martes, 19 de febrero de 2013

La pitonisa y el saco

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Que me perdone Cristina Fernández Cubas, a la que vi entrevistar el otro día en una canal televisivo, y no acabé de quedarme con la música de lo que decía. Algo raro notaba yo. Todo el mundo se está poniendo un poco misterioso y ya no sabes si es que te has contagiado tú o se han contagiado ellos de la paranoia. Ya nada es lo que es —ni tan siquiera lo que parece— y todo está envuelto en una neblina dubitativa y existencial que nos deja a todos hamletianos.
Mi desconcierto inicial provenía de que Fernández Cubas se buscara un pseudónimo y luego se lo vaya contando a todo el mundo. Si se pone "Fernanda Kubbs" y lo cuenta,  ya no tiene gracia. Antes la gente se "ocultaba" tras un pseudónimo porque tenía una "identidad". Con la posmodernidad, no tienes una "identidad" que ocultar, sino varias que lucir, que es lo que le pasa con todo este lío. Las identidades son ahora como los trajes, de temporada y para ciertas ocasiones. Desde que la posmodernidad nos definió como cebollas a las que se les van quitando las capas y al final no queda nada, hay gente que se lo pasa estupendamente vistiéndose y desvistiéndose. Cristina Fernández Cubas, por ejemplo, está encantada.


La entrevista publicada en El Cultural me desconcierta ya desde la misma entrada:

Cristina Fernández Cubas estrena seudónimo: Fernanda Kubbs. A estas alturas, queda claro que no lo hace para mantenerse en el anonimato. La razón es otra: con La puerta entreabierta (Tusquets), comienza una nueva línea literaria en la que, como apunta el título, traspasa sin complejos el umbral entre la realidad y el enigma de lo desconocido. El libro está protagonizado por Isa, una escéptica periodista que visita a una pitonisa para hacer un reportaje y sufre una transformación impensable que cambiará por completo su vida y su forma de ver el mundo. La puerta entreabierta, que promete ser el inicio de una saga, no es una novela fantástica, ni de aventuras, ni de misterio, sino todo a la vez.*


Debo decir que a mí el título, La puerta entreabierta, no me apunta a ningún sitio, la verdad sea dicha. Yo, como lector, de pitonisa tengo poco. Si cada vez que viera una puerta a medio cerrar se me ocurrieran estas cosas, me preocuparía. Allá cada uno con sus títulos, que siempre son muy personales en sus sugerencias.
A mí, en cambio, el argumento me parece de lo más normal. Los periodistas emplean con cierta asiduidad a las pitonisas como fuente de información. Por eso las protegen. Cualquier periodista que se precie debe tener tres o cuatro en su agenda. Más que nada por contrastar. Eso sí, unos salen "impensablemente" transformados y otros, para su desgracia, tal como llegaron. Qué se le va a hacer. No sé si lo de la pitonisa se corresponde con lo "fantástico", lo "misterioso",  lo "aventurero" o con todo a la vez. Habrá que enterarse. La combinación "periodista-pitonisa" es un bombazo y da para más de una "saga".
La obra, además del fondo esotérico y de las corrientes de aires provocadas por las puertas entreabiertas, tiene aspectos realistas mucho más inquietantes que los fantásticos. Le señalan a la autora:

P.- En su libro hay relatos insertados dentro de la historia principal en clara referencia a obras como Las mil y una noches y el Manuscrito encontrado en Zaragoza.
R.- Sí, aparecen personajes excéntricos a los que les encanta hablar y contar historias. Algunas son verídicas, como la del tormento romano reservado para los parricidas, que consistía en tirarlos al río dentro de un saco junto a un mono, un perro, un gallo y una serpiente. A veces a la realidad le da por ponerse así de inventiva (y perversa). La vida es una excelente guionista.*


Yo no llamaría exactamente "la vida" a quien se le ocurrió el tormento de marras que, efectivamente, era bastante retorcidillo. Y tampoco llamaría a eso, por igual motivo, "un excelente guión". Con la perspectiva de ese castigo, no quedan muchas ganas de delinquir. La autora además parece un poco confusa en el funcionamiento del tormento, que no consistía precisamente en ahogarlos a todos juntos, como parece deducirse de ese "tirarlos a un río dentro de un saco".


La profesora italiana Eva Cantarella, de la Universidad de Milán, especialista en leyes romanas y griegas, escribió en su obra El peso de Roma en la cultura europea:

La poena cullei, reservada a los parricidas, disponía que el condenado a muerte fuese encerrado en un saco (culeus) cubierto de pez, junto a un perro, un gallo, una víbora y un mono; después de ser transportado a la orilla del Tíber, o de otro curso de agua o del mar, fuese arrojado a la corriente (flutti) cuando ya, presumiblemente, su vida había cesado entre atroces tormentos.** (21)


Tal como lo cuenta Cristina Fernández Cubas, parece que se trataba de ahogar a los "músicos de Bremen" o de hacer peso en el saco para que se hundiera. El sádico tormento hubiera levantado hoy el unánime rechazo de los defensores de los animales, al menos. Seguro que la combinación animal del saco tenía algún secreto simbolismo que hoy se nos escapa. Cuando se nos habla del genio de Roma se suelen olvidar estas cosas.
Dice Cristina Fernández Cubas que decidió cambiarse de nombre porque estaba en medio de una depresión y se dio cuenta que viviendo las aventuras de su protagonista, Isa, se lo pasaba muy bien. Deseamos entonces a "Fernanda Kubbs" la mejor de las suertes con sus puertas entreabiertas y sus sacos cerrados, con sus pitonisas y sus periodistas escépticas. Si ese es el camino para salir de la depresión...  

* Cristina Fernández Cubas: "Fernanda Kubbs es mi parte más desenfadada" El cultural /El Mundo 18/02/2013 http://www.elcultural.es/noticias/BUENOS_DIAS/4409/Cristina_Fernandez_Cubas
** Eva Cantarella (1999) El peso de Roma en la cultura europea. Akal, Madrid.







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