miércoles, 5 de diciembre de 2012

Gramsci, el lenguaje y las metáforas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Durante su estancia en la cárcel, Antonio Gramsci realiza las siguientes observaciones sobre el lenguaje al hilo de su lectura del libro de Bujarin La teoría del materialismo histórico. Manual popular de sociología marxista (1921):

Todo lenguaje es un continuo proceso de metáforas y la historia de la semántica es un aspecto de la historia de la cultura: el lenguaje es, a la vez, una cosa viva y un museo de fósiles de la vida y de la civilización. (48-49)

El comentario de Gramsci sobre el funcionamiento del lenguaje en el seno de la cultura es de amplio calado y nos plantea varias cuestiones. La idea de un lenguaje cuya esencia es la metáfora adquiere su máxima expresión previa en el texto de Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. La genialidad de Nietzsche fue, una vez más, convertir la carencia en virtud. Si el lenguaje es metáfora, es en él donde se manifiesta la creación permanente del ser humano, en su constante construcción de metáforas ya que no existe un vínculo real entre el mundo y las palabras. Solo tenemos el lenguaje, con su permanente construcción del sentido, un sentido humano y, por tanto, histórico y cambiante. El lenguaje está vivo porque es un proceso abierto de creación y es museo porque acumula los restos fósiles del pasado.

Señala Gramsci el problema que supone que el lenguaje nos venga del pasado para ser usado en el presente, pues se produce un desajuste que, al variar las condiciones históricas, puede causarnos problemas de comprensión de nuestro propio momento y sus exigencias. Las palabras son herramientas del pasado, donde se construyó su sentido.
Los principales problemas que Gramsci señala son de diverso orden. Nos habla en primer lugar de un problema "estético", que nos hace considerar más "bellas" palabras que nos llegan del pasado, palabras con tradición, que han aparecido en grandes obras y que dan prestancia a los discursos. Como segundo error práctico, señala la creencia en la "utopía de las lenguas fijas y universal" (50), error profundo que arrastra todo lo que se construya sobre estos dos principios equívocos. El tercer error se lo adjudica Gramsci a los seguidores de Pareto y a los pragmatistas; considera que es el "neolalismo", la creación de nuevas lenguas —puras, sin contaminación— para superar los problemas de las antiguas creyendo que serán más precisas y "libres de error".


Los tres errores tienen más transcendencia de lo que se cree. Hemos perdido en gran medida la capacidad de pensar sobre lo que supone el lenguaje y su uso, sobre lo que implica que nuestra vida y cultura gire sobre él. En una cultura en la que se intensifican las comunicaciones, en la que se multiplican los lenguajes, en la que tenemos un gigantesco ruido de fondo que nos perturba y anima a no entender, a no pensar más allá de las respuestas condicionadas inmediatas, en un mundo amnésico, cada vez menos inserto en el análisis de sus propias causas y razones, en el que prima la acción, incluso como "lenguaje", es necesario volver a pensar la palabra. Ni el culto a la palabra pasada, ni a la eterna ni a la nueva son la solución.
Dice Gramsci:

 [...] ¿es posible quitar al lenguaje sus significados metafóricos y extensivos? Desde luego que no. El lenguaje se transforma al transformarse toda la civilización, al entrar nuevas clases en la cultura, al ejercer una lengua nacional sobre las otras, etc., y asume metafóricamente las palabras de las civilizaciones y de las culturas precedentes. (51)


Tiene razón Antonio Gramsci. No podemos cambiar el carácter metafórico del lenguaje. Solo podemos ser conscientes de ello y tratar de evitar, como el que va en una barca a la deriva, que oscile demasiado y acabemos en el agua del malentendido y del error, en el que estamos inevitablemente condenados a desplazarnos. El lenguaje se sostiene gracias a la voluntad de comunicarnos, a nuestro deseo de superar sus limitaciones con nuestra aspiración a salir de la soledad natural del silencio. El lenguaje es la herramienta que nos moldea, pero no el impulso, que es el deseo de encontrarse con el otro.

El hecho mismo de que hayamos creado y desarrollado lenguajes tan complejos como los que disponemos, que hayamos creado otros nuevos como los que se derivan del arte, significa que, como señalara el teórico ruso Mijaíl Bajtin, ser es comunicarse —un acto profundamente ético—, que ahondamos en nosotros mismos para comprendernos en los otros en un diálogo cuya riqueza es la que le da su profundidad.
La perversión de una civilización es la perversión de sus lenguajes. "Metafórico" no significa "falso". La falsedad proviene del deseo de engañar, de la perversión de la comunicación que nace de la perversión de los fines.



* Antonio Gramsci (1971, 2009): La política y el Estado moderno. edición del diario Público, Barcelona.




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