viernes, 16 de noviembre de 2012

El derecho de persecución y las manchas de café

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Parece que las crisis, en vez de invitar a la reflexión para tratar de encontrar soluciones, fomentan la aparición de personas con poca sensatez, que tenían frases preparadas para sus últimos momentos, pero, ya que está el lío formado, aprovechan para decirlas. En un mundo mediático, decir tonterías puede causar tantas muertes como arrojar bombas. Y las estupideces salen más baratas aunque después salgan muy caras.
Las palabras de los bocazas podrían ser ignoradas. Pero no lo son porque el mundo se ha llenado —además de bocazas— de gente dispuesta a solucionarlo todo a mamporro limpio tras escucharles. Es el caso —uno de ellos— del cónsul alemán en Tesalónica, al que han perseguido violentamente y al que tuvo que proteger la policía antidisturbios griega para evitar males mayores.
Visto el vídeo del hecho, resulta altamente eufemístico —y hasta gracioso si tuviera gracia— el titular del diario ABC: "Un grupo de manifestantes lanzan agua y café al cónsul alemán en Tesalónica". Dicho así, parece que el agredido cónsul hubiera pasado por un "control de avituallamiento", como en las carreras ciclistas, en las que amables personas corren a su lado para darles refresco y alimento. Pero no es así.


El pobre cónsul sufre las consecuencias del bocazas de su colega político que, desde la seguridad que da la tranquila Alemania, ha dicho que lo que hacen 3.000 funcionarios griegos lo hacen 1.000 funcionarios alemanes, una desproporción bastante menor a la que mostraban las imágenes: unos 300 griegos corriendo detrás de un alemán.


Entre bocazas y matones estamos haciendo una Europa cada vez menos habitable. Algunos justificarán a los asaltantes como "trabajadores llevados al límite de su paciencia". Con los mismos motivos, la defensa de sus puestos de trabajo, otros justificarán también a los ultraderechistas y racistas griegos que han asaltado, apaleado, etc., a trabajadores de distintos países que habían recalado en Grecia por las tristes circunstancias de sus vidas y entornos. El "derecho a perseguir" parece que se extiende y amplía. De la Europa de las instituciones a la Europa de las persecuciones. 
Se empieza quemando retratos y banderas; se continúa persiguiendo a un cónsul y se acaba quemando coches de turistas alemanes (o del que toque) por la geografía europea. Ellos tienen la culpa de todo, claro. Nuestro bonito "espacio Schegen" se habrá convertido en un bonito recuerdo de otra época. Fue bonito mientras duró.

No sé cuándo va a volver el "estado de bienestar" —o si volverá alguna vez—, pero me preocupa más cuándo va a volver Europa a su "estado de sensatez". Lo material no es lo único y estamos pervirtiendo nuestra propia idea de la democracia por medio de la violencia, abriendo brechas. Estamos "balcanizando" Europa y balcanizando a los europeos.
Hay que tener mucho cuidado con esto de la justificación —incluso "diversión" para algunos— de la violencia. Es violencia. No hay nada ejemplar ni reivindicativo en perseguir, zarandear, insultar, escupir, arrojar café, agua o lo que sea. Es una agresión y deteriora las posibilidades posteriores de convivencia. Puede que alguno —es obvio— no tenga ningún interés en convivir con nadie y los argumentos le resbalen olímpicamente. Pues allá él. O nos separamos de él o nos arrastrará. El poder se pervierte también en la violencia, en el mal uso de los mecanismos de autoridad. Todo acaba en un círculo vicioso en el que pierde siempre la ciudadanía.
Mantengo intacto mi derecho a criticar y discrepar con las manos quietas, allí donde deben estar, con una pancarta o en el bolsillo, sin necesidad de recurrir a la violencia. Y es preocupante su aumento y, algo peor, la consideración de que es parte necesaria del proceso, algo natural. 
También la violencia es "espectáculo", forma parte del repertorio de imágenes que se comunican y que buscan un efecto, en un sentido o en otro, para mostrar la barbarie o para animarla. Hay actores de la violencia como hay espectadores del espectáculo violento. Eso es peligroso.

La prensa sensacionalista alemana (Bild) titulaba "Die jungen Griechen, Spanier un Portugiesen kommen!". Es solo un ejemplo, pero ya algunos preparan sus campañas en contra de los que lleguen. Basta con que Alemania empeore un poco su economía, algo probable, para que se cree el clima en el que en vez de tener griegos persiguiendo alemanes, tengamos alemanes persiguiendo a españoles, portugueses o griegos, como ya ocurrió con los turcos, como se encargó de mostrar el periodista alemán Günter Wallraff en su libro reportaje "Cabeza de turco" (Ganz Unten, 1985), contando lo que vivió en piel propia, en los años ochenta, haciéndose pasar por inmigrante turco.  
Ya tenemos a griegos persiguiendo a personas de distintas nacionalidades porque están en "crisis" y eso, claro, lo justifica todo. Ya este verano nos contaban:

Los inmigrantes en Grecia viven el mayor rechazo social desde que comenzó la crisis. En los últimos seis meses cerca de 500 extranjeros han sido atacados. Esta semana, ese acoso se ha cobrado una víctima mortal: un iraquí fue apuñalado en un barrio de Atenas. El incremento de la violencia xenófoba atemoriza a la población inmigrante.
[...] El Ministro de Defensa Civil afirmo que el país se hundía y se enfrentaban a una invasión. Así justificaba la repatriación de casi setecientas mil setecientas personas por no tener permiso de trabajo.


Me parece mal que se persiga a la gente. Parece ser que la alternativa al desastre es perseguir a unos y a otros, a ricos y a pobres, a alemanes e iraquíes o de cualquier otro sitio. Los Derechos Humanos hablan de no ser perseguido, no del derecho a perseguir. Como se ponga en marcha esta práctica del acoso violento, no sé si va a merecer la pena arreglar algo porque las heridas serán tan profundas que no quedará nada de qué hablar, ni Europa en la que convivir.


No es difícil imaginar el efecto que las imágenes de la persecución y humillación del cónsul habrá tenido en Alemania. En pleno debate social y político sobre si Alemania está siendo explotada por el resto de Europa para pagar sus excesos, la imágenes son un jarro de agua fría para unos y un bidón de gasolina para otros. Mientras el debate en Alemania es si deben dejarse "explotar" por los griegos, portugueses, españoles, etc., el debate en los afectados por la crisis es si deben dejarse mangonear por Alemania y ver sus países reducidos a protectorados.


Algo está fallando si los mecanismos de defensa de Europa pasan por incendiar Europa, por que la flamante Premio Nobel de la Paz se convierta en un centro de acosos y asaltos, de contenedores quemados, de palizas policiales, de persecuciones xenófobas, de aumento del nacionalismo, del racismo, etc., con la excusa de que todos se han vuelto agresores y vienen a por nosotros. No es posible que después de décadas de construcción europea el resultado sea que unos persigan a otros por las calles.
La noticia de EFE que reproduce ABC muestra un gran interés en las manchas de café de la camisa del cónsul alemán. No se me ocurre otra explicación de porqué tanto énfasis en ello más que el temor a que a alguien se le ocurriera pensar que son de otra cosa. Todo el mundo sabe que las manchas del café no salen bien, pero que hay otras que no salen nunca.
Sí, algo falla. 

* "Un grupo de manifestantes lanzan agua y café al cónsul alemán en Tesalónica" ABC 15/11/2012 http://www.abc.es/internacional/20121115/abci-atacado-consul-aleman-atenas-201211151919.html
** "Alarma en Grecia ante el aumento de ataques xenófobos" Antena 3 15/08/2012http://www.antena3.com/noticias/mundo/inmigrantes-grecia-denuncian-aumento-racismo_2012081500049.html







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