lunes, 11 de febrero de 2013

El diálogo con la sombra

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario ABC selecciona la frase del fallecido filósofo Eugenio Trías «Si no dialoga con sus sombras, la razón perecerá»*. Una hermosa frase. Trías trabajó sobre las sombras como otros trabajaron con las luces, pero comprendiendo que la una era efecto de la otra. No hay sombra sin luz, ni luz sin sombras. El diálogo con la "sombra" es hoy más necesario que nunca, pues, efectivamente, es la razón la que está en riesgo de "ensombrecerse" por la incapacidad de enfrentarse a sus propias dudas y debilidades, a las sombras que proyecta. La razón de la que habla Trías ya no es de la que hablaba el optimismo racionalista —todo luz—, sino la que se quebró por su propio "peso", debilitadas sus vigas por las carcomas modernas de límites, paradojas y dudas.

El astrónomo y filósofo de la Ciencia John D. Barrow escribió en su interesante obra "Imposibilidad. Los límites de la ciencia y la ciencia de los límites" (1999) la siguiente observación: «Un mundo que fuera lo suficientemente simple como para ser completamente conocido sería demasiado simple para contener observadores conscientes que pudieran conocerlo.» (19)* El razonamiento se basa en que si el mundo fuera tan sencillo como para poder ser comprendido no habría podido aparecer (producir) una conciencia capaz de intentar comprenderlo. La ilusión de la razón fue pensar que podría controlar ese mundo que pronto la desbordó. Se confundió la simplicidad del mundo con la simplicidad de los razonamientos que daban cuenta de él. El mundo era sencillo porque lo pensábamos sencillo. Y surgieron las sombras.
El hecho de que podamos interrogarnos sobre el mundo, de que seamos una conciencia preguntante —una razón enfrentada a sus sombras—, es un síntoma de su compleja fecundidad (o fecunda complejidad). La misma complejidad que nos ha producido es la que se nos muestra como límite para su comprensión. Creo que la mayor parte de los científicos han asumido este aspecto del conocimiento. Señala Barrow:

El conocimiento completo es una ilusión tentadora y engañosa. Aunque aparece en las mentes de algunos comentaristas como la meta evidente de la ciencia, es un concepto largamente desconocido en los escritos de la ciencia contemporánea. Es el sello distintivo de muchas variedades de pseudociencia, así como alimenta incontables leyendas y mitos antiguos sobre el origen y la naturaleza del mundo. Estos relatos no dejan nada fuera: tienen una respuesta para todo. Apuntan a desterrar la inseguridad de la ignorancia y a proveer un cuadro del mundo completamente interconectado en el que los seres humanos desempeñan un papel significativo. Eliminan la turbadora idea de lo desconocido. (19-20)**

Solo las pseudociencias —como señala Barlow— y el pensamiento totalitario —en cualquiera de sus variables religiosas o políticas— ansían esa capacidad de tener respuestas para todo, de eliminar las sombras. Son incapaces de convivir con lo desconocido o lo provisional. Lo "desconocido" les parece de una debilidad insoportable; la incertidumbre les produce angustia y desamparo. No quieren el diálogo con la sombra.


Allí donde la verdadera ciencia o pensamiento se abre a sus propias limitaciones de conocimiento, las que devienen de su propia naturaleza limitada, el pseudopensamiento totalitario o integrista eleva un violento discurso excluyente de la duda, auténtico "delito" o "pecado" a sus ojos. El dogma se convierte en "explicación" necesaria y suficiente, interrupción de un diálogo consigo mismo, primero, y con los otros después. Es la "voluntad de verdad"; no la verdad, que ha desaparecido.
Incapaz de enfrentarse a sus límites, el pensamiento sobre la realidad se hace cada vez más "delirante", se recubre de la negación de la disidencia debilitadora, que es rechazada violentamente como principio del fin. Ya no hay razón; solo sombras delirantes disfrazadas con su lógica propia.


En su obra Las lógicas del delirio, el filósofo italiano Remo Bodei, describió la psicología de este tipo de negación que, ante la incapacidad de enfrentarse a un mundo desbordante, acaba fabricando una pseudo realidad en la que poder vivir conforme a la simplificadas reglas que ofrecen coherencia y explicación:

Lo accidental, que ciertamente existe en el mundo exterior, no tiene derecho de ciudadanía en el mundo psíquico, donde siempre se «curva» hacia alguna explicación.
En el delirio, lo casual se percibe como si estuviera dotado de un sentido, aunque oscuro, indefinido y —por el momento— indescifrable, y se somete a un proceso análogo al de la transformación de la angustia sin objeto en el temor de algo específico. (60)***

Cuando la razón no dialoga consigo misma, con sus sombras, se convierte en dogma excluyente y en delirio excluido. En ambos casos se pierde, pues se aísla de la realidad, que es cambiante, incierta y reto constante. La razón muere; la sombra avanza. El filósofo no busca hoy la verdad, sino acabar con su ilusión dogmática.
Descanse en paz, Eugenio Trías; lleve su luz a las sombras.


* http://www.abc.es/frase-del-dia/20130210/abci-frases10febrero-201302101332.html#
** John D. Barrow (1999). Imposibilidad. Los límites de la ciencia y la ciencia de los límites. Gedisa, Barcelona.
*** Remo Bodei (2000). Las lógicas del delirio. Razón, afectos, locura. Cátedra, Madrid.






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