jueves, 8 de agosto de 2013

Un canadiense excéntrico

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Mark Carney viene de un país extraño, un país cuyo sentido universal parece que hagan chistes sobre él en las series estadounidenses. No llegan muchas noticias de Canadá; alguna sobre disputas lingüísticas o tensiones separatistas cuando hay elecciones y poco más. Mark Cartney, canadiense, ex Goldman Sachs, ha aterrizado en el Banco Central de Reino Unido y les ha dicho una cosa muy rara a los británicos. Nos lo cuenta el diario El País:

El gobernador del Banco de Inglaterra, el canadiense Mark Carney, dijo hoy que hay que cambiar la "cultura" de las entidades bancarias para que presten atención al lado "social", a fin de crear empleos y ayudar a las empresas a invertir.
"El asunto cultural es fundamentalmente importante. Tiene que haber un cambio en la cultura de estas instituciones. Es algo sobre lo que he hablado en el pasado cuando estaba en Canadá (donde fue gobernador del Banco Central), y se aplica también aquí", señaló.
"Yo creo que las finanzas pueden desempeñar una función social y económica útil", puntualizó el nuevo gobernador.
En su opinión, el sector financiero debe concentrarse en la "economía real", en la creación de empleos e impulso de la economía.
Según Carney, la pérdida de esa "concentración" en la economía y la sociedad hace que las finanzas sean "inútiles socialmente".*


Ese cambio de "cultura" contrasta con la opinión de la sabia empleada de mi sucursal, quien me dijo una vez que "los bancos están para ganar dinero y que unos lo hacen mejor que otros", que es como decir que hay robos mal hechos y otros bien hechos en los que no se dejan huellas. El diario El País dedica hoy su editorial —"Quejas sin respuesta"— al auténtico escándalo de que la banca española desatienda las reclamaciones de sus clientes, incluso las justas, desoyendo las resoluciones. Piden la intervención del Banco de España para que la banca atienda y deje  esa actitud impresentable de hacer oídos sordos a las sentencias que no le dan la razón. Están acostumbrados, según parece, a hacer lo que quieren sin que nadie les pueda decir nada, a ignorar las reclamaciones que tienen que atender.


La "doctrina Cartney", vamos a llamarla así, tiene mucho de osadía —ya le recibieron de uñas algunos en Reino Unido— porque decir estas cosas en una manifestación delante de mi sucursal puede ser un desahogo folclórico, pero decírselo a la BBC desde su puesto del Banco de Inglaterra es otra cosa. Decirlo cerquita de la City, en un país que ha ido perdiendo su tejido industrial centrándose en el mundo financiero, en la especulación mundial, en el que se refugian los que se sienten presionados en sus cuentas bancarias —menos Depardieu, que se va a Rusia—, el país en el que los banqueros juegan con el LIBOR (London InterBank Offered Rate) como el que juega al bádminton —es decir, pegándole fuerte para arriba, que ya caerá—, etcétera, etcétera, pues tiene un gran mérito provocativo.

Esto es lo que escribía José Alvear Sanín, en 2009 —en pleno estallido de la crisis financiera—, en el diario colombiano El Mundo, , bajo el significativo título "¿El fin de Inglaterra?":

La liquidación del Imperio significó un doloroso reacomodamiento para pasar de primera potencia a una posición secundaria en el mundo. Luego, con la transformación tatcherista, pareció detenerse la decadencia económica, pero el neoliberalismo más hirsuto agotó pronto sus aspectos benéficos como revulsivo porque, en vez de conducir a una recuperación industrial, produjo una mentalidad cortoplacista para el rápido lucro especulativo, seguida de un empobrecimiento general de los estratos menos favorecidos, con eliminación en buena parte del Wellfare State. 
Se redujeron los impuestos al capital y se desreguló la actividad bancaria hasta los extremos que han significado el desplome actual de esa industria. Se desmanteló el viejo aparato industrial. Casi todas las grandes compañías se vendieron a multinacionales extranjeras, antes de traspasar la propiedad de buena parte de la electricidad, los acueductos, los aeropuertos y las terminales marítimos a empresas foráneas.**

Cuando Alvear Sanín terminaba de describir las cifras de los efectos de la desindustrialización y de la conversión en un país de finanzas, dedicado al cortoplacismo, la búsqueda del dinero fácil y la inversiones allí dónde se obtenga la máxima ganancia sin importar otros factores, introducía una solitaria línea en la que señalaba: «Solamente Estados Unidos y España acusan cifras peores en ese capítulo. »** Nosotros, siempre con los grandes. 
El diario El País de hoy mismo nos trae otra noticia: las protestas por la desindustrialización de Andalucía. Titula el diario: "Andalucía pierde 16.000 operarios de la industria en solo un año"***. A través de los dramas personales de los desempleados o de los especialistas de la industria empleados en ocupaciones como vender pescado, nos va describiendo la lenta desindustrialización de Andalucía, pero que puede extenderse al resto del país, que muere lentamente por la falta de financiación a la economía real, por los miramientos de los que fomentaron la especulación de las burbujas, por los que apostaron todo al ladrillo, que era lo que permitía ganar por los préstamos a todos, a constructores y a compradores de casas, amparados en unos políticos no supieron o no quisieron —advertidos desde fuera estaban, desde luego— frenar ese modelo pensando, como es característico de la euforias financieras, que nunca se pincharía el globo.


La banca es rescatada, pero no lo es la industria, que debería recibir los efectos de ese rescate. Europa concede dinero que volverá a las arcas de los deudores, sus propios bancos, pero no quiere competidores industriales. Los que debemos querer competir somos nosotros, hacerlo desarrollando de nuevo la industria. El fiasco de los "astilleros" de estos días, con la devolución de las ayudas europeas, nos advierte claramente que hay que ir con pies de plomo, no sean que corten las alas. El esfuerzo industrial lo debemos hacer nosotros, agrupando fuerzas, potenciando iniciativas, creando alternativas, algo que no se ha hecho durante décadas de desidia en este sentido. La desindustrialización es lo que hay que evitar a todo trance —es lo que están haciendo países como Estados Unidos, que ha aprendido algo de la crisis— porque es el centro del empleo estable, lo que permite sortear las crisis con exportación, permite la innovación y el desarrollo científico e investigador. Sin industria no hay futuro. Y la industria necesita del crédito.


La recomendación de Mark Carney de que la banca invierta en la economía real, que los créditos vayas a las empresas e industrias, no es una excentricidad canadiense: es el futuro de este o de cualquier país que sienta que sus autoridades no están como florero neoliberal, esperando a que se reconstruya por efecto de la mano invisible, sino por las acciones inteligentes y eficaces sobre el sistema, redirigiendo los esfuerzos allí donde se pueden consolidar sectores industriales generadores de estabilidad y no en nuevas especulaciones, vendiendo a precio de risa a los que vienen a comprar en los saldos nacionales. Desde todas partes manifiestan el temor porque el crédito no fluye hacia la economía real. Y la banca espera a ser ella la que decida cuándo, cómo y a quién. En otras circunstancias sería lógico, pero teniendo en cuenta su responsabilidad en esta crisis y, especialmente, lo que se ha sacrificado por sanearla, creo que apelar a su responsabilidad —como la quieran llamar: ¿social, nacional, ética...?— no es demasiado. El modelo ha cambiado; debe cambiar.


Es el único valor que los españoles esperamos de nuestros políticos. Y, desgraciadamente, sus propias formas de selección no dan el tipo adecuado. La única política parece ser, como en las subastas, que los precios caigan tanto que les resulte atractivo a los demás comprarnos. Ya lo dijo Donald Trump.
Creo que necesitamos también algún canadiense excéntrico o, en su defecto, tomar nota. 

* "El gobernador del Banco de Inglaterra cree que los bancos deben centrarse en el lado "social"" El País 8/08/2013 http://economia.elpais.com/economia/2013/08/08/agencias/1375951087_444308.html
** "¿El fin de Inglaterra?" El Mundo.com 4/02/2009 http://www.elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=107140
*** "Andalucía pierde 16.000 operarios de la industria en solo un año" El País http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/07/andalucia/1375891496_442370.html




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