sábado, 6 de julio de 2013

La tercera fase de la Revolución

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Aunque avisado con cuarenta y ocho horas, el derrocamiento del Presidente Morsi ha cogido por sorpresa a mucho políticos y analistas. Lo atípico del fenómeno en todas sus dimensiones, las manifestaciones de millones de personas por todo Egipto, los 22 millones de firmas recogidos por Tamarod, la gran respuesta social y firmeza en las manifestaciones multitudinarias con las tarjetas rojas... no han reducido la sorpresa. La tendencia de nuestros analistas es a concentrarse en la "economía" e interpretar los movimientos como traducción social de esta, no suele ser lo más adecuado. En el caso de Egipto, la economía está hundida, pero es solo una parte del problema, porque esa economía está hundida en gran medida por el resultado de acciones ideológicas o incapacidades derivadas de ellas. Aunque no es fácil separar ambos campos, profundamente conectados, el análisis puramente económico apenas nos dice nada sobre esta compleja y grave situación, punta del iceberg. Hay primero un problema político, incluso de "mentalidades", un nivel más profundo, del que derivan los demás.


Si se realiza un recorrido por el año desde que asumió el poder Mohamed Morsi, se verá un historial de falta de diálogo constante, de imposición de posturas y hasta de golpes de mano autoritarios. De hecho, el primer "golpe" lo dio Mohamed Morsi en noviembre cuando, por decreto, vacío de sentido las instituciones al concentrar todos los poderes en su persona. Es lo que llamaríamos un "autogolpe", ya que asumía el "poder" dejando fuera a las instituciones del Estado. Esto difícilmente puede ser llamado "democrático", pero sí responde a su mentalidad y a su visión del poder y las instituciones.
El 22 de noviembre el diario El País titulaba muy expresivamente "Morsi se sitúa por encima de la ley" y comenzaba:

Aprovechando su renovada popularidad gracias al éxito diplomático en la crisis de Gaza, el presidente egipcio, Mohamed Morsi, ha firmado este jueves cuatro decretos que le sitúan por encima de la ley, sometiendo el poder judicial a su autoridad. La repentina decisión representa todo un golpe de efecto en el largo conflicto que enfrenta a los Hermanos Musulmanes con un sector del estamento judicial en el contexto de una enmarañada transición democrática. De acuerdo con el nuevo paquete legal, que tiene rango de declaración constitucional ante la ausencia de una Carta Magna, ninguna de las decisiones, decretos o leyes aprobados por el presidente Morsi desde su investidura podrán ser revocados por otra institución del Estado, incluido el poder judicial. Ni tan siquiera Mubarak consiguió tal posición de preeminencia, al menos desde el punto de vista legal.*


No parece el talante de un gobernante democrático, desde luego. Lo que revela es esa política de absorción del poder, claramente autoritaria, que no se dirigía necesariamente contra las fuerzas armadas (a las que hizo concesiones, por cierto), sino esencialmente a desarmar a la sociedad civil colocando en todas las zonas conflictivas sus peones para evitar la creciente contestación, que pasó a ser un clamor. Los que dicen que Morsi no ha tenido tiempo de hacer cosas en un año, no entienden que la revuelta contra él ha sido precisamente por las que ha hecho y por las que le quedaban por hacer.
El "islam político" no entiende la democracia más que como una vía lenta hacia el absolutismo de su modelo, pues de lo que carece es de la conciencia individual del pensamiento democrático. Por lo tanto, sus objetivos son la transformación del "reino", no planteándose alternancias políticas, sino "retrocesos". Su transformación en "partidos pantalla" no es más que la confirmación de que la democracia solo es una máscara, una interfaz en la que en el fondo no creen porque no forma parte de su "mentalidad".


El Partido creado por la Hermandad Musulmana tuvo inmediatamente sus primeros problemas de "democracia interna", con conflictos intensos con todos aquellos que pensaran que el hecho de crear un partido significaba discutir la autoridad del guía supremo. La obligación de todos los miembros de adscribirse y votar al partido ya trajo las primeras disidencias de aquellos hermanos que preferían votar otro tipo de opciones. La respuesta fue tajante y contundente: aquí no se opina, se obedece.
Muchos jóvenes se rebelaron y acabaron marchándose al comprender que la Hermandad no tenía nada que ver con la Revolución. La Revolución de enero solo les había hecho un favor: eliminar a un enemigo natural, a Hosni Mubarak. La segunda fase era eliminar a la sociedad civil —restricciones en la información, límites a las ONG, etc.— y a la oposición, que se tuvo que ir de las instituciones. Fueron ocupándolo todo, como parásitos. No es que no entendieran las aspiraciones de la "revolución" o el "mandato de las urnas", es que no les importaban. Se trataba de colocar peones por todo el aparato estatal, de las escuelas y barrios a los ministerios. La colocación de un ex terrorista asesino, responsable de muertes de turistas, al frente de la gobernación de Luxor, la zona más turística, deja claras las intenciones o los "errores" que Mursi ha cometido y que sus seguidores consideran como fruto de su "inexperiencia". Difícilmente llegarán a tener "experiencia democrática". La democracia es el arte de construir el futuro y para el islamismo político ya todo está dado, no hay diferencia entre "creyente" y "ciudadano", que deben identificarse, fundirse. Creer es creer en ellos.

Muchos analistas y políticos occidentales no acaban de entender estas cuestiones en las que procuran no profundizar demasiado. Prefieren sostener lazos diplomáticos que mantengan sus intereses intactos. De esto se han aprovechado muchos dictadores que se beneficiaban de esa separación entre "intereses" y "principios" que son la práctica habitual de las relaciones internacionales. El problema es el espacio de convivencia, cada vez más reducido, que les queda a los que no comparten sus ideas y tienen que vivir junto a ellos o, si se prefiere, bajo ellos.


El mismo día 3 de julio, Gamal Essam El-Din, editor de Al-Ahram, escribía en su artículo titulado "What now for the Brotherhood?":

“Foreign analysts fail to understand that the current massive protests are not only about economic hardships, the lack of services and fuel shortages and power cuts, but represent a rejection of the ideology of the Muslim Brotherhood and its attempts to turn Egypt into an Islamist state.”
“The reason most Egyptians have run out of patience with Morsi,” argues Al-Ahram analyst Salah Salem, “is because, rather than build a democratic state, he has shown himself determined to use his time in office to reinforce the Brotherhood’s grip on power and impose its strict version of Islam on Egyptians.
“When the foreign media wonders why Egyptians aren’t willing to give Morsi — they always like to describe him as the freely elected president — enough time to deliver they ignore the fact that if the electorate waited until 2016 Egypt would be dominated by an entrenched Islamist oligarchy that would be very difficult to remove.”**

Van saliendo algunas voces en medios influyentes que hacen repaso de este año de islamismo político en Egipto y de las consecuencias para el pueblo egipcio. Se va comprendiendo que la voluntad popular es la de prolongar la Revolución para llegar a una democracia que no sea un mero tránsito hacia el poder, sino una estado abierto de futuro. Mientras no se entiendan estas cosas se comprenderá poco.

El secuestro de la Revolución es lo que ha causado esto que nadie, probablemente, deseaba que ocurriera cuando fue a las urnas. El hecho de que se enfrentaran por igual a la SCAF de Tantawi y al islamismo regresivo de Morsi nos da una pista de los tres momentos de la revolución: Mubarak, Tantawi, Morsi. Y lo seguirán haciendo hasta que entiendan que se les lleva hacia el país que desean, que su futuro está en sus manos y no secuestrado. Lo manifiestan en las calles porque es el espacio que se les deja, dado el mal uso que de las urnas hicieron desde Mubarak hasta Morsi, uno por manipular los votos, el otro por manipular las voluntades.
En este sentido es también reveladora de la idea de "democracia" del "islam político", tal como aparece en las declaraciones recogidas ayer en The New York Times:

Sheik Mohamed Abu Sidra had watched in exasperation for months as President Mohamed Morsi and the Egyptian Muslim Brotherhood bounced from one debilitating political battle to another.
“The Brotherhood went too fast, they tried to take too much,” Sheik Abu Sidra, an influential ultraconservative Islamist in Benghazi, Libya, said Thursday, a day after the Egyptian military deposed and detained Mr. Morsi and began arresting his Brotherhood allies.
But at the same time, Sheik Abu Sidra said, Mr. Morsi’s overthrow had made it far more difficult for him to persuade Benghazi’s Islamist militias to put down their weapons and trust in democracy.
“Do you think I can sell that to the people anymore?” he asked. “I have been saying all along, ‘If you want to build Shariah law, come to elections.’ Now they will just say, ‘Look at Egypt,’ and you don’t need to say anything else.”
From Benghazi to Abu Dhabi, Islamists are drawing lessons from Mr. Morsi’s ouster that could shape political Islam for a generation. For some, it demonstrated the futility of democracy in a world dominated by Western powers and their client states. But others, acknowledging that the coup accompanied a broad popular backlash, also faulted the leaders of the Muslim Brotherhood for reaching too fast for so many levers of power.***


Creo que no pueden ser más claras las intenciones y las estrategias para cumplirlas. Son los islamistas internacionales (suponiendo que este concepto tenga algún sentido) los que recriminan a Morsi haber ido demasiado deprisa y haber arruinado su estrategia de transformación "lenta" de la sociedad desmontando los diferentes focos de oposición a su proyecto absoluto. Lo anacrónico de su propuesta, que no tiene en cuenta a las personas ni sus deseos, va aumentando conforme el mundo está más interconectado, algo que les desespera y explica su doble odio a los medios y a las redes sociales, con quienes están en guerra creciente de Morsi a Erdogan. No es casual que Turquía tenga más periodistas  encarcelados que ningún otro país. El islamismo político necesita de silencio alrededor para que solo se escuche su mensaje.


Las nuevas generaciones —los "jóvenes"— son los que han roto esa esclavitud mental, ese fatalismo político y se han rebelado contra el oscuro porvenir de la sumisión. La generación que decidió dejar de huir y enfrentarse al problema es la que tienen ahora delante, dispuesta a luchar hasta el final. El argumento de que la democracia es un "pecado occidental" ya no puede ser sostenido ante ellos, los jóvenes que han salido del país y están en contacto con personas de todo el mundo que les apoyan y comprenden.
La sociedad ya no es la misma y no aceptará ni el militarismo ni el absolutismo religioso. Hacerles escoger entre unos y otros es una infamia histórica que tendrá su castigo. Eso convierte cualquier camino en triste, en manchado de sangre.


El día de ayer ha sido terrible, con la reacción a las mareas antimorsi del día anterior. La sangre está de nuevo en las calles de Egipto. El comentarista político de Al Jazeera decía anoche, refiriéndose, a la pantalla partida del televisor mostrándonos los escenarios de unos y otros, que son dos mundos, dos mentalidades distintas, dos formas de entender la vida y el futuro. Quizá sea cierto y en el mismo espacio convergen el pasado y el futuro condenados a no entenderse jamás. En Egipto, en ocasiones, no es fácil saber si se avanza o se retrocede, si los lobos se disfrazan de corderos o si los corderos se disfrazan de lobos. Lo padece el pueblo egipcio. 
Estamos en una nueva fase de la Revolución, se dirija a donde se dirija, acabe como acabe. Unas puertas se han cerrado y otras se han abierto, aunque no sabemos con claridad dónde llevan ni cuánto dolor costará cruzarlas. De una forma u otra, lo padecerá un pueblo al que se ha llevado al hartazgo y a la desesperación, a las calles a dejar sus vidas. Entre los ideales y la realidad media la Historia. Quienes rompieron el ideal de unidad y futuro que significó la Revolución son los responsables de esto; quienes dejaron que ocurriera también.
Nada resulta más irónico que ver en el mitin islamista de anoche la pancarta "salvemos la revolución" como fondo. Los islamistas, ironías de la vida, reivindican ahora una democracia que nunca les ha interesado, un diálogo que siempre han rechazado, una transigencia que nunca han practicado. La necesidad aprieta.


The Story Of The Revolution- (with Eng.sub.) حكاية الثورة



* "Morsi se sitúa por encima de la ley" El País 22/11/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/11/22/actualidad/1353608872_232549.html
** "What now for the Brotherhood?" Al-Ahram 3/7/2013 http://weekly.ahram.org.eg/News/3218/17/What-now-for-the-Brotherhood-.aspx
*** "For Islamists, Dire Lessons on Politics and Power" The New York Times 4/07/2013 http://www.nytimes.com/2013/07/05/world/middleeast/for-islamists-lessons-in-politics-and-governing.html?hp


"The Muslim Brotherhood, Its Youth, and Implications for U.S. Engagement" Rand Corp. (2012)



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