domingo, 5 de mayo de 2013

Cuerpos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la magnífica película que recoge la vida de Temple Grandin, la mujer autista que consiguió llegar a catedrática de veterinaria en los Estados Unidos, cambiando la visión que se tenía del autismo y de sus posibilidades de romper las barreras que supone, hay varios momentos en los que se enfrenta a la muerte. Tocando los cuerpos inertes de los animales sacrificados, pregunta angustiada: «¿Dónde están? Antes estaban aquí y ya no están.» Los cuerpos quedan vacíos, sin vida, inánimes. Sea lo que sea, el cuerpo muerto ya no es el cuerpo vivo.
Recogen los medios los problemas que encuentra el propietario de la funeraria que se ha hecho cargo de los restos de Tamerlan Tsarnaev, el autor del atentado de Boston, ante la negativa de los cementerios de la zona para que sea enterrado allí:

Peter Stefan, propietario de la funeraria, afirma que recurrirá a la ayuda del Gobierno si no logra encontrar pronto un lugar de descanso para Tsarnaev. «Todo el mundo merece un entierro, no importa de quién se trate», dijo Stefan en una entrevista telefónica el pasado viernes. Stefan asegura que ha sido objeto de duras críticas por su decisión de aceptar el cuerpo de Tsarnaev, y que está preparado para las protestas frente a su negocio, la funeraria Graham, Putnam y Mahoney.*


Stefan defiende algo más que su negocio. Defiende el derecho a ser enterrado. El no permitir el enterramiento no es una medida de lo que haya hecho, sino de lo que nosotros somos capaces de hacer. No afecta al criminal, sino a nosotros mismos, a nuestra propia humanidad. Él no va a ser peor: nosotros, sí. La respuesta al terrorismo no es la intransigencia.
Denegar el enterramiento es una forma de castigo que escapa del castigo de la Ley. Ya no es Justicia. Solo las sociedades más crueles han negado el derecho a ser enterrado. Solo los criminales más desalmados —muertos sin alma— niegan el derecho al enterramiento. La portada de La Razón de hoy nos muestra una imagen de la madre de Marta del Castillo, la mujer que lucha junto a su familia para poder recuperar el cuerpo de su hija asesinada por desalmados que suman al crimen en sí la tortura que añaden a la familia negándose a señalar dónde está el cadáver. "El mejor regalo sería el cadáver de mi hija", titula el diario en su portada, extraña frase en el Día de la Madre, pero que todos comprendemos. Todo el mundo entiende el dolor de la familia, un dolor que la sociedad ha hecho suyo compartiéndolo. Todos acompañarán a los restos de Marta del Castillo, todos se alegrarán por su familia, porque esa tortura infame haya acabado.


No será eso lo que ocurra en el entierro de los restos del que fue autor de un cruel atentado. Pero debe ser enterrado; sin honores, en soledad, pero enterrado. Los ciudadanos que rechazan el entierro de Tamerlan Tsarnaev se deshumanizan e incumplen un pacto ancestral de los vivos con los muertos, con los que ya no están, como decía Temple Grandin. El derecho a ser enterrado no es un derecho individual, sino colectivo, es de todos porque ya no hay individualidad, solo la materialidad del cadáver, volvemos a ser barro, tierra. El entierro no es un acto espiritual, sino profundamente terrenal: polvo al polvo. La espiritualidad está en nosotros, los vivos. Desear el mal más allá de la muerte es irracional y nos pervierte; es venganza.
El propietario de la funeraria ha orientado de forma clara su defensa del enterramiento:

Stefan quiere cambiar la mentalidad de los responsables de los cementerios con los que ha hablado, y que no ha identificado. El dueño de la funeraria que guarda el cadáver de Tamerlan Tsarnaev se compara con los médicos que lo trataron antes de su fallecimiento y los abogados que defenderán a su hermano menor, Dzhokhar. Stefan espera encontrar pronto un lugar para el enterramiento. «Esta situación se ha alargado demasiado en el tiempo», afirma.*


No es fácil reprimir la ira y el dolor, pero nuestro sentido de lo justo debe estar por encima de muchas cosas, de los deseos más oscuros. El enterramiento no afecta a los muertos, sino a los vivos, a sus familias, que son quienes los han de enterrar. Katherine Russell, la esposa americana de Tamerlan Tsarnaev, se ha negado a reclamar los restos del que fuera su esposo; no hay mayor ruptura o distanciamiento. Lo ha hecho la familia, que ahora busca un pedazo de tierra en el que enterrar los restos.
A la familia de Marta del Castillo se le niega cruelmente el derecho a enterrar los restos de su hija; a la familia Tsarnaev se le niega la tierra en donde enterrar los de su hijo. Marta fue una víctima inocente; Tsarnaev un asesino. Sus vidas son incomparables y las diferencias están claras en cómo los recordamos. Las diferencias entre ambas vidas son claras y están en los que acompañan a las familias. Hoy "todos somos Marta" y nadie es Tamerlan Tsarnaev.
Pero la tierra nos ha de acoger a todos.


* "El cuerpo de Tamerlan Tsarnaev no tiene cementerio donde ser enterrado" ABC 04/05/2013 http://www.abc.es/internacional/20130504/abci-tamerlan-tsarnaev-cementerios-201305041652.html
** portada La Razón 5/05/2013




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