miércoles, 25 de septiembre de 2013

Terror contra el turismo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Mientras estaban todavía intentando sacar a los rehenes del centro comercial en Nairobi, puede escuchar en una cadena televisiva extranjera el desesperado mensaje telefónico de un empresario keniata: "¡por favor, vengan a Kenia! ¡No dejen que los terroristas acaben con nosotros!" El mensaje trataba de frenar el efecto negativo que para la economía del país tendrá un suceso como este. Los atentados hoy no son más que la punta del iceberg de los efectos destructivos que el terrorismo busca causar en aquellos en los que se ceba.
La llamada, hace apenas unos días, del sucesor de Osama Bin Laden, el egipcio Ayman Al-Zawahiri, a "sangrar económicamente" a los Estados Unidos mediante los efectos de pequeños atentados, nos muestra claramente que existe una violencia cuyo objetivo es doble: causar muertes y producir efectos económicos negativos en quien es atacado. No necesita de grandes preparaciones o recursos; busca crear un ambiente tenso que afecta al turismo y obliga al gasto en vigilancia permanente.

Nosotros padecimos durante años las "campañas veraniegas" de ETA cuando se dedicaban a hacer estallar bombas en las playas. La explosión más pequeña tenía unos efectos muy destructivos sobre la economía nacional pues eran inmediatamente amplificadas por los medios extranjeros que las situaban en sus portadas. Con los turistas cerrando las maletas para venir a España, las noticias de las bombas de ETA tenían sus propios efectos destructivos. Daba igual que no se tratara más que de un petardo oculto bajo la arena que estallaba en mitad de la noche. Era recogido por los medios. Era un terrorismo turístico en toda regla. La última gran explosión planificada por ETA fue en la terminal del aeropuerto de Barajas, la T4, un importante centro de entrada y salida del turismo en España. Hubo dos "muertos imprevistos", según la organización terrorista, que se permitió el lujo macabro de hablar de "accidente".
Los atentados en los países y zonas con un importante peso del turismo añaden a la violencia física y las muertes directas los daños graves que causan a las economías, que se ven afectadas por la retirada turística. Fue lo que ocurrió con los países de la "primavera árabe"; descendieron en sus expectativas turísticas, de las que viven directa o indirectamente gran parte de su población. La inestabilidad provocada en aquellos países que viven del turismo es un arma más contra ellos como lo puede ser el boicoteo de sus industrias o el dinamitado de sus vías férreas o aeropuertos. Se trata de disuadir a los visitantes.


El simple anuncio reciente por parte de los Estados Unidos de que se podrían estar preparando atentados contra los trenes de alta velocidad en Europa causó la rápida e indignada reacción de Francia, que negó que se pudiera dar esa posibilidad. Al igual que en el resto de la actividad económica de los mercados, al terrorismo le basta con el rumor, con minar la confianza de viajeros e inversores. La base del turismo es un mundo en paz. Y basta con el anuncio de que esa paz se puede ver interrumpida para que tenga efectos destructivos.

La economía egipcia padece los estragos de una reducción drástica del turismo de forma prolongada desde hace más de dos años. Los debates sobre el turismo han estado presentes desde el principio mismo de la revolución. Los sectores resistentes al cambio político siempre apelan a la pérdida turística como una forma de sembrar el miedo que les beneficie. Es fácil hacerlo porque el turismo es una actividad económica muy cotidiana y perceptible. Se traduce en hechos inmediatamente visibles como el número de reservas de habitaciones en un fin de semana, las terrazas junto a una playa o las ventas de souvenirs frente a un museo. Afecta a los grandes números, pero es especialmente visible en los pequeños y a pie de calle. 
Es fácil convencer a la gente de que las dictaduras son más tranquilas y que los turistas están más seguros. Y si lo están, es a costa de la injusticia de tener las cárceles llenas de disidentes y las calles sin libertad. Es un precio muy alto y trae más cuenta avanzar en las libertades. Para el que prefiere pasar sus vacaciones en una dictadura porque "se está más tranquilo", se me ocurren muchos nombres más allá del genérico de "turista". Y como esas expresiones del tipo "desde que tienen democracia no hay quien vaya" se escuchan algunas veces, pues nos irritamos. A veces el turista es insolidario y busca un disfrute egoísta sin que le importe demasiado lo que ocurre fuera de la burbuja que han creado para él y su seguridad.
Nexotur, un medio dedicado a los agentes de viajes, trata así lo ocurrido en Nairobi:

El Ministerio de Turismo de Kenia afirma que la actividad turística "continúa sin interrupción y con absoluta normalidad" después del ataque terrorista en el centro comercial Estgate de Nairobi. El Gobierno del país asegura que así se lo han transmitido las empresas turísticas que operan en el mismo.
Asimismo, destaca que a raíz de este atentado, que ha causado decenas de víctimas mortales, se han intensificado los dispositivos de seguridad. "Queremos asegurar a los turistas que actualmente se encuentran en Kenia o que están organizando su viaje, que Kenia es un destino turístico seguro", sostienen, al mismo tiempo que subrayan que la seguridad de sus visitantes es su gran prioridad.
En esta línea, reitera su mensaje de apertura y de acogida para todos los visitantes que llegan estos días a Kenia y, en particular, a los participantes en dos importantes conferencias que tienen lugar en el país: Africa Hotel and Investment Forum y la Conferencia de Ecoturismo y de Turismo Sostenible.  Finalmente, pide a los gobiernos extranjeros neutralidad y objetividad en los asesoramientos a sus residentes a través de consejos para los turistas, que a su juicio "en ningún caso deben dar lugar a prohibiciones para viajar a Kenia".*

Evidentemente, es la perspectiva del profesional, que juega con un concepto de "seguridad" muy distinto al que tiene en mente el "turista", que será siempre mucho más sensible a las situaciones y a sus riegos. El terrorista juega con ello, con la hipersensibilidad del que desea hacer un viaje de placer y no un viaje al peligro. Según parece, la única disciplina que estos descerebrados asesinos han entendido bien es la Economía. Y si no la entienden es lo mismo, porque sí la manejan y comprenden bien quienes les ordenan los atentados en las zonas más sensibles.
Hay países que sufren una sangría a través de recorte de sus ingresos turísticos, similares a dañinas sequías y las consiguientes hambrunas. Locales vacíos o bajo mínimos, hoteles sin ocupar, etc. son el resultado buscado de sus acciones destructivas. Las leyes del mercado hacen el resto: bajada de los precios, incremento del precio de los seguros, etc. A los efectos económicos se unen los psicológicos, pues hacen ver el control que tienen sobre sus vidas los terroristas, capaces de decidir con sus actos la estabilidad de una zona y los ingresos de sus habitantes.
Algunos grupos terroristas son especialmente beligerantes con el turismo, al que ven como una invasión de extranjeros. Se trata entonces de eliminar allí o aquí. Evitar la llegada de extranjeros es una forma también de aislar al país, de evitar su "contaminación" por los infieles y crear un sentimiento de desprecio, por un lado, y de temor por otro. El terrorismo integrista no entiende de visitas. Busca el aislamiento de la población para poder hacerse con ella de forma más rápida. Lo que llega de fuera le perturba por definición. El otro le incomoda y es peligroso.


Por otro lado, la intensidad de las crisis económicas parecen favorecer al turismo que se beneficia de la pérdida de poder adquisitivo de las poblaciones y conseguir mejores ofertas. España y Grecia han alcanzado cifras record este verano. La crisis económica hace que bajen los precios y que promueven la llegada de más turistas de aquellas zonas en ascenso. Parece que estamos destinados a recibir rusos y similares fortunas emergentes y venderles las casas que no podemos mantener. El escenario turístico ideal es un país en paz y en crisis, un país barato y sin altercados que te impidan disfrutar de tus compras. Bajos precios, bajo riego. No es fácil, tal como están los tiempos, porque lo mismo que hace bajar los precios, causa también inestabilidad social. A veces se pide al infierno que parezca el paraíso.


Como país turístico que somos —para bien y para mal—, podemos entender el drama de aquellos que organizan una parte importante de su vida económica sobre el turismo para ver cómo unos desalmados les arruinan sus expectativas.
No sé si es aconsejable ir a Kenia o no. No es fácil tomar esas decisiones. Solo sé que los que han matado salvajemente a ochenta personas iban buscando hacer el mayor daño posible en todos los órdenes. El turismo es uno de ellos, un campo de batalla más.


* "El Gobierno de Kenia asegura que la actividad turística ‘continúa con  normalidad’ pese al ataque terrorista" Nexotur 24/09/2013 http://www.nexotur.com/nexotur/gobierno/kenia/asegura/que/actividad/turiacutestica/lsquocontinuacutea/connbsp/normalidadrsquo/pese/al/ataque/terrorista/61239/







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