jueves, 6 de septiembre de 2012

Panorámica del campo de batalla o Europa año cero

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La batalla europea está siendo muy extraña. Mientras que la crisis norteamericana tiene unos villanos muy definidos y una causas objetivables en gran medida —financiera, inmobiliarias...—, descritas en decenas de libros, la batalla de Europa requiere de muchas artes y algunas ciencias para poder ser descrita y no ncesariamente comprendida. Se parece más a una nueva entrega de Millenium, que a una fantasía maniquea de Eclipse, con sus vampiros buenos y vampiros malos, sus lobitos buenos y sus lobos malos. Aquí todo es más sórdido, con lluvia, frío y reflejos de luces rojas y azules sobre los cristales mojados. Sí, aquí todo es más extraño.
No hemos sabido, a ciencia cierta, dónde está el campo de batalla, quiénes son los combatientes, quiénes los aliados ni cuáles los objetivos hasta hace muy poco. Solo teníamos claro quiénes eran las víctimas. Tampoco teníamos claro si los cuerpos en la escena del crimen habían "cometido" suicidio o se habían trucado las pruebas para encubrir los asesinatos. Las versiones de los testigos no coinciden.



Los forenses tampoco. Las autopsias a los cadáveres de los distintos países europeos presentaban informes que unos daban por buenos y otros, en cambio, consideraban poco creíbles y que escondían resultados poco tranquilizadores para Europa. No sabes si se está evitando crear "alarma social" o si se trata, por el contrario, de crearla porque alguien ha apostado por el pánico. Lo malo de la economía que hemos creado es que está permitido jugar a todo, incluso a las apuestas sobre nuevos crímenes. Los hay que han apostado por la muerte del euro y el regreso de las monedas nacionales o por la expulsión de algunos países de la eurozona. ¿Un caso para Asuntos Internos?


Rumores interesados sobre rescates, ruptura del euro, etc. La batalla de Europa está siendo muy dura. Y lo está siendo porque ha quedado en evidencia que es muy difícil contentar los intereses de todos, especialmente cuando esos intereses están enfrentados; lo que beneficia a unos perjudica a otros. Y así es difícil.

La batalla europea es ahora la batalla del BCE y la deuda cuando queda en evidencia que la política de Alemania está complicando al resto de Europa, que algunos de sus intereses no están nada claros, que la senda no lleva a ninguna recuperación y que ese desastre, finalmente, acabará arrastrando también a Alemania. Y a los demás.

El experimento europeo de una moneda única con economías distintas y políticas económicas diferentes ha dejado al descubierto el problema en su cruda evidencia: hace falta más Europa —criterios europeos— y más decisión en unos líderes que deben ejercer como tales sobre el conjunto y no como correa de transmisión de los grandes lobbies industriales, financieros o de los intereses locales. El mundo está lleno de tiburones especuladores que comprendieron las dos debilidades, la estructural y la política, el agujero y la falta de decisión por la indiferencia ante los problemas del resto. Cuando se ha comprendido que el grado de integración de los problemas económicos era muy grande, que se habían dado por seguras ciertas cuestiones, pero que estaban en el aire muchas otras, ya se había avanzado profundamente en el desastre.



La lucha final con el BCE es la demostración de que la política alemana no era la senda porque le faltaba la elasticidad para amoldarse a los rápidos cambios de los vientos. Un mal día de subasta es una ruina por años. Cuando se han mostrado las grietas alemanas —los problemas bancarios, de empleo y de exportación—, el panorama se ha modificado, aunque no sepamos todavía en qué medida.


Cuando las dos economías bajo ataque especulativo, Italia y España, han tratado de cumplir las recetas oficiales, se ha visto que no aflojaban y que se dejaba a dos países grandes al borde del desastre por la ausencia de medidas defensivas en el deficiente diseño de la moneda y la economía europeas. El euro es vulnerable y con él todos. Y todos es todos. 
La defenestración de Berlusconi y las llegadas de Monti y Hollande a sus gobiernos han sido momentos importantes. Rodríguez Zapatero falleció por muerte democrática natural y no se hizo autopsia.
La salida de Silvio Berlusconi era esencial porque Europa no podía permitirse un "incumplidor" del tamaño de Italia. Con Grecia había bastante. La caída de Nicolas Sarkozy es otro hecho esencial porque deshace el eje franco-alemán ideado por Merkel y que lleva a la satelización. El "sigue así" de Merkel ya no era suficiente, con o sin palmadita en la espalda.
Lo paradójico es que estos relevos políticos han sido valiosos tanto por la "inexperiencia" de Hollande como por la "experiencia" de Mario Monti. El socialismo francés, con apenas experiencia en el poder, alejado de las instituciones gubernamentales, se pudo permitir un programa más idealista y anti-sarkozy que conjugara los intereses de Francia con los de los demás enfrentándose a la estrategia de una Alemania cuyos intereses, en cambio, son difíciles de encajar con los del resto. Solo la megalomanía de Sarkozy podía engañarse al respecto. La inexperiencia idealista que permitía a Hollande decir que cambiaría el "rumbo europeo", la línea "antiausteridad", tuvo su complemento con Monti, un conocedor de los entresijos económicos europeos y, por tanto, la persona adecuada para razonar con el frontón Merkel. Monti conoce los pasadizos tras los cuadros y los cadáveres emparedados que se encuentran en la mansión europea. Se pasa de la "pareja virtuosa" Merkel-Sarkozy a la más promíscua pero prometedora reunión a cuatro bandas Merkel, Hollande, Monti y Rajoy. Se ha cambiado de juego.


La estrategia franco-álemana seguida hasta el momento deja de estar justificada cuando se ve que los ajustes realizados en Italia y España no aplacan a unos mercados que han apostado por distintas modalidades de asalto y hundimiento. Dinamitada por el euro, Europa saltará por los aires por las heridas entre países y las revueltas sociales al no poderse financiar los países por los mercados y no recibir ayudas más que en la forma humillante del "rescate" oficial que Alemania exige. ¿El final? Una "Europa Año cero", un fantasmagórico paisaje en ruinas en donde los imperativos kantianos han triunfado sin que nadie quede para disfrutar del premio. 
Dejar hundirse a los demás cuando han seguido las recetas del plan estipulado es políticamente incorrecto e históricamente imperdonable. Y todos los dedos señalaban a la sombra alemana sobre el BCE. Alemania puede quedarse sola "teniendo razón".


Un paseo por el campo de batalla después del choque para el recuento de bajas nos revelará que una parte por determinar de ellas son producto del fuego amigo. Es fácil que ocurra cuando no sabes quién es tu enemigo porque todos llevan el mismo uniforme. No ha acabado esta guerra no declarada, por supuesto. Solo es una tregua para recoger los cadáveres y contar las bajas. Unas sombras, sobre la colina, se repliegan en busca de mejores posiciones desde las que disparar.
Contada como novela policiaca o como relato bélico, la batalla europea tiene mucho de Bildungsroman, de novela de formación, en la que los protagonistas aprenden a costa de la pérdida de sus ilusiones juveniles. No sé si Europa está llegando a la madurez; pero lo que sí parece evidente es que ha dejado atrás la infancia. El principio de realidad freudiano se ha impuesto al principio del placer. Despertamos del sueño europeo para entrar en la realidad europea. A nadie le gusta sufrir, pero es peor morirse. En el famoso monólogo de Hamlet, Shakespeare le hace decir al dubitativo príncipe:

[...]         ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?... Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción murieron.*

Al final, como siempre, el bardo tenía razón. Morirse fastidia y sin acción, te mueres. Nos esforzamos en la vida porque, si la muerte es "un país por describir", corremos el riesgo de que no haya nada que contar.  


*Versión del poeta colombiano Rafael Pombo

[Nota: las imágenes en blanco y negro corresponde a la peícula de Roberto Rossellini "Alemania año cero"]






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