martes, 22 de enero de 2013

El miedo de los lobos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos trae el ABC, en su sección de Ciencia, el interesante resultado de las investigaciones sobre las diferencias entre perros y lobos, dos animales genéticamente muy próximos pero con un desarrollo muy diferente basado en la apertura de sus sentidos al mundo y en su relación lo que allí encuentran. Muchas veces, la perspectiva de la genética es más llamativa, pero lo que nos encontramos en el entorno es también determinante de los comportamientos.
El artículo nos recoge los estudios de la bióloga evolutiva Kathryn Lord, de la Universidad de Massachusetts Amherst, que han sido publicados por la revista Ethology y sintetizados por ABC. Desde su titular, el periódico nos llama la atención sobre un problema, el que se pueda domesticar a los perros y no a los lobos. Nos dicen en ABC:

Hasta ahora, se sabía muy poco sobre el desarrollo sensorial en los cachorros de lobo y muchos supuestos fueron extrapolados de lo que se conocía sobre los perros. Lord estudió las respuestas de siete cachorros de lobo y 43 de perro (border collies y pastores alemanes) ante olores, sonidos y estímulos visuales tanto conocidos como nuevos, y puso a prueba a los animales cada semana. Encontró que todos desarrollaban sus sentidos al mismo tiempo. Sin embargo, su estudio también reveló nueva información sobre cómo las dos subespecies de Canis lupus experimentaba su entorno durante una ventana de desarrollo de cuatro semanas llamada período crítico de socialización.*


Esa "ventana de desarrollo", esas cuatro semanas son el periodo en el que ambos animales "aprenden" y "aprehenden" el mundo; es el tiempo en el que establecen su universo principal, su mundo. A medida que sus sentidos se van abriendo a lo que les rodea, la información que envían será procesada por sus cerebros y usada para construir un mapa emocional. Cuando la ventana se cierra, cuando se acaba su "periodo crítico de socialización", lo que les llega nuevo es considerado, por defecto negativo, agresor, y la respuesta emocional es el miedo. Lo que se ha configurado en su mente, como un sistema clasificatorio, es percibido como "normalidad" y lo que les llegue de nuevas será entendido como "diferencia", como perturbación de ese universo valorado previamente.


El despertar progresivo de los sentidos tiene una importancia esencial. Cada sentido es una puerta informativa, un modo de exploración que contribuye a la configuración del mapa mental de la realidad circundante, del universo en el que desarrollará su vida:

Lord confirmó que tanto los cachorros de perro como los de lobo desarrollaban el sentido del olfato a la edad de dos semanas; el del oído, a las cuatro semanas y la visión a las seis semanas como promedio. Sin embargo, estas dos subespecies entraban en el período crítico de socialización a diferentes edades. Los perros comienzan ese período a las cuatro semanas, mientras que los lobos lo hacen a las dos semanas. Por lo tanto, cada subespecie experimenta el mundo durante ese mes tan importante de forma muy diferente y probablemente lleva a distintos patrones de desarrollo.
Según Lord, los cachorros de lobo son todavía ciegos y sordos cuando empiezan a caminar y explorar su entorno con dos semanas de edad. «Cuando los cachorros empiezan a escuchar, tienen miedo de los sonidos nuevos, y cuando comienzan a ver también temen los nuevos estímulos visuales. A medida que cada sentido es empleado, los cachorros experimentan una nueva ronda de perturbaciones sensoriales que a los cachorros de perro no les afecta».
Mientras tanto, los cachorros de perro solo comienzan a explorar y caminar después de que los tres sentidos, el olfato, el oído y la vista hayan empezado a funcionar.*


Hace unos días hablábamos aquí sobre el papel de la "curiosidad" en la Ciencia y decíamos que es la sistematización racional de una característica evolutiva que nos lleva a explorar el mundo. Decimos que los niños son "naturalmente" curiosos, que exploran su universo y aprenden de esas experiencias lo positivo y lo negativo. El miedo es un factor que aparece más tarde, como resultado de esas experiencias primeras y su contraste con el resto.
La idea central del estudio, respondiendo a la pregunta del titular, es que son las diferencias en la apertura de la "ventana" las que determinan la posible domesticación de unos y otros. El perro nace en un entorno menos "agresivo" y explora el mundo con una configuración sensorial más madura, con los sentidos en marcha, que el lobo, que en un entorno salvaje se lanza a explorar a la vez que sus sentidos se van despertando en medio de lo que Kathryn Lord llama las "perturbaciones sensoriales".


La agresividad del lobo se establece precisamente por el papel del "miedo" en la configuración de su universo. La agresividad es la respuesta a un entorno agresivo; es la otra cara del miedo. En un entorno doméstico menos agresivo, los perros pueden lanzarse a explorar con una configuración sensorial más madura. Esa diferencia de dos semanas en la apertura de la ventana, que es el período crítico de socialización, es determinante. Es la respuesta evolutiva a las diferencias que se van a encontrar unos y otros. El lobo responde agresivamente a un mundo hostil, desde el miedo y la desconfianza; el perro no se lanza agresivamente sobre aquellos en los que ha confiado, ha aprendido a no temer a los humanos y otros animales domésticos que constituyen su entorno inmediato. Los que tienen perros saben que hay que enseñarles muchas veces a desconfiar de los humanos.


La información de ABC termina con las palabras de Lord señalando:

«Los datos ayudan a explicar por qué, si quieres socializar a un perro con un humano o un caballo, necesita 90 minutos entre las edades de cuatro y ocho semanas. Después de eso, un perro no tendrá miedo de los humanos o de cualquier otra cosa que le haya presentado. Eso sí, construir una relación verdadera toma más tiempo. Pero con un cachorro de lobo, lograr eliminar el mismo nivel de miedo requiere 24 horas de contacto inicial antes de la edad de tres semanas, e incluso entonces no obtendrá el mismo apego».*

El miedo es un poderoso instrumento de aprendizaje y, por ello, de manipulación. Enseñamos a los niños a tener miedo de las cosas peligrosas antes de que ellos aprendan por experiencia propia a qué temer. El miedo nos hace alejarnos del peligro real o imaginario. Además de las "perturbaciones sensoriales" que supone la apertura al mundo, los humanos hemos desarrollado formas simbólicas de miedo a través de la imaginación. Podemos temer a cosas inexistentes solo con imaginarlas. "Me dan escalofríos solo de pensarlo", decimos. Nuestra capacidad verbal nos hace que vivamos no solo con experiencia directa del mundo sino también con "representaciones" de él.


Nosotros hemos creado cuentos sobre los lobos; los lobos no tienen esa capacidad. El lenguaje permite que el círculo de confianzas y temores se amplíe ya que recibimos información más allá de los sentidos. Los "prejuicios" son también un mapa mental de peligros que pueden ser inculcados en edades tempranas y de los que es difícil desprenderse. Lo que se aprende al principio de la vida se afianza mucho más que lo que vamos aprendiendo después. Lo que recibimos posteriormente se confronta con lo que tenemos asentado de principio.

Esa capacidad de "crear" miedos forma parte también del control social, pues es una de sus herramientas más eficaces. El miedo es, por definición, una respuesta emocional, no racional. Hablamos de "vencer nuestros miedos y temores" porque es una auténtica lucha la que tenemos que entablar para desprendernos de ellos, tal es su arraigo. Muchos han surgido en la infancia. Se nos configura un mundo, con sus marcas emocionales positivas y negativas, filias y fobias. En la relaciones sociales se recurre al miedo con mucha frecuencia. Somos seres "racionales", pero eso no significa que en nuestras decisiones podamos prescindir del miedo; tan solo lo camuflamos. Por eso hoy han podido surgir disciplinas que tratan de estudiar nuestro comportamiento por debajo de la fina capa de hielo de la racionalidad. Por ejemplo, la Neuroeconomía ha surgido para tratar de mejorar la comprensión de la toma de decisiones económicas de los sujetos más allá de la ilusoria racionalidad aséptica; la nueva disciplina trata de explicar la conducta económica también desde los "miedos", puesto que estos forman parte de nuestra cognición del mundo. Parece que el mundo económico es más de "lobos" que de "perros", algo que intuíamos. Lo mismo podría decirse de la política en sentido general; usa el miedo como un móvil eficaz.


Es importante no hacer a la gente esclava de sus miedos. Pero cuanto más agresivo sea el mundo que hagamos, más se fomentarán y dependerán nuestras respuestas de él. Eso le viene bien a muchos, pero es peligroso para todos.

* "¿ Por qué los lobos no se pueden domesticar y los perros sí?" ABC 18/1/2012 http://www.abc.es/ciencia/20130118/abci-lobos-pueden-domesticar-perros-201301181248.html



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