domingo, 1 de septiembre de 2013

Chapuzas y chapuzones

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Me quedo sorprendido por la caída de otro emprendedor. Estoy convencido de que si hubiera menos listos por un lado, ocupados en cómo defraudar, y por otro más gente pendiente de que no lo hicieran, estaríamos mucho mejor casi todos. En ese "casi" dejo, por supuesto, a todos aquellos que viven razonablemente bien con la desidia, la ineptitud o falta de honestidad de algunos.
Este país, que se debate entre enseñar a ser buen ciudadano por la vía de la Ética o alcanzar la santidad por la vía de la Religión, se ha olvidado de que a muchos les sobran una u otra o ambas a la vez. Nietzscheanos convencidos de que todo en el fondo son paparruchas destinadas a sentirte torturado por la penas del infierno o los retortijones de la conciencia laica, estos listos solo tienen por manual los extractos de la cuenta corriente, verdadero reflejo del destino.
Nos informan, para nuestra sorpresa aburrida —yo ya no me quito la cara de tonto por ahorrar tiempo— del último gran invento emprendedor: el parque acuático que no pagaba la factura del agua. Mientras la "guerra del agua" todavía provoca roces entre las diversas autonomías por hacerse con ella y negársela a los demás, este pacifista acuático, insumiso de la factura, hacía el amor y convirtiéndolo en la felicidad de sus remojados clientes y en ahorro de sus inversores. Aguas turbias en piscinas cristalinas; mucho cloro y muy poca vergüenza.


A Mariano Valverde —otro candidato a integrante del dream team del emprendedor patrio—, director del Aquópolis de Villanueva de la Cañada, provincia de Madrid, detenido y puesto ya en libertad pendiente de lo que tenga que aclarar, le acusan de defraudación de fluidos, en este caso agua, aunque yo —por si acaso— iría mirando sus cuentas del gas y la electricidad.
Me imagino que todos hemos conocido algún caso de vecino listillo que ha sacado un cable del chalet a la farola y se ha pasado, como si nada, una temporada viviendo eléctricamente de la comunidad. Son defraudadores de fluidos, preciosa denominación de la que más de uno se sentirá orgulloso. "¡Total, si es tirar un cable!", piensan. Y lo tiran. Los de la Compañía eléctrica llegan, ven el cable y la denuncia consiguiente. Están los que —¡unos manitas!— son capaces de trucar los contadores haciendo que parezca que nunca gastan nada, que no encienden ni la luz del baño por las noches, o hacen que —arte de birlibirloque— su gasto pase al contador del vecino, como si de un truco de chisteras se tratara. Pasa, pasa, pasa... y ya está. Hay defraudadores del agua, la electricidad y el gas. Yo creo que habría que hacer algo con los que te roban ancho de banda colándose en tu wifi, pero los juristas no deben ver el caso claro, porque ya se sabe que la Ley va siempre por detrás. También los defraudadores, pero en el otro sentido.


El caso del Aquópolis tiene bemoles porque no son unos cuantos litros, ni regar el jardincito gratis un verano un poco seco. El elemento básico de un parque acuático —todos nos lo imaginamos— es el agua. Estar defraudando durante cinco años es mucho defraudar. Nos cuenta el diario El Mundo:

El fraude, conocido a finales de junio, se calcula que puede superar el medio millón de euros, ya que el parque acuático, situado en esta localidad del oeste de Madrid y que es el mayor de la comunidad y uno de los más grandes de Europa, lleva presuntamente cinco años abasteciéndose de agua del Canal de Isabel II sin pagarla.
Las investigaciones del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) han confirmado que el agua que el parque acuático ha estado consumiendo procede del Canal y no de pozos subterráneos propios, como querían hacer creer. Dichos pozos se secaron hace años. Es más, la  Confederación Hidrográfica del Tajo ha confirmado que Aquopolis no tiene ninguna concesión para extraer agua de pozos, un requisito obligatorio para cualquier particular o entidad que quiera utilizar agua subterránea. Si lo tuviera, debería pagar un canon más un importe por la cantidad consumida, algo que no ocurre.*


¡Cinco años son muchos chapuzones! Montarse un parque acuático —el mayor de la Comunidad y uno de los mayores de Europa, se dice pomposamente— sin pagar el agua es demasiado descaro, aunque este sea uno de los rasgos que definen al emprendedor que te pasas. Es como si se descubriera que Bernie Eclestone no paga la gasolina, los de Google la luz o los del futuro Eurovegas las barajas de cartas, aunque no sé si en este último caso estarán subvencionadas. 
Quizá el señor Villaverde había contado con el agua de lluvia en su plan de negocio. Quizá la lluvia no llegó o lo hizo con menos intensidad de la esperada y la perspectiva de que los visitantes patinaran en las piscinas por falta de agua no era demasiado buena para el negocio. Era esencial que el parque acuático tuviera agua; eso lo entendemos todos.
Durante estos cinco últimos años, el señor Villaverde nos ha hecho creer a todos que ese agua brotaba del suelo, igual que los del Instituto Nóos no hacían creer que las ideas del Think tank brotaban de la cabeza del Duque. Y el agua, en cambio, salía del botijo de todos. Habrá que enterarse también de a qué Escuela de Negocios fue y quiénes fueron sus compañeros. 


Han tenido que ir los del SEPRONA a verificar —¡tiene narices!— que los pozos milagrosos de agua milagrosa —todo es un gran milagro aquí— no existen, que son un invento encubridor del fraude. Ni siquiera se molestó en sacarse la concesión para extraer agua de pozos; su palabra bastaba.
Lo sorprendente —quizá no tanto— es que todo se ha venido abajo por la denuncia de un particular. No ha sido ninguna inspección rutinaria ni una investigación especial. Podía haber seguido así durante el próximo siglo sin que nadie se preguntara de dónde salía el agua de un parque acuático; no de una piscina, ¡de un parque entero! ¡Seguro que más de un empleado del Canal de Isabel II se habrá dado un chapuzón un caluroso fin de semana en sus aguas, gratuitas para el parque, bien pagadas para sus clientes! 
Como la empresa no tenía contrato con el Canal, el Canal no se preocupó. El agua les llegaba, decían, de sus inexistentes pozos para los que tampoco había licencia de extracción. Si no sacas el permiso, nadie viene a verificarlo. Es el círculo vicioso del burocratismo: revisas lo que expides; lo que no, no es tu competencia y te da igual. Por eso ha salido a la luz gracias a un particular. Está muy bien lo de la colaboración ciudadana, pero estaría mejor que a los responsables no se les pasaran estas cosas que tienen delante, que fueran más eficaces en su defensa de los intereses de todos.


Han dicho las autoridades que exigirán el pago de lo consumido para olas y manguerazos, que "una cosa es no abonar la factura y otra defraudar"*. La pena es que a nosotros todos nos defraudan cada día, unos por no pagar el agua y los otros porque esto ocurra durante cinco años sin que nadie se dé cuenta. Ya tienen material en la Comunidad para discutir los próximos meses sobre quién se bañó en aquellas aguas milagrosas y quién no, quién se tiró de cabeza y quién hizo un piscinazo. Veremos a quién salpican estas aguas cristalinas.
El diario El Mundo nos ilustra la noticia de la detención con una foto del director del parque con los pantalones remangados, sobre el cuerpo del delito, muy ufano, con un salvavidas a mano —¡tan fresco él!—, imagen premonitoria de lo revueltas que llegarían a estar esas aguas. Y lo que estarán.
¡Chapuzas y chapuzones!



* "El director del Aquópolis de Villanueva, acusado de estafa por robar agua al Canal" El País 30/08/2013 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/30/madrid/1377854881_858668.html



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