miércoles, 26 de diciembre de 2012

El descrédito amoroso

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos cuenta The New York Times el interés creciente por el crédito en las relaciones interpersonales*. Me refiero al bancario, claro. El diario nos da cuenta de la sorpresa de algunas personas cuando son preguntadas por su parejas sobre su crédito en las primeras citas. Tan importante como el historial amoroso, es el historial crediticio. Y es que el crédito es el espejo del alma, desde este punto de vista. En el límite del crédito que nos conceden está nuestro historial de gastos, cumplimientos e incumplimientos, la confianza que nuestro banco pone en nosotros. Una persona que goza de crédito merece confianza porque el banco confía en ella; por el contrario, aquel que ve limitadas sus posibilidades de concesión de crédito es señal de una vida poco ejemplar desde el punto de vista bancario. Su historial crediticio se traduce en una puntuación y esa es la nueva tarjeta de visita. No se trata de cuánto dinero tienes, sino si eres de fiar.

La creencia en que la economía no es más que la vida cotidiana trasladada a números se convierte en reversible y así nuestra forma de vivir se refleja en el crédito y su historial. Hasta hace poco nos sorprendía que algunas personas acudieran a sus citas con un certificado de estar libre de enfermedades contagiosas. Ahora le toca al crédito. No se trata más que de una versión de la reducción del riesgo y la incertidumbre. Se combaten con "información", pues eso es la puntuación crediticia. Además de buscar aficiones comunes, las parejas buscan "estabilidad" económica para evitar riesgos posteriores y descubrimientos insospechados.
Esto no es ni malo ni bueno. La información de la dote o renta de la mujeres con las que las novelas del siglo diecinueve comienzan presentándonos a sus personajes femeninos era un indicador económico de valor social. Podemos rasgarnos las vestiduras, pero es lo que hay.


No hace muchos días tuve que hablar sobre esa maravillosa novela de Henry James titulada Washington Square que nos muestra un buen ejemplo de cómo esa información económica se hizo relevante desde el momento en que los matrimonios se abrieron "democráticamente".  Ya no bastaba la "cuna" como indicador, sino el estado de las finanzas. Para ello se realizaban, como el estricto padre de la protagonista, el doctor Sloper, todo tipo de indagaciones sobre la fortuna y hábitos económicos de los aspirantes a la mano de las hijas y se dejaba un dinero que solo ella pudiera tocar, lejos de un marido, posible manirroto económico. Morris Townsend, el galán que pretende a Catherine Sloper, es rechazado por el padre al darse cuenta de que es un despilfarrador sin oficio ni beneficio y un previsible caza fortunas. Los ejemplos se pueden multiplicar por toda la novela decimonónica.


Lo de ahora es acorde con nuestros tiempos. Las citas por Internet han sustituido a los encuentros organizados por las familias y amigos —que actuaban generalmente como filtros y garantes—, aumentando el riesgo de sorpresas en todos los sentidos. Lo que se ha hecho ahora es intentar reducir el riesgo con las nuevas herramientas a nuestra disposición. The New York Times nos da cuenta de las webs en las que la gente se registra mostrando su datos personales para las posibles citas y también la "puntuación de crédito", un dato esencial sobre el que gira el proceso selectivo. En tiempos revueltos, nos hemos vuelto otra vez "decimonónicos" y tratamos de asegurarnos de con quién salimos. No están los tiempos para aventuras económicas.
Meterse en negocios, jugar a la bolsa o jugar al amor tiene altos riesgos si no sabes dónde te metes. Es probablemente más fácil salir de un mal negocio que de una mala relación, pero si se juntan las dos cosas, el resultado será explosivo. Puede que una mala relación acabe siendo un mal "negocio", pero es casi seguro que un desastroso comportamiento económico llevará a destruir una relación.


La novedad de todo esto es que deduce del crédito un conducta —algo que no es difícil de entender— de la misma forma que de la prima del seguro del coche podemos deducir el comportamiento de un conductor y elegir ir con él de viaje o no. Al fin y al cabo, la vida es un viaje con otros acompañantes. Podemos hacernos una visión bastante aproximada de una persona investigando sus tarjetas de compras; también podremos descubrir por su crédito las "aventuras" en que se mete y cómo sale de ellas, la confianza que merece y el grado de cumplimiento que tiene con sus compromisos en la vida.
Hay tantas cosas bajo eso que llamamos "amor", que hemos pasado a llamarlo "compatibilidad", concepto sobre el que se pueden establecer grados, puntuaciones, estadísticas o porcentajes. La música que escuchamos, los libros que leemos, si fumamos o no, si somos vegetarianos, etc., etc., son indicadores que se someten a evaluación para ver la "compatibilidad" con la posible pareja. Como señala la publicidad de una web dedicada a esto "Good credit is sexy".


El amor, tal como se entendía antes —si es que hemos llegado a entenderlo alguna vez— ha caído en descrédito. La gente ya no va a la adivina a consultar su futuro amoroso; prefiere ver el pasado crediticio. Sorpresas, las justas.

* "Perfect 10? Never Mind That. Ask Her for Her Credit Score". The New York Times 25/12/2012 http://www.nytimes.com/2012/12/26/business/even-cupid-wants-to-know-your-credit-score.html?hp&_r=0





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.