Ión, el mejor rapsoda de Grecia, cuando logra conmover, entusiasmar a quienes le escuchan sin ser realmente sabio en nada. Jennifer Grout tiene alma anegada de entusiasmo y con mucho espacio para acogerlo.

No sé si finalmente Jennifer Grout ganará el concurso Arabs Got Talent, pero ella ha ganado otra cosa mucho más importante. Como quiso mostrar Platón, el arte de conmover no implica sabiduría —que en cualquier caso nunca está de más—, sino la adecuada pasión que pueda llevar al delirio, arrebatar a los demás. Eso es amor y cuando se siente une a todos, porque borra todas las diferencias, anula todas las distancias. Jennifer Grout ama. Aunque Jennifer Grout ganara el concurso, la afirmación de que los "árabes tienen talento", seguiría siendo cierta: el talento y el entusiamos que pusieron en la música que enamoró a Jennifer.


* "American girl could win ‘Arabs Got Talent’" Al-Masry Al-Youm 26/11/2013 http://www.egyptindependent.com/news/american-girl-could-win-%E2%80%98arabs-got-talent