viernes, 3 de agosto de 2012

El roce europeo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé si es normal que la economía funcione como una montaña rusa en función de las declaraciones de unos y otros. Podemos recurrir a los modelos matemáticos o a los "espíritus animales, de los que hablaba Keynes, que no son más que la irracionalidad de las filias y fobias de los mercados, pero lo cierto es que no sabemos cuánto se puede seguir así. Y me refiero a Europa en su conjunto.
La crisis de la deuda soberana, convertida ya en una forma de especulación circular, está arrasando la economía de los países afectados, que serán pronto todos, aunque algunos no sean conscientes, pues esto se ha convertido en algo parecido a Diez negritos, la novela de Agatha Christie en la que los sospechosos iban desapareciendo uno tras otro. La deuda, aunque no llegara a cerrarse como forma de financiación, nos lastra con unos costes imposibles de mantener en el tiempo, pues se comerán todo posible crecimiento futuro.
El problema de la financiación de los estados se escapa en gran medida de sus manos cuando renuncian a tener moneda propia y a controlar los mecanismos que esa emisión supone. El euro es de todos, pero la deuda es de cada uno y con divergencias grandes en la financiación. Es este mecanismo el que hace que unos países tengan una financiación más costosa que otros creando una relatividad que trata de mantener las distancias existentes anteriormente entre la monedas.


Es falso que tengamos un euro "común" si nos cuesta el dinero a precios tan escandalosamente diferentes. Hay un "euro alemán", como hay un "euro español", otro "italiano" y otro "griego". Las primas de riesgo, al establecer diferencias, están distinguiendo el valor del "euro prestado" a cada uno. En el fondo, lo que está haciendo Alemania es defender su "marco euro" de que le arrastre el "euro peseta", el "euro lira" o el "euro dracma". Por más que se creara una moneda común, su valor es relativo en el mercado que no se unifica, el del propio dinero, cuya esencia es precisamente diferenciar a sus clientes, los países o Estados, incluso comunidades. Todos los prestamistas lo hacen.

La solvencia de cada estado es la que sirve para fijar el precio del dinero que se le presta. A los más "solventes" a menor coste y a mayor a los menos solventes. Cuando no resulta ya posible financiarse en los mercados, te rescatan y te intervienen, movimiento doble: lo que te dan y lo que te exigen por ello para que pagues lo que debes.
Está claro que la crisis de la deuda española es especulativa y que esa especulación está causando un deterioro al conjunto del sistema económico, a toda la sociedad, porque tiene un efecto en cadena. Las medidas económicas locales van en la senda de lo exigido por las instituciones de la eurozona y externas, pero su eficacia en cuanto a la deuda está siendo mínima porque mientras actuamos, la vista no se fija en nosotros sino en las instituciones europeas, en especial en el BCE.
El BCE es una institución "a la alemana". No se trata de que Alemania la controle, ya que en teoría es independiente de los estados, sino de que se construyó sobre la exigencias de Alemania que incorporaba su poderoso marco a la moneda europea, al euro. Alemania se aseguró de que el euro que se construyera con la fortaleza del marco no pudiera ser desperdiciado con otras monedas y economías. El mejor futuro para Europa era ser como Alemania. Por eso la exigencia de que el Banco Central Europeo no pudiera comprar deuda de los países. Para Alemania —y siguen en ello— eso sería hacer trampa y justificaría que los Estados pudieran ser despilfarradores —los PIIGS— sin consecuencias (el famoso "riesgo moral"), al asegurarse que su mala gestión de las finanzas públicas se cubriría siempre con la compra de la deuda para mantenerla baja.


Eso puede tener su lógica en circunstancia normales (si es que existen ya), pero deja de tenerla cuando es la especulación la que se dedica a exprimir a los países condicionando su crecimiento presente y futuro.
El hecho de que sean maniobras especulativas, además, pone en riesgo cualquier otra deuda, como ya ocurría con los ataques especulativos contra las monedas nacionales. Cuando había monedas europeas diferentes se desarrollaron mecanismos para defenderse mediante la compra de divisas, algo que hoy no se le permite hacer al BCE, que se desarrolló básicamente —de nuevo la mentalidad alemana— para evitar la inflación en la zona euro.

Jens Weidmann, del Bundesbank
Las luchas de los países más afectados, en este momento España e Italia, es por modificar la mentalidad alemana del BCE, su diseño original. Cuando se crea una institución de este tipo, se establece lo que puede y no puede hacer. Víctima de su propio diseño, el BCE se convierte en garante de problemas al evitar su solución.
En este sentido, la información de hoy del diario El Mundo es reveladora de este problema:

La hipotética intervención del Banco Central Europeo en los mercados de deuda podría estar en el aire porque el banco central alemán, el Bundesbank, alberga "reservas".
El presidente del organismo monetario, Mario Draghi, admitió tras la reunión del BCE que "(Jens) Weidmann y el Bundesbank tienen reservas" sobre la compra de bonos soberanos, pues ello excedería el mandato del BCE de limitarse a controlar la inflación.
La decisión del Consejo de Gobierno de encargar a las comisiones del BCE "el diseño de las modalidades apropiadas" para la compra de bonos "fue básicamente unánime con una postura con reservas", señaló Draghi en alusión al banco germano.
El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, aseguró ayer en una entrevista que el banco central alemán tiene "una voz más fuerte" en el BCE que los otros 16 bancos centrales.
"Somos el banco central más grande y más importante del Eurosistema y tenemos una voz más fuerte que muchos otros bancos centrales en el Eurosistema. Esto significa que tenemos un papel diferente", remarcó antes de afirmar que los políticos "esperan demasiado" del BCE.*

Flaco servicio a la idea y sentimiento de Europa ha hecho Jens Weidmann al restregar a los demás  el papel del banco alemán en el conjunto. La "independencia" del BCE, como se desprende de las palabras de Weidmann, es, pues, relativa ya que el peso de Alemania es mayor a través de su banco nacional. Hay cosas que, no por ser ciertas, se deben repetir demasiado.
Debería recordar Alemania que fueron las humillaciones económicas a las que la sometieron los vencedores de la Gran Guerra las que acabaron sembrando el resentimiento y odio que acabó gestando la II Guerra Mundial. Fue el excederse en las imposiciones económicas lo que hizo que los alemanes odiaran —con motivo— a los países, especialmente a Inglaterra, que los exprimieron.
Alemania quiere que España e Italia pasen por la humillación del "rescate" para poner en marcha los mecanismos de préstamo. Las posturas de estos dos países es: estamos haciendo lo que se nos pide y meternos en un rescate significa entrar en una espiral de sanciones de los mercados al degradarse más la situación oficialmente.

A diferencia de los rescates organizados desde el FMI, institución sin localización, los rescates europeos sí están localizados. El Fondo Monetario Internacional puede ser todo lo odiado que se quiera por cualquier país que solicite su ayuda. Eso no se lo pueden permitir las instituciones europeas, incluido el BCE, ni el Bundesbank, porque forman parte de un proyecto conjunto. No se puede construir Europa sobre humillaciones. Por eso se habla de la necesidad política de intervenir, de mostrar la voluntad política de construir una Europa positiva.
Una parte importante de los griegos ya odia a Europa, además de a Angela Merkel y a Alemania y hasta puede que inmerecidamente. Si queremos hablar de "espíritus animales", estos no solo se dan en la economía, tienen más peso en la política. Europa —es decir, los países que la integran— tiene que medir el coste político de que sean las propias instituciones europeas las que humillen a sus propios ciudadanos. Insisto en "propias". No se puede ser "europeo" para unas cosas y "alemán", "español" o "italiano" para otras. Los mercados castigan, pero Europa no defiende o lo hace insuficientemente y con la boca chica.
Difícilmente puede aceptar cualquier ciudadano medianamente sensible que unas palabras de Mario Draghi, presidente de una institución que también es suya, puedan llevarse su ahorros o jubilación por delante porque está obligado a repetir las palabras de Jens Weidmann, que restriega al resto de Europa que su voz es más poderosa que la de los demás. Es un gran error político.
Corremos el peligro de que por fortalecer el euro debilitemos a Europa. Nos juntamos para tener una Europa más unida y ahuyentar los fantasmas de dos guerras en un siglo. El roce no solo hace el cariño, como asegura el refrán.

El desplome de la Bolsa de Madrid mientras Mario Draghi hablaba


* "Alemania mantiene sus 'reservas' ante la intervención del BCE en los mercados" El Mundo 2/08/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/08/02/economia/1343917099.html


La nueva "epidemia" de peste negra, la Black Debt, que asola Europa


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