lunes, 13 de agosto de 2012

El botón y el traje

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
 ¿Recuerdan aquella historia del hombre que se encontró un botón y se acabó haciendo un traje a juego? En ocasiones parece que se trata de la historia del euro, que nos encontramos una moneda  y nos tuvimos que fabricar una identidad a juego para justificarla.
Hay una gran diferencia entre las ideas de "Europa" y de "Unión europea", La primera representa un ideal, la segunda un proyecto que se ha de concretar en medidas aunando intereses. Pero el proyecto se queda vacío si no hay "ideal" detrás. Desde hace mucho tiempo lo que define a Europa son sus problemas y eso es malo para el futuro. Es como un matrimonio que solo discutiera. Parece que lo que une a los europeos no es una idea de progreso común sino una moneda, algo que debería hacernos reflexionar pues las monedas, al igual que unen, separan, como está ocurriendo.

En toda esta crisis, lo que realmente se está pisoteando es la idea de Europa. Es algo más que palabras. La idea de Europa es utópica y por eso resulta atractiva; es un reto, un desafío. Hace mucho tiempo que no se profundiza en ella por motivos fácilmente entendibles: muchos no creen ya en ella. No me refiero a los euroescépticos, claro está, que esos sí que tienen muchas ideas sobre Europa, sino a los "euroblandos", a los que no están a la altura de la idea, a los que les viene grande. Lo peor que le puede pasar a una idea es convertirse en tópico, en lugar común. Los tópicos ni crecen ni dejan crecer; solo se consolidan anulando la reflexión. El tópico tan solo se repite. Europa. Punto.
La necesidad de dar sentido a la idea de Europa forma parte esencial de sus posibilidades de crecimiento, y no me refiero al crecimiento económico, sino al ideológico. De otra forma, Europa solo será un conjunto de países creciendo unos a costa de otros. El crecimiento económico no necesita del conocimiento mutuo, de ideales comunes, sino del ideal librecambista, que es al final con el que se ha confundido a Europa, convertida en "gran superficie".


Sin voluntad de reequilibrio difícilmente podrá haber una Europa consolidada que no se convierta en una colonia de los más fuertes económicamente y convierta a los débiles en franquicias de los más fuertes. No puede haber una Europa de caballeros y escuderos, porque lo que se generará así serán nuevos odios y desprecios.
Pensar que en unas décadas se pueden corregir los desequilibrios de siglos es ilusorio. La apariencia de progreso no es más que el espejismo del consumo, mecanismo mediante el cual los países ricos crecen por vender a los pobres; la inflación hace el resto. Hay mucho terreno por el que hay que avanzar y no se avanza  con humillaciones y egoísmo. El euro tiene dos caras, una común, en la otra la marca de cada país, que no se olvida de sí mismo.
Al final de la historia, el que se encontró el botón recela del fabricante de trajes y se lo imagina sembrando el camino de los ingenuos con los botones de la ilusión.




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