martes, 25 de septiembre de 2012

El contagio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los republicanos norteamericanos están muy abatidos. Visto que Romney no es unas castañuelas, le pusieron a Paul Ryan, del que lo primero que se escuchó es que tenía mucho gancho con las mujeres y también vocación por los recortes. Lo primero no tiene mucho mérito en comparación con Ron Paul, Santorum y Newt Gingrich y lo segundo ya lo habían dicho antes. Pero si los republicanos pensaban que Ryan le iba a contagiar algo de salero, dinamismo y contundencia asertiva a Mitt Romney, se equivocaron.
Lo que ha ocurrido es lo contrario; quien se ha contagiado ha sido Ryan. Desde que se metió en campaña le ha entrado una especie de pánico escénico y se ha vuelto dubitativo; "vague, cautious and limited to pre-set talking points", señalan en The Washington Post*. Y es que Mitt Romney sí es contagioso, para desesperación republicana:

Dissatisfaction with the trajectory of the campaign seems highest among Ryan’s most ardent backers. They view Romney’s campaign as having doubled back to a cautious strategy, avoiding Ryan’s trademark big ideas, and hoping President Obama will beat himself.
“I was wrong. When Paul Ryan was picked, I really thought this meant that the Romney campaign was shifting gears and was going to have a debate about big issues,” said Michael Tanner, an expert on health care and the budget at the libertarian Cato Institute.*

Una anécdota de Paul Ryan es que en agosto no quiso "hablar de política ganadera" mientras estaba en la Feria Estatal de Iowa, algo sorprendente en un candidato a la vicepresidencia en plena campaña. ¡El contagio Romney! Tampoco, ahora que le miran con lupa, parece que su fuerte sean los números ("¡Do the Math!) y que no le cuadran muy bien las cuentas, algo terrible en alguien que ha hecho del ahorro y el recorte su divisa.

Una cosa es ser conservador y otra ir a remolque de Obama, sin iniciativas, convertido en los más mentirosos, según el "factchecking" al que someten todo lo que dicen los candidatos. 
Parece que a Romney se le han agotado los cartuchos. Ha tenido que dar finalmente, de forma confusa e incompleta, información sobre la última declaración de la renta. De una y solo una. Ha costado mucho que salieran esos números a la luz y no han dejado satisfecho a nadie. Y eso beneficia a los demócratas, que jugarán con que esa reticencias a enseñarla es un mal síntoma.
Señalan en el diario El País:

En 2011, Romney pagó menos impuestos de los que abonaría una familia que ingrese 50.000 dólares, las ganancias medias en EE UU. El tipo impositivo máximo en EE UU es del 35%, aunque existen fuertes deducciones para ganancias del capital, la principal fuente de ingresos de Romney, que obtiene réditos de sus inversiones en la empresa Bain Capital, que dirigió hasta 1999. Los Romney dieron unos cuatro millones de dólares, un 30% de sus ingresos, a diversas organizaciones caritativas. Es costumbre que los mormones donen un 10% de sus ingresos a su iglesia, en concepto de diezmo.**

Según indican en el diario, Romney no se desgravó los cuatro millones en donaciones para poder pagar más impuestos, es decir, que ya tenía calculado que las cifras de lo que pagaría serían escandalosamente bajas, más de lo que ya son. Es importante este dato porque muestran esa capacidad de "cálculo", esa doblez hipócrita, ante el efecto de la declaración sobre la opinión pública. Tampoco es fácil identificarse, en plena crisi económica, con un candidato que dona cuatro millones de dólares a causas benéficas y no los desgrava para que su declaración parezca estar más "cerca de la gente". La expresión "asquerosamente rico" adquiere aquí un tono moral más que cuantitativo.


Todos los analistas señalan que lo que llaman el "efecto convención" se la he pinchado ya. Lo cierto es que no consiguió adelantar a Obama tras la convención y que el numerito del confeso "libertario" y no "republicano", Clint Eastwood, con la silla vacía, no estará nominado para ningún premio de la Academia. Puede que sea lo único que se recuerde de su anodina campaña, aunque Eastwood sea el primero que querrá olvidarlo.

Los republicanos ya están en lo peor. No han conseguido rascar votantes en ninguna de las parcelas previstas y han ido perdiendo algunas por los deslices y meteduras de Romney, como ocurrió con la publicación de vídeo de su intervención en la cena selecta de Boca Ratón (Florida). No hace falta criticar a Romney; basta con dejarle hablar.
Aquí, como en la economía, parece que al final todo se resuelve en algo tan difuso y emocional como la "confianza". Los norteamericanos no han dejado de ver a Romney como un  multimillonario distante del común del pueblo. Y a los norteamericanos que no llegan a ser presidentes les gusta, al menos, poder identificarse con él. No creo que Mitt Romney haya conseguido que nadie se haya identificado con él.
Por encima de su mayor o menor eficacia —que hay opiniones para todos los gustos en función de las expectativas—, Barack Obama tiene una mayor facilidad para moverse en terrenos en los que Romney es impensable. No me imagino a Romney formando parte de las calles virtuales de los videojuegos. Y es que uno puede pasar junto a un cartel de Obama mientras hace saltos y malabarismos de skateboard virtual en la consola sin extrañarse, mientras que a Romney nos lo imaginamos mejor en alguna secuencia de esa tremenda (y estupenda) película de Andrew Dominik, recién estrenada, que se llama "Mátalos suavemente" (Killing them softly 2012).



La película —una inmisericorde crítica al capitalismo americano a través de unos mafiosos con pensamiento empresarial intentando "restaurar la confianza" en las timbas y "reactivar" su particular economía delictiva— transcurre durante el comienzo de la crisis de 2008 con la campaña electoral de Obama y McCain como banda sonora, a través de sus discursos, y los decorados, con imágenes de televisión y carteles de fondo. La sentencia final de la película "America Isn’t a Country; It’s a Business. So Pay Me, Motherfucker" deja bastante claro lo que quiere transmitir.

Los carteles de Obama en videojuegos
La idea, manifestada por Eastwood en la convención republicana y repetida como fondo de la campaña, de que América necesita un "empresario", se complementa con las ideas del modelo empresarial que Romney ha expresado en sus comentarios reproducidos por el vídeo de Boca Ratón, y le ha valido, por ejemplo, el rechazo de la comunidad latina. De tierra de promisión, a tierra de lobbies.
A estas alturas de la campaña, en su recta final ya, Mitt Romney no ha conseguido convencer a nadie —incluidos los republicanos— de que es la persona indicada para llegar a la Casa Blanca y poner en marcha el "negocio". No ha conseguido convencer a la gente de que Barack Obama es la fuente de todos los males y que solo él es el remedio, estrategia general de cualquier aspirante.
El que se haya hecho millonario —la herencia cuenta, claro— no significa que sea capaz de hacerlo a los demás. Algunos pensarán incluso lo contrario: que se ha hecho rico a costa de los demás.  Ni como "caballo blanco" ni como limusina negra; ni como salvador de la república, ni como rico ejemplar. La gente no ve a Romney, sencillamente. Y los republicanos le critican a él, critican a Ryan, critican a sus asesores de campaña, critican...
Cuando hay tal avalancha de críticas, es que no hay identificación; solo contagio.

* "Among some Paul Ryan backers, disappointment at Romney campaign trajectory" The Washington Post 24/09/2012 http://www.washingtonpost.com/politics/decision2012/among-some-paul-ryan-backers-disappointment-at-romney-campaign-trajectory/2012/09/24/5afe1af0-027e-11e2-9b24-ff730c7f6312_story.html?hpid=z1
** "Romney ganó 10 millones el año pasado y pagó un 14% en impuestos" El País 21/09/2012 http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/21/actualidad/1348251372_962082.html





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