lunes, 16 de septiembre de 2013

Intransigencia pactada o cuando un país te persigue más allá de sus fronteras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tras la polémica levantada en Francia con la cuestión del matrimonio homosexual, llega una variante extraña pero muy significativa del asunto. La gran polémica desatada en el seno de la sociedad francesa se va ahora ampliada con nuevas cuestiones igualmente causantes de polémica. Esto es lo que ha aprendido la pareja que se iba a casar ayer en la localidad de Chambéry. Le Monde nos cuenta:

Dominique et Mohammed devaient se marier ce samedi à Jacob-Bellecombette, dans l'agglomération de Chambéry. "Nous avons fait opposition conformément aux instructions de la chancellerie", s'est justifié Pierre Filliard, vice-procureur à Chambéry. "(Elle) nous a demandé de faire prévaloir l'accord international sur le code civil. C'est pour l'instant la position officielle de la France", a-t-il précisé.
Une circulaire du ministère de la justice, publiée fin mai après la promulgation de la loi sur le mariage pour tous, précise en effet que les ressortissants de 11 pays, dont le Maroc, ne peuvent pas épouser une personne de même sexe. Les conventions bilatérales entre la France et ces pays qui n'autorisent pas ces unions "ont une autorité supérieure à la loi", estime en effet le ministère.*


Su gozo en un pozo. Los acuerdos firmados por Francia y Marruecos han impedido el derecho a hacer lo que, por ser francés, Dominique se habría ganado, pero que por ser la otra mitad marroquí —es decir, Mohammed— pasa a perderlo por ser propiedad del rey y soberano de aquel país. Lo que ganamos en libertades lo perdemos con amistades, podríamos decir. Casi parece un refrán popular. Dos franceses hubieran podido hacerlo; pero un francés y un marroquí, en cambio, no.
El acuerdo significa que lo firmado por Francia con Marruecos convierte el territorio francés, no en un escenario de libertades, sino en una prolongación de allí de dónde había salido huyendo Mohammed para vivir su diferencia. Creía —¡qué infeliz!— que con alejarse de las fronteras de su país natal iba a poder librarse de las cadenas y los prejuicios. Y, efectivamente, se libró de ellos, pero cayó en otros inesperados: los acuerdos internacionales que extienden la larga manaza de la intransigencia hasta el interior de la libre Francia. Mediante acuerdos firmados con once países, la liberal Francia se convierte —tras las pertinentes sonrisas y abrazos con que suelen terminar estas firmas— en un espacio restrictivo y discriminante, acosador e intransigente, todo en nombre de la buenas relaciones internacionales.


Ni Dominique ni Mohammed —ni muchos otros— entienden que un país con un grado de desarrollo de libertades avanzado firme acuerdos restrictivos en algo tan sensible al control social como es la legislación matrimonial. No es un acuerdo mediante el que se reconozcan las uniones en un lado y otro —no considerarlos casados en su país—, sino todo lo contrario: es un acuerdo que prohíbe en Francia lo que está prohibido en Marruecos (y otros países con  los que haya acuerdos similares) en el momento en el que haya un ciudadano o ciudadana marroquí por medio. ¡Terrible convenio este que convierte a los estados libres en franquicias de los estados que no lo son!

El argumento para parar la boda ha sido la prevalencia de los acuerdos internacionales sobre el código civil, algo que ha indignado a muchos franceses porque es ahí donde residen las libertades, mientras que los acuerdos internacionales son muchas veces productos del chalaneo del momento y de los intereses de cualquier tipo que dos gobiernos puedan acordar. Cuando se firmaron esos acuerdos el matrimonio homosexual no estaba contemplado en la legislación francesa y mucho menos en la marroquí, donde sigue siendo la homosexualidad un delito que puede llegar a estar penado con hasta tres años de cárcel. Puede entenderse que un país no contemple, como muchos otros, la posibilidad del matrimonio homosexual; lo que no puede entenderse tan fácilmente es que uno que lo tiene no lo permita a los que quieran celebrarlo allí.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se firma porque la gente que huye de los países intransigentes espera algo más de aquellos en los que se refugian. Cuando los ciudadanos llegan a un país huyendo de algo, no pueden ser regidos por los acuerdos realizados con aquellos de los que vienen huyendo. Al final, los que van a pagar el pato en la fractura de la sociedad francesa sobre el matrimonio homosexual van a ser los marroquíes por un exceso de acuerdos. ¡Qué paradojas!


Hay países que se contentan con que sus ciudadanos hagan la maleta y no incordien dentro de sus fronteras, pero hay otros que son algo más que "estados"; son "comunidades" que no consienten la disidencia ni aceptan la huida, encargándose de establecer los lazos necesarios —oficiales y extraoficiales— para asegurarse de que sus "súbditos" lo sean de la cuna a la tumba y allí donde estén. Mohammed se fue de su país para no ser discriminado o algo peor por su condición homosexual. Fue a un país en el que no se considera ni una enfermedad ni un delito, como ocurre en algunos países. Cuando la legislación francesa aprobó el matrimonio homosexual, Dominique y Mohammed decidieron contraer legalmente matrimonio en Francia. Sin embargo, Mohammed sigue siendo una propiedad móvil de su país que, con la complicidad oficial francesa, puede controlarle la vida a distancia. La única opción que le queda es renunciar a la nacionalidad para poder contraer un matrimonio cien por cien francés. Pero seguro que se encontrará con dificultades para lograr lo necesario.


No solo existen los refugiados políticos, que son aquellos a los que los gobiernos les suelen poner menos trabas. Hay muchas cosas más allá de las matanzas en guerras y revoluciones de las que las personas huyen. La intransigencia social se puede vivir en cosas de tu vida, como en el tipo de relaciones que te permiten o en actividades muy sencillas que nos pueden parecer hasta inocentes.

Ayer, sin ir más lejos, la televisión nos mostraba un reportaje sobre el paso del Estrecho para pasar el Ramadán con las familias. Los tópicos sobre los atascos y colas para atravesar el mar con los ferris tenían este año una novedad: nos mostraban a algunas familias magrebíes que no pasaban a África desde Francia o países más allá sino que regresaban de pasar sus vacaciones en España. Una mujer explicaba a los reporteros: "Venimos de vacaciones. Prefiero bañarme aquí; tú me entiendes, ¿no?". Claro que la entendemos.
A lo mejor mañana firmamos un acuerdo con algún país del norte de África —o de cualquier otro lugar—mediante el cual a los ciudadanos magrebíes que vengan a bañarse a España se les apliquen las mismas restricciones que en sus países y se les haga salir del agua y taparse hasta las cejas. Luego firmaremos otro mediante el que les esté prohibido tomar alcohol en España y haya que pedirles el pasaporte para ver de dónde son y aplicar los acuerdos internacionales. A veces —y esto es real— los gobiernos reconocen en sus tierras cierta autoridad a los intransigentes que vienen siguiendo a los que van huyendo, convirtiéndolos en "imanes de Fuengirola", por poner un caso, cuya "autoridad" se impone más allá de donde debe y se creía con derecho a usar la vara en las mujeres inmigrantes poco o nada obedientes a sus maridos, padres o hermanos más allá de sus fronteras*. De esta forma, los que dejan sus tierras hartos se encuentran dosis de intransigencia y vigilancia en los países a los que van a refugiarse. El problema ahora es que esa intransigencia lesiva de los derechos reconocidos en suelo francés está firmada e un convenio internacional.

Mohammed salió de su país y se encontró con que la liberal y laica Francia firmaba acuerdos limitadores para los que aquí llegaban, dejando claro que lo de la "libertad, igualdad y fraternidad" tiene sus límites según de donde vengas y con quién se hayan firmado acuerdos. Ha causado indignación saber que en Marruecos están prohibidos los matrimonios no solo entre personas del mismo sexo, sino también entre personas de distinta religión, algo que no pretenderán también aplicar en Francia. Si está mal que los gobiernos de los países se metan tanto en la vida de las personas restringiendo sus libertades, lo imperdonable es que los que huyan de ellos se vean perseguidos por poderes y sea el Estado francés quien lo impida.
Es un principio básico y sensato no firmar acuerdos desiguales, especialmente si te obligan a aceptar cosas que van contra tus propias leyes y derechos. Como cunda el ejemplo, los países homófobos querrán la cláusula de persecución más allá de sus fronteras para impedir fuera lo que ya prohíben dentro.
Lo peor es la demostración de que somos "propiedades" de los estados, que ni alejándonos de ellos nos dejan libres, que dependemos de las firmas de convenios que establecen profundas desigualdades de trato e injusticias manifiestas. Y ya hay bastantes en la vida para aumentarlas. Eliminas la discriminación sobre unos y se la cargas a otros.
A Mohammed han vuelto a señalarle con el dedo, esta vez un dedo francés.



* "Un couple d'homosexuels franco-marocain privé de mariage Le Monde 14/09/2013 http://www.lemonde.fr/societe/article/2013/09/14/un-couple-d-homosexuels-franco-marocain-prive-de-mariage_3477803_3224.html
** Juan Ferreiro Galguera (s/f) "La libertad religiosa y la provocación a la violencia de género: El casod del Imam de Fuengirola. Anuario da Facultade de Dereito - Universidade da Coruña pp. 999-1019 http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/2183/2301/1/AD-8-55.pdf





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