martes, 28 de agosto de 2012

La "app" cívica y la pobreza antiestética

Joaquín Mª Aguirre (UCM) 
La aplicación, la "app" que se dice ahora, para teléfonos inteligentes —¡qué desperdicio, oiga!— diseñada por los ferrocarriles catalanes para dar avisos sobre mendigos y músicos que polucionen vista, olfato y oído de estaciones y pasillos del servicio en cuestión —para entendernos, del torniquete para allá— ha suscitado el rechazo generalizado y la han quitado. Un recorte.
Mediante la "app" que la gente servicial se descargaba en su terminal —¡qué cursilada!—, teníamos la posibilidad de denuncia instantánea para ser cívicos de forma limpia y moderna, a mayor gloria del reglamento de viajeros y sujetos que no viajan pero que están por allí molestando.
Como la mayoría de la gente a la que se ocurren estas ideas son hijos de los manuales y cursos de gestión empresarial, es decir, ven el mundo dividido en clientes, jefes y currantes —los que tienen dinero, los que tienen poder y los que tienen que aguantarse—, que son las tres especies humanas unidas por vínculos laborales y comerciales, todos los demás pasan a ser entes prescindibles, anomalías del sistema. Y en esa categoría pasan a estar lo indigentes, que ni compran ni trabajan, dos pecados imperdonables, y los músicos ambulantes que hacen como que trabajan pero que en realidad meten ruido y la gente encima les da dinero, algo imperdonable. ¡A oír música al Palau!

La denuncia es hija del recorte, pues sustituye a la vigilancia, que pasa a ser atributo del buen ciudadano. Es más barato denunciar desde la terminal con tu "app" que tener a los de la seguridad recorriendo trenes y estaciones. Luego lo cuentas a los amigos y sacas pecho.
Esta "app" es la "contra-app" de la "app" que sacaron no hace mucho para avisarse los que se colaban en el metro en dónde estaban los de la seguridad o los inspectores que hacen rondas o se colocan a la salida para pillarte sin billete. Es la guerra de las "apps". ¡Cuándo se ha visto tanta modernidad tecnológica, tanta última generación de lo que sea, tanto 3G y ¡'hasta 4G! ¡Toma!
Nos cuentan en el diario El País:

La empresa pública creó una aplicación para móviles el pasado 26 de julio con 11 iconos para delatar conductas incívicas en el tren. Eso incluía desde entrar sin billete, a poner los pies en el asiento, no ceder los lugares reservados o incluso pedir en el tren o ser músico ambulante.[...]
Más de 53.000 personas han firmado en contra de la aplicación de FGC. El valenciano Miquel Rubio creó una plataforma en contra el pasado 6 de agosto. Desde entonces, no ha dejado de sumar adeptos, que han plasmado su firma para expresar su malestar ante este tipo de iniciativas por parte de la administración que conducen a una "sociedad orwelliana", según  Rubio.*


Todos tenemos un conocido al que se le ha ocurrido una "app", ¡cómo no! Antes la gente tenía la idea para una novela —escribirla ya era otra cosa—, y ahora son las "apps". Reconozca que lleva tiempo dándole vueltas a una. La Vanguardia nos contó a mediados de mes:

[...] el presidente de FGC, Enric Ticó, publicaba en su cuenta de twitter el pasado día 13 de agosto: “Funciona muy bien la aplicación de #FGC para avisos de incivismo. Los usuarios la usan, los medios hablan positivamente. La ideó un usuario”.**

Y es que el mundo está lleno de gente con buenas ideas. Y la "app" no tiene porqué no ser serlo, de hecho es una buena aplicación, llena de utilidad. Pero todo ha cambiado. El problema es que una parte de sus iconos clasifican el mundo y no hay consenso sobre los valores que representan. Confunden el incivismo activo y voluntarioso del que pone los pies en los asientos, pinta las paredes, insulta a los viajeros o rompe los cristales con la pobreza manifiesta.

Vídeo promocional de la app de FGC

La pobreza es incívica, si, pero no por parte de los que la padecen, sino por los que la consienten, la generan y, peor, la consideran antiestética y delictiva. Es volver al "vagos y maleantes". Los que alejan a los mendigos por el simple hecho de que dan "mala imagen" demuestran una insensibilidad grande. Y los que han creado la clasificación de esta "app" han considerado, con nula sensibilidad, que se le debe pedir al viajero del transporte público que denuncie la presencia "incívica" de la pobreza; como contrapartida, la denuncia sea valorada como "civismo".


Para algunos, la crisis es "una oportunidad". Creo que es más bien una "prueba", un ejercicio diario de comprobación de nuestra sensibilidad moral ante las dificultades sociales. Cuando salgamos de ella podremos encontrarnos fortalecidos y satisfechos de nuestro comportamiento o, por el contrario habernos envilecido en el día a día del endurecimiento con el cultivo de la insolidaridad y la indiferencia. Podremos haber desarrollado una mayor sensibilidad ante el dolor ajeno o un elitista sentido estético de la pobreza como una mala imagen que hemos de apartar de nuestra vista.
Este esteticismo de la pobreza y la desgracia al hilo de la crisis es el mayor elemento de corrupción que podamos imaginar. Bajo la máscara del "civismo" solo alimentará la indiferencia. Y la "indiferencia" es el supremo logro pedagógico de los que consideran que la sociedad es solo el escenario del egoísmo en el que cada uno tiene lo que se merece. Un escalón más abajo —solo uno— se encuentra la "hipocresía", el disfraz de buen ciudadano. 
Un sociedad mejor no es la que denuncia más, sino la que tiene menos que denunciar. Lo innovador es acabar con la pobreza, no con los mendigos. Eso es lo que hay que denunciar, la pobreza.

* "Ferrocarrils elimina la opción para denunciar a mendigos y músicos" El País 27/08/2012 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/08/27/catalunya/1346070021_835736.html
** "El gran hermano te vigila en los FGC" La Vanguardia 15/08/2012 http://www.lavanguardia.com/vida/20120815/54337551609/app-fgc.html

La recogida de firmas contra el icono de la app



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