jueves, 22 de noviembre de 2012

El (mal entendido) sacrificio de los ciudadanos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Esto está cada vez más complicado. Tengo la ligera sospecha de que el gobierno no se habla entre sí y que aunque salga de vez en cuando Mariano Rajoy diciendo que entiende que la gente esté enfadada, no tengo muy claro que sea consciente de ni cuánto ni de porqué. Solo desde la desconexión comunicativa y el exceso de iniciativa individual de los ministerios es posible entender, con buena voluntad, todos los movimientos que se encuadran en ese genérico "sacrificio de los ciudadanos". Pero una cosa es que los ciudadanos se sacrifiquen y otra cosa mandarlos sacrificar. Cada vez que toman medidas, se lanzan al fuego de Moloch —deidad cornuda— a unos cuantos ciudadanos —jóvenes, pensionistas, inmigrantes...— para intentar aplacar al cruel dios de la Austeridad. Pero el dios, insensible, pide más y más. Ya no se contenta con niños.
El movimiento doble de recorte y recaudación está haciendo estragos en los ciudadanos, que son los que finalmente pagan todo. Todo esto se hace sobre una ciudadanía que tiene cada vez menos recursos y a la que el estado está ordeñando como a vacas en un prado.


Las tasas judiciales han despertado las iras de todo el sector de la Justicia y de todos los bandos implicados. Pero lo mismo ha ocurrido con las tasas educativas o con el encarecimiento de la sanidad. Una cosa es que el estado ahorre y otra que, después de ahorrar, se lance sobre los ciudadanos a recuperar lo recortado por otra vía, la recaudatoria. Antes de lanzarte a Moloch, te vacían los bolsillos.

Mucho me temo que el camino elegido es el peor de los posibles. No produce nada y empobrece a todos. Por este camino no vamos a ningún sitio, solo al mantenimiento de unos servicios que cada vez serán usados por menos y que habrá que seguir recortando y reduciendo, es decir, asignándole menos recursos y encogiendo. La creencia en que una vez que se haya recortado todo, la economía va resurgir por sí misma es autentica idolatría al falso dios del mercado autorregulado. Además de en Moloch, ¿hay que creer en el Ave Fénix?
Un gasto que se recorta con la pretensión de recuperarlo después a través de tasas, multas, matrículas, etc., no es más que un apaño insostenible. Una sociedad en crisis, evidentemente, lo está porque la gente se ha empobrecido. Pero esta táctica empobrece más a la gente y ahonda en la crisis, además de hacerla más injusta.
La única forma de ser justos pasa por el único punto que sigue estancado o empeorando: el empleo. Es el empleo lo que crea riqueza y es de esa riqueza de la que se pueden ofrecer a los ciudadanos los servicios que salen de sus impuestos. El problema es la caída de la recaudación fiscal y el aumento del gasto social consiguiente, pues ambos están ligados. Si no se recauda más es porque la gente gana menos; y si gana menos, necesita de más ayudas. Un círculo vicioso que no se rompe poniendo tasas elevadas y sumables en el bolsillo de los mismos que pagan siempre y cada vez tienen menos. Solo se rompe aumentando y mejorando el empleo para recaudar por la vía ordinaria y que el Estado ingrese más sin necesidad de atracar al ciudadano desde todas las esquinas administrativas: sanitarias, educativas, judiciales... Como decía una ciudadana en un reportaje televisivo: "o pago el divorcio o pago la hipoteca; las dos, no"; o te quitan la casa o te dejan al marido. Ya no da más de sí el bolsillo.


La historia del cobro del "tupper" a las familias en los colegios fue un ejemplo de este funcionamiento perverso; lo ha sido la subida de las tasas universitarias; los cobros sanitarios, igualmente. Ahora le toca a la Justicia. Digo "perverso" porque querer cobrar más a los que renuncian a un comedor porque no pueden permitírselo o disparar las tasas educativas que afectan a unos jóvenes con un 50% de paro a los que se repite retóricamente desde instancias oficiales que la salida al empleo pasa por la formación, me parece una forma de perversión del Estado y la Función Pública, más allá de la mala política.

Me gustaría ver que los esfuerzos de nuestros ministros y responsables se centran en la creación de estímulos para el empleo. No lo hacen guiados por la obsesión presupuestaria europea —la sombra de Merkel—, que nos pide ajustes, pero no nos dicen cómo obtener ingresos porque eso forma parte de otro tipo de trucos que los países de la Unión Europea reservan cada uno para sí. El principio es obvio: en crecer son rivales en competencia; en gasto, víctimas del que gasta. Crecer es cosa nuestra; que ahorremos, de ellos. Tiene su lógica y solo significa que una política absolutamente centrada en el recorte no nos llevará más que a seguir aumentando impuestos, tasas, etc., encareciendo los servicios a los ciudadanos, es decir, ahondar la crisis. En resumen, un estado injusto e incómodo. "Injusto" porque las diferencias económicas podrán establecer diferencias en educación, sanidad o justicia; "incómodo" porque careceremos cada vez de más servicios y empeorarán los existentes por falta de ingresos.


Todo pasa por el empleo. Nuestro mal es la incapacidad de nuestra clase empresarial y bancaria para crear riqueza social, riqueza repartida. Es algo muy diferente a lo que vemos, que es riqueza concentrada, personal, de unos a costa de otros, por lo que crecen las diferencias sociales. Es riqueza insolidaria y la economía debe ser siempre un arte expansivo. Siempre se habla de "crear riqueza"; además hay que "repartirla" reinviertiéndola. Sin empleo, las medidas —ya se presenten como recaudatorias o disuasorias— son discriminatorias e injustas. Las de la Justicia, además afectan, a muchos casos de hondo calado social, como se han encargado de señalar inmediatamente desde todas las instancias.
El problema, a efectos de los políticos, es cuadrar presupuestos. Pero la política es bastante más que eso; se trata más bien de "cuadrar" la realidad, de que salgan soluciones reales para resolver problemas sociales que hoy por hoy, lejos de resolverse, se están agravando por efecto de las acciones de la propia Administración convertida en un Moloch que exige a quien no tiene. Y eso no es admisible.


Noticia sobre las tasas de A. Ruiz Gallardón como alcalde de Madrid (2011)

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